Penas y goces futuros (Segunda parte)

 





PENAS Y GOCES FUTUROS
(Segunda parte)






Duración de las penas futuras

1003. La duración de los padecimientos del culpable en la vida futura, ¿es arbitraria o está subordinada a alguna ley?
“Dios nunca obra por capricho. En el universo todo está regido por leyes que revelan su sabiduría y su bondad.”


1004. ¿En qué se basa la duración de los padecimientos del culpable?
“En el tiempo que necesita para su mejoramiento. Dado que tanto el estado de sufrimiento como el de dicha son proporcionales al grado de purificación del Espíritu, la duración y la naturaleza de sus padecimientos dependen del tiempo que emplee en mejorar. A medida que el Espíritu progresa y sus sentimientos se purifican, sus padecimientos disminuyen y cambian de naturaleza.”
SAN LUIS


1005. El tiempo, para el Espíritu que sufre, ¿tiene una extensión mayor o menor que la que tenía cuando estaba vivo?
“Le parece más extenso. El dormir no existe para él. Sólo en el caso de los Espíritus que llegaron a cierto grado de purificación el tiempo se borra, por decirlo así, ante lo infinito.”


1006. La duración de los padecimientos del Espíritu, ¿puede ser eterna?
“Si el Espíritu fuese eternamente malo, es decir, si nunca se arrepintiera ni mejorara, sin duda sufriría eternamente. Con todo, Dios no ha creado seres para que se consagren al mal de manera perpetua. Sólo los ha creado simples e ignorantes, y todos deben progresar en un tiempo cuya extensión será mayor o menor, conforme a la voluntad de cada uno. Dicha voluntad puede ser más o menos tardía, así como hay niños más o menos precoces, pero tarde o temprano se despierta por la necesidad irresistible que experimenta el Espíritu de salir de su inferioridad y ser feliz. La ley que rige la duración de las penas es, pues, eminentemente sabia y benévola, puesto que subordina esa duración a los esfuerzos que hace el Espíritu. Nunca le quita su libre albedrío: si lo usa mal, sufre las consecuencias.”
SAN LUIS


1007. ¿Hay Espíritus que nunca se arrepienten?
“Los hay cuyo arrepentimiento es muy tardío. No obstante, pretender que nunca mejoren sería negar la ley del progreso y decir que el niño no puede llegar a ser adulto.”
SAN LUIS


1008. La duración de las penas, ¿depende siempre de la voluntad del Espíritu? ¿No hay penas que le son impuestas por un tiempo determinado?
“Así es, algunas penas pueden serle impuestas por un tiempo, pero Dios, que sólo quiere el bien de sus criaturas, siempre acepta el arrepentimiento. Además, el deseo de mejorar nunca es estéril.”
SAN LUIS


1009. Según esto, las penas impuestas, ¿nunca serían eternas? 
“Interrogad a vuestro buen sentido, a vuestra razón, y preguntaos si una condena perpetua, por algunos momentos de error, no sería la negación de la bondad de Dios. En efecto, ¿qué es la duración de la vida, aunque fuese de cien años, comparada con la eternidad? ¡Eternidad! ¿Comprendéis bien esa palabra? ¡Padecimientos, tormentos sin fin, sin esperanza, tan sólo por algunas faltas! ¿Acaso vuestro juicio no rechaza semejante idea? Se entiende que los antiguos hayan visto en el Señor del universo a un Dios terrible, celoso y vengativo, pues, en su ignorancia, atribuyeron a la Divinidad las pasiones de los hombres. Pero ese no es el Dios de los cristianos, que coloca el amor, la caridad, la misericordia y el olvido de las ofensas en la categoría de las virtudes primordiales. ¿Acaso podrían faltarle las cualidades que Él mismo convirtió en un deber? ¿No es contradictorio atribuirle la bondad infinita y al mismo tiempo la infinita venganza? Decís que ante todo Dios es justo y que el hombre no comprende su justicia. Sin embargo, la justicia no excluye a la bondad, y Él no sería bueno si condenase a penas horribles y perpetuas a la mayor parte de sus criaturas. ¿Habría podido imponer a sus hijos la obligación de ser justos, si no les hubiera dado los medios de comprender la justicia? Por otra parte, hacer que la duración de las penas dependa de los esfuerzos del culpable para mejorar, ¿no constituye lo sublime de la justicia aliada a la bondad? En eso radica la verdad de esta máxima: A cada uno según sus obras.”
SAN AGUSTÍN

“Dedicaos por todos los medios que estén a vuestro alcance a combatir y aniquilar la idea de la eternidad de las penas. Es un pensamiento blasfemo que atenta contra la justicia y la bondad de Dios, así como la más fecunda fuente de incredulidad, de materialismo y de indiferencia que ha invadido a las masas desde que su inteligencia comenzó a desarrollarse. El Espíritu que se encuentra próximo a esclarecerse, aunque esté apenas educado, pronto capta esa monstruosa injusticia. Su razón la rechaza y, en ese caso, rara vez confunde en una misma condena a la pena que lo rebela con el Dios al que se la atribuye. De ahí proceden los innumerables males que se han abatido sobre vosotros y para los cuales os hemos traído el remedio. La tarea que os asignamos os resultará fácil, dado que las autoridades en que se apoyan los defensores de esa creencia han evitado pronunciarse formalmente al respecto. Ni los concilios ni los Padres de la Iglesia resolvieron ese grave problema. Si bien, conforme a los propios Evangelistas y tomando al pie de la letra las palabras simbólicas de Cristo, este amenazó a los culpables con un fuego que no se extingue, con un fuego eterno, en sus dichos no hay nada en absoluto que pruebe que los haya condenado eternamente(1)
Pobres ovejas descarriadas, comprended que se os acerca el Buen Pastor y que, lejos de pretender apartaros para siempre de su presencia, él mismo acude a vuestro encuentro para haceros volver al redil. Hijos pródigos, dejad vuestro exilio voluntario; encaminad vuestros pasos hacia la morada paterna. El Padre os tiende los brazos y está siempre dispuesto a celebrar vuestro regreso a la familia.
LAMENNAIS
(1) “… Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, se lee en el Evangelio según San Mateo, Cap. 25:41. Como se ve, Jesús habla de un fuego que es eterno, pero no dice que el diablo y sus ángeles deberán permanecer eternamente en ese fuego. [N. del T. al cast.] 

“¡Guerras de palabras! ¡Guerras de palabras! ¿No habéis hecho verter ya suficiente sangre? ¿Será preciso volver a encender las hogueras? Se discute sobre las palabras eternidad de las penas, eternidad de los castigos. ¿Acaso no sabéis que lo que actualmente entendéis por eternidad no es lo mismo que entendían los antiguos? Si el teólogo consulta las fuentes descubrirá, como vosotros, que el texto hebreo no daba el mismo significado a las palabras que los griegos, los latinos y los modernos tradujeron por penas sin fin, irremisibles(2). La eternidad de los castigos corresponde a la eternidad del mal. Sí, mientras el mal exista entre los hombres, los castigos subsistirán. Es importante interpretar los textos sagrados en su sentido relativo. Por consiguiente, la eternidad de las penas sólo es relativa y no absoluta. Se acerca el día en que todos los hombres se cubrirán, arrepentidos, con la túnica de la inocencia. Ese día ya no habrá más llanto ni crujir de dientes. Vuestra razón humana es limitada, es cierto. No obstante, tal como es, constituye un presente de Dios. Con la ayuda de la razón no habrá un solo hombre de buena fe que comprenda de otro modo la eternidad de los castigos. ¡Eternidad de los castigos! ¡Cómo! ¡Habría que admitir, pues, que el mal es eterno! Sólo Dios es eterno, y no es posible que haya creado el mal eterno. De haberlo hecho, habría que despojarlo del más precioso de sus atributos: el poder soberano. Porque nadie que sea soberanamente poderoso podría crear un elemento destructor de sus obras. ¡Humanidad! ¡Humanidad! No sumerjas más tu mirada melancólica en las profundidades de la Tierra para buscar allí los castigos. Llora, espera, expía y refúgiate en la idea de un Dios intrínsecamente bueno, absolutamente poderoso y esencialmente justo.”
PLATÓN
(2) Teólogos católicos y protestantes confirman en la actualidad esta previsión. Léanse, de GIOVANNI PAPINI, El Diablo o de HARALDUR NIELSSON, Mis experiencias personales sobre espiritualismo experimental. [N. de J. H. Pires. 1981]

“Tender hacia la unidad divina, tal es el objetivo de la humanidad. Para alcanzarlo, tres cosas son necesarias: la justicia, el amor y la ciencia. Tres cosas se oponen y son contrarias a él: la ignorancia, el odio y la injusticia(3). En efecto, en verdad os digo que faltáis a esos principios fundamentales al comprometer la idea de Dios mediante la exageración de su severidad. La comprometéis doblemente al dejar que penetre en el Espíritu de la criatura la suposición de que en ella hay más clemencia, mansedumbre, amor y auténtica justicia que las que atribuís al Ser infinito. También destruís la idea del Infierno al tornarlo ridículo e inadmisible para vuestras creencias, del mismo modo que lo es para vuestros corazones el horrible espectáculo de los verdugos, de las hogueras y las torturas de la Edad Media. ¡Cómo, pues! Cuando la era de las represalias ciegas ha sido desterrada definitivamente de las legislaciones humanas, ¿vosotros pretendéis mantenerla como un ideal? ¡Oh! Creedme, creedme, hermanos en Dios y en Jesucristo, creedme: resignaos a dejar que perezcan en vuestras manos todos vuestros dogmas, antes que permitir que se modifiquen, o bien dadles nueva vida y hacedlos accesibles a los benéficos efluvios que los Buenos derraman sobre ellos en este momento. La idea del Infierno, con sus hogueras ardientes y sus calderas en ebullición, puede ser tolerada, es decir, perdonable, en un siglo de hierro; pero en el siglo diecinueve no es más que un vano fantasma, adecuado, a lo sumo, para asustar a los niños, aunque ya no crean en él cuando llegan a adultos. Al persistir en esta mitología horrorosa engendráis la incredulidad, madre de la desorganización social. Tiemblo al ver un orden social quebrantado, que se desploma sobre sus bases por carecer de una sanción penal. Así pues, hombres de fe ardiente y viva, vanguardia del día de la luz: ¡manos a la obra! No para mantener fábulas anticuadas, y de ahora en adelante desacreditadas, sino para revivificar, para reavivar la verdadera sanción penal, bajo formas que tengan relación con vuestras costumbres y con vuestros sentimientos, así como también con las luces de vuestra época. 
¿Quién es, en efecto, el culpable? El que, por una desviación, por un falso movimiento del alma, se aleja del objetivo de la creación, que consiste en el culto armonioso de lo bello y del bien, idealizados por el modelo humano, por Jesucristo.
¿Qué es el castigo? La consecuencia natural derivada de ese falso movimiento; una suma de dolores necesarios para que el culpable se disuada de su deformidad, mediante la experimentación del sufrimiento. El castigo es el aguijón que excita al alma, a través de la amargura, para que se repliegue en sí misma y vuelva al puerto de salvación. El único objetivo del castigo es la rehabilitación, la liberación. Pretender que el castigo sea eterno, por una falta que no ha sido eterna, equivale a negarle toda su razón de ser.
¡Oh! En verdad os digo, cesad, cesad de establecer un paralelo, en cuanto a su eternidad, entre el Bien, esencia del Creador, y el Mal, esencia de la criatura. Hacerlo significaría crear una penalidad injustificable. Afianzad, por el contrario, la disminución gradual de los castigos y de las penas mediante las transmigraciones, y consagraréis, mediante la razón aliada al sentimiento, la unidad divina.”
PABLO, APÓSTOL
(3) Este fragmento de la comunicación de Pablo recuerda las tríadas druídicas sobre las cuales hay un interesante estudio de Kardec en la Revista Espírita, publicado en separata en el folleto Espiritismo: antigüedad, evolución y propagación, por el Club de Periodistas Espíritas, de Sao Paulo. Véase, además, el libro de LEÓN DENIS El Genio Céltico y el Mundo Invisible, editado por Jean Meyer en París, 1927. [N. de J. H. Pires. 1981

Se pretende incitar al hombre al bien y desviarlo del mal con el estímulo de las recompensas y con el temor de los castigos. No obstante, si esos castigos son presentados de modo que la razón se rehúse a creer en ellos, no ejercerán sobre él ninguna influencia. Lejos de alcanzar ese objetivo, sólo se logrará que el hombre lo rechace todo: tanto la forma como el fondo. Por el contrario, si se le presenta el porvenir de una manera lógica, lo aceptará. El espiritismo le ofrece esa explicación. 

La doctrina de la eternidad de las penas, en su sentido absoluto, hace del Ser Supremo un Dios implacable. ¿Sería lógico decir que un soberano es muy bueno, muy benévolo e indulgente, y que sólo quiere la felicidad de quienes lo rodean, pero que al mismo tiempo es celoso, vengativo, inflexible en su rigor, y que castiga con el suplicio extremo a las tres cuartas partes de sus súbditos por una ofensa o una infracción a sus leyes, incluso a los que las han transgredido porque no las conocían? ¿No sería eso una contradicción? Ahora bien, ¿puede Dios ser menos bueno que un hombre?

Aquí se presenta otra contradicción: dado que Dios todo lo sabe, sabía que al crear un alma esta transgrediría su ley. Por consiguiente, esa alma ha estado, desde su formación, destinada a la desdicha eterna. ¿Es eso posible? ¿Es racional? En cambio, con la doctrina de las penas en su sentido relativo, todo se justifica. Así, Dios sabía sin duda que esa alma transgrediría su ley, pero le dio los medios de esclarecerse a través de su propia experiencia, de sus propias faltas. Es necesario que el alma expíe sus errores para estar mejor afirmada en el bien. Con todo, la puerta de la esperanza no se le cierra jamás, y Dios hace que el momento de su liberación dependa de los esfuerzos que ella haga para alcanzarla. Esto es lo que todos están en condiciones de comprender, lo que la lógica más rigurosa puede admitir. Si las penas futuras hubiesen sido presentadas desde ese punto de vista, habría muchos menos escépticos.

En el lenguaje vulgar, la palabra eterno suele ser empleada, en sentido figurado, para designar algo que se prolonga mucho y cuyo término no es previsible, aunque se sepa muy bien que dicho término existe. Decimos, por ejemplo, los hielos eternos de las altas cumbres, o de los polos, aunque sepamos, por un lado, que el mundo físico tendrá fin y, por otro, que el estado de esas regiones puede cambiar debido al movimiento normal del eje de la Tierra, o a causa de un cataclismo. La palabra eterno, en ese caso, no significa, pues, perpetuo hasta lo infinito. Así, cuando sufrimos una enfermedad prolongada decimos que nuestro mal es eterno. Por consiguiente, ¿qué tiene de extraño el hecho de que algunos Espíritus, que sufren durante muchos años, siglos y hasta milenios, digan lo mismo? No olvidemos, sobre todo, que, dado que su inferioridad no les permite ver el final del camino, creen que sufrirán para siempre y que eso es un castigo para ellos.

Por lo demás, la doctrina del fuego material, de las hogueras y los tormentos que fueron extraídos del tártaro del paganismo, en la actualidad ha sido completamente abandonada por la alta teología, y sólo en las escuelas esos horrorosos cuadros alegóricos son enseñados como verdades positivas, por algunos hombres más celosos que instruidos. Además, lo hacen sin ningún éxito, porque esas jóvenes imaginaciones, cuando se hayan recuperado del terror que les impusieron, habrán de aumentar el número de incrédulos. La teología reconoce hoy en día que la palabra fuego es empleada en sentido figurado y que debe entenderse como un fuego moral. Aquellos que, como nosotros, han seguido a través de las comunicaciones espíritas las peripecias de la vida y los padecimientos de ultratumba, han podido convencerse de que, aunque esos padecimientos no tienen nada de material, no por eso son menos desgarradores. Incluso con respecto a su duración, algunos teólogos comenzaron a admitir la doctrina de las penas en el sentido restrictivo indicado más arriba, y piensan que, en efecto, la palabra eternas se refiere a las penas en sí, como consecuencia de una ley inmutable, y no a la aplicación de esas penas en cada individuo. El día en que la religión admita esta interpretación, tanto como algunas otras que, del mismo modo, son la consecuencia del progreso de las luces, recuperará muchas de las ovejas descarriadas.



Resurrección de la carne

1010. El dogma de la resurrección de la carne, ¿es la consagración del dogma de la reencarnación que enseñan los Espíritus?
“¿Cómo pretendéis que sea de otro modo? Sucede con esas palabras lo mismo que con tantas otras: sólo parecen irracionales para algunas personas, porque se las toma al pie de la letra. Por esa razón conducen a la incredulidad. No obstante, dadles una interpretación lógica y aquellos a quienes llamáis librepensadores las admitirán sin dificultad, precisamente porque reflexionan. No os engañéis al respecto: esos librepensadores no aspiran a otra cosa más que creer. Como los demás, o tal vez más aún, ellos tienen sed del porvenir, pero no pueden admitir lo que la ciencia refuta. La doctrina de la pluralidad de las existencias es conforme a la justicia de Dios. Sólo esa doctrina puede explicar lo que, sin ella, es inexplicable. ¿Cómo pretenderíais que ese principio no formase parte de la religión misma?”


[1010a] En ese caso, la Iglesia, mediante el dogma de la resurrección de la carne, ¿enseña también la doctrina de la reencarnación? (4)
“Es evidente. Esa doctrina es, por otra parte, la consecuencia de muchas cosas que han pasado inadvertidas y que no tardarán en ser comprendidas en ese sentido. En poco tiempo más habrá de reconocerse que el espiritismo resalta a cada paso del texto mismo de las Sagradas Escrituras. Los Espíritus no vienen, pues, a destruir la religión, como algunos pretenden. Vienen, por el contrario, a confirmarla, a sancionarla mediante pruebas irrefutables. No obstante, como han llegado los tiempos en que ya no se hace uso del lenguaje figurado, los Espíritus se expresan sin alegorías y atribuyen a las cosas un sentido claro y preciso, que no puede estar sujeto a ninguna falsa interpretación. Por esa razón, en poco tiempo, habrá más personas sinceramente religiosas y creyentes que las que hay en la actualidad.(5)
SAN LUIS
(4) [Advertimos al lector que en la edición original se omitió el nº 1011. Sin embargo, algunos editores corrigieron esta situación alterando la numeración a partir de aquí, con lo cual han hecho desaparecer el nº 1019, que señala la última pregunta de este libro. Con todo, dado que ninguna de las reimpresiones que vieron la luz en vida de Allan Kardec fueron modificadas, optamos por mantener esta particularidad.]

(5) Estas respuestas de San Luis confirman la naturaleza religiosa del Espiritismo, que hace resaltar Kardec en el parágrafo VIII de la “Conclusión”, donde la Doctrina es presentada como un desarrollo histórico del cristianismo. Algunos se extrañan de que el Espíritu emplee el título de “santo”, pero es palmario que lo utiliza como un medio de identificación. Por otra parte, y conforme enseña Kardec, los títulos terrenales no representan nada para los Espíritus superiores, quienes pueden hacer uso de ellos cuando se torne necesario, como en este caso. [N. de J. H. Pires. 1981]


La ciencia, en efecto, demuestra que la resurrección, conforme a la idea vulgar que se tiene de ella, es imposible. Se entiende que, si los despojos del cuerpo humano se mantuvieran homogéneos, aunque se encontraran dispersos y reducidos a polvo, aún podrían volver a unirse en un momento dado; pero las cosas no suceden de ese modo. El cuerpo está formado por elementos diversos: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, carbono, etc. Por medio de la descomposición, dichos elementos se dispersan, pero con el fin de servir a la formación de nuevos cuerpos. Por consiguiente, una misma molécula –de carbono, por ejemplo– habrá formado parte de la composición de muchos miles de cuerpos diferentes (sólo nos referimos a los cuerpos humanos, sin tener en cuenta los de los animales); un mismo individuo tal vez tenga en su cuerpo moléculas que han pertenecido a hombres de las primeras edades de la humanidad; esas mismas moléculas orgánicas que absorbéis con vuestros alimentos, tal vez provengan del cuerpo de otro individuo que habéis conocido, y así sucesivamente. Dado que la materia existe en cantidades limitadas, y que sus transformaciones se operan en cantidades ilimitadas, ¿de qué modo cada uno de esos cuerpos podría reconstituirse con los mismos elementos? En eso hay una imposibilidad material. Así pues, racionalmente, sólo es admisible la resurrección de la carne como una imagen que simboliza el fenómeno de la reencarnación. En tal caso, no habrá nada que afecte a la razón o que se encuentre en contradicción con los datos de la ciencia.

Es cierto que, según el dogma, esa resurrección sólo tendrá lugar en el final de los tiempos; mientras que, conforme a la doctrina espírita, ocurre a diario. Sin embargo, ¿no hay también en ese cuadro del juicio final, una grandiosa y bella imagen que oculta, bajo el velo de la alegoría, una de esas verdades inmutables que ya no encontrará más escépticos cuando sea restablecida en su verdadero sentido? Meditemos sobre la teoría espírita acerca del porvenir de las almas y de su suerte como consecuencia de las diferentes pruebas que deben sufrir, y veremos que, con excepción de la simultaneidad, el juicio que las condena o las absuelve no es una ficción, tal como piensan los incrédulos. Observemos, también, que esa teoría es la consecuencia natural de la pluralidad de los mundos, hoy absolutamente admitida, mientras que, según la doctrina del juicio final, la Tierra es considerada como el único mundo que está habitado.(6)

(6) La pluralidad de los mundos habitados se aceptaba como posible en tiempos de Kardec, del mismo modo que lo es hoy, aunque la ciencia no la acepte como una verdad comprobada. CAMILLE FLAMMARION publicó una gran obra sobre el tema, titulada La pluralidad de los mundos habitados, y en el prefacio de Lo desconocido y los problemas psíquicos declara, con su autoridad de astrónomo: “La inmortalidad a través de las esferas siderales me parece el complemento lógico de la astronomía”. – Los astrónomos actuales buscan obtener pruebas al respecto. [N. de J. H. Pires. 1981]

En la hora presente, la antigua creencia de que la Tierra sea, en el incalculable Universo, el único planeta donde haya surgido vida inteligente es de todo punto obsoleta y está definitivamente obsoleta. Gran parte de la opinión científica moderna se inclina, hoy más que nunca, a admitir como sobremanera posible la pluralidad de mundos habitados, aun cuando –como bien lo manifiesta J. H. PIRES en la nota que se acaba de leer- no se hayan obtenido todavía pruebas concluyentes e irrecusables de que en la vastedad del Cosmos florezcan otras comunidades inteligentes además de la nuestra. Pero, conforme a los cálculos realizados por el profesor soviético AGREST, podría haber diez millones de sistemas planetarios en nuestra galaxia, lo que autoriza a suponer, con razonable fundamento, que existan en ella otros planetas habitados. Además, al examinarse con el microscopio las condritas carbonosas que caen del cielo como meteoritos, se han hallado microfósiles diferentes de todos los conocidos en la Tierra. [N. del T. al cast.]




Paraíso, Infierno y Purgatorio. Paraíso perdido. Pecado original

1012. ¿Existe en el universo un lugar circunscripto destinado a las penas y los goces de los Espíritus, según sus méritos?
“Ya hemos respondido a esa pregunta. Las penas y los goces son inherentes al grado de perfección de los Espíritus. Cada uno de ellos encuentra en sí mismo el principio de su felicidad o de su desdicha. Además, como están en todas partes, no hay ningún lugar circunscripto ni cerrado destinado a uno más que a otro. En cuanto a los Espíritus encarnados, son más o menos felices o desdichados conforme al grado de adelanto del mundo en el que habitan.”


[1012a] – Según eso, el Infierno y el Paraíso, ¿no existen tal como el hombre se los representa?
“No son más que símbolos. En todas partes hay Espíritus felices y Espíritus desdichados. No obstante, como también hemos dicho, los Espíritus de un mismo orden se reúnen por simpatía, aunque cuando son perfectos pueden reunirse donde prefieran.”

La localización absoluta de lugares destinados a las penas y las recompensas sólo existe en la imaginación del hombre. Proviene de la tendencia de este a materializar y a circunscribir las cosas cuya esencia infinita no puede comprender.


1013. ¿Qué se debe entender por Purgatorio?
“Dolores físicos y morales: el tiempo de la expiación. Casi siempre sufrís vuestro purgatorio en la Tierra, donde Dios os hace expiar vuestras faltas.”

Lo que el hombre denomina Purgatorio también es un símbolo, por el que debe entenderse no un lugar determinado, sino el estado de los Espíritus imperfectos que se hallan en expiación hasta que alcancen la purificación completa, que habrá de elevarlos a la categoría de Espíritus bienaventurados. Dado que esa purificación se opera en las diversas encarnaciones, el purgatorio consiste en las pruebas de la vida corporal.


1014. ¿Cómo se explica que Espíritus que revelan su superioridad a través del lenguaje hayan respondido a personas muy serias, acerca del Infierno y el Purgatorio, conforme a la idea que vulgarmente se tiene de ellos?
“Hablan un lenguaje que sea comprensible para las personas que los interrogan. Cuando esas personas están demasiado imbuidas de ciertas ideas, los Espíritus no quieren contrariarlas de un modo demasiado brusco, a fin de no herir sus convicciones. Si un Espíritu le dijera a un musulmán, sin tomar ninguna precaución oratoria, que Mahoma no es un profeta, sería muy mal recibido.(7) 

(7) El hecho de ser mencionado Mahoma es aleatorio, ya que es para remarcar lo dicho sobre las creencias establecidas, que los Espíritus no violentan, importándoles más la constatación de la Ley universal de Amor, que en su esencia todas las religiones pregonan. Aquello que no obedezca y sea contradictorio con dicha ley, es una interpolación humana, y nada tiene que ver con los mensajes que los Espíritus elevados, han ido diseminando por los cuatro puntos del orbe y en todas las épocas a los llamados profetas, hoy médiums, cuyas revelaciones a la luz del Espiritismo son explicadas fehacientemente, haciéndolas más comprensibles a nuestro entendimiento, y pudiendo discernir lo “inspirado” de lo que pertenece al propio médium (animismo). Para mayor información sobre el tema véase la obra Libro de los Médiums de Allan Kardec. [N. del copista]


[1014a] – Se entiende que así ocurre con los Espíritus que quieren instruirnos. Sin embargo, ¿cómo se explica que algunos Espíritus interrogados acerca de su situación hayan respondido que sufren los tormentos del Infierno o del Purgatorio?
“Cuando los Espíritus son inferiores y no están completamente desmaterializados, conservan en parte sus ideas terrenales y expresan sus impresiones con los términos que les son familiares. Se encuentran en un medio que sólo les permite sondear el porvenir de un modo parcial. Por esa causa, algunos Espíritus errantes, o cuyo desprendimiento es reciente, suelen hablar como lo habrían hecho si estuvieran vivos. La palabra infierno puede traducirse en el sentido de una vida de pruebas extremadamente penosa, con la incertidumbre acerca de una vida mejor. En el caso de purgatorio, también como una vida de pruebas, pero con la conciencia de un porvenir mejor. Cuando experimentas un dolor intenso, ¿no te dices a ti mismo que sufres como un condenado? No son más que palabras, y siempre con sentido figurado.”


1015. ¿Qué se debe entender por alma en pena?
“Un alma errante, que sufre sin la certeza de su porvenir, y a la cual podéis procurar el alivio que a menudo solicita cuando acude a comunicarse con vosotros.”


1016. ¿En qué sentido se debe entender la palabra Cielo?
“¿Acaso crees que es un lugar, como los Campos Elíseos de los antiguos, donde los Espíritus buenos están amontonados confusamente y cuya única preocupación reside en disfrutar durante la eternidad de una felicidad pasiva? No; el cielo es el espacio universal, son los planetas, las estrellas y los mundos superiores donde los Espíritus gozan de la plenitud de sus facultades, sin padecer las tribulaciones de la vida material ni las angustias inherentes a la inferioridad.”


1017. Algunos Espíritus han dicho que habitan en el cuarto cielo, en el quinto cielo, etc. ¿A qué se referían con esas palabras?
“Vosotros les preguntáis en qué cielo viven porque tenéis la idea de que hay muchos cielos dispuestos como los pisos de una casa. En ese caso, ellos os responden de acuerdo con vuestro lenguaje. No obstante, para ellos esas palabras –tales como cuarto o quinto cielo– expresan grados de purificación y, por consiguiente, de felicidad. Sucede lo mismo que cuando se le pregunta a un Espíritu si se encuentra en el Infierno; si es desdichado, dirá que sí, porque para él infierno es sinónimo de sufrimiento. Con todo, sabe muy bien que no se trata de una hoguera. Un pagano habría dicho que estaba en el tártaro.”

Lo mismo sucede con otras expresiones análogas, tales como ciudad de las flores, ciudad de los elegidos, primera, segunda o tercera esfera, etc., que sólo son alegorías empleadas por ciertos Espíritus, a veces como símbolos, otras porque ignoran la realidad de las cosas e incluso las más simples nociones científicas.

Conforme a la idea restringida que se tenía antaño acerca de los lugares de penas y de recompensas –sobre todo porque se creía que la Tierra era el centro del universo y que el cielo formaba una bóveda en la que había una región para las estrellas–, se ubicaba el Cielo arriba y el Infierno abajo. De ahí las expresiones subir al Cielo, estar en lo más alto del Cielo, ser precipitado a los Infiernos. En la actualidad, en cambio, la ciencia ha demostrado que la Tierra no es más que uno de los mundos más pequeños entre otros tantos millones, sin ninguna importancia en especial; ha determinado la historia de su formación y descrito su constitución; ha probado que el espacio es infinito y que no hay arriba ni abajo en el universo. Por todo eso, ha sido preciso renunciar a ubicar el Cielo por encima de las nubes y el Infierno en las regiones profundas de la Tierra. En cuanto al Purgatorio, no se le asignaba ningún lugar en especial. Le estaba reservado al espiritismo ofrecer acerca de todos estos asuntos la explicación más racional, la más grandiosa y, al mismo tiempo, la más consoladora para la humanidad. Por consiguiente, podemos afirmar que somos portadores de nuestro infierno y nuestro paraíso. En cuanto a nuestro purgatorio, lo encontramos en la encarnación, en nuestras vidas corporales o físicas.


1018. ¿En qué sentido hay que entender estas palabras de Cristo: “Mi reino no es de este mundo”?
“Al responder de ese modo, Cristo hablaba en un sentido figurado. Quería decir que sólo reina en los corazones puros y desinteresados. Cristo está en todas partes donde prevalece el amor al bien. Con todo, los hombres ávidos de las cosas de este mundo y apegados a los bienes de la Tierra, no están con él.”


1019. El reino del bien, ¿podrá algún día establecerse en la Tierra?
“El bien reinará en la Tierra cuando, entre los Espíritus que acuden a habitar en ella, los buenos prevalezcan sobre los malos. Entonces harán que reinen el amor y la justicia, que son la fuente del bien y de la felicidad. Mediante el progreso moral y la práctica de las leyes de Dios, el hombre atraerá a la Tierra a los Espíritus buenos, y alejará a los malos. No obstante, estos últimos sólo habrán de dejarla cuando el hombre haya desterrado de sí el orgullo y el egoísmo. 
La transformación de la humanidad ha sido predicha, y vosotros presenciáis ese momento, que es apresurado por los hombres que contribuyen al progreso. Esa transformación se llevará a cabo mediante la encarnación de Espíritus mejores, que constituirán en la Tierra una nueva generación. Entonces, los Espíritus de los malvados, a quienes la muerte siega a diario, al igual que todos los que intenten detener la marcha de los acontecimientos, serán excluidos de la Tierra, pues se hallarían fuera de lugar entre los hombres de bien, cuya felicidad perturbarían. Esos Espíritus irán a mundos nuevos, menos adelantados, para cumplir misiones penosas en las que podrán trabajar para su propio adelanto, al mismo tiempo que lo harán para el adelanto de sus hermanos aún más atrasados que ellos. ¿No veis en esa exclusión de los malvados, que deberán abandonar la Tierra transformada, la sublime alegoría del Paraíso perdido, y en el hombre que vino a la Tierra en condiciones semejantes, trayendo consigo el germen de sus pasiones y los rasgos de su inferioridad, la alegoría no menos sublime del pecado original? Considerado desde ese punto de vista, el pecado original alude a la naturaleza aún imperfecta del hombre, que de ese modo sólo es responsable de sí mismo y de sus propias faltas, pero no de las de sus padres.
Así pues, todos vosotros, hombres de fe y de buena voluntad, trabajad con celo y con valor en la magna obra de la regeneración, porque cosecharéis centuplicado el grano que hayáis sembrado. ¡Desdichados los que cierran los ojos a la luz, porque preparan para sí mismos largos siglos de tinieblas y decepciones! ¡Desdichados los que cifran sus alegrías en los bienes de la Tierra, porque las privaciones que soportarán serán mayores que los goces que hayan tenido! ¡Desdichados, sobre todo, los egoístas, porque no encontrarán a nadie que los ayude a cargar el fardo de sus miserias!”
SAN LUIS




AMOR, CARIDAD y TRABAJO








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