Revoluciones periódicas de la Tierra

 




REVOLUCIONES PERIÓDICAS DE LA TIERRA






La Génesis de Allan Kardec

Revoluciones periódicas
Además de su movimiento anual alrededor del Sol, que produce las estaciones; así como del movimiento de rotación sobre sí misma en 24 horas, del que resultan el día y la noche, la Tierra tiene un tercer movimiento, que se completa en aproximadamente 25.000 años (más exactamente en 25.868 años), y que produce el fenómeno designado en astronomía con el nombre de precesión de los equinoccios.

Ese movimiento, que no se podría explicar en unas pocas palabras sin la ayuda de figuras o sin una demostración geométrica, consiste en una especie de oscilación circular, que se ha comparado con la de un trompo bailando, debido al cual el eje de la Tierra, al cambiar de inclinación, describe un doble cono cuyo vértice está en el centro del planeta y cuyas bases abarcan la superficie circunscripta por los círculos polares, es decir, una amplitud de 23 grados y medio de radio. (1)

(1) Un reloj de arena, compuesto de dos ampolletas cónicas, girando sobre sí mismo en una posición inclinada; o dos palos cruzados en forma de X, girando sobre el punto de intersección, pueden dar una idea aproximada de la figura formada por ese movimiento del eje. (N. de Allan Kardec.)

El equinoccio es el instante en que el Sol, al pasar de un hemisferio al otro, se encuentra perpendicular al ecuador, lo que sucede dos veces por año, el 20 de marzo, cuando el Sol pasa al hemisferio boreal, y el 22 de septiembre, cuando regresa al hemisferio austral.

No obstante, a consecuencia del cambio gradual en la oblicuidad del eje, lo que acarrea otro cambio en la oblicuidad del ecuador sobre la eclíptica, el momento del equinoccio se adelanta cada año algunos minutos (25 minutos y 7 segundos). A este adelanto se lo denomina precesión de los equinoccios (del latín proecedere, ir hacia delante, compuesto de proe, adelante, y cedere, irse).

Con el transcurso del tiempo, esos pocos minutos suman horas, días, meses y años; de lo que resulta que el equinoccio de la primavera, que se produce actualmente en el mes de marzo, pasado cierto tiempo se verificará en febrero, después en enero, posteriormente en diciembre. Entonces el mes de diciembre tendrá la temperatura de marzo, y marzo la de junio, y así sucesivamente hasta que, al volver al mes de marzo, las cosas habrán de encontrarse en el estado actual, lo que ocurrirá después de 25.868 años, para comenzar indefinidamente la misma revolución. (2)

(2) La precesión de los equinoccios provoca otro cambio: el que se produce en la posición de los signos del zodíaco. La Tierra, que tarda un año en girar alrededor del Sol, cada mes se encuentra ante una nueva constelación. Estas son doce, a saber: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Se denominan constelaciones zodiacales o signos del zodíaco, y forman un círculo en el plano del ecuador terrestre. De acuerdo con el mes del nacimiento de cada individuo, se decía que había nacido bajo tal o cual signo; de ahí los pronósticos de la astrología. No obstante, a raíz de la precesión de los equinoccios, ocurre que los meses ya no corresponden a las mismas constelaciones que hace 2000 años. Quien nace en el mes de julio ya no está en el signo de Leo, sino en el de Cáncer. De este modo se derrumba la idea supersticiosa ligada a la influencia de los signos. (Véase el Capítulo V, § 12.) (N. de Allan Kardec.)

De ese movimiento cónico del eje resulta que los polos de la Tierra no miran constantemente a los mismos puntos del cielo; que la Estrella Polar no será siempre estrella polar; que los polos gradualmente se inclinan más o menos hacia el Sol y reciben de él rayos más o menos directos. A eso se debe que Islandia y Laponia, por ejemplo, ubicadas en el círculo polar, podrán en algún momento recibir rayos solares como si estuviesen en la latitud de España e Italia y que, en la posición del extremo opuesto, España e Italia llegarán a tener la temperatura de Islandia y Laponia, y así sucesivamente a cada renovación del período de 25.000 años.

Las consecuencias de ese movimiento todavía no pudieron ser determinadas con precisión, porque sólo se ha podido observar una muy pequeña parte de su revolución. Al respecto, pues, sólo existen presunciones, algunas de las cuales tienen cierta probabilidad.

Esas consecuencias son:

1.º) El calentamiento y el enfriamiento alternativo de los polos y, en consecuencia, la fusión de los hielos polares durante la mitad del período de 25.000 años, así como su nueva formación durante la otra mitad de ese período. De ahí resulta que los polos no estarían condenados a una esterilidad perpetua, sino que les corresponde disfrutar a su vez de los beneficios de la fertilidad.

2.º) El desplazamiento gradual del mar, que de a poco invade algunas tierras y deja otras al descubierto, para de nuevo abandonarlas y regresar a su lecho anterior. Ese movimiento periódico, renovado indefinidamente, constituiría una verdadera marea universal de 25.000 años.

La lentitud con que se opera ese movimiento del mar hace que ese fenómeno resulte casi imperceptible para cada generación, si bien es observable al cabo de algunos siglos. No puede ocasionar ningún cataclismo súbito porque los hombres, de generación en generación, se retiran a medida que el mar avanza, así como avanzan sobre las tierras de las que el mar se retira. A esa causa, más que probable, algunos científicos atribuyen el alejamiento del mar en ciertas costas y su invasión en otras.

El desplazamiento lento, gradual y periódico del mar es un hecho comprobado por la experiencia y atestiguado por numerosos ejemplos en todos los puntos del globo. Su efecto es el mantenimiento de las fuerzas productivas de la Tierra. Esa prolongada inmersión constituye para los terrenos sumergidos un lapso de descanso, durante el cual recuperan los principios vitales agotados por una producción no menos dilatada. Los inmensos depósitos de materias orgánicas formados por la permanencia de las aguas durante siglos y siglos son abonos naturales renovados periódicamente, y las generaciones se suceden sin advertir esos cambios. (3)

(3) Entre los acontecimientos más recientes que demuestran el desplazamiento del mar se pueden citar los siguientes:

En el golfo de Gascogne, entre el viejo Soulac y la Torre de Cordouan, cuando el mar está calmo, se percibe en el fondo del agua partes de una muralla: se trata de los restos de la antigua e importante ciudad de Noviomagus, invadida por las olas en 580. El peñasco de Cordouan, que se encontraba por entonces pegado a la orilla, ahora está a 12 kilómetros.

En el mar de la Mancha, sobre la costa del Havre, las aguas ganan terreno día a día y minan los acantilados de Sainte-Adresse, que poco a poco se desmoronan. A dos kilómetros de la costa, entre Sainte-Adresse y el cabo de La Hève, se encuentra el banco del Èclat, que tiempo atrás se hallaba a la vista y pegado a tierra firme. Antiguos documentos demuestran que, en ese lugar, por sobre el cual actualmente se navega, existía la pequeña aldea de Saint-Denis-chef-de-Caux. Como el mar invadió el terreno en el siglo XIV, la iglesia quedó bajo las aguas en 1378. Hay quienes dicen que cuando hay buen tiempo se puede ver sus ruinas en el fondo del mar.

En casi toda la extensión del litoral de Holanda, el mar sólo está contenido mediante diques, que se rompen de tanto en tanto. El antiguo lago Flevo, que se unió con el mar en 1225, forma hoy el golfo de Zuyderzée. Esa irrupción del océano devoró varias poblaciones.

De acuerdo con esto, el territorio de París y de toda Francia habrá de ser un día ocupado nuevamente por el mar, como ya lo ha sido en muchas oportunidades, en concordancia con lo que muestran las observaciones geológicas. Entonces, las regiones montañosas formarán islas, como lo son ahora Jersey, Guernesey e Inglaterra, que antiguamente lindaban con el continente.

Se navegará por encima de regiones que actualmente se recorren con el ferrocarril; los barcos tendrán un puerto en Montmartre, en el monte Valeriano, en las colinas de Saint-Cloud o de Meudon; los bosques y las florestas que actualmente son lugares de paseo quedarán sepultados por las aguas, cubiertos de limo, y poblados de peces en vez de pájaros.

El diluvio bíblico no puede haber tenido esa causa, pues la invasión de las aguas fue repentina y su permanencia de breve duración, mientras que de otro modo esa permanencia habría sido de muchos miles de años, y se extendería hasta el presente, sin que los hombres lo hubieran notado. (N. de Allan Kardec.)


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