Castigos







CASTIGOS




El Cielo y el Infierno de Allan Kardec
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO VII
Las penas futuras según el espiritismo
Código penal de la vida futura
Dios, que es justo, sólo castiga el mal mientras el mal existe, y suprime el castigo cuando el mal no existe más.


SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO II
Espíritus felices
Samuel Philipe
P. Ese mundo tan nuevo para vos, y al lado del cual el nuestro tiene tan poca importancia, y quizá los numerosos amigos que habéis vuelto a encontrar en él. ¿os han hecho perder de vista a vuestra familia y a vuestros amigos de la Tierra?

R. Si les hubiera olvidado, sería indigno de la dicha que gozo. Dios no recompensa el egoísmo, sino que, por el contrario, lo castiga. El mundo en que estoy puede hacerme desdeñar la Tierra, pero no los espíritus que están encarnados en ella. Sólo los hombres que se hallan en la prosperidad olvidan a los compañeros de infortunio. Voy a ver muchas veces a los míos, y la buena memoria que de mí conservan me hace feliz. Su pensamiento me atrae, asisto a sus conversaciones, gozo con sus alegrías, sus penas me entristecen, pero no con esa tristeza ansiosa de la vida humana, porque comprendo que no son más que pasajeras y para su bien


CAPÍTULO V
Suicidas
El padre y el quinto
A san Luis:
P. ¿Queréis darnos vuestra apreciación personal sobre el acto del espíritu que acabamos de evocar?

R. Este espíritu sufre justamente, porque no ha tenido confianza en Dios, lo cual es una falta siempre punible. El castigo sería terrible y muy largo si no tuviese en su favor un motivo laudable, que era el de impedir a su hijo que fuese a buscar la muerte.
Dios, que ve el fondo de los corazones y que es justo. no le castiga sino según sus obras.


Una madre y su hijo
Vuestro hijo no está perdido para siempre, creedme, lo volveréis a ver, ciertamente, pero es preciso merecerlo con vuestra sumisión a la voluntad de Dios. Mientras que rebelándoos podéis retardar este momento indefinidamente. Escuchadme, Dios es infinitamente bueno, pero es infinitamente justo. No castiga jamás sin causa, y si os ha impuesto grandes dolores en la Tierra, es porque los habéis merecido.


CAPÍTULO VII
Espíritus endurecidos
III
La justicia humana no hace excepción de la individualidad de los seres que castiga, midiendo el crimen por el mismo crimen. Hiere indistintamente a los que lo han cometido, y la misma pena alcanza al culpable sin distinción de sexo y cualquiera que sea su educación. La justicia divina procede de otra manera. Los castigos corresponden al grado de adelanto de los seres a los cuales son impuestos.


CAPÍTULO VIII
Expiaciones terrestres
Clara Rivier
P. ¿Tendríais que encargar algo para vuestros padres?

R. A petición de un médium, han hecho mis padres mucha caridad. Razón han tenido en no rogar siempre con los labios: es preciso hacerlo con la mano y el corazón. Dar a los que sufren es orar, ser espiritista.
Dios ha dado a todas las almas el libre albedrío, esto es, la facultad de progresar. Ha dado a todas, la misma aspiración, y por esta razón, la ropa de paño burdo está más cerca de la ropa de oro de lo que generalmente pensáis. Por lo tanto, estrechad las distancias por la caridad. Introducid al pobre en vuestra casa, animadle, levantadle, no le humilléis. Si se supiese practicar por todas partes esta gran ley de la conciencia, no se tendría en épocas determinadas esas grandes miserias que deshonran a los pueblos civilizados, y que Dios envía para castigarles y abrirles los ojos.

¡Qué hermoso pensamiento es éste: “La ropa de paño burdo está más cerca de la ropa recamada de oro de lo que generalmente pensáis!” Es una alusión a los espíritus que, de una existencia a otra, pasan de una posición brillante a otra posición humilde o miserable, porque muchas veces expían en un centro ínfimo el abuso que han hecho de los dones que Dios les había concedido. Es una justicia que todo el mundo comprende.

Otro pensamiento no menos profundo es el que atribuye las calamidades de los pueblos a la infracción de la ley de Dios, porque Dios castiga a los pueblos como castiga a los individuos. Es cierto que, si practicasen la ley de caridad, no habría guerras ni grandes miserias. El Espiritismo conduce a la práctica de esta ley, ¿será por esto que encuentra enemigos tan encarnizados? Las palabras de esta joven a sus padres, ¿son acaso las de un demonio?



El Libro de los Médiums de Allan Kardec
CAPÍTULO XXVII
DE LAS CONTRADICCIONES Y DE LAS MIXTIFICACIONES
De las mixtificaciones
P. ¿Por qué permite Dios que personas sinceras que aceptan el Espiritismo de buena fe sean mixtificadas? ¿no podría esto tener por inconveniente el hacerles vacilar en su creencia?

R. "Si esto hiciera vacilar su creencia, su fe no sería muy sólida; las que renunciasen al Espiritismo por una simple contrariedad, probarían que no lo comprenden y que no se dedican a la parte formal. Dios permite las mixtificaciones para probar la perseverancia de los verdaderos adeptos, y castigar a aquellos que hacen de él un objeto de diversión.
El Espíritu de Verdad".


CAPÍTULO XXXI
DISERTACIONES ESPIRITISTAS
Sobre los médiums
XII
Dios me ha encargado de una misión que debo cumplir con los creyentes a quienes favorece con la mediumnidad. Cuantas más gracias reciben del Altísimo, más peligros corren, y estos peligros son tanto más grandes porque toman origen en los mismos favores que Dios les concede. Las facultades de que gozan los médiums les atraen los elogios de los hombres, las felicitaciones, las adulaciones: aquí está su escollo. Estos mismos médiums que deberían tener siempre presente en la memoria su incapacidad primitiva lo olvidan; hacen más: lo que sólo deben a Dios lo atribuyen a su propio mérito.

¿Qué sucede entonces? Los buenos Espíritus les abandonan, vienen a ser el juguete de los malos, y no tienen brújula para guiarse; cuanto más capaces se hacen, más inclinados están en atribuirse un mérito que no les pertenece, hasta que por fin Dios les castiga retirándoles una facultad que sólo pudo serles fatal.

No sabría cómo recomendaros a vuestro ángel guardián, para que os ayude a estar siempre preparados contra vuestro más cruel enemigo que es el orgullo. Acordaos mucho los que tenéis la dicha de ser los intérpretes entre los Espíritus y los hombres, que sin el apoyo de nuestro divino maestro seréis castigados con más severidad, porque habréis sido más favorecidos.

Espero que esta comunicación dará sus frutos y deseo que pueda ayudar a los médiums a mantenerse en guardia contra el escollo que les estrellaría; este escollo ya os lo he dicho, es el orgullo.
Juana de Arco.



El Libro de los Espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO I - DE LOS ESPÍRITUS
VII.- Tercer orden: Espíritus imperfectos
Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal y esa impresión es muchas veces más penosa que la realidad misma. Así pues, sufren de veras los males que han soportado y los que infligieron a los demás; y, como los padecen durante mucho tiempo, creen que han de experimentarlos siempre. Dios, para castigarlos, quiere que así lo crean.


CAPÍTULO VI – VIDA ESPÍRITA
V.- Elección de las pruebas
258. En estado errante, y antes de iniciar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?

- Él mismo escoge el tipo de pruebas a que quiere ser sometido, y en esto consiste su libre albedrío.


258 a. ¿No es entonces Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo?

- Nada acontece sin permiso de Dios, por cuanto es Él quien ha establecido todas las leyes que rigen el Universo. ¡Preguntaréis por qué ha hecho tal ley en lugar de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Él le deja toda la responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias, sin obstruir para nada su porvenir. Suya puede ser la senda del bien, así como la del mal. Pero si cae derrotado le quedará un consuelo: el de que todo no terminó para él, y que Dios, en su bondad, le deja libre para reiniciar lo que hizo mal. Además, es menester distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de aquello otro que es obra del hombre. Si un peligro os amenaza, no seréis vosotros quienes lo hayáis creado, sino Dios. Pero podéis exponeros voluntariamente a él, porque habéis visto en él un medio para vuestro propio adelanto, y Dios lo permite.


LIBRO TERCERO
CAPÍTULO VI - V. LEY DE DESTRUCCIÓN
II.- Plagas destructoras
737. ¿Con qué objeto castiga Dios a la humanidad con calamidades destructoras?

- Para que progrese más rápido. ¿No hemos dicho ya que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los Espíritus, que adquieren en cada nueva vida un grado más de perfección? Hay que ver el final para evaluar los resultados. Vosotros los juzgáis sólo desde vuestro punto de vista personal, y los llamáis plagas debido al perjuicio que os ocasionan. Pero tales trastornos son a menudo necesarios para acelerar el advenimiento de un orden de cosas mejor, trayendo en unos pocos años lo que hubiera demandado muchos siglos para producirse.


CAPÍTULO VIII - VII. LEY DEL PROGRESO
Marcha del progreso
781.– ¿Qué pensar de los hombres que intentan detener la marcha del progreso y hacer que la humanidad retrograde?

“Pobres seres, a quienes Dios castigará. Serán arrastrados por el torrente que pretenden detener.”


LIBRO CUARTO
ESPERANZAS Y CONSUELOS
CAPÍTULO II - PENAS Y GOCES FUTUROS
Intervención de Dios en las penas y en las recompensas
964. ¿Tiene Dios necesidad de ocuparse de cada uno de nuestros actos para recompensarnos o castigarnos? La mayoría de esos actos, ¿no son insignificantes para Él?

“Dios tiene sus leyes, que rigen todas vuestras acciones: si las violáis, la culpa es vuestra. No cabe duda de que, cuando un hombre comete un exceso, Dios no emite un juicio en contra suyo para decirle, por ejemplo: Has sido glotón, voy a castigarte. Sino que ha trazado un límite. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de los excesos. Este es el castigo: el resultado de la infracción a la ley. Así sucede en todo.”

Todas nuestras acciones se encuentran sometidas a las leyes de Dios. No hay ninguna, por insignificante que nos parezca, que no pueda llegar a ser una violación de esas leyes. Si sufrimos las consecuencias de esa violación, sólo debemos quejarnos de nosotros mismos, que así nos convertimos en los artífices de nuestra felicidad o de nuestras desdichas venideras. 


Reflexión sobre si Dios impone, premia, castiga, etc.
No es que Dios personalmente imponga, premie, castigue, etc., no, son figuras alegóricas. Él tiene sus leyes, y si las incumplimos, la culpa es nuestra. Por consiguiente, las imposiciones, premios, castigos, etc. son el resultado de infringir sus leyes, sirviéndose de diversos instrumentos para que suframos su incumplimiento. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de las infracciones que cometemos contra las leyes de Dios, ya que toda acción tiene su reacción por la Ley de Causa y Efecto.


Y como dicen nuestros hermanos elevados de la espiritualidad:
“Dios, al crear un alma, sabe, en efecto, si, en virtud de su libre albedrío, tomará el buen o el mal camino. Sabe que será castigada, si obra mal, pero sabe también que este castigo temporal es un medio de hacerle comprender su error y de hacerla entrar en la buena senda, a donde llegará tarde o temprano”.

AMOR, CARIDAD y TRABAJO








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