Vida espírita

 






VIDA ESPÍRITA









El libro de los espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO VI

Espíritus errantes
223. El alma, ¿reencarna inmediatamente después de su separación del cuerpo?
“A veces reencarna inmediatamente, pero la mayoría de las veces lo hace después de intervalos más o menos prolongados. En los mundos superiores la reencarnación es casi siempre inmediata. Puesto que en esos mundos la materia corporal es menos densa, el Espíritu encarnado goza en ella de casi todas las facultades que le son propias. Su estado normal es el de vuestros sonámbulos lúcidos.”

224. ¿En qué se convierte el alma en el intervalo de las encarnaciones?
“Es un Espíritu errante que aspira a su nuevo destino, que espera.”

[224a] - ¿Cuánto pueden durar esos intervalos?
“Desde algunas horas hasta algunos miles de siglos. Por lo demás, para hablar con propiedad, no hay un límite extremo asignado al estado errante. Puede prolongarse muchísimo tiempo, pero nunca es perpetuo. Tarde o temprano, el Espíritu siempre encuentra la oportunidad de recomenzar una existencia que sirva para purificar sus existencias anteriores.

[224b] Esa duración, ¿se halla subordinada a la voluntad del Espíritu o se le puede imponer como expiación?
“Es una consecuencia del libre albedrío. Los Espíritus saben perfectamente lo que hacen, pero también hay algunos para quienes es un castigo. Otros piden que se prolongue, para continuar estudios que sólo pueden hacerse con provecho en el estado de Espíritu.”

225. La erraticidad(1), ¿es de por sí un signo de inferioridad en los Espíritus?
“No, pues hay Espíritus errantes de todos los grados. La encarnación es un estado transitorio. Ya lo hemos dicho: en su estado normal el Espíritu se halla desprendido de la materia.” 

(1) [El término erraticité es un neologismo creado por Allan Kardec.]

226. ¿Podemos decir que todos los Espíritus que no están encarnados son errantes?
“Los que deben reencarnar, sí. En cambio, los Espíritus puros, aquellos que han llegado a la perfección, no son errantes: su estado es definitivo.”

Por lo que se refiere a sus cualidades íntimas, los Espíritus pertenecen a diferentes órdenes o grados, que recorren sucesivamente a medida que se purifican. En cuanto a su estado, pueden ser: encarnados, es decir, unidos a un cuerpo; errantes, es decir, desprendidos del cuerpo material y en espera de una nueva encarnación para mejorar; y Espíritus puros, es decir, perfectos y sin necesidad de volver a encarnar.

Entre los Espíritus no encarnados, los hay que tienen misiones que cumplir, ocupaciones activas, y gozan de una felicidad relativa. Otros se mantienen en la vaguedad y la incertidumbre: son errantes en la verdadera acepción de la palabra. Estos últimos son en realidad los que designamos con el nombre de almas en pena. Los primeros no siempre se consideran errantes, porque hacen una distinción entre su situación y la de los otros.

227. ¿De qué modo se instruyen los Espíritus errantes? Sin duda no lo hacen del mismo modo que nosotros.
“Estudian su pasado y buscan los medios de elevarse. Ven, observan lo que sucede en los lugares que recorren. Escuchan los discursos de los hombres instruidos y los consejos de los Espíritus más elevados que ellos, lo cual les brinda ideas que no tenían.”

228. ¿Conservan los Espíritus algunas de las pasiones humanas?
“Los Espíritus elevados, al perder su envoltura, dejan las pasiones malas y sólo se quedan con la del bien. En cambio, los Espíritus inferiores las conservan. De lo contrario pertenecerían al primer orden.” 

229. ¿Por qué los Espíritus, al abandonar la Tierra, no dejan en ella sus pasiones malas, puesto que ven sus inconvenientes?
“En ese mundo hay personas que son excesivamente envidiosas. ¿Acaso crees que tan pronto como lo abandonan pierden ese defecto? Les queda, después de partir de la Tierra, sobre todo a las que tuvieron pasiones muy intensas, una especie de atmósfera que las envuelve y les hace conservar todas esas cosas malas, porque el Espíritu no está desprendido por completo. Sólo por momentos entrevé la verdad, como para señalarle el camino del bien.”

230. ¿Progresa el Espíritu en estado errante?
“Puede mejorar mucho, siempre según su voluntad y su deseo. No obstante, en la existencia corporal es donde pone en práctica las nuevas ideas que ha adquirido.”

231. Los Espíritus errantes, ¿son felices o desdichados?
“Más o menos, según sus méritos. Sufren las pasiones cuya esencia han conservado, o bien son felices según se encuentren más o menos desmaterializados. En el estado errante, el Espíritu entrevé lo que le falta para ser más feliz, y entonces busca los medios de alcanzarlo. Sin embargo, no siempre se le permite reencarnar a voluntad, lo cual constituye un castigo.”

232. En el estado errante, ¿pueden los Espíritus ir a todos los mundos?
“Según. Cuando el Espíritu ha dejado el cuerpo no por eso se encuentra completamente desprendido de la materia. Aún pertenece al mundo en el que ha vivido o a otro del mismo grado, a menos que durante la vida se haya elevado. En eso reside el objetivo al que debe tender, pues de lo contrario nunca se perfeccionaría. No obstante, puede ir a algunos mundos superiores, aunque en ese caso se encontrará en ellos como un extranjero. Por decirlo de algún modo, no hace más que entreverlos, y eso le despierta el deseo de mejorar, para ser digno de la felicidad que en esos mundos se goza y poder habitar en ellos más adelante.”

233. Los Espíritus que ya se purificaron, ¿vienen a los mundos inferiores?
“Suelen venir para ayudarlos a progresar, pues de lo contrario esos mundos estarían librados a sí mismos, sin guías que los dirijan.”


Mundos transitorios
234. ¿Existen, como se ha dicho, mundos que sirven a los Espíritus errantes como estaciones y lugares de descanso?
“Sí, hay mundos particularmente destinados a los seres errantes, mundos en los que pueden residir por algún tiempo, especies de vivaques o campamentos donde descansar durante una prolongada erraticidad, estado que siempre es un tanto penoso. Son posiciones intermedias entre los otros mundos, graduadas conforme a la naturaleza de los Espíritus que pueden ir allí, los cuales gozan de un bienestar más o menos intenso.”

[234a] - Los Espíritus que residen en esos mundos, ¿pueden dejarlos a voluntad?
“Sí, los Espíritus que se encuentran en esos mundos pueden alejarse de ellos para ir adonde les corresponde. Imaginadlos como aves de paso que se detienen en una isla mientras recobran fuerzas para dirigirse a su destino.”

235. ¿Progresan los Espíritus durante su estancia en los mundos transitorios?
“Sin ninguna duda. Los que se reúnen de tal modo lo hacen con el objetivo de instruirse y obtener, con mayor facilidad, el permiso para dirigirse a lugares mejores y llegar a la posición que alcanzan los elegidos.”

236. Los mundos transitorios, por su naturaleza especial, ¿están perpetuamente destinados a los Espíritus errantes?
“No, su posición es sólo temporaria.”
 
[236a] - ¿Están habitados al mismo tiempo por seres corporales?
“No, su superficie es estéril. Quienes habitan en ellos no tienen necesidad de nada.”

[236b] - Esa esterilidad, ¿es permanente y proviene de su naturaleza especial?
“No, son estériles de manera transitoria.”

[236c] - Esos mundos, en tal caso, deben de estar desprovistos de bellezas naturales.
“La naturaleza se traduce en las bellezas de la inmensidad, que no son menos admirables que lo que vosotros llamáis bellezas naturales.”

[236d] - Puesto que el estado de esos mundos es transitorio, ¿nuestra Tierra estará algún día en esa situación?
“Ya lo estuvo.”

[236e] - ¿En qué época?
“Durante su formación.”

Nada es inútil en la naturaleza. Cada cosa tiene su objetivo, su destino. Nada está vacío, todo se encuentra habitado y hay vida por doquier. Así, durante la larga serie de siglos que transcurrieron antes de que el hombre apareciese en la Tierra, durante esos lentos períodos de transición que las capas geológicas han puesto en evidencia, incluso antes de la formación de los primeros seres orgánicos, en esa masa informe, en ese árido caos donde los elementos estaban confundidos, la vida no estaba ausente. Seres que no tenían nuestras necesidades ni nuestras sensaciones físicas encontraban aquí un refugio. Dios quiso que aun en ese estado imperfecto la Tierra sirviese para algo. ¿Quién osaría decir, pues, que entre esos miles de millones de mundos que circulan en la inmensidad, uno solamente, uno de los más pequeños, perdido en esa multitud, tiene el privilegio exclusivo de estar poblado? En ese caso, ¿cuál sería la utilidad de los demás? ¿Dios sólo los habría hecho con miras a recrear nuestra vista? Suposición absurda, incompatible con la sabiduría que resplandece en todas sus obras, e inadmisible si pensamos en todos esos mundos que no podemos percibir. Nadie podrá negar que en esa idea de los mundos inadecuados aún para la vida material, aunque poblados por seres animados apropiados para ese medio, existe algo grandioso y sublime, donde tal vez se encuentra la solución de más de un problema.


Percepciones, sensaciones y padecimientos de los Espíritus
237. El alma, una vez en el mundo de los Espíritus, ¿conserva las percepciones que tenía cuando estaba encarnada?
“Sí, y otras que no poseía, porque su cuerpo era como un velo que las oscurecía. La inteligencia es un atributo del Espíritu, pero se manifiesta más libremente cuando este no tiene trabas.”

238. Las percepciones y los conocimientos de los Espíritus, ¿son ilimitados? En una palabra, ¿lo saben todo? 
“Cuanto más se acercan a la perfección, más saben. Si son superiores, saben mucho. Los Espíritus inferiores son más o menos ignorantes en lo relativo a todas las cosas.”

239. Los Espíritus, ¿conocen el principio de las cosas?
“Eso depende de su elevación y su pureza. Los Espíritus inferiores no saben al respecto más que los hombres.”

240. Los Espíritus, ¿comprenden el transcurso del tiempo como nosotros?
“No, y eso hace que no siempre nos comprendáis cuando se trata de fijar fechas o épocas.”

Los Espíritus viven fuera del tiempo, tal como nosotros lo comprendemos. Para ellos su transcurso se anula, por decirlo así, y los siglos, que a nosotros nos parecen tan extensos, para ellos no son más que instantes que se borran en la eternidad, del mismo modo que las desigualdades del suelo se borran y desaparecen para el que se eleva en el espacio.

241. Los Espíritus, ¿tienen del presente una idea más precisa y exacta que nosotros?
“Más o menos como el que ve claro tiene una idea más exacta de las cosas que el ciego. Los Espíritus ven lo que vosotros no veis. Juzgan, pues, de otro modo que vosotros. No obstante, eso también depende de su elevación.”

242. ¿De qué modo los Espíritus tienen conocimiento del pasado? Ese conocimiento, ¿es ilimitado para ellos?
“El pasado, cuando de él nos ocupamos, es un presente, del mismo modo que cuando tú recuerdas algo que te impresionó durante tu exilio. Sólo que, como nosotros ya no tenemos el velo material que oscurece tu inteligencia, recordamos cosas que a ti se te han borrado. No obstante, los Espíritus no lo conocen todo: su creación, en primer lugar.”

243. Los Espíritus, ¿conocen el porvenir?
“Eso también depende de su perfección. A menudo sólo lo entrevén, pero no siempre se les permite revelarlo. Cuando lo ven, les parece presente. El Espíritu ve el porvenir con mayor claridad a medida que se acerca a Dios. Después de la muerte, el alma ve y abarca de una mirada sus emigraciones pasadas, pero no puede ver lo que Dios le prepara. Para ello es necesario que, al cabo de muchas existencias, esté totalmente compenetrada con Él.”

[243a] - Los Espíritus que llegaron a la perfección absoluta, ¿tienen un conocimiento completo del porvenir?
“Completo no es la palabra, pues sólo Dios es el soberano Señor y nadie puede igualarlo.”

244. Los Espíritus, ¿ven a Dios?
“Sólo los Espíritus superiores lo ven y lo comprenden. Los Espíritus inferiores lo sienten y lo adivinan.”

[244a] - Cuando un Espíritu inferior dice que Dios le prohíbe o le permite alguna cosa, ¿cómo sabe que eso proviene de Él?
“Ese Espíritu no ve a Dios, pero siente su soberanía. Cuando algo no tiene que hacerse o una palabra no debe decirse, siente una especie de intuición, una advertencia invisible que le prohíbe hacerlo. Vosotros mismos, ¿no tenéis presentimientos que son como advertencias secretas para que hagáis o dejéis de hacer tal o cual cosa? Lo mismo nos ocurre a nosotros, sólo que, en un grado superior, pues comprenderás que, dado que la esencia de los Espíritus es más sutil que la vuestra, ellos pueden recibir mejor las advertencias divinas.”

[244b] - La orden, ¿es transmitida al Espíritu directamente por Dios, o por intermedio de otros Espíritus?
“No le llega directamente de Dios. Para comunicarse con Él hay que ser digno de ello. Dios le transmite sus órdenes a través de Espíritus que se hallan más elevados en perfección e instrucción.”

245. La vista, en los Espíritus, ¿está circunscripta, como en los seres corporales?
“No, reside en ellos(2) .”

(2) [“Reside en todo su ser”.]

246. Los Espíritus, ¿necesitan luz para ver?
“Ven por sí mismos y no necesitan luz exterior. Para ellos no hay tinieblas, excepto aquellas en las que puedan encontrarse por expiación.”

247. Los Espíritus, ¿necesitan trasladarse para ver en dos puntos diferentes? ¿Pueden ver, por ejemplo, de manera simultánea en los dos hemisferios del globo?
“Como el Espíritu se traslada con la rapidez del pensamiento, podemos decir que ve en todas partes a la vez. Su pensamiento puede irradiar y dirigirse al mismo tiempo a muchos puntos diferentes, pero esa facultad depende de su pureza: cuanto menos purificado está, más limitada es su vista. Sólo los Espíritus superiores son capaces de tener una visión de conjunto.”

La facultad de ver, en los Espíritus, es una propiedad inherente a su naturaleza y reside en todo su ser, así como la luz reside en todas las partes de un cuerpo luminoso. Es una especie de lucidez universal que se extiende a todo, que abarca a la vez el espacio, los tiempos y las cosas, y para la cual no existen tinieblas ni obstáculos materiales. Se comprende que debe ser así. En el hombre, la vista opera mediante el funcionamiento de un órgano que recibe la impresión de la luz. Sin luz, el hombre queda en la oscuridad. En el Espíritu, puesto que la facultad de ver es un atributo de sí mismo que prescinde de todo agente exterior, su vista es independiente de la luz.

248. El Espíritu, ¿ve las cosas tan claras como nosotros?
“Más claras, pues su vista penetra lo que vosotros no podéis penetrar. Nada la oscurece.”

249. El Espíritu, ¿percibe los sonidos?
“Sí, y también percibe otros que vuestros sentidos obtusos no pueden percibir.”

[249a] - La facultad de oír, ¿se encuentra en todo su ser, como la facultad de ver?
“Todas las percepciones son atributos del Espíritu y forman parte de su ser. Cuando se encuentra revestido de un cuerpo material, dichas percepciones sólo le llegan por conducto de los órganos; pero en el estado de libertad dejan de estar localizadas.”

250. Dado que las percepciones son atributos del propio Espíritu, ¿puede sustraerse a ellas?
“El Espíritu sólo ve y oye lo que quiere. Decimos esto en general y, sobre todo, en lo que atañe a los Espíritus elevados, pues los imperfectos a menudo oyen y ven, a pesar suyo, lo que puede ser útil para su perfeccionamiento.”

251. Los Espíritus, ¿son sensibles a la música?
“¿Te refieres a vuestra música? ¿Qué es ella comparada con la música celestial, con esa armonía de la cual nada en la Tierra puede daros una idea? Aquella es a esta lo que el canto del salvaje es a la suave melodía. No obstante, los Espíritus vulgares pueden experimentar cierto placer en escuchar vuestra música, porque todavía no les es dado comprender otra más sublime. La música tiene infinitos encantos para los Espíritus, debido a que sus cualidades sensitivas se hallan muy desarrolladas. Me refiero a la música celestial, que es lo más bello y delicado que la imaginación espiritual puede concebir.”

252. Los Espíritus, ¿son sensibles a las bellezas de la naturaleza?
“Las bellezas naturales de los mundos son tan distintas que estamos lejos de conocerlas. Sí, los Espíritus son sensibles a ellas, conforme a su aptitud para apreciarlas y comprenderlas. Para los Espíritus elevados hay bellezas de conjunto ante las cuales se borran, por decirlo así, las de los detalles.”

253. Los Espíritus, ¿experimentan nuestras necesidades y padecimientos físicos?
“Los conocen porque los han sufrido, pero no los experimentan como vosotros, materialmente, pues son Espíritus.”

254. Los Espíritus, ¿sienten cansancio y necesidad de reposo?
“No pueden sentir cansancio del modo en que vosotros lo entendéis y, en consecuencia, no tienen necesidad de vuestro descanso corporal, pues no poseen órganos cuyas energías tengan que ser repuestas. No obstante, el Espíritu reposa en el sentido de que no se halla en una actividad constante. No actúa de una manera material. Su acción es completamente intelectual; y su reposo, completamente moral. Es decir que hay momentos en que su pensamiento deja de estar tan activo y no se dirige hacia un objeto determinado. Se trata de un auténtico descanso, pero no es comparable con el del cuerpo. La especie de cansancio que los Espíritus pueden experimentar se debe a su inferioridad, pues cuanto más elevados son, menos reposo necesitan.”

255. Cuando un Espíritu dice que sufre, ¿qué clase de padecimiento experimenta?
“Angustias morales que lo atormentan más dolorosamente que los padecimientos físicos.”

256. ¿A qué se debe, pues, que algunos Espíritus se hayan quejado de padecer frío o calor?
“Es un recuerdo de lo que han soportado durante la vida, a veces tan penoso como la realidad. Suele ser una comparación mediante la cual, a falta de otra mejor, expresan su situación. Cuando se acuerdan de su cuerpo experimentan una especie de impresión, como cuando alguien se quita el abrigo y un rato más tarde cree llevarlo aún.”


Ensayo teórico acerca de la sensación en los Espíritus
257. El cuerpo es el instrumento del dolor. Si no constituye su causa primera, es al menos su causa inmediata. El alma tiene la percepción de ese dolor. Dicha percepción es el efecto. El recuerdo del dolor que el alma conserva puede ser muy penoso, pero no puede tener una acción física. En efecto, ni el frío ni el calor pueden desorganizar los tejidos del alma. El alma no puede helarse ni quemarse. ¿No vemos a diario que el recuerdo o la aprensión de un mal físico producen el mismo efecto que la realidad? ¿Y que incluso ocasiona la muerte? Todo el mundo sabe que las personas a quienes se les amputó un miembro sienten dolor en ese miembro que ya no existe. Por cierto, dicho miembro no es la sede del dolor, ni siquiera su punto de partida. El cerebro ha conservado la impresión, eso es todo. Podemos creer, pues, que hay algo análogo en los padecimientos del Espíritu después de la muerte. Un estudio más profundo del periespíritu, que desempeña un papel tan importante en todos los fenómenos espíritas -las apariciones vaporosas o tangibles, el estado del Espíritu en el momento de la muerte, la idea tan frecuente en él de que aún sigue vivo, el cuadro tan conmovedor de los suicidas y los ajusticiados, el de las personas que se dejaron cautivar por los goces materiales, y tantos otros hechos-, ha venido a arrojar luz sobre esa cuestión y ha dado lugar a explicaciones cuyo resumen presentamos aquí.

El periespíritu es el lazo que une al Espíritu con la materia del cuerpo. Es extraído del medio circundante, del fluido universal. Participa a la vez de la electricidad, del fluido magnético y, hasta cierto punto, de la materia inerte. Podríamos decir que es la quintaesencia de la materia. Es el principio de la vida orgánica, pero no el de la vida intelectual, que es propia del Espíritu. Es, además, el agente de las sensaciones exteriores. En el cuerpo, dichas sensaciones se encuentran localizadas en los órganos que les sirven de conductos. Una vez destruido el cuerpo, las sensaciones son generales. Por esa razón el Espíritu no dice que le duele la cabeza más que los pies. Por otra parte, es preciso no confundir las sensaciones del periespíritu -que ha recobrado su independencia- con las del cuerpo. Sólo podemos tomar estas últimas como un término de comparación, y no como analogía. Desprendido del cuerpo, el Espíritu puede sufrir, pero ese sufrimiento no es el del cuerpo, aunque tampoco se trata de un sufrimiento exclusivamente moral, como el remordimiento, puesto que se queja del frío y del calor. Tampoco sufre más en invierno que en verano. Hemos visto Espíritus que pasaban a través de las llamas sin experimentar nada penoso. La temperatura, pues, no les causa la menor impresión. Por consiguiente, el dolor que sienten no es un dolor físico propiamente dicho, sino un vago sentimiento íntimo, del que el Espíritu mismo no siempre se da perfecta cuenta, precisamente porque el dolor no está localizado ni es producido por agentes exteriores. Es más bien un recuerdo que una realidad, pero un recuerdo tan penoso como aquella. Sin embargo, como veremos, a veces hay algo más que un recuerdo. 

La experiencia nos enseña que en el momento de la muerte el periespíritu se desprende del cuerpo con mayor o menor lentitud. Durante los primeros instantes el Espíritu no se explica su situación. No cree estar muerto. Se siente vivo. Ve su cuerpo a un lado, sabe que es el suyo, pero no comprende por qué se encuentra separado de él. Ese estado continúa mientras existe un lazo entre el cuerpo y el periespíritu. Un suicida nos decía: “No, no estoy muerto”. Y añadía: “Sin embargo, siento que los gusanos me devoran”. Ahora bien, de seguro los gusanos no devoraban el periespíritu, y menos aún el Espíritu; sólo devoraban el cuerpo. Pero como la separación del cuerpo y el periespíritu no era completa, de ahí resultaba una especie de repercusión moral que le transmitía la sensación de lo que sucedía en el cuerpo. Tal vez repercusión no sea la palabra adecuada, pues podría dar lugar a creer en un efecto demasiado material. Era más bien la vista de lo que sucedía en su cuerpo, al cual lo ligaba su periespíritu, lo que producía en él una ilusión que tomaba por realidad. Así pues, no se trataba de un recuerdo, puesto que en vida nunca había sido devorado por gusanos. Era un sentimiento actual(3). Vemos, de este modo, las deducciones que pueden extraerse de los hechos cuando se los observa con atención. Durante la vida, el cuerpo recibe las impresiones exteriores y las transmite al Espíritu por intermedio del periespíritu, que constituye, probablemente, lo que se denomina fluido nervioso. Cuando está muerto, el cuerpo no siente nada más, porque en él ya no hay Espíritu ni periespíritu. Desprendido del cuerpo, el periespíritu experimenta la sensación, pero como ésta ya no le llega por un conducto limitado, es una sensación general. Ahora bien, como el periespíritu sólo es en realidad un agente de transmisión -puesto que la conciencia pertenece al Espíritu-, de ahí resulta que, si pudiera existir un periespíritu sin Espíritu, aquel no sentiría más que lo que siente el cuerpo cuando está muerto. Del mismo modo, si el Espíritu no tuviera periespíritu, sería inaccesible a toda sensación penosa. Esto sucede a los Espíritus completamente purificados. Sabemos que cuanto más se purifican, más etérea se torna la esencia del periespíritu, de donde se sigue que la influencia material disminuye a medida que el Espíritu progresa, es decir, a medida que el periespíritu se vuelve menos denso. Se dirá, no obstante, que las sensaciones agradables son transmitidas al Espíritu mediante el periespíritu, del mismo modo que las sensaciones desagradables. Ahora bien, si el Espíritu [Recomendamos al lector ahondar en el sentido de las palabras “sentimiento” (sentiment) y “sensación” (sensation), especialmente en lengua francesa. El sentimiento se distingue de la sensación por el hecho de que es provocado por una idea o representación (en el ejemplo: la imagen de los gusanos) y no está localizado en una parte específica del cuerpo.] puro es inaccesible a estas, debe serlo también a las otras. Esto es así, sin duda, en lo que respecta a las sensaciones que provienen únicamente de la influencia de la materia que conocemos. El sonido de nuestros instrumentos, el perfume de nuestras flores, no le causan ninguna impresión. Sin embargo, hay en él sensaciones íntimas de un encanto indefinible, acerca de las cuales no podemos formarnos ninguna idea, porque somos en relación con ellas como ciegos de nacimiento respecto a la luz: sabemos que existen, pero ¿de qué modo? Ahí se detiene nuestra ciencia. Sabemos que en el Espíritu hay percepción, sensación, audición, visión; que esas facultades son atributos de todo su ser, y no de una parte de este, como en el hombre. Pero, volvemos a preguntarnos, ¿de qué manera? No lo sabemos. Los propios Espíritus no pueden explicárnoslo, porque nuestro lenguaje no ha sido hecho para expresar ideas que no poseemos, así como en el idioma de los salvajes no existen términos para expresar nuestras artes, ciencias y doctrinas filosóficas.

(3) [Recomendamos al lector ahondar en el sentido de las palabras “sentimiento” (sentiment) y “sensación” (sensation), especialmente en lengua francesa. El sentimiento se distingue de la sensación por el hecho de que es provocado por una idea o representación (en el ejemplo: la imagen de los gusanos) y no está localizado en una parte específica del cuerpo.]

Al decir que los Espíritus son inaccesibles a las impresiones de nuestra materia, nos referimos a los Espíritus muy elevados, cuya envoltura etérea no tiene analogía en la Tierra. No sucede lo mismo con aquellos cuyo periespíritu es más denso. Estos Espíritus perciben nuestros sonidos y olores, pero no por medio de una parte limitada de su persona, como cuando estaban vivos. Podríamos decir que las vibraciones moleculares se hacen sentir en la totalidad de su ser y llegan así a su sensorio común(4), que es el propio Espíritu, aunque de una manera diferente y quizás también con una impresión diferente, lo que produce una modificación en la percepción. Si bien escuchan el sonido de nuestra voz, nos comprenden sin el auxilio de la palabra, tan sólo mediante la transmisión del pensamiento. En apoyo de lo que decimos viene el hecho de que esa penetración es tanto más fácil cuanto más desmaterializado está el Espíritu. En lo que respecta a la visión, la de los Espíritus es independiente de nuestra luz. La facultad de ver es un atributo esencial del alma, para la cual no existe la oscuridad. No obstante, esa facultad, es más amplia y penetrante en los Espíritus que están más purificados. Así pues, el alma o Espíritu posee en sí la facultad de todas las percepciones. Durante la vida corporal, tales percepciones se hallan obstruidas por la densidad de los órganos. En la vida extracorporal lo están cada vez menos, a medida que la envoltura semimaterial se clarifica.

(4) [Sensorium commune: El autor recurre a esta expresión de la lengua francesa que alude al sensorio o sentido común. Dicha facultad, en el hombre, ha sido objeto de estudio desde muy antiguo. Aristóteles fue uno de los primeros en referirse a ella (Véase su obra “Acerca del Alma”: De Anima, III 1).]


Esa envoltura, extraída del medio circundante, varía según la naturaleza de cada mundo. Al pasar de un mundo a otro, los Espíritus cambian de envoltura como nosotros cambiamos de ropa cuando pasamos del invierno al verano o del polo al ecuador. Así pues, los Espíritus más elevados, cuando vienen a visitarnos, se revisten con el periespíritu terrestre(5), y entonces sus percepciones se producen como en los Espíritus comunes. No obstante, todos ellos, tanto los inferiores como los superiores sólo escuchan y sienten lo que quieren. Como no tienen órganos sensitivos, pueden a voluntad hacer que sus percepciones se activen o se anulen. Sólo se ven obligados a escuchar una cosa: los consejos de los Espíritus buenos. Aunque la vista siempre se mantiene activa, ellos pueden hacerse invisibles recíprocamente. De acuerdo con la categoría a la que pertenecen, pueden ocultarse de los que son inferiores a ellos, pero no de los superiores. En los primeros momentos que siguen a la muerte, la vista del Espíritu siempre está turbada y es confusa. Se aclara a medida que este se desprende, y puede adquirir la misma claridad que tenía en vida, con independencia de su penetración a través de los cuerpos que para nosotros son opacos. En cuanto a la extensión de la vista a través del espacio ilimitado, así como en el porvenir y en el pasado, la misma depende del grado de pureza y elevación del Espíritu.

(5) [“revêtent le périsprit terrestre”, es decir, se revisten con los fluidos del medio circundante, con los cuales se conforma el periespíritu.]

Se nos dirá: “Esa teoría no es muy tranquilizadora. Pensábamos que, una vez liberados de nuestra densa envoltura, instrumento de nuestros dolores, no sufriríamos más. Pero ahora nos informáis que nuestros padecimientos continuarán; no importa de qué modo, pues aun así sufriremos”. Así es, por desgracia. Todavía podremos padecer, y mucho, y por un tiempo muy prolongado, pero también podremos dejar de sufrir desde el instante mismo en que abandonemos esta vida corporal.

Los padecimientos de la Tierra a veces son independientes de nosotros. No obstante, muchos son la consecuencia de nuestra voluntad. Remontémonos a su origen y veremos que la mayor parte de ellos es el resultado de causas que habríamos podido evitar. ¿Cuántos males, cuántas enfermedades debe el hombre a sus excesos, a su ambición, en una palabra: a sus pasiones? El hombre que siempre haya vivido con sobriedad, sin abusar de nada, que siempre haya sido sencillo en sus gustos y modesto en sus deseos, se ahorrará muchas tribulaciones. Lo mismo sucede con el Espíritu, pues los padecimientos que soporta siempre son la consecuencia del modo como vivió en la Tierra. Sin duda, ya no tendrá gota ni reumatismo, pero sí otros pesares que no son menores. Hemos visto que sus padecimientos son el resultado de los lazos que existen todavía entre él y la materia. Cuanto más desprendido está de la influencia de la materia -dicho de otro modo, cuanto más desmaterializado se halla-, menos sensaciones penosas experimenta. Ahora bien, de él depende liberarse de dicha influencia desde esta vida. Tiene libre albedrío y, por consiguiente, la opción de hacer o dejar de hacer. Domeñe sus pasiones animales, no tenga odio ni envidia, celos ni orgullo, no se deje dominar por el egoísmo, purifique su alma mediante los buenos sentimientos, practique el bien, no atribuya a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen. Entonces, incluso con su envoltura corporal, ya estará purificado, ya estará desprendido de la materia, y cuando abandone esa envoltura no sufrirá más su influencia. Los padecimientos físicos que haya experimentado no dejarán en él ningún recuerdo penoso; no le quedará al respecto ninguna impresión desagradable, porque sólo habrán afectado al cuerpo y no al Espíritu. Se sentirá feliz de haberse liberado, y la paz de su conciencia lo eximirá de todo padecimiento moral. Hemos interrogado a miles de Espíritus, que han pertenecido a todas las categorías de la sociedad, a todas las posiciones sociales. Los hemos estudiado en todos los períodos de su vida espírita, desde el instante mismo en que abandonaron su cuerpo. Los hemos seguido paso a paso en esa vida de ultratumba para observar los cambios que se operaban en ellos, en sus ideas y sensaciones. Desde ese punto de vista, han sido los hombres más comunes los que nos proporcionaron los elementos de estudio más valiosos. Ahora bien, siempre hemos observado que los padecimientos guardan relación con la conducta, cuyas consecuencias los Espíritus sufren, y que esa nueva existencia es la fuente de una felicidad inefable para los que han seguido el camino del bien. En conclusión, si sufren, es porque así lo han querido. Sólo deben culparse a sí mismos, tanto en el otro mundo como en este.


Elección de las pruebas
258. En el estado errante, antes de comenzar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que habrá de sucederle durante la vida?
“Él mismo escoge la clase de pruebas que quiere sufrir. En eso consiste su libre albedrío.”

[258a] - Entonces, ¿no es Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo? [Ver reflexión al final de este artículo]
“Nada sucede sin el permiso de Dios, pues es Él quien ha establecido las leyes que rigen el universo. ¡Preguntad, pues, por qué ha hecho tal ley en vez de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Dios le deja la responsabilidad completa de sus actos y de las consecuencias de estos. Nada obstaculiza su porvenir. Puede optar por seguir el camino del bien o el del mal. Pero si sucumbe, le queda un consuelo: no todo terminó para él, pues Dios, en su bondad, le deja la libertad para que recomience lo que hizo mal. Por otra parte, es necesario distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de lo que es obra de la voluntad del hombre. Si un peligro os amenaza, no habréis sido vosotros quienes lo crearon, sino Dios. No obstante, vuestra fue la voluntad de exponeros a ese peligro, porque habéis visto en él un medio para vuestro progreso, y Dios lo ha permitido(6) .”

(6) Recordamos al lector neófito, lo apuntado por J. H. Pires en la “Noticia de la obra” sobre la aparente “humanización” de Dios. Dios tiene sus Leyes, a las cuales todos estamos sometidos; el aparente antropomorfismo con que algunos Espíritus nos presentan a Dios es un recurso para hacerlo más accesible a nuestro entendimiento. [N. de Alberto Giordano.] 

259. Si el Espíritu elige la clase de pruebas que deberá sufrir, ¿se sigue de ahí que todas las tribulaciones que experimentamos en la vida fueron previstas y elegidas por nosotros?
“Todas no es la palabra, porque no se puede decir que vosotros habéis elegido y previsto todo lo que os sucede en el mundo, hasta las más mínimas cosas. Elegisteis la clase de pruebas; los detalles son consecuencia de la posición en que os encontráis y, a menudo, de vuestras propias acciones. Si el Espíritu, por ejemplo, quiso nacer entre malhechores, sabía a qué tentaciones se exponía, pero ignoraba cada uno de los actos que llevaría a cabo. Esos actos son el efecto de su voluntad y de su libre albedrío. El Espíritu sabe que al elegir un camino tendrá que sufrir determinado tipo de lucha. Conoce, pues, la naturaleza de las vicisitudes con las que se encontrará, pero ignora si un acontecimiento se producirá antes que otro. Los pormenores nacen de las circunstancias y de la fuerza de las cosas. Sólo se pueden prever los acontecimientos importantes, aquellos que influyen en el destino. Si sigues un camino escarpado, sabes que habrás de tomar grandes precauciones, porque tienes posibilidades de caer. No obstante, no sabes en qué punto caerás, y existe la posibilidad de que no caigas si eres suficientemente prudente. Si al pasar por la calle te cae una teja en la cabeza, no creas que estaba escrito, como vulgarmente se dice.”

260. ¿Cómo es posible que el Espíritu quiera nacer entre personas de mala vida?
“Es preciso que sea enviado a un medio en el que pueda sufrir la prueba que ha pedido. ¡Así es! Tiene que haber analogía. Para luchar contra el instinto de la delincuencia, es necesario que el Espíritu se encuentre entre personas de esa clase.”

[260a] - Si en la Tierra no hubiera personas de mala vida, el Espíritu no encontraría aquí el medio necesario para sufrir ciertas pruebas.
“¿Acaso deberíamos quejarnos por ello? Es lo que sucede en los mundos superiores, donde el mal no tiene acceso. Por esta razón en esos mundos sólo hay Espíritus buenos. Haced que pronto suceda lo mismo en vuestra Tierra.”

261. El Espíritu, en las pruebas que debe sufrir para alcanzar la perfección, ¿debe experimentar las diversas clases de tentaciones; debe pasar por todas las circunstancias que pueden excitar en él el orgullo, la envidia, los celos, la avaricia, la sensualidad, etc.?
“Por cierto que no, pues sabéis que hay Espíritus que siguen, desde el comienzo, un camino que los exime de muchas pruebas. Con todo, el que se deja llevar por el camino del mal corre todos los peligros que hay en él. Si un Espíritu, por ejemplo, pide riqueza, se le podrá conceder. Entonces, conforme a su carácter, podrá volverse avaro o pródigo, egoísta o generoso, o bien se entregará a todos los goces de la sensualidad. Sin embargo, eso no quiere decir que deba pasar forzosamente por toda esa serie de inclinaciones.”

262. ¿De qué modo el Espíritu, que en su origen es simple, ignorante y carece de experiencia, puede elegir una existencia con conocimiento de causa, y ser responsable de esa elección?
“Dios suple su inexperiencia al señalarle el camino que debe seguir, como haces tú con un niño desde la cuna. No obstante, poco a poco lo deja ser dueño de elegir, a medida que su libre albedrío se desarrolla. En ese caso, si no escucha los consejos de los Espíritus buenos, suele extraviarse y seguir el camino del mal. A esto se lo puede llamar la caída del hombre.”

[262a] - Cuando el Espíritu goza de su libre albedrío, la elección de la existencia corporal, ¿depende siempre, en forma exclusiva, de su voluntad, o bien la voluntad de Dios puede imponerle esa existencia como expiación?
“Dios sabe esperar; no apresura la expiación. Sin embargo, Él puede imponerle una existencia a un Espíritu cuando este, por su inferioridad o su mala voluntad, no es apto para comprender lo que sería más saludable para sí mismo, y cuando ve que esa existencia puede servir para que el Espíritu se purifique y progrese, al mismo tiempo que encuentra en ella una expiación.”

263. El Espíritu, ¿hace su elección inmediatamente después de la muerte?
“No, muchos creen en la eternidad de las penas; lo cual, como ya se os ha dicho, es un castigo.”

264. ¿Qué es lo que dirige al Espíritu en la elección de las pruebas que desea sufrir?
“El Espíritu elige las pruebas que pueden ser para él una expiación -por la naturaleza de sus faltas- y que lo hacen adelantar más deprisa. Así pues, algunos se imponen una vida de miseria y privaciones para tratar de soportarla con valor. Otros quieren probarse mediante las tentaciones de la fortuna y el poder, mucho más peligrosas, por el abuso y el mal uso que se puede hacer de ellos, así como por las pasiones malas que fomentan. Otros, por último, quieren probarse mediante las luchas que habrán de sostener en contacto con el vicio.”

265. Si algunos Espíritus eligen el contacto con el vicio como prueba, ¿los hay que lo eligen por simpatía y por el deseo de vivir en un medio acorde con sus gustos, o para poder entregarse sensualmente a inclinaciones materiales?
“Los hay, es cierto, pero sólo son los Espíritus cuyo sentido moral aún se encuentra poco desarrollado. La prueba viene por sí misma y la sufren por más tiempo. Tarde o temprano comprenden que la satisfacción de las pasiones brutales genera en ellos consecuencias deplorables, que habrán de sufrir durante un tiempo que les parecerá eterno. Dios podrá dejarlos en ese estado hasta que hayan comprendido su falta y por sí mismos pidan rescatarla mediante pruebas útiles.”

266. ¿No parece natural que se elijan las pruebas menos penosas?
“A vosotros sí os parece natural; al Espíritu, no. Cuando está desprendido de la materia, cesa la ilusión y piensa de otro modo.”

El hombre, en la Tierra y bajo la influencia de las ideas carnales, sólo ve el lado penoso de esas pruebas. Por eso le parece natural elegir las que desde su punto de vista pueden combinarse con los goces materiales. En cambio, en la vida espiritual compara esos goces fugaces y groseros con la felicidad inalterable que entrevé y, a partir de ese momento, ¿qué le hacen algunos dolores pasajeros? De ese modo, el Espíritu puede elegir la más ruda de las pruebas y, por consiguiente, la existencia más penosa, con la esperanza de llegar más rápido a un estado mejor, así como el enfermo suele elegir el remedio más desagradable para curarse lo antes posible. Quien pretende vincular su nombre al descubrimiento de un país desconocido, no elige un camino lleno de flores. Conoce los peligros que corre, pero también sabe que lo aguarda la gloria en caso de que tenga éxito. 

La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que debemos sufrir deja de parecer extraordinaria si consideramos que los Espíritus, desprendidos de la materia, evalúan las cosas de una manera diferente a como nosotros lo hacemos. Divisan el objetivo, que para ellos es mucho más serio que los goces fugaces del mundo. Después de cada existencia, al ver el paso que han dado, comprenden cuánto les falta purificarse aún para alcanzar dicho objetivo. Por ese motivo, se someten de manera voluntaria a las vicisitudes de la vida corporal, y piden por sí mismos las que puedan hacerlos llegar más rápidamente. Así pues, no hay razón para el asombro cuando se ve que el Espíritu no prefiere la existencia más placentera. En su estado de imperfección, no podría disfrutar esa vida exenta de amarguras. Como la entrevé, procura mejorar para alcanzarla.

Por otra parte, ¿no tenemos a diario, ante nuestros ojos, ejemplos de elecciones semejantes? El hombre que trabaja durante parte de su vida, sin tregua ni descanso, para reunir aquello que le proporcione bienestar, ¿qué hace sino imponerse una tarea con miras a un porvenir mejor? El militar que se ofrece para una misión peligrosa, el viajero que enfrenta desafíos no menos difíciles en interés de la ciencia o de su propia fortuna, ¿qué hacen sino someterse a pruebas voluntarias que deben proporcionarles honor y ganancias si logran superarlas? ¿A cuántas cosas no se somete o se expone el hombre con miras a su interés o su gloria? Los concursos, ¿no son también pruebas voluntarias a las que se somete para avanzar en la carrera que eligió? No se alcanza una posición social importante en las ciencias, las artes o la industria, si no se pasa por la serie de posiciones inferiores que son otras tantas pruebas. En ese sentido, la vida humana es el calco de la vida espiritual, pues en esta vida encontramos, en pequeño, las mismas peripecias que en la otra. Así pues, si en la vida solemos elegir las más rudas pruebas con miras a un objetivo más elevado, ¿por qué el Espíritu, que ve más lejos que el cuerpo y para el cual la vida corporal no es más que un incidente fugaz, no habría de elegir una existencia penosa y difícil si ella lo conducirá a la felicidad eterna? Los que dicen que -si el hombre pudiera elegir su existencia- pedirían ser príncipes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que tocan, o como esos niños golosos que, cuando se les pregunta qué profesión les gusta más, responden: pastelero o confitero.

El viajero que se encuentra en medio del valle oscurecido por la niebla no ve la extensión ni los extremos del sendero. En cambio, cuando llega a la cima de la montaña, abarca el camino recorrido y el que le queda por recorrer. Divisa su objetivo, los obstáculos que aún no superó, y planea con mayor seguridad los medios necesarios para llegar a la meta. El Espíritu encarnado es como el viajero al pie de la montaña. Pero una vez liberado de los lazos terrenales, domina el paisaje como quien se encuentra en la cúspide. Para el viajero, el objetivo es el reposo después del cansancio. Para el Espíritu, es la dicha suprema después de las tribulaciones y las pruebas.

Los Espíritus manifiestan que en el estado errante buscan, estudian, observan para hacer su elección. ¿Acaso no tenemos un ejemplo de ese hecho en la vida corporal? ¿No solemos buscar durante años la carrera que luego elegimos libremente, porque consideramos que es la más adecuada para hacernos avanzar en nuestro camino? Si fracasamos en una, buscamos otra. Cada carrera que emprendemos constituye una etapa, un período de la vida. ¿No empleamos cada día para planear lo que haremos al día siguiente? Ahora bien, ¿qué son para el Espíritu las diversas existencias corporales, sino etapas, períodos, días de su vida espírita que, como sabemos, es su vida normal, puesto que la vida corporal sólo es transitoria y pasajera? 

267. El Espíritu, ¿podría hacer su elección durante el estado corporal?
“Su deseo puede influir, lo cual depende de la intención. No obstante, cuando es Espíritu suele ver las cosas de un modo muy diferente. En todos los casos es el Espíritu el que elige. Con todo, vuelvo a repetírtelo, el Espíritu puede hacer su elección en la vida material, pues siempre hay momentos en que se independiza de la materia en que habita.”

[267a] - Muchas personas desean grandeza y riquezas, y por cierto no las buscan como expiación ni como prueba. 
“No cabe duda. La materia desea esa grandeza para disfrutar de ella. El Espíritu la desea para conocer sus vicisitudes.”

268. Hasta que llega al estado de pureza perfecta, ¿debe el Espíritu sufrir pruebas de modo constante?
“Sí, pero no son pruebas tal como vosotros las entendéis. Vosotros llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. Ahora bien, cuando el Espíritu llega a cierto grado -aunque todavía no sea perfecto- ya no tiene que sufrir esas pruebas. No obstante, siempre tiene deberes que lo ayudan a perfeccionarse y no le resultan penosos en modo alguno, aunque más no sea el de ayudar a otros a perfeccionarse.”

269. El Espíritu, ¿puede equivocarse respecto a la eficacia de la prueba que ha elegido?
“Puede elegir una que sea superior a sus fuerzas, en cuyo caso sucumbe. También puede elegir una que no le aproveche en absoluto, como, por ejemplo, si busca un género de vida ociosa e inútil. Sin embargo, en ese caso, cuando vuelve al mundo de los Espíritus, se percata de que no ganó nada y pide recuperar el tiempo perdido.”

270. ¿A qué obedecen las vocaciones de determinadas personas y su voluntad de seguir una carrera con preferencia a otras?
“Me parece que vosotros mismos podéis responder esa pregunta. ¿No es la consecuencia de cuanto hemos dicho acerca de la elección de las pruebas y del progreso cumplido en una existencia anterior?”

271. En el estado errante, cuando el Espíritu estudia las diversas condiciones en que podría progresar, ¿cómo piensa hacerlo si nace, por ejemplo, en un pueblo de caníbales?
“Los Espíritus que ya están adelantados no nacen entre caníbales, pero sí lo hacen Espíritus de la misma naturaleza que los caníbales, o inferiores a ellos.”

Sabemos que nuestros antropófagos no se encuentran en el último grado de la escala. Hay mundos en los que el embrutecimiento y la ferocidad no tienen analogía en la Tierra. Esos Espíritus son, pues, inferiores a los más inferiores de nuestro mundo. Nacer entre nuestros salvajes es para ellos un progreso, así como sería un progreso para nuestros antropófagos ejercer entre nosotros una profesión que los obligara a derramar sangre. Si no ponen la mira en algo más elevado es porque su inferioridad moral no les permite comprender un progreso más completo. El Espíritu sólo puede adelantar en forma gradual. No puede atravesar de un salto la distancia que separa a la barbarie de la civilización. Y en esto vemos una de las necesidades de la reencarnación, que está en un todo de acuerdo con la justicia de Dios. De lo contrario, ¿qué sería de los millones de seres que mueren a diario en el último estado de degradación, si no tuvieran los medios de alcanzar un nivel superior? ¿Por qué Dios los habría desheredado de los favores que concede a los demás hombres?

272. Los Espíritus que vienen de un mundo inferior a la Tierra, o que pertenecen a un pueblo muy atrasado, como los caníbales, por ejemplo, ¿podrían nacer en nuestros pueblos civilizados?
“Sí. Algunos de ellos se extravían al querer elevarse demasiado. No obstante, en ese caso, se sienten desubicados entre vosotros, porque tienen costumbres e instintos que entran en conflicto con los vuestros.” 

Esos seres nos ofrecen el triste espectáculo de la ferocidad en medio de la civilización. Volver a encarnar entre caníbales no será para ellos un retroceso, pues no harán más que retomar el lugar que les es propio, y tal vez obtengan allí un mayor beneficio para sí mismos.

273. Un hombre que pertenece a una raza civilizada, ¿podría, por expiación, reencarnar en una raza salvaje?
“Sí, pero eso depende del género de expiación. Un amo que ha sido duro con sus esclavos podrá a su vez ser esclavo y sufrir los malos tratos que infligió. El que daba órdenes en una época puede, en una nueva existencia, obedecer a aquellos mismos que se sometían a su voluntad. Si abusó de su poder, se trata de una expiación, y Dios puede imponérsela. Por otra parte, un Espíritu bueno también puede elegir una existencia en la que influya sobre esos pueblos, para hacerlos adelantar. En ese caso, se trata de una misión.”


Relaciones de ultratumba
274. Los Espíritus de los diferentes órdenes, ¿establecen entre sí una jerarquía de poderes? ¿Hay entre ellos subordinación y autoridad?
“Sí, y muy grande. Los Espíritus ejercen unos sobre otros una autoridad que está en relación con su grado de superioridad, y lo hacen por medio de un ascendiente moral irresistible.”

[274a] - Los Espíritus inferiores, ¿pueden sustraerse a la autoridad de los que son superiores a ellos?
“He dicho que es irresistible.”

275. El poder y la consideración de que ha disfrutado un hombre en la Tierra, ¿le otorgan una supremacía en el mundo de los Espíritus?
“No, pues allí los pequeños serán enaltecidos y los grandes serán humillados. Lee los Salmos.”

[275a] - ¿Cómo debemos entender ese enaltecimiento y esa humillación?
“¿No sabes que los Espíritus pertenecen a diferentes órdenes según su mérito? Pues bien, el más grande en la Tierra puede encontrarse en la última categoría entre los Espíritus, mientras que su servidor podrá estar en la primera. ¿Comprendes esto? ¿Acaso no dijo Jesús?: Todo aquel que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado”

276. El que ha sido grande en la Tierra y ahora se encuentra en una categoría inferior entre los Espíritus, ¿se siente humillado por eso?
“La humillación suele ser muy grande, sobre todo si era orgulloso y envidioso.”

277. El soldado que, tras la batalla, encuentra a su general en el mundo de los Espíritus, ¿lo reconoce aún como su superior?
“El título no significa nada. La superioridad real lo es todo.”

278. Los Espíritus de los diferentes órdenes, ¿están mezclados unos con otros?
“Sí y no. Es decir, se ven, pero se distinguen unos de otros. Se evitan o se aproximan conforme a la analogía o la antipatía de sus sentimientos, tal como sucede entre vosotros. Es todo un mundo, del cual el vuestro es un débil reflejo. Los de la misma categoría se reúnen por una especie de afinidad y forman grupos o familias de Espíritus unidos por la simpatía y por el objetivo que se proponen. Los buenos, por el deseo de hacer el bien; los malos, por el de hacer el mal o por la vergüenza de sus faltas y la necesidad de encontrarse entre seres semejantes a ellos.”

Tal como en una gran ciudad, donde los hombres de todas las categorías y condiciones se ven y se encuentran sin mezclarse; donde las sociedades se forman por la analogía de gustos; donde el vicio y la virtud se codean sin decirse nada.

279. ¿Pueden todos los Espíritus acercarse recíprocamente?
“Los buenos van a todas partes. Es necesario que así sea para que puedan ejercer su influencia sobre los malos. En cambio, las regiones en que habitan los buenos están vedadas a los Espíritus imperfectos, a fin de que estos no puedan introducir en ellas la perturbación de las pasiones malas.”

280. ¿De qué naturaleza son las relaciones entre los Espíritus buenos y los malos?
“Los buenos tratan de combatir las malas inclinaciones de los otros a fin de ayudarlos a ascender. Se trata de una misión.”

281. ¿Por qué los Espíritus inferiores se complacen en inducirnos al mal?
“Por el despecho de no haber merecido estar entre los buenos. Su deseo es impedir, tanto como puedan, que los Espíritus sin experiencia lleguen al bien supremo. Quieren hacerles sentir a los demás lo que ellos mismos sienten. ¿No veis eso mismo entre vosotros?”

282. ¿Cómo se comunican entre sí los Espíritus?
“Ellos se ven y se comprenden. La palabra es material, es el reflejo del Espíritu. El fluido universal establece entre ellos una comunicación constante. Es el vehículo de la transmisión del pensamiento, así como para vosotros el aire es el vehículo del sonido. Es una especie de telégrafo universal que conecta a todos los mundos entre sí y permite que los Espíritus se comuniquen de un mundo a otro.”

283. Los Espíritus, ¿pueden ocultarse recíprocamente sus pensamientos y esconderse unos de otros?
“No, para ellos todo es evidente, en especial cuando son perfectos. Pueden alejarse, pero siempre se ven. Con todo, esta no es una regla absoluta, porque algunos Espíritus pueden muy bien tornarse invisibles para otros, si consideran que es útil hacerlo.”

284. ¿Cómo pueden los Espíritus, si ya no tienen cuerpo, demostrar su individualidad y distinguirse de los otros seres espirituales que los rodean?
“Demuestran su individualidad por medio del periespíritu, que hace de ellos seres distintos unos de otros, tal como el cuerpo entre los hombres.”

285. ¿Se reconocen los Espíritus que han convivido en la Tierra? ¿Reconoce el hijo a su padre, el amigo a su amigo?
“Sí, y así de generación en generación.”

[285a] - Los hombres que se conocieron en la Tierra, ¿cómo se reconocen en el mundo de los Espíritus?
“Vemos nuestra vida pasada y leemos en ella como en un libro. Al ver el pasado de nuestros amigos y enemigos vemos su tránsito de la vida a la muerte.”

Los Espíritus también pueden, cuando es necesario, reconocerse por la apariencia que tenían en vida. En el caso del Espíritu recién llegado, y todavía poco familiarizado con su nuevo estado, los Espíritus que van a recibirlo se presentan ante él con una forma que le permita reconocerlos.

286. El alma, al abandonar sus despojos mortales, ¿ve de inmediato a los parientes y amigos que la precedieron en su retorno al mundo de los Espíritus?
“De inmediato no es la expresión correcta. Porque, como hemos dicho, el alma necesita algún tiempo para reconocerse y despojarse del velo de la materia.”

287. ¿Cómo es recibida el alma a su retorno al mundo de los Espíritus?
“La del justo, como un hermano muy querido a quien se aguardaba desde hacía mucho tiempo. La del malo, como un ser a quien se desprecia.”

288. ¿Qué sentimiento experimentan los Espíritus impuros al ver llegar a otro Espíritu malo?
“Los malos se sienten satisfechos cuando ven seres semejantes a ellos, que se encuentran privados de la dicha infinita, tal como en la Tierra le sucede a un bribón entre sus iguales.”

289. Nuestros parientes y amigos, ¿van a veces a nuestro encuentro cuando dejamos la Tierra?
“Sí, van al encuentro del alma que aprecian. La felicitan como si regresara de un viaje -si se ha librado de los peligros del camino- y la ayudan a desprenderse de los lazos corporales. Es un favor que se concede a los Espíritus buenos el hecho de que vayan a su encuentro quienes los han apreciado. En cambio, el mancillado permanece en el aislamiento, o sólo rodeado de Espíritus semejantes a él. En ese caso, se trata de un castigo.”

290. Los parientes y amigos, ¿están siempre juntos después de la muerte?
“Eso depende de su elevación y del camino que sigan para progresar. Si uno de ellos está más adelantado y avanza más rápido que el otro, no podrán permanecer juntos. Podrán verse a veces, pero sólo se reunirán para siempre cuando marchen a la par o hayan alcanzado el mismo grado de perfección. Además, la imposibilidad de ver a los parientes y amigos es a veces un castigo.”


Relaciones de simpatía y antipatía entre los Espíritus. Mitades eternas
291. Además de la simpatía general que tiene origen en la semejanza, ¿existen entre los Espíritus afectos particulares?
“Sí, al igual que entre los hombres. No obstante, el vínculo que une a los Espíritus es más fuerte cuando carecen de cuerpo, porque ya no está expuesto a las vicisitudes de las pasiones.”

292. ¿Existe el odio entre los Espíritus? 
“El odio sólo existe entre los Espíritus impuros. Son ellos quienes siembran las enemistades y disensiones entre vosotros.”

293. Dos seres que fueron enemigos en la Tierra, ¿mantendrán ese resentimiento mutuo en el mundo de los Espíritus?
“No. Comprenderán que su odio era estúpido, y pueril la causa que lo generó. Sólo los Espíritus imperfectos conservan una especie de animosidad, hasta que se purifican. Si no los dividió más que un interés material, ya no pensarán en eso, por poco desmaterializados que estén. Si no hay antipatía entre ellos, dado que la causa de la discusión ya no existe, pueden volver a verse con agrado.”

Tal como dos escolares que, cuando llegan a la edad de la razón, reconocen la puerilidad de las querellas que han mantenido en su infancia y dejan de despreciarse.

294. El recuerdo de las malas acciones que dos hombres han podido cometer uno contra otro, ¿resulta un obstáculo para que simpaticen mutuamente?
“Sí, los lleva a distanciarse.”

295. ¿Qué sentimiento experimentan después de la muerte aquellos a quienes hemos hecho mal en la Tierra?
“Si son buenos, os perdonan conforme a vuestro arrepentimiento. Si son malos, pueden guardaros resentimiento y a veces perseguiros incluso en otra existencia. Dios puede permitirlo como castigo.” [Ver reflexión al final de este artículo]

296. Los afectos individuales de los Espíritus, ¿pueden ser encubiertos?
“No, porque los Espíritus no pueden engañarse unos a otros. Ya no tienen la máscara tras la cual se ocultan los hipócritas. Por esa razón, cuando son puros, sus afectos son inalterables. El amor que los une es para ellos la fuente de una suprema felicidad.”

297. El afecto que dos seres se han profesado en la Tierra, ¿continúa siempre en el mundo de los Espíritus?
“Sí, sin duda, cuando se basa en una simpatía verdadera. En cambio, si las causas físicas ocupan más espacio que aquella, ese afecto cesará junto con sus causas. Los afectos entre los Espíritus son más estables y duraderos que en la Tierra, porque no están subordinados al capricho de los intereses materiales y del amor propio.”

298. Las almas que deben unirse, ¿están predestinadas para esa unión desde su origen? Cada uno de nosotros, ¿posee en alguna parte del universo su mitad, con la cual se reunirá necesariamente algún día? 
“No, no existe la unión particular y fatal de dos almas. La unión existe entre todos los Espíritus, aunque en grados diferentes según la categoría que ocupen, es decir, de acuerdo con la perfección que hayan alcanzado: cuanto más perfectos son, más unidos están. De la discordia nacen todos los males de los humanos. De la concordia resulta la dicha completa.”

299. ¿En qué sentido debe entenderse la palabra mitad, de la que algunos Espíritus se sirven para designar a los Espíritus que simpatizan mutuamente?
“La expresión es inexacta. Si un Espíritu fuese la mitad de otro, separado de él, estaría incompleto.” 

300. Dos Espíritus que simpatizan por completo, cuando se han reunido, ¿lo hacen para siempre, o bien pueden separarse y unirse a otros Espíritus?
“Todos los Espíritus están unidos entre sí. Me refiero a los que llegaron a la perfección. En las esferas inferiores, cuando un Espíritu se eleva ya no siente la misma simpatía por los que ha dejado.”

301. Dos Espíritus que simpatizan, ¿se complementan mutuamente, o bien esa simpatía es el resultado de una identidad absoluta?
“La simpatía que atrae a un Espíritu hacia otro resulta de la absoluta concordancia de sus inclinaciones, de sus instintos. Si un Espíritu tuviera que completar a otro, perdería su individualidad.”

302. La identidad necesaria para que se establezca una simpatía absoluta, ¿sólo consiste en la similitud de pensamientos y sentimientos, o también en la uniformidad de los conocimientos adquiridos?
“En la igualdad de los grados de elevación.”

303. Los Espíritus que hoy no simpatizan, ¿podrán hacerlo más tarde?
“Sí, todos lo harán. Así, el Espíritu que hoy se encuentra en una esfera inferior, al perfeccionarse llegará a la esfera donde reside el otro. Su encuentro tendrá lugar con mayor rapidez si el Espíritu más elevado no soporta las pruebas a que se lo somete, pues permanecerá en el mismo estado.” 

[303a] - Dos Espíritus que simpatizan, ¿pueden dejar de hacerlo?
“Sin duda, en caso de que uno de ellos sea perezoso.”

La teoría de las mitades eternas es un símbolo que describe la unión de dos Espíritus que simpatizan. Se trata de una expresión empleada incluso en el lenguaje común, que no hay que tomar al pie de la letra. Los Espíritus que se valieron de ella no pertenecen, de seguro, al orden más elevado. El ámbito de sus ideas es necesariamente limitado, y expresaron su pensamiento con los términos que habrían empleado durante su vida corporal. Es preciso rechazar, pues, la idea de que existen Espíritus que han sido creados el uno para el otro y que un día habrán de reunirse fatalmente en la eternidad, tras haber estado separados durante un lapso más o menos prolongado. 


Recuerdo de la existencia corporal
304. El Espíritu, ¿recuerda su existencia corporal?
“Sí, es decir que, dado que ha vivido muchas veces como hombre, recuerda lo que fue, y te aseguro que a veces se sonríe con compasión de sí mismo.”

Como el hombre que alcanzó la edad de la razón se ríe de las locuras de su juventud o de las puerilidades de su infancia.

305. El recuerdo de la existencia corporal, ¿se presenta al Espíritu de una manera completa y repentina, después de la muerte?
“No, le vuelve poco a poco, como algo que sale de la niebla, y a medida que fija en ella su atención.”

306. El Espíritu, ¿recuerda en detalle todos los acontecimientos de su vida? ¿Abarca el conjunto de ellos con una mirada retrospectiva?
“Se acuerda de las cosas en virtud de las consecuencias que ellas ejercen en su estado de Espíritu. No obstante, comprenderás que hay circunstancias de su vida a las que no concede la menor importancia, y de las cuales ni siquiera intenta acordarse.”

[306a] - ¿Podría recordarlas, si lo quisiera?
“Puede recordar los detalles e incidentes más pequeños, ya sea de los acontecimientos o incluso de sus pensamientos. Sin embargo, si no resulta útil no lo hace.”

[306b] - ¿Entrevé el objetivo de la vida terrenal en relación con la vida futura?
“De seguro lo ve y lo comprende mucho mejor que en la vida del cuerpo. Comprende la necesidad de purificarse para llegar a lo infinito, y sabe que en cada existencia se libera de algunas impurezas.” 

307. ¿De qué modo la vida pasada vuelve a la memoria del Espíritu? ¿Será mediante un esfuerzo de su imaginación, o como un cuadro que se le presenta ante los ojos?
“De las dos maneras. Los hechos que le interesa recordar existen para él como si estuvieran presentes. Los demás permanecen en su pensamiento con cierta imprecisión, o son olvidados por completo. Cuanto más desmaterializado se encuentre, menos importancia concederá a las cosas materiales. A menudo tú evocas a un Espíritu errante que acaba de dejar la Tierra y que no se acuerda de los nombres de las personas que amaba, ni de muchos detalles que a ti te parecen importantes. Él se preocupa poco por esas cuestiones, que caen en el olvido. En cambio, se acuerda muy bien de los hechos principales que lo ayudan a mejorar.”

308. El Espíritu, ¿recuerda todas las existencias que precedieron a la última que acaba de dejar?
“Todo su pasado se despliega ante él, como las etapas que ha recorrido el viajero. Sin embargo, como ya hemos dicho, no recuerda de modo absoluto la totalidad de los hechos. Sólo los recuerda en virtud de la influencia que han ejercido sobre su estado presente. En cuanto a las primeras existencias, aquellas que se pueden considerar como la infancia del Espíritu, se diluyen en la imprecisión y desaparecen en la noche del olvido.”

309. ¿Cómo considera el Espíritu al cuerpo que acaba de dejar?
“Como una prenda desagradable que le molestaba. Por eso se siente feliz de habérsela quitado.”

[309a] - ¿Qué sentimiento experimenta al ver su cuerpo en descomposición?
“Casi siempre de indiferencia, como ante algo que ya no le interesa.”

310. Al cabo de cierto lapso, ¿reconoce el Espíritu los huesos u otros objetos que le han pertenecido?
“A veces. Eso depende de la elevación del punto de vista desde el cual considera las cosas terrenales.”

311. El respeto que se profesa por las cosas materiales que pertenecieron al Espíritu, ¿llama su atención sobre dichos objetos? El Espíritu, ¿ve ese respeto con placer?
“El Espíritu siempre se siente feliz cuando se acuerdan de él. Las cosas que le pertenecieron avivan en vosotros su recuerdo. Sin embargo, es vuestro pensamiento el que lo atrae, y no esos objetos.”

312. Los Espíritus, ¿conservan el recuerdo de los padecimientos que han soportado durante su última existencia corporal?
“A menudo lo conservan. Ese recuerdo les hace apreciar mejor el valor de la felicidad de que pueden disfrutar como Espíritus.”

313. El hombre que en este mundo ha sido feliz, ¿echa de menos los goces que perdió al dejar la Tierra?
“Sólo los Espíritus inferiores pueden echar de menos las alegrías inherentes a la impureza de su naturaleza, que ellos expían mediante sus padecimientos. Para los Espíritus elevados la dicha eterna es mil veces preferible a los placeres efímeros de la Tierra.”

Tal como el hombre adulto que desprecia aquello que constituía las delicias de su infancia.

314. Aquel que había dado comienzo a importantes obras con un objetivo útil, que quedaron interrumpidas por la muerte, ¿se lamenta en el otro mundo de haberlas dejado inconclusas?
“No, porque ve que otros están destinados a terminarlas. Por el contrario, trata de influir en otros Espíritus humanitarios para que las continúen. Su objetivo en la Tierra era el bien de la humanidad, y sigue siendo el mismo en el mundo de los Espíritus.”

315. Aquel que creó obras de arte o literarias, ¿conserva al dejarlas el amor que les profesaba en vida?
“Conforme a su elevación las juzga desde otro punto de vista, y a menudo critica lo que más admiraba.”

316. El Espíritu, ¿continúa interesado en las obras que se realizan en la Tierra a favor del progreso de las artes y las ciencias?
“Eso depende de su elevación o de la misión que tal vez tenga que cumplir. Lo que a vosotros os parece magnífico suele ser muy poca cosa para algunos Espíritus. Las admiran como el sabio admira la tarea de un escolar. Examinan lo que prueba la elevación de los Espíritus encarnados y sus progresos.

317. Después de la muerte, ¿conservan los Espíritus el amor a la patria?
“El principio siempre es el mismo: para los Espíritus elevados la patria es el universo. En la Tierra, es el lugar donde se encuentra la mayor cantidad de personas con las que simpatizan.” 

La situación de los Espíritus y su modo de ver las cosas varían hasta lo infinito en virtud de su grado de desarrollo moral e intelectual. Por lo general, los Espíritus de un orden elevado sólo permanecen en la Tierra por poco tiempo. Todo lo que se hace en este mundo es tan mezquino en comparación con las grandezas de lo infinito; las cosas a las cuales los hombres otorgan más importancia son tan pueriles para los Espíritus, que estos encuentran aquí pocas razones para sentirse atraídos, a menos que se los haya convocado para cooperar en el progreso de la humanidad. Los Espíritus de un orden intermedio vienen a la Tierra con mayor frecuencia, aunque consideran las cosas desde un punto de vista más elevado que cuando estaban vivos. Los Espíritus vulgares, en cierto modo, están asentados aquí, y constituyen el conjunto de la población circundante del mundo invisible. Han conservado con escasas variantes las mismas ideas, los mismos gustos y las mismas inclinaciones que cuando tenían la envoltura corporal. Se entrometen en nuestras reuniones, en nuestros asuntos y entretenimientos, en los que toman parte más o menos activa, según su carácter. Como no pueden satisfacer sus pasiones, gozan junto con los que se entregan a ellas, y los incitan a hacerlo(7). No obstante, entre esos Espíritus los hay más serios, que ven y observan para instruirse y perfeccionarse.

(7) Obsesiones originadas por afinidad de vicios, de las cuales dan prueba los tratamientos espíritas que se realizan en hospitales y centros. [N. de J. H. Pires.]

318. Las ideas de los Espíritus, ¿se modifican en el estado errante?
“Mucho. Sufren grandes modificaciones a medida que el Espíritu se desmaterializa. A veces esta conserva durante largo tiempo las mismas ideas, pero poco a poco la influencia de la materia disminuye y ve las cosas con más claridad. En ese caso, busca los medios para mejorar.”

319. Puesto que el Espíritu ya ha vivido la vida espírita antes de su encarnación, ¿a qué se debe su sorpresa cuando vuelve a ingresar en el mundo de los Espíritus?
“No es más que el efecto de los primeros momentos y de la turbación que sigue al despertar. Más tarde, el Espíritu se reconoce por completo, a medida que vuelve a él el recuerdo del pasado y se desvanece la impresión de la vida terrenal.” 


Conmemoración de los muertos. 
Funerales
320. Los Espíritus, ¿son sensibles al recuerdo que de ellos conservan quienes los amaron en la Tierra?
“Mucho más de lo que creéis. Ese recuerdo aumenta su felicidad, si son dichosos. Si son desgraciados, constituye para ellos un alivio.”

321. El día de la conmemoración de los muertos, ¿tiene algo que lo haga más solemne para los Espíritus? ¿Se preparan para visitar a los que concurren a orar ante sus restos?
“Los Espíritus acuden al llamado del pensamiento, ese día como cualquier otro.”

[321a] - Ese día, ¿es para ellos motivo de una cita junto a sus sepulturas?
“Ese día acuden en mayor número, porque allí hay más personas que los llaman. No obstante, cada Espíritu concurre por sus amigos y no por la multitud de los que le son indiferentes.”

[321b] - ¿Con qué forma van a sus sepulturas? ¿Cómo los veríamos si pudieran hacerse visibles?
“Con la forma con que se los conoció en vida.” 

322. Los Espíritus olvidados, ¿van a sus tumbas, aunque nadie vaya a visitarlas? ¿Sienten pena al ver que ningún amigo se acuerda de ellos?
“¿Qué les importa la Tierra? Sólo estamos ligados a ella por el corazón. Si allí no hay amor, ya nada retiene al Espíritu: tiene para él todo el universo.”

323. La visita a la tumba, ¿le proporciona al Espíritu mayor satisfacción que una oración hecha en casa?
“La visita a la tumba es una manera de dar a conocer que se piensa en el Espíritu ausente. Es la representación de ese pensamiento. Ya os dije que lo que santifica el acto del recuerdo es la oración. Poco importa el lugar, si esta se hace con el corazón.”

324. Los Espíritus de las personas a quienes se erigen estatuas o monumentos, ¿van a esa especie de inauguración de estos, y los miran con satisfacción?
“Muchos van cuando pueden. Sin embargo, son menos sensibles a los actos que se celebran en su honor que al recuerdo que se guarda de ellos.”

325. ¿A qué se debe que ciertas personas deseen ser sepultadas en un lugar antes que en otro? ¿Regresan a él con mayor agrado después de su muerte? Esa importancia que se concede a algo material, ¿es un signo de inferioridad en el Espíritu?
“Apego del Espíritu por ciertos lugares: inferioridad moral. Para un Espíritu elevado, ¿qué significa un pedazo de tierra más que otro? ¿No sabe que su alma se reunirá con los que ama, aunque sus huesos estén en otro lugar?”

[325a] - La reunión de los despojos mortales de los miembros de una misma familia, ¿debe considerarse como algo fútil?
“No. Se trata de una costumbre piadosa y un testimonio de afecto hacia aquellos a quienes se amó. Si bien esa reunión importa poco a los Espíritus, es útil a los hombres, pues los recuerdos se concentran mejor.”

326. El alma, al retornar a la vida espiritual, ¿es sensible a los honores que se rinden a sus despojos mortales?
“Cuando el Espíritu llegó a cierto grado de perfección, ya no tiene la vanidad terrenal y comprende la futilidad de todas esas cosas. No obstante, debes saber que suele haber Espíritus que, en los primeros momentos que siguen a su muerte material, experimentan un gran placer con los honores que se les rinden, o se disgustan por el descuido de sus envolturas, puesto que aún conservan algunos de los prejuicios de la Tierra.”

327. El Espíritu, ¿asiste a su funeral?
“Asiste muy a menudo. No obstante, si todavía se encuentra en estado de turbación, a veces no se percata de lo que sucede.”

[327a] - ¿Lo halaga la presencia de los que concurren a su funeral?
“Es relativo. Depende del sentimiento que anime a la concurrencia.”

328. El Espíritu del que acaba de morir, ¿asiste a las reuniones de sus herederos?
“Casi siempre. Dios lo quiere así, tanto para su instrucción como para castigo de los culpables. Allí juzga el valor que tenían las promesas de sus herederos. Todos los sentimientos quedan descubiertos ante él, y la desilusión que experimenta al ver la rapacidad de los que se reparten sus bienes, lo instruye acerca de esos sentimientos. No obstante, a ellos también habrá de llegarles su turno.” [Ver reflexión al final de este artículo]

329. El respeto instintivo que el hombre, en todas las épocas y en todos los pueblos, manifiesta por los muertos, ¿es un efecto de la intuición que tiene de la existencia futura?
“Es su consecuencia natural. De lo contrario, ese respeto no tendría objeto(8).”

(8) Como se ve, el respeto por los muertos no representa sólo una costumbre. Es un deber de fraternidad, que la conciencia guarda y del que nos alerta. Por muy malo que el difunto haya sido no tenemos derecho de aumentar su suplicio con nuestras vibraciones agresivas. La caridad nos ordena olvidar el mal y recordar el bien, pues sólo así ayudaremos al Espíritu desencarnado a superar sus faltas y esforzarse por evolucionar. Si pensamos y hablamos mal de él únicamente podemos perjudicarlo, irritarlo e incluso volverlo contra nosotros. [N. de J. H. Pires.]


Reflexión sobre si Dios impone, premia, castiga, etc.
No es que Dios personalmente imponga, premie, castigue, etc., no, son figuras alegóricas. Él tiene sus leyes, y si las incumplimos, la culpa es nuestra. Por consiguiente, las imposiciones, premios,  castigos, etc. son el resultado de infringir sus leyes, sirviéndose de diversos instrumentos para que suframos su incumplimiento. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de las infracciones que cometemos contra las leyes de Dios, ya que toda acción tiene su reacción por la Ley de Causa y Efecto.


AMOR, CARIDAD y TRABAJO







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