Los milagros según el espiritismo






LOS MILAGROS SEGÚN EL ESPIRITISMO




La Génesis de Allan Kardec
Capítulo XIII
Caracteres de los milagros

LOS MILAGROS EN EL SENTIDO TEOLÓGICO

1. – En su acepción etimológica, la palabra milagro (de mirari, admirar) significa: admirable, cosa extraordinaria, sorprendente. La Academia define esta palabra como: Un acto del poder divino contrario a las leyes conocidas de la Naturaleza.

En su acepción usual, esta palabra como tantas otras ha perdido su significado primitivo. De general que era, se ha circunscripto a un orden particular de hechos. En el pensamiento de las masas, un milagro implica la idea de un hecho sobrenatural; en el sentido teológico, es una derogación de las leyes de la Naturaleza, por cuyo medio manifiesta Dios su poder. Tal es, en efecto, la acepción vulgar convertida en sentido propio, y sólo es por comparación y por metáfora que es aplicado a las circunstancias comunes de la vida.

Uno de los caracteres del milagro, propiamente dicho, es de ser inexplicable, por lo mismo que se verifica fuera de las leyes naturales; y tal es la idea que se une a él, que, si llega a encontrarse la explicación de un hecho milagroso, se dice que ya no es milagro, por sorprendente que sea. Lo que hace, para la Iglesia, el mérito de los milagros es precisamente su origen sobrenatural, y la imposibilidad de explicarlos; ella se encuentra tan fuertemente aferrada sobre este punto que toda asimilación de los milagros a los fenómenos de la Naturaleza se considera un acto de herejía, y un atentado contra la fe: que ella excomulgó, e inclusive quemó a personas que no quisieron creer en ciertos milagros.

Otro carácter del milagro es el de ser insólito, aislado y excepcional; desde el momento que un fenómeno se reproduce, sea espontáneamente, sea por un acto de la voluntad, significa que está sujeto a una ley, y desde entonces, que esta ley sea conocida o no, no puede ser un milagro.

2. – A los ojos de los ignorantes, la ciencia hace milagros cada día. Que un hombre realmente muerto sea devuelto a la vida por una intervención divina, constituiría un verdadero milagro, porque ese es un hecho contrario a las leyes de la Naturaleza. Pero si este hombre solo tiene las apariencias de la muerte, y si hay en él un resto de vitalidad latente, y que la ciencia, o una acción magnética, venga a reanimarlo, para las personas esclarecidas es un fenómeno natural, pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho pasará por milagroso. Que en medio de ciertos campesinos un físico lance un papagayo eléctrico y haga caer el rayo sobre el árbol, ese nuevo Prometeo será, mirado ciertamente, como armado de un poder diabólico; pero Josué, deteniendo el movimiento del Sol, o el de la Tierra, admitiendo el hecho, he aquí el verdadero milagro, porque no existe ningún magnetizador dotado de un poder tan grande para producir tal prodigio.

Los siglos de ignorancia fueron fecundos en milagros, porque todo fenómeno cuya causa era desconocida pasaba por sobrenatural. A medida que la ciencia reveló nuevas leyes, el círculo de lo maravilloso fue restringido; pero como no había explorado todo el campo de la Naturaleza, quedaba todavía una parte bastante grande a lo maravilloso.

3. – Lo maravilloso, expulsado del dominio de la materialidad por la ciencia, se atrincheró en el de la espiritualidad, que fue su último refugio. El Espiritismo, al demostrar que el elemento espiritual es una de las fuerzas vivas de la Naturaleza, fuerza que actúa incesantemente en conjunción con la fuerza material, hizo entrar de nuevo los fenómenos que resaltan de ella en el círculo de los efectos naturales, porque, como los otros, están sometidos a leyes. Si lo maravilloso es expulsado de la espiritualidad, ya no tiene razón de ser y sólo entonces se podía decir que pasó el tiempo de los milagros. (Cap. I, N° 18).


EL ESPIRITISMO NO HACE MILAGROS

4. – El Espiritismo viene a su vez a hacer lo que cada ciencia hizo en su advenimiento: revelar nuevas leyes y explicar, por consiguiente, los fenómenos que son de la alzada de esas leyes.

Estos fenómenos, es verdad, se refieren a la existencia de los Espíritus y a su intervención en el mundo material; más está ahí, y se dice así, a lo que es sobrenatural. Pero, entonces, sería necesario probar que los Espíritus, y sus manifestaciones, son contrarias a las leyes de la Naturaleza; que eso no es ni puede ser una de sus leyes.

El Espíritu no es otra cosa que el alma que sobrevive al cuerpo; es el ser principal porque no muere, mientras que el cuerpo sólo es un accesorio que se destruye. Su existencia es, pues, tan natural después como durante la encarnación; está sometida a las leyes que rigen el principio espiritual como el cuerpo está sometido a las leyes que rigen el principio material; pero como estos dos principios tienen una afinidad necesaria, y cómo reaccionan constantemente uno sobre el otro, que, de su acción simultánea, resultan el movimiento y la armonía del conjunto, se deduce que la espiritualidad y la materialidad son dos partes de un mismo todo, tan naturales una como otra, y que la primera no es una excepción, una anomalía en el orden de las cosas.

5. – Durante su encarnación, el Espíritu actúa sobre la materia por intermedio de su cuerpo fluídico o periespíritu: lo mismo sucede fuera de la encarnación. Hace como Espíritu y en la medida de su capacidad, lo que hacía como hombre; como no tiene ya su cuerpo carnal por instrumento, se sirve, cuando es necesario, de los órganos materiales de un encarnado, el cual se convierte en lo que se llama médium. Hace como quien, no pudiendo escribir por sí mismo, toma prestada la mano de un secretario; o que no conociendo un idioma, se vale de un intérprete. Un secretario, un intérprete son los médiums de un encarnado, así como el médium es el secretario o el intérprete de un Espíritu.

6. – El medio en el cual actúan los Espíritus, y los medios de ejecución, no siendo los mismos que en el estado de encarnación, los efectos son diferentes. Estos efectos parecen sobrenaturales porque son producidos con la ayuda de agentes que no son de los que nos servimos; pero desde el momento en que esos agentes están en la Naturaleza, y que los hechos de las manifestaciones se cumplen en virtud de ciertas leyes, nada hay de sobrenatural ni de maravilloso. Antes que se conociesen las propiedades de la electricidad, los fenómenos eléctricos pasaban por prodigios a los ojos de ciertas personas; pero, desde que la causa de ellos fue conocida, lo maravilloso desapareció. Ocurre lo mismo con los fenómenos espíritas, que no salen más del orden de las leyes naturales que los fenómenos eléctricos, acústicos, luminosos y otros, que fueron la fuente de una multitud de creencias supersticiosas.

7. – Sin embargo, se dirá: admitís que un Espíritu pueda levantar una mesa y sostenerla en el aire sin punto de apoyo; ¿eso no es una derogación de la ley de gravedad? –Sí, de la ley conocida; pero ¿se conocen todas las leyes? Antes que se hubiera experimentado la fuerza ascensional de ciertos gases ¿quién diría que un aparato pesado, llevando varios hombres, podría vencer a la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo ¿no debería parecer esto algo maravilloso, diabólico? Aquel que propusiese, hace un siglo, transmitir un despacho a quinientas leguas y recibir su respuesta en algunos minutos, habría pasado por un loco; si lo hiciese, se creería que tenía el diablo a sus órdenes, porque, entonces, sólo el diablo era capaz de andar tan de prisa; y, sin embargo, hoy, no sólo se reconoce posible sino que parece muy natural. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido no tendría la propiedad, en determinadas circunstancias, de contrabalancear el efecto de la gravedad, como el hidrógeno contrabalancea el peso del globo? Fue, en efecto, lo que ocurrió en el caso de que se trata. (El libro de los Médiums, Cap. IV.)

8. – Los fenómenos espíritas, estando en la Naturaleza, se produjeron en todos los tiempos; pero precisamente como su estudio no podía realizarse con los medios materiales de que dispone la ciencia vulgar, permanecieron por mucho más tiempo que otros en el dominio de lo sobrenatural, de donde el Espiritismo los hace salir hoy.

Lo sobrenatural, basado sobre apariencias no explicadas, deja libre curso a la imaginación, que vagando en lo desconocido, da nacimiento, entonces, a las creencias supersticiosas. Una explicación racional, basada en las leyes de la Naturaleza, trayendo al hombre al terreno de la realidad, pone coto a los extravíos de la imaginación, y destruye las supersticiones. Lejos de extender el dominio de lo sobrenatural, el Espiritismo lo restringe hasta sus últimos límites y le quita su último baluarte. Si hace creer en la posibilidad de ciertos hechos, impide creer en muchos otros, porque demuestra, en el ámbito de la espiritualidad, como la ciencia, en círculo de la materialidad, lo que es posible y lo que no lo es. No obstante, como no tiene la pretensión de tener la última palabra en todas las cosas, ni siquiera en aquellas que son de su competencia, no se presenta como regulador absoluto de lo posible, y lleva en cuenta conocimientos que reserva para el porvenir.

9. – Los fenómenos espíritas consisten en los diferentes modos de manifestación del alma, o Espíritu, sea durante la encarnación, sea en el estado de erraticidad. Es por sus manifestaciones que el alma revela su existencia, su sobrevivencia y su individualidad; se la juzga por sus efectos; y siendo la causa natural, el efecto lo es también. Esos efectos son el objeto especial de las investigaciones y de los estudios del Espiritismo, para llegar al conocimiento, tan completo como sea posible, de la naturaleza y de los atributos del alma, así como las leyes que rigen el principio espiritual.

10. – Para los que niegan la existencia del principio espiritual independiente, y, por consecuencia, el del alma individual y sobreviviente, toda la Naturaleza está en la materia tangible; todos los fenómenos que se relacionan con la espiritualidad son, a sus ojos, sobrenaturales, y, por consecuencia, quiméricos; no admitiendo la causa, no pueden admitir el efecto; y cuando los efectos son patentes, los atribuyen a la imaginación, a la ilusión, a la alucinación, y se niegan a profundizarlos; de ahí, en ellos, una opinión preconcebida que los hace incapaces para juzgar sanamente el Espiritismo, porque parten del principio de la negación de todo lo que no es material.

11. – De que el Espiritismo admita los efectos que son consecuencia de la existencia del alma, no se sigue que acepte todos los efectos calificados de maravillosos, ni que trate de justificarlos y acreditarlos; que sea el campeón de todos los soñadores, de todas las utopías y de todas las excentricidades sistemáticas, de todas las leyendas milagrosas; sería necesario conocerlo muy poco para pensar así. Sus adversarios creen oponerle un argumento irrefutable, cuando, después de haber hecho eruditas investigaciones sobre los convulsionarios de Saint-Medard, los calvinistas de Cévennes o los religiosos de Loudun, llegaron a descubrir hechos evidentes de fraude que nadie niega; pero ¿son acaso esas historias el evangelio del Espiritismo? ¿Han negado acaso sus partidarios que el charlatanismo haya explotado ciertos hechos para su provecho; que la imaginación los haya creado; y que el fanatismo los haya exagerado mucho? Él no es solidario con las extravagancias que se puedan cometer en su nombre, como la verdadera ciencia no lo es con respecto a los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión en cuanto a los excesos del fanatismo. Muchos críticos no juzgan al Espiritismo sino por los cuentos de hadas y las leyendas populares, que son meras ficciones de él; pero es como juzgar a la historia por las novelas históricas o por las tragedias.

12. – Los fenómenos espíritas son, las más de las veces, espontáneos y se producen sin ninguna idea preconcebida entre personas que menos piensan en ellos; en ciertas circunstancias, pueden ser provocadas por agentes designados con el nombre de médiums; en el primer caso, el médium es inconsciente, de lo que se produce por su intermedio; en el segundo actúa con conocimiento de causa: de ahí la distinción de médiums conscientes y de médiums inconscientes. Estos últimos son los más numerosos y a menudo se encuentran entre los incrédulos más obstinados, que hacen así Espiritismo, sin saberlo y sin quererlo. Los fenómenos espontáneos tienen, por esto mismo, una importancia capital, porque no se puede sospechar de la buena fe de quienes los obtienen. Lo mismo ocurre con el sonambulismo que, en ciertos individuos, es natural e involuntario, y en otros, provocado por la acción magnética.(1)

(1) El libro de los Médiums, Cap. V. – Revista Espírita; ejemplos: diciembre de 1865, página 370; – agosto de 1865, página 231.

Pero que estos fenómenos sean o no el resultado de un acto de la voluntad, la causa primera es exactamente la misma y en nada se aparta de las leyes naturales. Por tanto, los médiums no producen absolutamente nada sobrenatural; y, por consecuencia, no hacen ningún milagro; las mismas curaciones instantáneas no son más milagrosas que los otros efectos, porque son debidas a la acción de un agente fluídico haciendo el papel de agente terapéutico, cuyas propiedades no son menos naturales por haber sido desconocidas hasta ahora. El epíteto de taumaturgo, dado a ciertos médiums por la crítica ignorante de los principios del Espiritismo, es así enteramente inapropiado. La calificación de milagros dada, por comparación, a ciertas especies de fenómenos, solo puede inducir en error sobre su verdadero carácter.

13. – La intervención de inteligencias ocultas en los fenómenos espíritas, no hace a éstos más milagrosos que todos los demás fenómenos debidos a agentes invisibles, porque estos seres ocultos que pueblan los espacios son una de las potencias de la Naturaleza, fuerza cuya acción es incesante sobre el mundo material, como sobre el mundo moral.

El Espiritismo, esclareciéndonos sobre esta fuerza, nos da la clave de muchas cosas no explicadas, e inexplicables, de cualquier otro modo y que han podido, en tiempos remotos, pasar por prodigios; revela, cómo el magnetismo, una ley si bien no desconocida, al menos mal comprendida; o, por mejor decir, se conocían los efectos porque se produjeron en todos los tiempos, pero no se conocía la ley, y fue la ignorancia de esta ley que engendró la superstición. Una vez conocida, esta ley, desaparece lo maravilloso y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí por qué los espíritas no hacen más milagros haciendo girar una mesa, o haciendo escribir a los muertos, que el médico haciendo revivir a un moribundo, o un físico provocando la descarga de un rayo. Quien pretendiese, con la ayuda de esta ciencia hacer milagros, sería o un ignorante de la cosa, o un impostor.

14. – Puesto que el Espiritismo repudia toda pretensión a las cosas milagrosas, fuera de él ¿hay milagros en la usual acepción de la palabra? Digamos primero que, entre los hechos considerados milagrosos que ocurrieron antes del advenimiento del Espiritismo, y que ocurren aún en nuestros días, la mayor parte, cuando no todos, encuentran su explicación en las nuevas leyes que vino a revelar; estos hechos entran aunque bajo otro nombre, en el orden de los fenómenos espíritas, y, como tales, no tienen nada de sobrenatural. Entiéndase bien que aquí sólo se trata de hechos auténticos, y no de los que, con el nombre de milagros, son producto de una indigna charlatanería, con vistas a explotar la credulidad; no más que de ciertos hechos legendarios que pudieran tener, en su origen, un fondo de verdad, pero la superstición amplió hasta lo absurdo. Sobre estos hechos es que el Espiritismo viene a arrojar luz, suministrando los medios de separar el error de la verdad.


¿DIOS HACE MILAGROS?

15. – En cuanto a los milagros propiamente dichos, como nada es imposible para Dios, sin duda puede hacerlos; pero ¿los hace? En otros términos ¿deroga las leyes que estableció? No corresponde al hombre prejuzgar los actos de la Divinidad y subordinarlos a la debilidad de su entendimiento. Sin embargo, tenemos como criterio de nuestro juicio, con respecto a las cosas divinas, los atributos de Dios. Al soberano poder u omnipotencia une la soberana sabiduría, de donde es preciso concluir que nada inútil hace.

¿Por qué, pues, haría milagros? Para dar una prueba de su poder, se dice, pero ¿el poder de Dios no se manifiesta, de manera mucho más impresionante, por el conjunto grandioso de las obras de la Creación, por la sabiduría previsora que preside a sus partes más ínfimas como las más grandes, y por la armonía de las leyes que rigen el Universo, que por algunas pequeñas y pueriles derogaciones que todos los prestidigitadores saben imitar? ¿Qué se diría de un sabio mecánico que, para probar su habilidad, descompusiera el reloj que hubiese construido, obra maestra de la ciencia, a fin de demostrar que sabe deshacer lo que ha hecho? Por el contrario ¿su saber no surge de la regularidad y precisión de los movimientos?

La cuestión de los milagros, propiamente dichos, no es, pues, de la competencia del Espiritismo; pero, apoyándose en el razonamiento: que Dios no hace nada inútil, emite esta opinión que: No siendo los milagros necesarios para la glorificación de Dios, nada, en el Universo, se desvía de las leyes generales. Dios no hace milagros, porque siendo sus leyes perfectas, no tiene necesidad de derogarlas. Si hay hechos que no comprendemos, es porque nos faltan aún los conocimientos necesarios.

16. – Admitiendo que Dios haya podido, por razones que no podemos apreciar, derogar accidentalmente las leyes que él mismo estableció, estas leyes no serían ya inmutables; pero al menos es racional pensar que sólo Él tiene ese poder; no se podría admitir, sin negarle la omnipotencia, que sea dado al Espíritu del mal deshacer la obra de Dios, haciendo, por su parte, prodigios capaces de seducir a sus mismos escogidos, lo que implicaría la idea de un poder igual al suyo. Es, sin embargo, esto lo que se enseña. Si Satanás tiene el poder de interrumpir el curso de las leyes naturales, que son la obra divina, sin el permiso de Dios, será el más poderoso que Dios: entonces Dios no posee la omnipotencia; si Dios le delega ese poder, como se pretende, para inducir más fácilmente a los hombres al mal, Dios no es más la soberana bondad. En ambos casos resulta la negación de uno de los atributos sin los cuales, Dios no sería Dios.

La Iglesia también distingue los buenos milagros, que vienen de Dios, de los malos milagros que vienen de Satanás; pero ¿cómo diferenciarlos? Que un milagro sea satánico o divino, eso no sería menos una derogación a las leyes que emanan sólo de Dios; si un individuo es curado por un supuesto milagro, sea hecho por Dios o por Satanás, con eso, no ha sido menos curado. Es necesario tener una idea muy pobre de la inteligencia humana para esperar que semejantes doctrinas puedan ser aceptadas en nuestros días.

Reconocida la posibilidad de ciertos hechos tenidos por milagrosos, es necesario concluir de esto que, cualquiera que sea la fuente que se les atribuya, son efectos naturales de los cuales Espíritus o encarnados pueden usar, como de todo, como de su propia inteligencia y de sus conocimientos científicos, para el bien o para el mal, según su bondad o su perversidad. Un ser perverso, aprovechando su saber, puede hacer cosas que pasen por prodigios a los ojos de los ignorantes; pero cuando esos efectos tienen por resultado, un bien cualquiera, sería ilógico atribuirles un origen diabólico.

17. – Mas se dice, la religión se apoya sobre hechos que no son ni explicados ni explicables. Inexplicados, tal vez; inexplicables, ya es otra cosa: ¿Se sabe algo sobre los descubrimientos y los conocimientos que nos reserva el futuro? Sin hablar del milagro de la Creación, que es sin duda alguna el mayor de todos, y que hoy entró en el dominio de la ley Universal, ¿acaso no se ven ya reproducirse bajo el imperio del magnetismo, del sonambulismo y del Espiritismo, los éxtasis, las visiones, las apariciones, la visión a distancia, las curaciones instantáneas, el éxtasis, las comunicaciones orales y de otras con los seres del mundo invisible, fenómenos conocidos desde tiempos inmemoriales, considerados antaño como maravillosos, y que hoy se ha demostrado que pertenecen al orden de las cosas naturales, según la ley constitutiva de los seres? Los libros sagrados están llenos de hechos de este género, calificados de sobrenaturales; pero, como se encuentran análogos y más maravillosos aún, en todas las religiones paganas de la antigüedad, si la verdad de una religión dependiese del número y de la naturaleza de estos hechos, no se sabe mucho la que debía prevalecer.


LO SOBRENATURAL Y LAS RELIGIONES

18. – Pretender que lo sobrenatural sea el fundamento necesario de toda religión, que sea la llave de la bóveda del edificio cristiano, es sostener una tesis peligrosa; si se hacen descansar las bases del cristianismo sobre la base de lo maravilloso únicamente, se le da un apoyo muy frágil del que cada día se desprenden piedras. Esta tesis, de la cual teólogos eminentes se han hecho defensores, conduce directamente a esta conclusión: que, dentro de cierto tiempo, no habrá más religión posible ni siquiera la religión cristiana, si lo que es considerado sobrenatural fuese demostrado como natural; pues, será en vano amontonar argumentos y aun así no será posible sostener la creencia de que un hecho sea milagroso, cuando está probado que no lo es; pues bien, la prueba de que un hecho no es una excepción, en las leyes naturales, es cuando puede ser explicado por esas mismas leyes, y que,  pudiéndose reproducir por intermedio de cualquier individuo, cesa de ser privilegio de los santos. No es lo sobrenatural lo que las religiones necesitan, más bien el principio espiritual que se confunde por error con lo maravilloso, y sin el cual no hay religión posible.

El Espiritismo considera a la religión cristiana desde un punto de vista más elevado; le da una base más sólida que los milagros, son las leyes inmutables de Dios, que rigen tanto al principio espiritual como al principio material; esta base desafía al tiempo y a la ciencia, porque el tiempo y la ciencia vendrán a sancionarla.

Dios no es menos digno de nuestra admiración, de nuestro reconocimiento, de nuestro respeto, por no haber derogado sus leyes, grandes sobre todo por su inmutabilidad. Ellas no tienen necesidad de lo sobrenatural para rendir a Dios el culto que le es debido. ¿Acaso no es la Naturaleza bastante imponente por sí misma, que sea preciso agregar algo para probar el poder supremo? La religión encontrará tantos menos incrédulos cuando, en todos los puntos, fuere sancionada por la razón. El cristianismo nada tiene que perder con esta sanción; al contrario, no puede, con eso, sino ganar. Si alguna cosa pudo perjudicarlo, en la opinión de ciertas personas, fue precisamente el abuso de lo maravilloso y de lo sobrenatural.

19. – Si se toma la palabra milagro en su acepción etimológica, en el sentido de cosa admirable, tendremos, sin cesar, milagros ante nuestros ojos; nosotros los aspiramos en el aire, los pisamos con nuestros pies, porque todo es milagro en la Naturaleza.

¿Se quiere dar al pueblo, a los ignorantes, a los pobres de espíritu una idea del poder de Dios? Es necesario mostrarles la sabiduría infinita que todo lo preside, en el admirable organismo de todo lo que vive, en la fructificación de las plantas, en la apropiación de todas las partes de cada ser a sus necesidades, según el medio donde está llamado a vivir; es necesario mostrarles la acción de Dios en la brizna de hierba, en la flor que se abre, en el Sol que todo lo vivifica; es necesario mostrarles su bondad en su solicitud por todas las criaturas, por ínfimas que sean, su previsión en la razón de ser de cada cosa, entre las que ninguna es inútil, del bien que resulta siempre de un mal aparente y momentáneo. Hacedles comprender, sobre todo, que el mal real es la obra del hombre y no de Dios; no procuréis amedrentarlos con el cuadro de las llamas eternas, en las cuales acaban por no creer y les hacen dudar de la bondad de Dios; por el contrario dadles valor con la certidumbre de poderse redimir un día y reparar el mal que hayan podido hacer; mostradles los descubrimientos de la ciencia como la revelación de las leyes divinas y no como la obra de Satanás, enseñadles, en fin, a leer en el libro de la Naturaleza, siempre abierto ante ellos; en este libro inagotable donde la sabiduría y la bondad del Creador están inscriptas en cada página; entonces comprenderán que un Ser tan grande, que se ocupa de todo, velando por todo, previéndolo todo, debe ser soberanamente poderoso. El labrador le verá en el surco que va trazando, y el infortunado le bendecirá en sus aflicciones, porque se dirá a sí mismo: Si soy infeliz, es por mi culpa. Entonces, serán los hombres verdaderamente religiosos, racionalmente religiosos sobre todo, mucho mejor que si creyesen en piedras que sudan sangre, o en estatuas que pestañean y vierten lágrimas.

  
AMOR, CARIDAD y TRABAJO







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