El pecado original según el espiritismo






EL PECADO ORIGINAL SEGÚN EL ESPIRITISMO







La Génesis de Allan Kardec
Capítulo XI
Raza adámica

De acuerdo con la enseñanza de los Espíritus, fue una de esas importantes inmigraciones, o si se prefiere, una de esas colonias de Espíritus provenientes de otra esfera, la que dio origen a la raza simbolizada en la persona de Adán, la cual por esa razón se denomina raza adámica. A su llegada a la Tierra, el planeta ya estaba poblado desde tiempos inmemoriales, como América cuando llegaron a ella los europeos.



El libro de los espíritus de Allan Kardec
Libro primero
Capítulo III
Poblamiento de la Tierra. Adán

50. La especie humana, ¿comenzó con un solo hombre?
No. Aquel a quien llamáis Adán no fue el primero ni el único que pobló la Tierra.

51. ¿Podemos saber en qué época vivió Adán?
Más o menos en la época que le asignáis: alrededor de 4000 años antes de Cristo.”

El hombre a quien la tradición ha conservado con el nombre de Adán fue uno de los que sobrevivieron, en una región, a algunos de los grandes cataclismos que en diversas épocas trastornaron la superficie del globo, y llegó a ser el tronco de una de las razas que hoy lo pueblan. Las leyes de la naturaleza no admiten que los progresos de la humanidad, comprobados mucho tiempo antes de Cristo, hayan podido realizarse en unos pocos siglos, como habría sucedido si el hombre sólo hubiese estado en la Tierra desde la época asignada a la existencia de Adán. Algunos consideran, con más razón, que Adán es un mito o una alegoría que personifica a las primeras edades del mundo.


Libro segundo
Capítulo primero
Progresión de los espíritus

122. ¿Cómo pueden los Espíritus, en su origen, cuando aún no tienen conciencia de sí mismos, tener la libertad de elegir entre el bien y el mal? ¿Hay en ellos un principio, alguna tendencia que los lleve en una dirección más que en otra?
El libre albedrío se desarrolla a medida que el Espíritu adquiere la conciencia de sí mismo. No habría libertad si la elección fuese determinada por una causa independiente de la voluntad del Espíritu. La causa no está en él, sino fuera de él, en las influencias a las cuales cede en virtud de su voluntad libre. Se trata de la gran alegoría de la caída del hombre y del pecado original: algunos cedieron a la tentación, otros resistieron.” 



La Génesis de Allan Kardec
Capítulo primero.
Caracteres de la revelación espírita

Sin la preexistencia del alma, la doctrina del pecado original no solamente sería inconciliable con la justicia de Dios, sino que haría a todos los hombres responsables de la falta de uno solo; sería un contrasentido, y tanto menos justificable porque el alma no existía en la época a la que se pretende hacer remontar su responsabilidad. En cambio, con la preexistencia y la reencarnación, el hombre trae al renacer el germen de sus imperfecciones pasadas, de los defectos de los que no se ha corregido, y que se traducen en sus instintos naturales, en sus inclinaciones hacia tal o cual vicio. Ese es su verdadero pecado original, cuyas consecuencias sufre naturalmente, pero con la diferencia capital de que lleva consigo la pena de sus propias faltas, y no la de las faltas cometidas por otros. Además, existe otra diferencia, al mismo tiempo consoladora, alentadora y soberanamente equitativa, según la cual cada existencia le ofrece los medios para redimirse a través de la reparación, así como para progresar, ya sea despojándose de alguna imperfección o adquiriendo nuevos conocimientos, hasta que, al hallarse suficientemente purificado, ya no necesite la vida corporal y pueda vivir exclusivamente la vida espiritual, eterna y bienaventurada.

Por la misma razón, aquel que ha progresado moralmente trae, al renacer, cualidades nativas, así como quien ha progresado intelectualmente es portador de ideas innatas. Identificado con el bien, lo practica sin esfuerzo, sin cálculo y, por así decirlo, sin pensar en ello. Aquel que está obligado a combatir sus malas tendencias se halla todavía en la lucha; el primero ya triunfó, el segundo está a punto de triunfar. Existe, pues, la virtud original, como existe el saber original, y el pecado o, mejor dicho, el vicio original.



Cristianismo y espiritismo de León Denis
VII – Los dogmas

El pecado original es el dogma fundamental en que reposa todo el edificio de los dogmas cristianos - idea verdadera, en el fondo, más falsa en su forma y desnaturalizada por la Iglesia - verdadera, en el sentido de que el hombre sufre con la intuición que conserva de las faltas cometidas en sus vidas anteriores, y por las consecuencias que acarrean para él. Ese sufrimiento, no obstante, es personal y merecido. Nadie es responsable por las faltas de otro, si en ellas no formó parte. Presentado en su aspecto dogmático, el pecado original, que pone a toda la posteridad de Adán, o sea, a la Humanidad entera, por la desobediencia de la primera pareja, para después salvarla por medio de una iniquidad todavía mayor - la inmolación de un justo -- es un ultraje a la razón y a la moral, consideradas en sus principios esenciales - la bondad y la Justicia. Mas contribuyó para alejar al hombre de la creencia en Dios, que todas las agresiones y todas las críticas de la Filosofía.

De su pasado criminal perdió el hombre el recuerdo preciso, más conservó un vago sentimiento. De ahí provino esa concepción del pecado original, que se encuentra en muchas religiones, y de la expiación que el mismo requiere. De esa concepción errónea derivan las de la caída, del pago y de la redención por la sangre de Cristo, los misterios de la encarnación, de la virgen-madre, de la inmaculada concepción, en una palabra, todo el conjunto del catolicismo.

La misión de Cristo no era pagar con su sangre los crímenes de la Humanidad. La sangre, misma de un Dios, no sería capaz de salvar a nadie. Cada cual se debe salvarse a sí mismo, salvarse de la ignorancia y del mal. Nada fuera de nosotros podría hacerlo.

Es lo que los Espíritus, por millares, afirman en todos los rincones del mundo. De las esferas de luz, donde todo es serenidad y paz, descendió Cristo a nuestras oscuras y tormentosas regiones, para mostrarnos el camino que conduce a Dios: ese fue su sacrificio. La efusión de amor en que envuelve a los hombres, su identificación con ellos, en las alegrías como en los sufrimientos, constituyen la redención que nos ofrece y que somos libres de aceptar. Otros, antes de él, habían inducido a los pueblos al camino del bien y de la verdad. Ninguno lo hiciera con la singular dulzura, con la ternura penetrante que caracteriza la enseñanza de Jesús. Nadie supo, como él, enseñar a amar las Virtudes modestas y escondidas. En eso reside el poder, la grandeza moral del Evangelio, el elemento vital del cristianismo, que sucumbe bajo el peso de los extraños dogmas de que lo llenaran.

Todos esos dogmas constituyen una verdadera negación de la razón y de la justicia divina, si los tomamos al pie de la letra. 




NOTAS:
Bajo el prisma de la Reencarnación , el “Pecado Original”, no es otro que los defectos y deudas morales que traemos individualmente desde otras vidas anteriores, pendientes de superar, y que nos es regulado y corregido por la Ley de Causa y Efecto. Asimismo, y teniendo en cuenta nuestro libre albedrío, el “Pecado Original”, es también nuestro atraso espiritual evolutivo, debido a las virtudes aún no adquiridas y defectos no superados.

La noción de “Pecado Original” atenta contra la concepción correcta de la Divinidad. El “Pecado Original” es inadmisible desde la perspectiva de la existencia de una “Inteligencia Suprema, Causa Primera de todas las cosas”; esa Inteligencia no podría condenarnos a una carga culpable inicial antes de tener oportunidad de equivocarnos por nosotros mismos, culpa perpetrada por no se sabe bien quién (la figura de Adán no pasa de ser, probablemente , un simbolismo). Siendo Dios Equidad, Justicia y Amor, la noción de “Pecado Original” queda totalmente fuera de lugar.



AMOR, CARIDAD y TRABAJO







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