PRINCIPIO VITAL o FLUIDO VITAL
ESPÍRITU y ALMA
VIDA y MUERTE
Ascensión al Empíreo (1490) de El Bosco (1450-1516)
PRINCIPIO VITAL
Seres
orgánicos e inorgánicos:
Los seres orgánicos
son los que tienen en sí mismos un origen de actividad íntima que les da vida. Nacen,
crecen, se reproducen por sí mismos y mueren, y están provistos de órganos
especiales para la realización de los diferentes actos de la vida y apropiados
a las necesidades de su conservación. Comprenden los hombres, los animales y
las plantas. Los seres inorgánicos son todos los que no tienen vitalidad ni
movimientos propios, y son formados por sólo la agregación de materia, tales
son los minerales, el agua, el aire, etcétera.
60. ¿Es una misma la
fuerza que une los elementos de la materia en los cuerpos orgánicos y en los
inorgánicos?
«Sí, y la ley
de atracción es la misma para todos».
61, ¿Existe
diferencia entre la materia de los cuerpos orgánicos y la de los inorgánicos?
«Siempre es
la misma materia; pero en los cuerpos orgánicos está animalizada».
62. ¿Cuál es la
causa de la animalización de la materia?
«Su unión con
el principio vital».
63. ¿El principio
vital reside en un agente particular o sólo es una propiedad de la materia organizada;
en una palabra, es efecto o causa?
«Es lo uno y
lo otro. La vida es un efecto producido por la acción de un agente sobre la
materia y este agente, sin la materia no es la vida, de la misma manera que la
materia no puede vivir sin aquél. Da la vida a todos los seres que lo absorben
y se lo asimilan».
64. Hemos visto que
el espíritu y la materia son dos elementos constitutivos del universo, ¿forma
un tercero el principio vital?
«Indudablemente,
es uno de los elementos necesarios a la constitución del universo, pero él a su
vez tiene su origen en la materia universal modificada. Para vosotros es un
elemento como el oxígeno y el hidrógeno, que no son, empero, elementos
primitivos; porque todo eso deriva de un mismo principio».
-¿Parece resultar
aquí que la vitalidad no tiene su principio en un agente primitivo distinto,
sino en una propiedad especial de la materia universal debida a ciertas
modificaciones?
«Esa es la
consecuencia de lo que hemos dicho».
65. ¿Reside el
principio vital en alguno de los cuerpos que conocemos?
«Tiene su
origen en el fluido universal; es el que vosotros llamáis fluido magnético o
fluido eléctrico, animalizado, y constituye el intermediario, el lazo entre el
espíritu y la materia».
66. ¿Es uno mismo el
principio vital para todos los seres orgánicos?
«Si,
modificado según las especies. Es lo que les da movimiento y actividad y los
distingue de la materia inerte; porque el movimiento de la materia no es la
vida. La materia recibe el movimiento; pero no lo da».
67. ¿La vitalidad es
un atributo permanente del agente vital, o bien sólo se desarrolla por el
funcionamiento de los órganos?
«Sólo con el
cuerpo se desarrolla. ¿No hemos dicho ya que ese agente sin la materia no es la
vida? Es necesaria la unión de ambas cosas, para producir la vida».
-¿Puede decirse que
la vitalidad se encuentra en estado latente, cuando el agente vital no está
unido al cuerpo?
«Sí, así es».
El conjunto de los órganos constituye una especie de mecanismo que recibe su impulso de la actividad intima o principio vital que en ellos existe. El principio vital es la fuerza motriz de los cuerpos orgánicos. Al mismo tiempo que el agente vital da impulso a los órganos, la acción de éstos mantiene y desarrolla la actividad del agente vital, poco más o menos, lo mismo que el frote desarrolla el calor.
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA DOCTRINA ESPIRITISTA
El conjunto de los órganos constituye una especie de mecanismo que recibe su impulso de la actividad intima o principio vital que en ellos existe. El principio vital es la fuerza motriz de los cuerpos orgánicos. Al mismo tiempo que el agente vital da impulso a los órganos, la acción de éstos mantiene y desarrolla la actividad del agente vital, poco más o menos, lo mismo que el frote desarrolla el calor.
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA DOCTRINA ESPIRITISTA
Alma:
Existe una palabra
sobre la cual es importante que nos entendamos, porque es una de las llaves
maestras de toda doctrina moral y porque es causa de muchas controversias por
carecer de una acepción bien deslindada; tal es la palabra alma. La divergencia de
opiniones acerca de la naturaleza del alma procede de la aplicación particular
que de esta palabra hace cada uno. Un idioma perfecto, en el que cada idea
estuviese representada por su palabra peculiar, evitaría muchas discusiones, y
con un término para cada cosa, todos nos entenderíamos.
Según unos, el alma es el principio de la vida material orgánica, no tiene existencia propia y cesa cuando la vida cesa. Así piensa el materialismo puro. En este sentido, y por comparación, dicen los materialistas que no tiene alma el instrumento que, por estar rajado, no suena. En esta hipótesis, el alma es efecto y no causa.
Otros creen que el alma es el principio de la inteligencia, agente universal del que cada ser absorbe una parte. Según éstos, todo el universo no tiene más que una sola alma que distribuye partículas a los diversos seres inteligentes, durante la vida, volviendo, después a la muerte, cada partícula al origen común donde se confunde con el todo, como los arroyos y ríos vuelven al mar de donde salieron. Difiere esta opinión de la precedente en que, en la hipótesis que nos ocupa, existe en nosotros algo más que materia y algo subsiste después de la muerte; pero es casi como si nada sobreviviese; porque, desapareciendo la individualidad, no tendríamos conciencia de nosotros mismos. Siguiendo esta opinión, el alma universal sería Dios, y todo ser, parte de la Divinidad. Semejante sistema es una de las variaciones del panteísmo.
Según otros, en fin, el alma es un ser moral distinto, independiente de la materia, que conserva su individualidad después de la muerte. Esta acepción es, sin contradicción, la más general, porque, con uno u otro nombre, la idea de este ser que sobrevive al cuerpo se encuentra en estado de creencia instintiva e independiente de toda enseñanza, en todos los pueblos, cualquiera que sea su grado de civilización. Esta doctrina, según la cual el alma es causa y no efecto, es la de los espiritualistas.
Sin discutir el mérito de estas opiniones, y concretándonos únicamente a la cuestión lingüística, diremos que esas tres aplicaciones de la palabra alma constituyen tres distintas ideas, para cada una de las cuales sería necesario un término especial. La palabra que nos ocupa tiene, pues, una triple acepción, y los partidarios de los citados sistemas tienen razón en las definiciones que dan de ella, teniendo en cuenta el punto de vista en que se colocan. La culpa de la confusión es del lenguaje, que sólo tiene una palabra para tres ideas distintas. Para evitar las anfibologías (doble sentido), preciso sería emplear la palabra alma para una sola de las tres indicadas ideas, y siendo la cuestión principal la de que nos entendamos perfectamente, es indiferente la elección, dado que este es un punto convencional. Creemos que lo más lógico es tomarla en su acepción más vulgar, y por este motivo llamamos alma al ser inmaterial e individual que reside en nosotros y sobrevive al cuerpo. Aunque este ser no existiera, aunque fuese producto de la imaginación, no sería menos necesario un término que lo representara.
En defecto de esta palabra especial para cada una de las otras dos acepciones, llamamos:
Principio vital, al principio de la vida material y orgánica, cualquiera que sea su origen; principio común a todos los seres vivientes, desde las plantas hasta el hombre. El principio vital es distinto e independiente porque puede existir la vida, aun haciendo abstracción de la facultad de pensar. La palabra vitalidad no respondería a la misma idea. Para unos, el principio vital es una propiedad de la materia, un efecto que se produce desde que la materia se encuentra en ciertas circunstancias determinadas; para otros, y esta es la idea más vulgar, reside en un fluido especial, universalmente esparcido y del cual absorbe y se asimila cada ser una parte, durante la vida, como, según vemos, absorben la luz los cuerpos inertes. Sería este el fluido vital que, admitiendo ciertas opiniones, es el mismo fluido eléctrico animalizado, designado también con los nombres de fluido magnético, fluido nervioso, etcétera.
Como quiera que sea, existe un hecho indiscutible, porque resulta de la observación, que los seres orgánicos tienen en sí mismos una fuerza íntima que produce el fenómeno de la vida, mientras existe aquélla; que la vida material es común a todos los seres orgánicos, y que es independiente de la inteligencia y del pensamiento; que éste y aquélla son facultades propias de ciertas especies orgánicas, y, en fin, que entre las especies orgánicas dotadas de inteligencia y pensamiento, existe una que lo está de un sentimiento moral especial que le da una superioridad incuestionable sobre las otras. Esta es la especie humana.
Concíbase que con una acepción múltiple, el alma no excluya al materialismo, ni al panteísmo. El mismo espiritualista puede perfectamente aceptar el alma en una u otra de las dos primeras acepciones, sin perjuicio del ser inmaterial, al que dará entonces otro nombre cualquiera. Así, pues, la palabra que nos viene ocupando no es representativa de una opinión determinada: es un Proteo (Hombre que cambia frecuentemente de opiniones y afectos) que cada cual transforma a su antojo, y de aquí el origen de tantas interminables cuestiones.
Se evitaría igualmente la confusión empleando la palabra alma en aquellos tres casos, pero añadiéndole un calificativo que especificase el aspecto en que se la toma, o la acepción que quiere dársele. Sería entonces un vocablo genérico, que representaría simultáneamente el principio de la vida material, el de la inteligencia y el del sentido moral, y que se distinguiría por medio de un atributo, como distinguimos los gases, añadiendo a la palabra gas los calificativos hidrógeno, oxígeno o ázoe. Pudiera, pues, decirse, y esto sería lo más acertado, el alma vital por el principio de la vida material, el alma intelectual por el principio inteligente y el alma espiritista por el principio de nuestra individualidad después de la muerte. Según se ve, todo esto se reduce a una cuestión de suma importancia para entendernos. Conformándonos con aquella clasificación, el alma vital seria común a todos los seres orgánicos: las plantas, los animales y los hombres; el alma intelectual propia de los animales y de los hombres, perteneciendo el alma espiritista al hombre únicamente.
Hemos creído deber nuestro insistir tanto más en estas explicaciones, por cuanto la doctrina espiritista está naturalmente basada en la existencia en nosotros mismos de un ser independiente de la materia que sobrevive al cuerpo.
»El alma es un espíritu encarnado, cuyo cuerpo no es más que la envoltura.
»Tres cosas existen en el hombre: 1ª el cuerpo o ser material análogo a los animales, y animado por el mismo principio vital; 2ª el alma o ser inmaterial, espíritu encarnado en el cuerpo, y 3ª el lazo o periespíritu que une el alma al cuerpo, principio intermedio entre la materia y el espíritu.
»Así, pues, el hombre tiene dos naturalezas: por el cuerpo, participa de la naturaleza de los animales, cuyos instintos tienen, y por el alma, participa de la naturaleza de los espíritus.
»El lazo o periespíritu que une el cuerpo y el espíritu es una especie de envoltura semimaterial. La muerte es la destrucción de la envoltura más grosera; pero el espíritu conserva la segunda, que le constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado normal y que puede hacer visible accidentalmente, y hasta tangible como sucede en el fenómeno de las apariciones.
»Así, pues, el espíritu no es un ser abstracto e indefinido, que sólo puede concebir el pensamiento, sino un ser real y circunscrito que es apreciable en ciertos casos, por los sentidos de la vista, del oído y del tacto.
Según unos, el alma es el principio de la vida material orgánica, no tiene existencia propia y cesa cuando la vida cesa. Así piensa el materialismo puro. En este sentido, y por comparación, dicen los materialistas que no tiene alma el instrumento que, por estar rajado, no suena. En esta hipótesis, el alma es efecto y no causa.
Otros creen que el alma es el principio de la inteligencia, agente universal del que cada ser absorbe una parte. Según éstos, todo el universo no tiene más que una sola alma que distribuye partículas a los diversos seres inteligentes, durante la vida, volviendo, después a la muerte, cada partícula al origen común donde se confunde con el todo, como los arroyos y ríos vuelven al mar de donde salieron. Difiere esta opinión de la precedente en que, en la hipótesis que nos ocupa, existe en nosotros algo más que materia y algo subsiste después de la muerte; pero es casi como si nada sobreviviese; porque, desapareciendo la individualidad, no tendríamos conciencia de nosotros mismos. Siguiendo esta opinión, el alma universal sería Dios, y todo ser, parte de la Divinidad. Semejante sistema es una de las variaciones del panteísmo.
Según otros, en fin, el alma es un ser moral distinto, independiente de la materia, que conserva su individualidad después de la muerte. Esta acepción es, sin contradicción, la más general, porque, con uno u otro nombre, la idea de este ser que sobrevive al cuerpo se encuentra en estado de creencia instintiva e independiente de toda enseñanza, en todos los pueblos, cualquiera que sea su grado de civilización. Esta doctrina, según la cual el alma es causa y no efecto, es la de los espiritualistas.
Sin discutir el mérito de estas opiniones, y concretándonos únicamente a la cuestión lingüística, diremos que esas tres aplicaciones de la palabra alma constituyen tres distintas ideas, para cada una de las cuales sería necesario un término especial. La palabra que nos ocupa tiene, pues, una triple acepción, y los partidarios de los citados sistemas tienen razón en las definiciones que dan de ella, teniendo en cuenta el punto de vista en que se colocan. La culpa de la confusión es del lenguaje, que sólo tiene una palabra para tres ideas distintas. Para evitar las anfibologías (doble sentido), preciso sería emplear la palabra alma para una sola de las tres indicadas ideas, y siendo la cuestión principal la de que nos entendamos perfectamente, es indiferente la elección, dado que este es un punto convencional. Creemos que lo más lógico es tomarla en su acepción más vulgar, y por este motivo llamamos alma al ser inmaterial e individual que reside en nosotros y sobrevive al cuerpo. Aunque este ser no existiera, aunque fuese producto de la imaginación, no sería menos necesario un término que lo representara.
En defecto de esta palabra especial para cada una de las otras dos acepciones, llamamos:
Principio vital, al principio de la vida material y orgánica, cualquiera que sea su origen; principio común a todos los seres vivientes, desde las plantas hasta el hombre. El principio vital es distinto e independiente porque puede existir la vida, aun haciendo abstracción de la facultad de pensar. La palabra vitalidad no respondería a la misma idea. Para unos, el principio vital es una propiedad de la materia, un efecto que se produce desde que la materia se encuentra en ciertas circunstancias determinadas; para otros, y esta es la idea más vulgar, reside en un fluido especial, universalmente esparcido y del cual absorbe y se asimila cada ser una parte, durante la vida, como, según vemos, absorben la luz los cuerpos inertes. Sería este el fluido vital que, admitiendo ciertas opiniones, es el mismo fluido eléctrico animalizado, designado también con los nombres de fluido magnético, fluido nervioso, etcétera.
Como quiera que sea, existe un hecho indiscutible, porque resulta de la observación, que los seres orgánicos tienen en sí mismos una fuerza íntima que produce el fenómeno de la vida, mientras existe aquélla; que la vida material es común a todos los seres orgánicos, y que es independiente de la inteligencia y del pensamiento; que éste y aquélla son facultades propias de ciertas especies orgánicas, y, en fin, que entre las especies orgánicas dotadas de inteligencia y pensamiento, existe una que lo está de un sentimiento moral especial que le da una superioridad incuestionable sobre las otras. Esta es la especie humana.
Concíbase que con una acepción múltiple, el alma no excluya al materialismo, ni al panteísmo. El mismo espiritualista puede perfectamente aceptar el alma en una u otra de las dos primeras acepciones, sin perjuicio del ser inmaterial, al que dará entonces otro nombre cualquiera. Así, pues, la palabra que nos viene ocupando no es representativa de una opinión determinada: es un Proteo (Hombre que cambia frecuentemente de opiniones y afectos) que cada cual transforma a su antojo, y de aquí el origen de tantas interminables cuestiones.
Se evitaría igualmente la confusión empleando la palabra alma en aquellos tres casos, pero añadiéndole un calificativo que especificase el aspecto en que se la toma, o la acepción que quiere dársele. Sería entonces un vocablo genérico, que representaría simultáneamente el principio de la vida material, el de la inteligencia y el del sentido moral, y que se distinguiría por medio de un atributo, como distinguimos los gases, añadiendo a la palabra gas los calificativos hidrógeno, oxígeno o ázoe. Pudiera, pues, decirse, y esto sería lo más acertado, el alma vital por el principio de la vida material, el alma intelectual por el principio inteligente y el alma espiritista por el principio de nuestra individualidad después de la muerte. Según se ve, todo esto se reduce a una cuestión de suma importancia para entendernos. Conformándonos con aquella clasificación, el alma vital seria común a todos los seres orgánicos: las plantas, los animales y los hombres; el alma intelectual propia de los animales y de los hombres, perteneciendo el alma espiritista al hombre únicamente.
Hemos creído deber nuestro insistir tanto más en estas explicaciones, por cuanto la doctrina espiritista está naturalmente basada en la existencia en nosotros mismos de un ser independiente de la materia que sobrevive al cuerpo.
»El alma es un espíritu encarnado, cuyo cuerpo no es más que la envoltura.
»Tres cosas existen en el hombre: 1ª el cuerpo o ser material análogo a los animales, y animado por el mismo principio vital; 2ª el alma o ser inmaterial, espíritu encarnado en el cuerpo, y 3ª el lazo o periespíritu que une el alma al cuerpo, principio intermedio entre la materia y el espíritu.
»Así, pues, el hombre tiene dos naturalezas: por el cuerpo, participa de la naturaleza de los animales, cuyos instintos tienen, y por el alma, participa de la naturaleza de los espíritus.
»El lazo o periespíritu que une el cuerpo y el espíritu es una especie de envoltura semimaterial. La muerte es la destrucción de la envoltura más grosera; pero el espíritu conserva la segunda, que le constituye un cuerpo etéreo, invisible para nosotros en estado normal y que puede hacer visible accidentalmente, y hasta tangible como sucede en el fenómeno de las apariciones.
»Así, pues, el espíritu no es un ser abstracto e indefinido, que sólo puede concebir el pensamiento, sino un ser real y circunscrito que es apreciable en ciertos casos, por los sentidos de la vista, del oído y del tacto.
136. ¿El espíritu es
independiente del principio vital?
«Incesantemente
lo repetimos, el cuerpo no es más que la envoltura».
-¿Puede existir el
cuerpo sin el espíritu ?
«Sí, y sin
embargo, desde que cesa de vivir el cuerpo, el espíritu lo abandona. Antes del
nacimiento, no existe unión definitiva entre el espíritu y el cuerpo, al paso que,
después de establecida la unión, la muerte del cuerpo rompe los lazos que lo
unen al espíritu , y ésta lo abandona. La vida orgánica puede animar un cuerpo sin espíritu ; pero ésta no puede habitar en un cuerpo privado de vida orgánica».
-Qué sería de
nuestro cuerpo si careciese de espíritu ?
«Un montón de
carne sin inteligencia, todo lo que queráis, menos un hombre».
146. ¿El espíritu tiene en el cuerpo un lugar determinado y circunscrito?
146. ¿El espíritu tiene en el cuerpo un lugar determinado y circunscrito?
«No; pero
reside particularmente en la cabeza, en los grandes genios, en todos aquellos
que piensan mucho, y en el corazón, en los que sienten mucho y cuyas acciones
todas se relacionan con la humanidad».
-¿Qué debe pensarse
de la opinión de los que colocan el espíritu en un centro vital?
«Es lo mismo
que decir que el espíritu habita con preferencia en esta parte de vuestra
organización; porque a ella van a parar todas las sensaciones. Los que la
sitúan en lo que consideran como centro de la vitalidad, la confunden con el
principio o fluido vital. Como quiera que sea, puede decirse que el espíritu reside
más particularmente en los órganos de las manifestaciones intelectuales y
morales».
LA VIDA Y LA MUERTE
LA VIDA Y LA MUERTE
La vida y
la muerte desde el punto de vista material:
Desde el punto de
vista clínico, la muerte es la interrupción de las funciones orgánicas de
cualquier ser vivo, la cual está precedida la mayoría de las veces por una
etapa agónica, en donde se encuentran una serie de manifestaciones clínicas que
la presagian. La agonía puede ser corta o puede durar normalmente hasta un mes
antes de la muerte. En algunos casos especiales, la etapa de la agonía dura
años y de pronto ocurre una mejoría inexplicable.
En el caso de muerte clínica, desaparecen todas las señales externas de vida, como la conciencia, el pulso y la respiración. En estos casos sobreviene la muerte biológica si no se toman medidas para revertir la situación. La muerte biológica, en cambio, no se puede cambiar con ningún tipo de atención o cuidados, ya que es físicamente irreversible.
La muerte clínica (o muerte aparente) consiste en la detención del latido cardiaco y de la respiración sin que se produzcan lesiones en las células cerebrales.
Cuando las lesiones se producen de un modo irreversible en el cerebro, se habla de muerte biológica (o muerte real). La muerte biológica viene determinada por la producción de lesiones cerebrales irreversibles, que hacen imposible la recuperación de la respiración y el pulso. La muerte biológica se produce a partir de los 4 a 15 minutos de la muerte clínica (una vez que se ha producido la parada cardiaca). Según esto la muerte clínica o muerte aparente es susceptible de ser recuperable si se hace llegar al cerebro sangre oxigenada suficiente para que dicho órgano no se lesione.
En resumen, la muerte clínica se produce cuando los signos vitales cesan su actividad, es decir, deja de latir el corazón y desaparece la respiración. Pero aún siguen vivas las células cerebrales que se encargan de controlar esto, por lo que es posible la resucitación. Cuando esas células mueren se produce la muerte biológica.
La muerte clínica no es una entidad médica categórica, sino un estatus no definido. Si el paciente hizo el paro cardiaco, recibió reanimación pero esta no dio resultado, se declara la muerte. Si después de la reanimación el corazón del paciente responde con latidos propios pero el cerebro muestra signos de paro neurológico, se considera que el paciente ha muerto.
La vida y la muerte desde el punto de vista espiritual:
En el caso de muerte clínica, desaparecen todas las señales externas de vida, como la conciencia, el pulso y la respiración. En estos casos sobreviene la muerte biológica si no se toman medidas para revertir la situación. La muerte biológica, en cambio, no se puede cambiar con ningún tipo de atención o cuidados, ya que es físicamente irreversible.
La muerte clínica (o muerte aparente) consiste en la detención del latido cardiaco y de la respiración sin que se produzcan lesiones en las células cerebrales.
Cuando las lesiones se producen de un modo irreversible en el cerebro, se habla de muerte biológica (o muerte real). La muerte biológica viene determinada por la producción de lesiones cerebrales irreversibles, que hacen imposible la recuperación de la respiración y el pulso. La muerte biológica se produce a partir de los 4 a 15 minutos de la muerte clínica (una vez que se ha producido la parada cardiaca). Según esto la muerte clínica o muerte aparente es susceptible de ser recuperable si se hace llegar al cerebro sangre oxigenada suficiente para que dicho órgano no se lesione.
En resumen, la muerte clínica se produce cuando los signos vitales cesan su actividad, es decir, deja de latir el corazón y desaparece la respiración. Pero aún siguen vivas las células cerebrales que se encargan de controlar esto, por lo que es posible la resucitación. Cuando esas células mueren se produce la muerte biológica.
La muerte clínica no es una entidad médica categórica, sino un estatus no definido. Si el paciente hizo el paro cardiaco, recibió reanimación pero esta no dio resultado, se declara la muerte. Si después de la reanimación el corazón del paciente responde con latidos propios pero el cerebro muestra signos de paro neurológico, se considera que el paciente ha muerto.
La vida y la muerte desde el punto de vista espiritual:
68. ¿Cuál es la causa de la muerte de
los seres orgánicos?
«La extenuación de los órganos».
69. ¿Por qué una lesión del corazón con preferencia a la de otros órganos, produce la muerte?
69. ¿Por qué una lesión del corazón con preferencia a la de otros órganos, produce la muerte?
«El corazón
es una máquina de vida; pero no sólo la lesión del corazón es la que produce la
muerte, pues aquél no es más que una de las ruedas esenciales».
70. ¿Qué hacen la materia y el principio vital de los seres orgánicos que mueren?
70. ¿Qué hacen la materia y el principio vital de los seres orgánicos que mueren?
«La materia
inerte se descompone y forma otros nuevos cuerpos orgánicos; el principio vital
vuelve a la masa».
Muerto el ser orgánico, los elementos que lo forman entran en nuevas combinaciones que constituyen nuevos seres. Éstos toman del origen universal el principio de la vida y de la actividad, lo absorben y se lo asimilan para devolverlo a aquel origen, cuando cesen de existir.
Los órganos están impregnados, por decirlo así, del fluido vital, que da a todas las partes del organismo una actividad que, en ciertas lesiones, opera la adhesión de aquéllas, y restablece funciones suspendidas momentáneamente. Pero cuando son destruidos los elementos esenciales al funcionamiento de los órganos, o están alterados profundamente, el fluido vital es impotente para la transmisión del movimiento de la vida, y el ser muere.
Los órganos reaccionan más o menos necesariamente los unos sobre los otros, y de la armonía de su conjunto resulta su acción recíproca. Cuando una causa cualquiera destruye la armonía, se detienen sus funciones como el movimiento de un mecanismo, cuyas ruedas esenciales están descompuestas. Tal sucede a un reloj que se gasta con el tiempo o se descompone por accidente, viniendo la fuerza motriz a ser Impotente para ponerlo en movimiento.
La cantidad de fluido vital no es absoluta en todos los seres orgánicos; varía según las especies, y no es constante en el mismo individuo, ni en los individuos de la misma especie. Los hay que están saturados de él, por decirlo así, al paso que otros apenas tienen una cantidad suficiente, y de aquí que la vida sea en algunos más activa, más tenaz y en cierto modo superabundante.
La cantidad de fluido vital se agota, y puede llegar a ser insuficiente para el mantenimiento de la vida, si no se renueva por la absorción y asimilación de las substancias que lo contienen.
El fluido vital se transmite de un individuo a otro, y el que tiene más puede dar al que tiene menos y en ciertos casos restituir la vida que está próxima a concluir.
424. Por medio de cuidados prestados a tiempo, ¿se pueden reanudar los lazos que están a punto de romperse, y volver la vida a un ser que moriría definitivamente por falta de auxilios?
Muerto el ser orgánico, los elementos que lo forman entran en nuevas combinaciones que constituyen nuevos seres. Éstos toman del origen universal el principio de la vida y de la actividad, lo absorben y se lo asimilan para devolverlo a aquel origen, cuando cesen de existir.
Los órganos están impregnados, por decirlo así, del fluido vital, que da a todas las partes del organismo una actividad que, en ciertas lesiones, opera la adhesión de aquéllas, y restablece funciones suspendidas momentáneamente. Pero cuando son destruidos los elementos esenciales al funcionamiento de los órganos, o están alterados profundamente, el fluido vital es impotente para la transmisión del movimiento de la vida, y el ser muere.
Los órganos reaccionan más o menos necesariamente los unos sobre los otros, y de la armonía de su conjunto resulta su acción recíproca. Cuando una causa cualquiera destruye la armonía, se detienen sus funciones como el movimiento de un mecanismo, cuyas ruedas esenciales están descompuestas. Tal sucede a un reloj que se gasta con el tiempo o se descompone por accidente, viniendo la fuerza motriz a ser Impotente para ponerlo en movimiento.
La cantidad de fluido vital no es absoluta en todos los seres orgánicos; varía según las especies, y no es constante en el mismo individuo, ni en los individuos de la misma especie. Los hay que están saturados de él, por decirlo así, al paso que otros apenas tienen una cantidad suficiente, y de aquí que la vida sea en algunos más activa, más tenaz y en cierto modo superabundante.
La cantidad de fluido vital se agota, y puede llegar a ser insuficiente para el mantenimiento de la vida, si no se renueva por la absorción y asimilación de las substancias que lo contienen.
El fluido vital se transmite de un individuo a otro, y el que tiene más puede dar al que tiene menos y en ciertos casos restituir la vida que está próxima a concluir.
424. Por medio de cuidados prestados a tiempo, ¿se pueden reanudar los lazos que están a punto de romperse, y volver la vida a un ser que moriría definitivamente por falta de auxilios?
«Sin duda que
sí, y cada día tenéis la prueba de ello. Con frecuencia el magnetismo es en
este caso un poderoso medio; porque restituye al cuerpo el fluido vital que le
falta, y que no era bastante a mantener el juego de los órganos».
El letargo y la catalepsia tienen el mismo principio, que es la pérdida momentánea de la sensibilidad y del movimiento por una causa fisiológica inexplicada aún. Se diferencian en que en el letargo la suspensión de las fuerzas vitales es general y da al cuerpo todas las apariencias de la muerte. En la catalepsia está localizada y puede afectar una parte más o menos extensa del cuerpo, de modo que deje a la inteligencia en libertad de manifestarse, lo que impide que se la confunda con la muerte. El letargo siempre es natural; la catalepsia a veces es espontánea, pero puede ser provocada y destruida artificialmente por la acción magnética.
El letargo y la catalepsia tienen el mismo principio, que es la pérdida momentánea de la sensibilidad y del movimiento por una causa fisiológica inexplicada aún. Se diferencian en que en el letargo la suspensión de las fuerzas vitales es general y da al cuerpo todas las apariencias de la muerte. En la catalepsia está localizada y puede afectar una parte más o menos extensa del cuerpo, de modo que deje a la inteligencia en libertad de manifestarse, lo que impide que se la confunda con la muerte. El letargo siempre es natural; la catalepsia a veces es espontánea, pero puede ser provocada y destruida artificialmente por la acción magnética.
Bibliografía:
"El libro de los espíritus" de Allan Kardec
Wikipedia
AMOR, CARIDAD y TRABAJO
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