Retorno a la vida corporal

 






RETORNO A LA VIDA CORPORAL








El libro de los espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO VII

Preludios del regreso

330. Los Espíritus, ¿conocen la época en la que habrán de reencarnar?
“La presienten, como el ciego siente el fuego al que se aproxima. Saben que deben retomar un cuerpo, tal como sabéis vosotros que habréis de morir algún día, aunque ignoren cuándo eso sucederá.”

[330a] - La reencarnación, por consiguiente, ¿es una necesidad de la vida espírita, así como la muerte es una necesidad de la vida corporal?
“Con certeza es así (1).”

(1) Hasta alcanzar la perfección.

331. ¿Se preocupan los Espíritus por su reencarnación?
“Los hay que no piensan en ella en modo alguno, e incluso no la comprenden. Eso depende del grado de adelanto de su naturaleza. Para algunos, la incertidumbre en que se encuentran respecto a su porvenir es un castigo.”

332. El Espíritu, ¿puede adelantar o retrasar el momento de su reencarnación?
“Puede adelantarlo con sus ruegos. También puede diferirlo si retrocede ante la prueba, pues entre los Espíritus también los hay cobardes e indiferentes. No obstante, no lo hace con impunidad. Sufre por ello, como el que se niega a tomar un remedio saludable que puede curarlo.”

333. Si un Espíritu se sintiera suficientemente a gusto en una situación intermedia entre los Espíritus errantes, y no tuviera la ambición de ascender, ¿podría prolongar ese estado de manera indefinida?
“No, de manera indefinida no. El adelanto es una necesidad que el Espíritu experimenta tarde o temprano. Todos deben ascender, ese es su destino.”

334. La unión del alma a un cuerpo determinado, ¿está predestinada, o la elección sólo se hace a último momento?
“El Espíritu siempre es designado con anterioridad. Cuando elige la prueba que quiere sufrir, el Espíritu pide encarnar. Ahora bien, Dios, que sabe todo y todo lo ve, supo y vio con anterioridad que esa alma se uniría a un cuerpo determinado.”

335. El Espíritu, ¿elige el cuerpo en el que habrá de entrar, o sólo el género de vida que debe servirle de prueba?
“También puede elegir el cuerpo, pues las imperfecciones de ese cuerpo son para el Espíritu pruebas que lo ayudarán a su adelanto en caso de que supere los obstáculos que en él encontrará. No obstante, si bien el Espíritu puede pedirlo, la elección del cuerpo no siempre depende de él.”

[335a] - El Espíritu, ¿podría a último momento negarse a entrar en el cuerpo que eligió?
“Si se negara, sufriría mucho más que aquel que no hubiese intentado ninguna prueba.”

336. ¿Podría suceder que un niño que va a nacer no encuentre un Espíritu que quiera encarnar en él?
“Dios proveería a ello. El niño, cuando debe nacer viable, siempre está predestinado a tener un alma. Nada ha sido creado sin un designio.”

337. La unión del Espíritu a un cuerpo determinado, ¿puede ser impuesta por Dios?
“Puede ser impuesta, así como las diferentes pruebas, sobre todo cuando el Espíritu aún no es apto para hacer una elección con conocimiento de causa. Como expiación, el Espíritu puede ser obligado a unirse al cuerpo de un niño que, por su nacimiento y la posición que ocupará en el mundo, puede llegar a ser para él un motivo de castigo.”

338. En caso de que muchos Espíritus se presenten para ocupar un mismo cuerpo que va a nacer, ¿qué es lo que decidirá entre ellos?
“Muchos pueden pedirlo, pero es Dios quien en un caso semejante juzga cuál es el más capaz para cumplir la misión a la que el niño está destinado. No obstante, como he dicho, el Espíritu es designado antes del instante en que habrá de unirse al cuerpo.”

339. El momento de la encarnación, ¿es acompañado de una turbación similar a la que se produce cuando el Espíritu sale del cuerpo?
“Mucho mayor, y sobre todo más prolongada. Con la muerte, el Espíritu sale de la esclavitud; con el nacimiento, ingresa en ella.”

340. El instante en que un Espíritu debe encarnar, ¿es para él un momento solemne? ¿Cumple ese acto como algo serio e importante para él?
“Es como un viajero que se embarca para una travesía peligrosa sin saber si habrá de encontrar la muerte en las olas que afrontará.”

El viajero que se embarca sabe a qué peligros se expone, pero ignora si habrá de naufragar. Lo mismo sucede con el Espíritu: conoce el género de pruebas a las que se somete, pero ignora si sucumbirá. Así como la muerte del cuerpo es una especie de renacimiento para el Espíritu, la reencarnación es para él una especie de muerte, o más bien de exilio y enclaustramiento. Deja el mundo de los Espíritus por el mundo corporal, así como el hombre deja el mundo corporal por el de los Espíritus. El Espíritu sabe que reencarnará, como el hombre sabe que habrá de morir. No obstante, al igual que este, sólo tiene conciencia de ello en el último momento, cuando llega la hora establecida. Entonces, en ese instante supremo, la turbación se apodera de él, como en el hombre que agoniza. Esa turbación persiste hasta que la nueva existencia esté netamente formada. La cercanía de la reencarnación constituye una especie de agonía para el Espíritu.

341. La incertidumbre en que se encuentra el Espíritu en relación con la eventualidad del éxito de las pruebas que sufrirá en la vida, ¿es para él una causa de ansiedad antes de encarnar?
“Una ansiedad muy grande, puesto que las pruebas de su existencia lo demorarán o lo harán adelantar, conforme el soporte mal o bien.”

342. En el momento de reencarnar, ¿acompañan al Espíritu otros Espíritus amigos suyos, que se acercan a presenciar su partida del mundo espírita, así como van a recibirlo cuando reingresa en él?
“Eso depende de la esfera en que el Espíritu habita. Si se encuentra en las esferas donde reina el afecto, los Espíritus que lo aman lo acompañan hasta el último momento, lo alientan e incluso suelen seguirlo en la vida.”

343. Los Espíritus amigos que nos siguen en la vida, ¿son los que a veces vemos en sueños, que nos demuestran su afecto y se nos presentan con rasgos desconocidos?
“Muy a menudo son ellos. Acuden a visitaros, así como vosotros vais a la cárcel a ver a un preso.”


Unión del alma al cuerpo. Aborto

344. ¿En qué momento se une el alma al cuerpo?
“La unión comienza en la concepción, pero sólo se completa en el instante del nacimiento. Desde el momento de la concepción, el Espíritu designado para habitar en un cuerpo se une a él mediante un lazo fluídico, que se estrecha cada vez más hasta el instante en que el niño es dado a luz. El grito que sale entonces de sus labios anuncia que pertenece al conjunto de los vivientes y servidores de Dios.”

345. La unión del Espíritu al cuerpo, ¿es definitiva desde el momento de la concepción? Durante esa primera etapa, ¿podría el Espíritu renunciar a habitar en el cuerpo designado?
“La unión es definitiva en el sentido de que otro Espíritu no podría reemplazar al que ha sido designado para ese cuerpo. No obstante, como los lazos que lo unen al cuerpo son muy débiles, se cortan con facilidad. Eso puede suceder por voluntad del Espíritu, que retrocede ante la prueba que ha elegido. En ese caso, el niño no vive.”

346. ¿Qué le sucede al Espíritu si el cuerpo que ha elegido muere antes de nacer?
“Elige otro.”

[346a] - ¿Cuál puede ser la utilidad de esas muertes prematuras?
“Las imperfecciones de la materia son casi siempre la causa de esas muertes.”

347. ¿Qué utilidad tiene para un Espíritu el hecho de encarnar en un cuerpo que muere pocos días después de haber nacido?
“Ese ser no tiene suficientemente desarrollada la conciencia de su existencia. La importancia de la muerte es casi nula. Suele ser, como hemos dicho, una prueba para los padres.”

348. El Espíritu, ¿sabe por anticipado que el cuerpo elegido no tiene la posibilidad de vivir?
“A veces lo sabe. No obstante, si lo eligió por ese motivo, es porque retrocede ante la prueba.”

349. Cuando la encarnación de un Espíritu se malogra, sea cual fuere la causa, ¿se la suple de inmediato con otra existencia?
“No siempre de inmediato. El Espíritu necesita tiempo para elegir de nuevo, a menos que la reencarnación inmediata se deba a una determinación anterior.”

350. El Espíritu, una vez que se ha unido al cuerpo del niño, cuando ya no puede echarse atrás, ¿lamenta a veces la elección que ha hecho?
“¿Quieres decir si como hombre se queja de la vida que lleva? ¿Si quisiera que su vida fuese diferente? Sí. ¿Se lamenta de la elección que ha hecho? No, porque no sabe que fue él quien eligió esa vida. Una vez encarnado, el Espíritu no puede lamentarse de una elección de la que no tiene conciencia. No obstante, puede considerar que la carga es demasiado pesada. En ese caso, si cree que es superior a sus fuerzas, recurre al suicidio.”

351. En el intervalo que hay entre la concepción y el nacimiento, ¿goza el Espíritu de todas sus facultades?
“Eso es relativo, depende del período de la gestación, porque todavía no está encarnado, pero sí ligado. Desde el instante mismo de la concepción, la turbación comienza a apoderarse del Espíritu. Esa turbación le advierte que ha llegado el momento de iniciar una nueva existencia, y va en aumento hasta que el niño nace. En ese intervalo, su estado es aproximadamente el de un Espíritu encarnado durante el sueño del cuerpo. A medida que se acerca la hora del nacimiento, sus ideas se diluyen, al igual que el recuerdo del pasado, del cual como hombre ya no tiene conciencia una vez que ingresó a la vida. No obstante, ese recuerdo vuelve poco a poco a su memoria durante el estado de Espíritu.”

352. El Espíritu, en el momento de nacer, ¿recobra de inmediato la plenitud de sus facultades?
“No, sus facultades se desarrollan en forma gradual, junto con los órganos. Se trata para él de una nueva existencia. Es necesario que aprenda a servirse de sus instrumentos. Recobra las ideas poco a poco, como un hombre que al despertar se encuentra en una posición diferente de la que había tenido durante la vigilia.”

353. Dado que la unión del Espíritu al cuerpo sólo se lleva a cabo en forma completa y definitiva después del nacimiento, ¿se puede considerar que el feto tiene un alma?
“El Espíritu que debe animarlo existe, en cierto modo, fuera de él. Por consiguiente, para hablar con propiedad, el feto no tiene un alma, puesto que la encarnación está sólo en vías de operarse. No obstante, se encuentra ligado a la que habrá de tener.”

354. ¿Cómo se explica la vida intrauterina?
“Es la vida de la planta que vegeta. El feto vive la vida animal. El hombre posee en sí la vida animal y la vida vegetal que, cuando este nace, se completan con la vida espiritual.”

355. ¿Hay, como la ciencia lo indica, niños que desde el seno materno no son viables? ¿Con qué fin sucede eso?
“Eso sucede con frecuencia. Dios lo permite a modo de prueba, ya sea para los padres, o bien para el Espíritu designado para ocupar ese lugar.”

356. ¿Hay niños nacidos muertos que no estaban destinados a la encarnación de un Espíritu?
“Sí, los hay que nunca tuvieron un Espíritu destinado a su cuerpo. Nada debía cumplirse en relación con ellos. En tal caso, ese niño sólo vino por los padres.”

[356a] - Un ser de esa naturaleza, ¿puede llegar hasta el final de la gestación?
“Sí, a veces, pero en ese caso no vive.”

[356b] - Así pues, todo niño que sobrevive a su nacimiento, ¿tiene necesariamente un Espíritu encarnado en él?
“¿Qué sería sin un Espíritu? No sería un ser humano.”

357. ¿Cuáles son, para el Espíritu, las consecuencias del aborto?
“Una existencia nula, que tendrá que recomenzar.”

358. El aborto provocado, ¿es un crimen, sea cual fuere el período de la gestación en que se lo realice?
“Siempre se comete un crimen desde el momento en que transgredís la ley de Dios. La madre, u otra persona, siempre comete un crimen al quitarle la vida al niño antes de que nazca, porque le impide al alma afrontar las pruebas cuyo instrumento debía ser el cuerpo.”

359. En los casos en que la vida de la madre corre peligro si el niño nace, ¿es un crimen sacrificar al niño para salvar a la madre?
“Es preferible sacrificar al ser que no existe, antes que al que existe.”

360. ¿Es racional dispensarle al feto la misma consideración que al cuerpo de un niño que ha vivido?
“Ved en todo esto la voluntad de Dios y su obra. Así pues, no tratéis con ligereza las cosas que debéis respetar. ¿Por qué no habría que respetar las obras de la creación que a veces quedan incompletas por voluntad del Creador? Eso forma parte de sus designios, que nadie ha sido llamado a juzgar.”


Facultades morales e intelectuales del hombre

361. ¿Cuál es el origen de las cualidades morales del hombre, sean buenas o malas?
“Son las del Espíritu que está encarnado en él. Cuanto más puro es el Espíritu, más propenso al bien es el hombre.”

[361a] - De ahí parece resultar que el hombre de bien es la encarnación de un Espíritu bueno, y el hombre vicioso la de un Espíritu malo. 
“Sí, pero di mejor que es un Espíritu imperfecto, de otro modo se podría creer en Espíritus siempre malos, a los que llamáis demonios.”

362. ¿Cuál es el carácter de los individuos en quienes encarnan los Espíritus burlones y frívolos?
“Son individuos atolondrados, traviesos, y a veces malignos.”

363. Los Espíritus, ¿tienen pasiones ajenas a las pasiones de la humanidad?
“No. De lo contrario, os las habrían transferido.”

364. ¿Es un mismo Espíritu el que otorga al hombre las cualidades morales y las de la inteligencia?
“Por cierto, es el mismo, y eso en virtud del grado al que ha llegado. El hombre no tiene en sí dos Espíritus.”

365. ¿A qué se debe que hombres muy inteligentes, lo que denota en ellos un Espíritu superior, a veces sean también profundamente viciosos?
“Sucede que el Espíritu encarnado no es suficientemente puro. El hombre cede a la influencia de otros Espíritus más imperfectos. El Espíritu progresa mediante una marcha ascendente imperceptible, pero el progreso no se lleva a cabo de manera simultánea en todos los aspectos. En un período puede avanzar en ciencia; en otro, en moralidad.”

366. ¿Qué pensar de la opinión según la cual las diferentes facultades intelectuales y morales del hombre serían el producto de otros tantos Espíritus encarnados en él, cada uno de los cuales tendría una aptitud especial?
“Al reflexionar, se llega a la conclusión de que esa opinión es absurda. El Espíritu debe tener todas las aptitudes. Para progresar necesita una voluntad única. Si el hombre fuera una amalgama de Espíritus, esa voluntad no existiría y en él no habría individualidad, puesto que, una vez muerto, todos esos Espíritus serían como una bandada de pájaros que se escapan de una jaula. El hombre suele quejarse de que no comprende ciertas cosas, pero es curioso ver cómo multiplica las dificultades pese a que tiene a mano una explicación absolutamente simple y natural. Una vez más se toma el efecto por la causa. Se concibe al hombre del mismo modo que los paganos concebían a Dios. Los paganos creían en tantos dioses como fenómenos hay en el universo. No obstante, entre ellos mismos, las personas sensatas sólo veían en esos fenómenos efectos cuya causa era un Dios único.”

El mundo físico y el mundo moral nos ofrecen al respecto numerosos puntos de comparación. Mientras la observación estuvo limitada a la apariencia de los fenómenos, se creyó en la existencia múltiple de la materia. Hoy en día, se comprende que esos fenómenos tan variados pueden muy bien ser modificaciones de una materia elemental única. Las diversas facultades son manifestaciones de una misma causa, que es el alma o Espíritu encarnado, y no de muchas almas, así como los diferentes sonidos del órgano son el producto de una misma especie de aire, y no de tantas clases de aire como sonidos existen. De este sistema resultaría que cuando un hombre adquiere o pierde ciertas aptitudes o inclinaciones, eso se debe a que otros tantos Espíritus llegan a él o de él se retiran, lo cual lo convertiría en un ser múltiple, sin individualidad y, por consiguiente, sin responsabilidad. Además, esto es desmentido por los numerosos ejemplos de manifestaciones mediante las cuales los Espíritus dan prueba de su personalidad e identidad.


Influencia del organismo

367. Cuando se une al cuerpo, ¿se identifica el Espíritu con la materia?
“La materia es tan sólo la envoltura del Espíritu, así como la ropa es la envoltura del cuerpo. Cuando se une al cuerpo, el Espíritu conserva los atributos de su naturaleza espiritual.”

368. El Espíritu, después de unirse al cuerpo, ¿ejerce sus facultades con plena libertad?
“El ejercicio de sus facultades depende de los órganos que le sirven de instrumentos. Dichas facultades se debilitan a causa de la densidad de la materia.”

[368a] - Según esto, la envoltura material, ¿sería un obstáculo para la libre manifestación de las facultades del Espíritu, así como un vidrio opaco impide la propagación de la luz?
“Sí, y muy opaco.”

La acción de la materia densa del cuerpo sobre el Espíritu se puede comparar también con la del agua cenagosa que limita la libertad de movimientos del cuerpo sumergido en ella.

369. El libre ejercicio de las facultades del alma, ¿se encuentra subordinado al desarrollo de los órganos?
“Los órganos son los instrumentos para la manifestación de las facultades del alma. Esa manifestación se encuentra subordinada al desarrollo y al grado de perfección de dichos órganos, así como la calidad de un trabajo depende de las herramientas con que se lleva a cabo.”

370. ¿Se puede inferir, a partir de la influencia de los órganos, una relación entre el desarrollo de los órganos cerebrales y el de las facultades morales e intelectuales?
“No confundáis el efecto con la causa. El Espíritu siempre posee las facultades que le son propias. Ahora bien, no son los órganos los que otorgan las facultades, sino las facultades las que estimulan el desarrollo de los órganos.”

[370a] - Según esto, la diversidad de aptitudes en el hombre, ¿depende únicamente del estado del Espíritu?
“Únicamente no es un término del todo exacto. El principio de esa diversidad de aptitudes reside en las cualidades del Espíritu, que puede estar más o menos adelantado. No obstante, hay que tener en cuenta la influencia de la materia, que obstaculiza en mayor o menor medida el ejercicio de sus facultades.”

Al encarnar, el Espíritu es portador de ciertas predisposiciones. Si se admite que a cada una de ellas le corresponde un órgano en el cerebro(2), el desarrollo de esos órganos será un efecto, no una causa. En cambio, si las facultades tuvieran su principio en los órganos, el hombre sería una máquina desprovista de libre albedrío y de la responsabilidad de sus actos. Habría que admitir que los más grandes genios, los sabios, los poetas y artistas, lo son apenas porque el acaso les ha otorgado órganos especiales, razón por la cual sin dichos órganos no serían genios. El último imbécil habría sido un Newton, un Virgilio o un Rafael, si hubiese estado provisto de determinados órganos. Esta suposición resulta aún más absurda cuando se la aplica a las cualidades morales. Así, según este sistema, san Vicente de Paul, dotado por la naturaleza de tal o cual órgano, habría sido un criminal, y al mayor de los criminales sólo le habría hecho falta un órgano para ser un san Vicente de Paul. Por el contrario, si admitís que los órganos especiales, si es que existen, son la consecuencia de las facultades y se desarrollan mediante el ejercicio de estas -así como los músculos lo hacen por medio del movimiento-, nada os resultará irracional. Hagamos una comparación trivial, a fuerza de ser cierta. Por determinados rasgos fisonómicos podéis reconocer al hombre entregado a la bebida. Ahora bien, ¿son esos rasgos los que hacen de él un ebrio, o es la embriaguez la que los produce? Se puede decir, pues, que los órganos reciben la impresión de las facultades.

(2) Esta anotación de Kardec, es de radiante actualidad. Si bien a mediados del s. XIX las ideas anatómicas del funcionamiento del cerebro todavía eran precarias, ya se intuía el papel fisiológico de ciertos órganos, que hoy llamaríamos neuronas, y cuyos “espíritus animales” según Descartes, serían los actuales neurotransmisores. Pero más allá de esta terminología, la idea central, es que además de la herencia, a través de los genes, a la cual los biologicistas quieren propugnar como causa de nuestra conducta, el Espiritismo introduce una nueva variante en el conflicto entre la herencia y el medio: el Espíritu. Verdadero moldeador del cuerpo físico y que predispone a los genes en el momento de la gestación mediante el modelo organizacional biológico o periespíritu. A su vez el Espíritu encarnado, recibirá durante su crecimiento la influencia del medio, mediante la cual irá puliendo sus aptitudes y cualidades, en su progresiva e infinita evolución. No siendo las aptitudes intelectivas, ni las cualidades morales, factores del azar, sino de la evolución progresiva del principio inteligente del Universo, esto es: el Espíritu. Cuando la ciencia tenga en cuenta la hipótesis espírita, se habrá dado un paso muy importante en el que es hoy por hoy, una de las mayores disquisiciones en lo referente a las causas divergentes del comportamiento humano. [N de Alberto Giordano -1981]


Idiotismo, locura

371. ¿Tiene fundamento la opinión según la cual los cretinos e idiotas(3) tendrían un alma de naturaleza inferior?
“No. Tienen un alma humana, con frecuencia más inteligente de lo que creéis, que sufre por la insuficiencia de los medios de que dispone para comunicarse, así como el mudo sufre por no poder hablar.”

(3) Al lector actual chocarán términos tales como imbécil, cretino o idiota, términos empleados no hasta hace mucho, para designar los diferentes grados de discapacidad mental. Los cuales no son sino el fruto de las sensibilidades propias de cada época, de ahí que veamos una continua mutación hacia términos más suaves y eufemísticos. El Espiritismo, aporta la idea innovadora de que siendo el Espíritu el principio de la inteligencia, éste no puede manifestarse en su totalidad debido a la precariedad de su instrumento físico. [N de Alberto Giordano -1981] 

372. ¿Con qué fin la Providencia crea seres desdichados, como los cretinos e idiotas?
“Son Espíritus que habitan en cuerpos de idiotas como castigo. Padecen por el constreñimiento que experimentan y por la imposibilidad de manifestarse a través de órganos no desarrollados o defectuosos.”

[372a] - Entonces, ¿es incorrecto decir que los órganos no influyen en las facultades?
“Nunca dijimos que los órganos no influyen. Ejercen una influencia muy importante sobre la manifestación de las facultades, pero no las otorgan. Ahí radica la diferencia. Un buen músico no podrá tocar correctamente un instrumento defectuoso, pero eso no significa que dejará de ser un buen músico.”

Es necesario distinguir el estado normal del patológico. En el estado normal, lo moral supera el obstáculo que la materia le opone. No obstante, hay casos en que la materia ofrece una resistencia tal, que las manifestaciones son impedidas o desnaturalizadas, como en la idiotez y la locura. Esos son casos patológicos, y como en dicho estado el alma no goza de plena libertad, la propia ley humana la exime de la responsabilidad de sus actos.

373. ¿Cuál es el mérito de la existencia de seres que, como los idiotas y los cretinos, al no poder hacer el bien ni el mal, no pueden progresar?
“Se trata de una expiación impuesta al abuso que han podido hacer de ciertas facultades. Es un intervalo.”

[373a] - El cuerpo de un idiota, ¿puede entonces albergar a un Espíritu que haya animado a un hombre de genio en una existencia precedente?
“Sí. La genialidad a veces se convierte en una calamidad cuando se abusa de ella.”

La superioridad moral no siempre se corresponde con la superioridad intelectual. Los más grandes genios tal vez tengan mucho que expiar. De ahí que a menudo deban sobrellevar una existencia inferior a la que ya vivieron, y una causa de padecimientos. Los obstáculos que impiden al Espíritu manifestarse son como las cadenas que limitan los movimientos de un hombre vigoroso. Se puede decir que los cretinos e idiotas son lisiados por el cerebro, así como el cojo lo es por las piernas y el ciego por los ojos.

374. El idiota, en el estado de Espíritu, ¿tiene conciencia de su estado mental?
“Sí, muy a menudo. Comprende que las cadenas que impiden su vuelo son una prueba y una expiación.”

375. ¿Cuál es la situación del Espíritu en la locura?
“El Espíritu, en el estado de libertad, recibe directamente sus impresiones y ejerce directamente su acción sobre la materia. En cambio, cuando está encarnado, se encuentra en condiciones por completo diferentes y en la necesidad de hacerlo sólo con la ayuda de órganos especiales. Si una parte o el conjunto de esos órganos se altera, su acción o sus impresiones, en lo que concierne a dichos órganos, se interrumpen. Si pierde los ojos, queda ciego. Si pierde el oído, queda sordo, etcétera. Suponte ahora que el órgano que preside los efectos de la inteligencia y de la voluntad sea parcial o totalmente afectado o modificado, y fácil te resultará comprender que, dado que el Espíritu sólo tiene a su servicio órganos incompletos o desnaturalizados, de ahí debe resultar una perturbación de la que el Espíritu, por sí mismo y en su fuero interior, tiene absoluta conciencia, pero cuyo curso no es dueño de detener.”

[375a] - Entonces, ¿es siempre el cuerpo y no el Espíritu el que está desorganizado?
“Sí. Con todo, no hay que perder de vista que, así como el Espíritu actúa sobre la materia, esta reacciona sobre él en cierta medida. El Espíritu puede encontrarse momentáneamente impresionado por la alteración de los órganos a través de los cuales se manifiesta y recibe sus impresiones. Puede suceder que, a la larga, si la locura dura mucho tiempo, la repetición de las mismas acciones termine por ejercer sobre el Espíritu una influencia de la que sólo se liberará después de separarse por completo de toda impresión material.”

376. ¿A qué se debe que la locura conduzca a veces al suicidio?
“El Espíritu sufre por el constreñimiento que experimenta y por la imposibilidad de manifestarse libremente; por eso busca en la muerte un medio de cortar sus lazos.”

377. El Espíritu del alienado, ¿se ve afectado, después de la muerte, por el trastorno de sus facultades?
“Después de la muerte puede verse afectado durante algún tiempo, hasta que se halle completamente desprendido de la materia, así como el hombre que despierta siente durante algún tiempo la turbación en que el sueño lo ha sumido.”

378. ¿De qué modo la alteración del cerebro reacciona sobre el Espíritu después de la muerte?
“Se trata de un recuerdo. Un peso oprime al Espíritu, y como no ha tenido conocimiento de lo sucedido durante su locura, siempre necesita algún tiempo para ponerse al corriente. Por eso, cuanto más haya durado la locura durante la vida, más durará la molestia, el constreñimiento después de la muerte. El Espíritu desprendido del cuerpo queda afectado durante algún tiempo por la impresión de sus lazos.”


Acerca de la infancia

379. El Espíritu que anima al cuerpo de un niño, ¿está tan desarrollado como el de un adulto?
“Puede estar más desarrollado, si ha progresado lo suficiente. Sólo la imperfección de los órganos le impide manifestarse. Actúa en virtud del instrumento con cuya ayuda puede expresarse.”

380. En un niño de poca edad, el Espíritu, más allá del obstáculo que la imperfección de los órganos opone a su libre manifestación, ¿piensa como un niño o como un adulto?
“Cuando es niño, es natural que los órganos de la inteligencia, al no estar desarrollados, no puedan conferirle la intuición de un adulto. En efecto, su inteligencia se halla muy limitada, en espera de que los años hagan madurar su razón. La turbación que acompaña a la encarnación no cesa de súbito en el instante del nacimiento. Se disipa en forma gradual, a medida que se desarrollan los órganos.”

Una observación viene en apoyo de esta respuesta: los sueños del niño no tienen el mismo carácter que los del adulto. Su temática es casi siempre pueril, lo que constituye un indicio de la naturaleza de las preocupaciones del Espíritu.

381. Cuando el niño muere, ¿recobra de inmediato el Espíritu su vigor primitivo?
“Así debe ser, puesto que está liberado de su envoltura carnal. No obstante, sólo recobra su lucidez primitiva cuando la separación es completa, es decir, cuando ya no existe ningún lazo entre el cuerpo y el Espíritu.”

382. El Espíritu encarnado, ¿sufre durante la infancia el constreñimiento que la imperfección de los órganos le impone?
“No; ese estado es una necesidad. Es natural y conforme a los designios de la Providencia. Se trata de un período de reposo para el Espíritu.”

383. ¿Cuál es la utilidad, para el Espíritu, de pasar por el estado de infancia?
“Dado que el Espíritu encarna con miras a perfeccionarse, durante ese período es más permeable a las impresiones que recibe y que pueden favorecer su adelanto, al cual deben contribuir quienes están a cargo de su educación(4).”

(4) Los padres y los maestros espíritas deben meditar sobre este parágrafo y los que siguen. El Espiritismo viene a inaugurar un nuevo capítulo de la psicología infantil y de la pedagogía, mostrando la importancia de la educación del niño, no sólo con miras a la presente existencia, sino para su propia evolución espiritual. [N. de J. H. Pires -2014]

384. ¿Por qué las primeras manifestaciones del niño son los gemidos?
“Para excitar el interés de la madre y provocar los cuidados que necesita. ¿No comprendes que si sólo lanzara voces de alegría, cuando aún no sabe hablar, los demás poco se inquietarían por lo que le hace falta? Admirad en todo, pues, la sabiduría de la Providencia.”

385. ¿A qué se debe el cambio que se opera en el carácter a cierta edad, particularmente al salir de la adolescencia? ¿Es el Espíritu el que se modifica?
“Es el Espíritu que recobra su naturaleza y se muestra tal como era. 

”Vosotros no conocéis el secreto que los niños ocultan tras su inocencia. No sabéis lo que son, lo que han sido ni lo que serán. Sin embargo, los amáis; los queréis como si fueran parte de vosotros mismos, a tal punto que el amor de una madre para con sus hijos es considerado el amor más grande que un ser puede sentir por otro. ¿De dónde procede ese dulce afecto, esa tierna benevolencia que hasta los extraños experimentan ante un niño? ¿Lo sabéis? No. Os lo voy a explicar.

”Los niños son los seres que Dios envía a nuevas existencias. Para no dar lugar a que ellos le reprochen una severidad excesiva, les concede las apariencias de la inocencia. Incluso en un niño de malas tendencias, sus faltas quedan disimuladas tras la inconciencia de sus actos. Esa inocencia no constituye una superioridad real en relación con lo que los niños eran antes, sino la imagen de lo que deberían ser. Si no lo son, únicamente sobre ellos recae la pena. 

”Pero Dios no les ha dado ese aspecto sólo por ellos sino también y sobre todo por sus padres, cuyo amor es necesario para su fragilidad. Ese amor se vería debilitado de manera notable ante la presencia de un carácter áspero y desapacible. En cambio, como los padres creen que sus hijos son buenos y tiernos, les brindan todo su afecto y los rodean de los más primorosos cuidados. No obstante, cuando los niños ya no necesitan esa protección, esa asistencia que se les ha brindado durante quince o veinte años(5), reaparece su carácter real e individual en toda su desnudez. Dicho carácter continuará siendo bueno si el niño fundamentalmente lo era, aunque en todos los casos habrá de poner en evidencia matices que la primera infancia mantuvo escondidos. 

(5) Asombrará al lector moderno este concepto, que parece considerar que la infancia se prolongue hasta la edad de veinte años, pero se ha de tomar en cuenta que hace más de un siglo, cuando este libro se escribió, el desarrollo del ser humano no se operaba con la rapidez de hoy en día, y aun en su adolescencia y juventud seguía estando el hijo subordinado a la autoridad paterna, que respetaba y acataba en mucho mayor medida que en la actualidad. [N. Alberto Giordano -1981]

”Ya veis que los caminos de Dios son siempre los mejores y que, cuando se tiene el corazón puro, la explicación se comprende con facilidad.

”En efecto, tened muy presente que el Espíritu de un niño que nace entre vosotros puede proceder de un mundo en el que ha adquirido hábitos por completo diferentes. ¿De qué modo querríais que estuviese en medio de vosotros ese nuevo ser que viene con pasiones muy distintas de las que tenéis, cuyas inclinaciones y gustos son totalmente opuestos a los vuestros? ¿Cómo querríais que él se incorporara a vuestras filas de otro modo que conforme Dios lo quiso, es decir, a través del tamiz de la infancia? En ella se confunden la totalidad de los pensamientos, los caracteres y las variedades de seres engendrados por esa infinidad de mundos en los cuales se desarrollan las criaturas. Vosotros mismos, al morir, os encontraréis en una especie de infancia, en medio de nuevos hermanos. En vuestra nueva existencia no terrenal ignoraréis los hábitos, las costumbres, las relaciones de ese mundo nuevo para vosotros. Manejaréis con dificultad una lengua que no estaréis habituados a hablar, una lengua aún más viva que vuestro actual pensamiento.

”La infancia tiene además otra utilidad. Los Espíritus sólo ingresan en la vida corporal para perfeccionarse, para mejorar. La fragilidad de los primeros años los vuelve flexibles, accesibles a los consejos de la experiencia y de quienes deben hacerlos progresar. Entonces es cuando se puede reformar su carácter y reprimir sus malas inclinaciones. Tal es el deber que Dios ha confiado a los padres, la misión sagrada por la que tendrán que responder.

”De ese modo, la infancia no solamente es útil, necesaria e indispensable, sino que además es la consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el universo.”


Simpatías y antipatías terrenales

386. Dos seres que se han conocido y amado, ¿pueden reencontrarse en otra existencia corporal y reconocerse?
“Reconocerse, no; pero sentirse atraídos mutuamente, sí. Con frecuencia, los lazos íntimos basados en un afecto sincero no tienen otra causa. Dos seres se aproximan el uno al otro por circunstancias aparentemente fortuitas, pero que son el resultado de la atracción de dos Espíritus que se buscan entre la multitud.”

[386a] - ¿No sería más agradable para ellos el reconocerse?
“No siempre. El recuerdo de las existencias pasadas tendría inconvenientes más serios de lo que creéis. Después de la muerte se reconocerán y sabrán en qué época han estado juntos.” (Véase el § 392.)

387. La simpatía, ¿tiene siempre por principio un conocimiento anterior?
“No. Dos Espíritus que se corresponden se buscan naturalmente, sin que se hayan conocido como hombres.”

388. Los reencuentros que se producen a veces entre determinadas personas, y que se atribuyen al acaso, ¿no serían el efecto de una especie de relaciones simpáticas?
“Entre los seres pensantes existen lazos que todavía no conocéis. El magnetismo es la brújula de esa ciencia que más tarde comprenderéis mejor.”

389. ¿A qué se debe la repulsión instintiva que a primera vista experimentamos hacia determinadas personas?
“Espíritus antipáticos que se distinguen y se reconocen sin hablarse.”

390. La antipatía instintiva, ¿es siempre un indicio de maldad natural?
“Dos Espíritus no son necesariamente malos por el hecho de que no simpaticen el uno con el otro. La antipatía puede nacer de una falta de semejanza en la manera de pensar. No obstante, a medida que se elevan, los matices se borran y la antipatía desaparece.”

391. La antipatía entre dos personas, ¿nace primero en aquella cuyo Espíritu es más malo, o en la otra, cuyo Espíritu es mejor?
“En ambas, pero las causas y los efectos son diferentes. Un Espíritu malo siente antipatía por cualquiera que pueda juzgarlo y desenmascararlo. Al ver a una persona por primera vez, sabe que va a ser desaprobado por ella. Su distanciamiento se transforma en odio, en envidia, y le inspira el deseo de hacer el mal. El Espíritu bueno siente repulsión hacia el malvado, porque sabe que este no lo comprenderá y que no comparten los mismos sentimientos. No obstante, con la certeza de su superioridad, no siente hacia el otro ni odio ni envidia. Se limita a evitarlo y compadecerlo.”


Olvido del pasado

392. ¿Por qué el Espíritu encarnado pierde el recuerdo de su pasado?
“El hombre no puede ni debe saberlo todo. Dios, en su sabiduría, así lo quiere. A no ser por el velo que le oculta ciertas cosas, el hombre quedaría deslumbrado como aquel que pasa sin transición de la oscuridad a la luz. Mediante el olvido del pasado es más él mismo.”

393. ¿Cómo puede el hombre ser responsable de actos y rescatar faltas que no recuerda? ¿De qué modo puede aprovechar la experiencia adquirida en existencias que han caído en el olvido? Comprendemos que las tribulaciones de la vida serían una lección para él si se acordara de aquello que ha podido ocasionarlas. Sin embargo, puesto que lo ha olvidado, cada existencia es para él como si fuese la primera. Así, siempre vuelve a comenzar. ¿Cómo conciliar esto con la justicia de Dios?
“En cada nueva existencia el hombre tiene más inteligencia y puede distinguir mejor el bien del mal. ¿Cuál sería su mérito si se acordara de todo el pasado? Cuando el Espíritu retorna a su vida primitiva (la vida espírita), toda su vida pasada se despliega ante él. Ve las faltas que ha cometido y que son la causa de su sufrimiento. También ve lo que habría podido impedir que las cometiera. Comprende que la situación en que se encuentra es justa, y busca entonces una existencia con la cual reparar la que acaba de transcurrir. Busca pruebas análogas a las que pasó, o las luchas que considere adecuadas para su adelanto, y pide a los Espíritus superiores que lo ayuden a él en esa nueva tarea que emprende, pues sabe que el Espíritu que se le asignará como guía en esa nueva existencia tratará de hacerlo reparar sus faltas dándole una especie de intuición de las que cometió. Esa misma intuición es el pensamiento, el deseo criminal que a menudo surge en vosotros y al cual os resistís instintivamente, atribuyendo vuestra resistencia, la mayoría de las veces, a los principios que habéis recibido de vuestros padres, cuando en realidad es la voz de la conciencia la que os habla. Esa voz es el recuerdo del pasado, la voz que os advierte para que no volváis a caer en las faltas que habéis cometido. Si el Espíritu que ha ingresado en esa nueva existencia sufre esas pruebas con valor y resiste, se habrá elevado y ascenderá en la jerarquía de los Espíritus, cuando vuelva a estar con ellos.”

Si bien no conservamos, durante la vida corporal, un recuerdo preciso de lo que hemos sido, ni del bien o el mal que hemos hecho en nuestras existencias anteriores, conservamos en cambio la intuición de ello, y las tendencias instintivas son una reminiscencia de nuestro pasado, contra las cuales nuestra conciencia, es decir, el deseo que hemos concebido de no cometer más las mismas faltas, nos advierte para que resistamos.

394. En los mundos más adelantados que el nuestro, donde los hombres no están sujetos a nuestras necesidades físicas ni a nuestras enfermedades, ¿comprenden ellos que son más dichosos que nosotros? Por lo general, la felicidad es relativa; se la aprecia por comparación con un estado menos dichoso. Puesto que, en definitiva, algunos de esos mundos -aunque mejores que el nuestro- no se encuentran en estado de perfección, los hombres que habitan en ellos deben tener motivos de pesar propios de su categoría. Así, entre nosotros, si bien el rico no experimenta las angustias de las necesidades materiales como el pobre, no por eso deja de sufrir tribulaciones que tornan amarga su vida. Ahora bien, pregunto si, en su posición, los habitantes de esos mundos se creen tan desdichados como nosotros y se quejan de su suerte, dado que no disponen del recuerdo de una existencia inferior que les permita compararla con la actual.
“Es necesario dar a esto dos respuestas distintas. Existen mundos, entre aquellos que mencionas, cuyos habitantes tienen un recuerdo muy claro y preciso de sus existencias pasadas. Estos, como comprenderás, pueden y saben apreciar la felicidad que Dios les permite disfrutar. Pero hay otros mundos en los que sus habitantes, pese a hallarse, como has dicho, en mejores condiciones que vosotros, no por eso dejan de sufrir grandes pesares e incluso desgracias. Estos no aprecian su felicidad, por el hecho mismo de que no tienen el recuerdo de un estado aún más desdichado. No obstante, si no la aprecian como hombres, lo hacen como Espíritus.”

¿No hay algo de providencial en el olvido de esas existencias pasadas, sobre todo cuando han sido penosas? ¿No se revela en eso la sabiduría divina? En los mundos superiores, donde el recuerdo de las existencias desdichadas no es más que un mal sueño, es cuando dichas existencias afloran a la memoria. En los mundos inferiores, en cambio, ¿no se verían agravadas las desdichas actuales por el recuerdo de las que se soportaron en el pasado? De ahí concluimos, pues, que todo lo que Dios ha hecho está bien hecho. No nos compete criticar sus obras ni decir de qué modo habría tenido Él que regular el universo. 

El recuerdo de nuestras individualidades anteriores ocasionaría inconvenientes muy serios. Podría, en determinados casos, humillarnos de manera singular. En otros, exaltar nuestro orgullo y, por eso mismo, obstaculizar nuestro libre albedrío. Dios nos ha dado, para que mejoremos, exactamente lo necesario y suficiente: la voz de la conciencia y nuestras tendencias instintivas. Nos quita lo que podría perjudicarnos. Agreguemos, además, que, si tuviéramos el recuerdo de nuestras acciones personales anteriores, del mismo modo tendríamos el de las acciones de los demás, y ese conocimiento podría generar los más nefastos efectos en las relaciones sociales. Puesto que no siempre podemos vanagloriarnos de nuestro pasado, a menudo es una dicha que se haya puesto un velo sobre él. Esto concuerda perfectamente con la doctrina de los Espíritus acerca de los mundos superiores al nuestro. En esos mundos, donde sólo reina el bien, el recuerdo del pasado no tiene nada de penoso. Por esa razón, sus habitantes recuerdan su existencia precedente, así como nosotros recordamos lo que hemos hecho en la víspera. En cuanto a su permanencia en los mundos inferiores, su recuerdo -como hemos dicho- no es más que un mal sueño.

395. ¿Podemos tener algunas revelaciones acerca de nuestras existencias anteriores?
“No siempre. Sin embargo, muchos saben lo que han sido y lo que hicieron. Si se les permitiera decirlo abiertamente, harían extraordinarias revelaciones acerca de su pasado.”

396. Algunas personas creen tener un vago recuerdo de un pasado desconocido, que se les presenta como la imagen fugaz de un sueño que en vano se intenta retener. Esa idea, ¿es sólo una ilusión?
“A veces es real. Pero también suele ser una ilusión contra la cual hay que ponerse en guardia, porque puede ser el efecto de una imaginación sobreexcitada.”

397. En las existencias corporales de naturaleza más elevada que la nuestra, ¿es más preciso el recuerdo de las existencias anteriores?
“Sí. A medida que el cuerpo se torna menos material, recordamos mejor. El recuerdo del pasado es más claro en quienes habitan en los mundos de un orden superior.”

398. Puesto que las tendencias instintivas del hombre son una reminiscencia de su pasado, ¿se sigue de ahí que, mediante el estudio de esas tendencias, puede conocer las faltas que ha cometido?
“Sin duda, pero hasta cierto punto. Es preciso tener en cuenta el mejoramiento que ha podido operarse en el Espíritu y las resoluciones que ha tomado en el estado errante. La existencia actual puede ser mucho mejor que la precedente(6).”

(6) Aquellas personas que se interesan mucho por saber lo que han sido en sus vidas anteriores deben prestar atención a estos párrafos. Por el estudio de sus actuales tendencias, y no olvidando el progreso que deben de haber realizado, tendrán una idea de lo que fueron e hicieron. [N. de J. H. Pires -2014]

[398a] - ¿Podría ser peor? Es decir, ¿puede el hombre cometer en una existencia faltas que no ha cometido en la precedente?
“Eso depende de su adelanto. Si no sabe resistir a las pruebas puede ser conducido a nuevas faltas, que son la consecuencia de la posición que él ha elegido. No obstante, por lo general, esas faltas indican un estado estacionario más que uno retrógrado, porque el Espíritu puede avanzar o detenerse, pero no retrocede.”

399. Dado que las vicisitudes de la vida corporal son una expiación de las faltas del pasado y, a la vez, pruebas para el porvenir, ¿se puede deducir de la naturaleza de esas vicisitudes el género de la existencia anterior?
“Con mucha frecuencia, pues cada uno es castigado por donde pecó. No obstante, no hay que hacer de esto una regla absoluta. Las tendencias instintivas son un indicio más seguro, porque las pruebas que sufre el Espíritu guardan relación tanto con el porvenir como con el pasado.”

Cuando llega al término que la Providencia le señaló para su vida errante, el propio Espíritu elige(7) las pruebas a las que desea someterse a los efectos de apresurar su adelanto, es decir, el género de existencia que considera más adecuado para proveerle los medios necesarios para ese fin, y esas pruebas siempre guardan relación con las faltas que debe expiar. Si triunfa, se eleva. Si sucumbe, tiene que volver a empezar.

(7) [262a] - Cuando el Espíritu goza de su libre albedrío, la elección de la existencia corporal, ¿depende siempre, en forma exclusiva, de su voluntad, o bien la voluntad de Dios puede imponerle esa existencia como expiación?
“Dios sabe esperar; no apresura la expiación. Sin embargo, Él puede imponerle una existencia a un Espíritu cuando este, por su inferioridad o su mala voluntad, no es apto para comprender lo que sería más saludable para sí mismo, y cuando ve que esa existencia puede servir para que el Espíritu se purifique y progrese, al mismo tiempo que encuentra en ella una expiación.”

El Espíritu goza siempre de su libre albedrío. En virtud de esa libertad elige, en el estado de Espíritu, las pruebas de la vida corporal; y en el estado de encarnación delibera acerca de lo que hará o no, y elige entre el bien y el mal. Negarle al hombre el libre albedrío sería reducirlo a la condición de máquina.

Cuando vuelve a la vida corporal, el Espíritu pierde durante un tiempo el recuerdo de sus existencias anteriores, como si un velo se las ocultara. Con todo, a veces tiene de ellas una conciencia vaga, e incluso pueden serle reveladas en determinadas circunstancias. Pero esto último sólo sucede por voluntad de los Espíritus superiores, que lo hacen en forma espontánea, con un objetivo útil, y nunca para satisfacer una vana curiosidad.

Las existencias futuras no pueden ser reveladas en ningún caso, puesto que dependen de la manera como se cumpla la existencia presente y de la elección ulterior del Espíritu.

El olvido de las faltas cometidas no es un obstáculo para el mejoramiento del Espíritu, puesto que, si bien este no conserva de ellas un recuerdo preciso, el conocimiento que de esas faltas tenía en el estado errante, así como el deseo que ha concebido de repararlas, lo guían por intuición y le infunden la idea de resistir al mal. Esa idea es la voz de la conciencia, en la cual lo secundan los Espíritus que lo asisten, si escucha las buenas inspiraciones que ellos le sugieren.

Si bien el hombre ignora las acciones concretas que realizó en sus existencias anteriores, siempre puede saber por qué clase de faltas se ha hecho culpable y cuál era su carácter dominante. Para eso le basta con estudiarse a sí mismo. De ese modo, podrá juzgar lo que ha sido, no por lo que es, sino por sus tendencias.

Las vicisitudes de la vida corporal son, al mismo tiempo, una expiación de las faltas del pasado y pruebas para el porvenir. Nos purifican y elevan, en caso de que las suframos con resignación y sin quejarnos.

La naturaleza de las vicisitudes y pruebas que sufrimos también puede instruirnos acerca de lo que hemos sido y de lo que hicimos, así como en la Tierra juzgamos los actos de un culpable por la pena que la ley le inflige. De ese modo, el orgulloso será castigado por la humillación de una existencia en una posición subalterna; el mal rico y el avaro, por la miseria; el que ha sido cruel para con los demás, por las crueldades que habrá de sufrir; el tirano, por la esclavitud; el mal hijo, por la ingratitud de sus propios hijos; el perezoso, por un trabajo forzado, etcétera.


AMOR, CARIDAD y TRABAJO







Vida espírita

 






VIDA ESPÍRITA









El libro de los espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO VI

Espíritus errantes
223. El alma, ¿reencarna inmediatamente después de su separación del cuerpo?
“A veces reencarna inmediatamente, pero la mayoría de las veces lo hace después de intervalos más o menos prolongados. En los mundos superiores la reencarnación es casi siempre inmediata. Puesto que en esos mundos la materia corporal es menos densa, el Espíritu encarnado goza en ella de casi todas las facultades que le son propias. Su estado normal es el de vuestros sonámbulos lúcidos.”

224. ¿En qué se convierte el alma en el intervalo de las encarnaciones?
“Es un Espíritu errante que aspira a su nuevo destino, que espera.”

[224a] - ¿Cuánto pueden durar esos intervalos?
“Desde algunas horas hasta algunos miles de siglos. Por lo demás, para hablar con propiedad, no hay un límite extremo asignado al estado errante. Puede prolongarse muchísimo tiempo, pero nunca es perpetuo. Tarde o temprano, el Espíritu siempre encuentra la oportunidad de recomenzar una existencia que sirva para purificar sus existencias anteriores.

[224b] Esa duración, ¿se halla subordinada a la voluntad del Espíritu o se le puede imponer como expiación?
“Es una consecuencia del libre albedrío. Los Espíritus saben perfectamente lo que hacen, pero también hay algunos para quienes es un castigo. Otros piden que se prolongue, para continuar estudios que sólo pueden hacerse con provecho en el estado de Espíritu.”

225. La erraticidad(1), ¿es de por sí un signo de inferioridad en los Espíritus?
“No, pues hay Espíritus errantes de todos los grados. La encarnación es un estado transitorio. Ya lo hemos dicho: en su estado normal el Espíritu se halla desprendido de la materia.” 

(1) [El término erraticité es un neologismo creado por Allan Kardec.]

226. ¿Podemos decir que todos los Espíritus que no están encarnados son errantes?
“Los que deben reencarnar, sí. En cambio, los Espíritus puros, aquellos que han llegado a la perfección, no son errantes: su estado es definitivo.”

Por lo que se refiere a sus cualidades íntimas, los Espíritus pertenecen a diferentes órdenes o grados, que recorren sucesivamente a medida que se purifican. En cuanto a su estado, pueden ser: encarnados, es decir, unidos a un cuerpo; errantes, es decir, desprendidos del cuerpo material y en espera de una nueva encarnación para mejorar; y Espíritus puros, es decir, perfectos y sin necesidad de volver a encarnar.

Entre los Espíritus no encarnados, los hay que tienen misiones que cumplir, ocupaciones activas, y gozan de una felicidad relativa. Otros se mantienen en la vaguedad y la incertidumbre: son errantes en la verdadera acepción de la palabra. Estos últimos son en realidad los que designamos con el nombre de almas en pena. Los primeros no siempre se consideran errantes, porque hacen una distinción entre su situación y la de los otros.

227. ¿De qué modo se instruyen los Espíritus errantes? Sin duda no lo hacen del mismo modo que nosotros.
“Estudian su pasado y buscan los medios de elevarse. Ven, observan lo que sucede en los lugares que recorren. Escuchan los discursos de los hombres instruidos y los consejos de los Espíritus más elevados que ellos, lo cual les brinda ideas que no tenían.”

228. ¿Conservan los Espíritus algunas de las pasiones humanas?
“Los Espíritus elevados, al perder su envoltura, dejan las pasiones malas y sólo se quedan con la del bien. En cambio, los Espíritus inferiores las conservan. De lo contrario pertenecerían al primer orden.” 

229. ¿Por qué los Espíritus, al abandonar la Tierra, no dejan en ella sus pasiones malas, puesto que ven sus inconvenientes?
“En ese mundo hay personas que son excesivamente envidiosas. ¿Acaso crees que tan pronto como lo abandonan pierden ese defecto? Les queda, después de partir de la Tierra, sobre todo a las que tuvieron pasiones muy intensas, una especie de atmósfera que las envuelve y les hace conservar todas esas cosas malas, porque el Espíritu no está desprendido por completo. Sólo por momentos entrevé la verdad, como para señalarle el camino del bien.”

230. ¿Progresa el Espíritu en estado errante?
“Puede mejorar mucho, siempre según su voluntad y su deseo. No obstante, en la existencia corporal es donde pone en práctica las nuevas ideas que ha adquirido.”

231. Los Espíritus errantes, ¿son felices o desdichados?
“Más o menos, según sus méritos. Sufren las pasiones cuya esencia han conservado, o bien son felices según se encuentren más o menos desmaterializados. En el estado errante, el Espíritu entrevé lo que le falta para ser más feliz, y entonces busca los medios de alcanzarlo. Sin embargo, no siempre se le permite reencarnar a voluntad, lo cual constituye un castigo.”

232. En el estado errante, ¿pueden los Espíritus ir a todos los mundos?
“Según. Cuando el Espíritu ha dejado el cuerpo no por eso se encuentra completamente desprendido de la materia. Aún pertenece al mundo en el que ha vivido o a otro del mismo grado, a menos que durante la vida se haya elevado. En eso reside el objetivo al que debe tender, pues de lo contrario nunca se perfeccionaría. No obstante, puede ir a algunos mundos superiores, aunque en ese caso se encontrará en ellos como un extranjero. Por decirlo de algún modo, no hace más que entreverlos, y eso le despierta el deseo de mejorar, para ser digno de la felicidad que en esos mundos se goza y poder habitar en ellos más adelante.”

233. Los Espíritus que ya se purificaron, ¿vienen a los mundos inferiores?
“Suelen venir para ayudarlos a progresar, pues de lo contrario esos mundos estarían librados a sí mismos, sin guías que los dirijan.”


Mundos transitorios
234. ¿Existen, como se ha dicho, mundos que sirven a los Espíritus errantes como estaciones y lugares de descanso?
“Sí, hay mundos particularmente destinados a los seres errantes, mundos en los que pueden residir por algún tiempo, especies de vivaques o campamentos donde descansar durante una prolongada erraticidad, estado que siempre es un tanto penoso. Son posiciones intermedias entre los otros mundos, graduadas conforme a la naturaleza de los Espíritus que pueden ir allí, los cuales gozan de un bienestar más o menos intenso.”

[234a] - Los Espíritus que residen en esos mundos, ¿pueden dejarlos a voluntad?
“Sí, los Espíritus que se encuentran en esos mundos pueden alejarse de ellos para ir adonde les corresponde. Imaginadlos como aves de paso que se detienen en una isla mientras recobran fuerzas para dirigirse a su destino.”

235. ¿Progresan los Espíritus durante su estancia en los mundos transitorios?
“Sin ninguna duda. Los que se reúnen de tal modo lo hacen con el objetivo de instruirse y obtener, con mayor facilidad, el permiso para dirigirse a lugares mejores y llegar a la posición que alcanzan los elegidos.”

236. Los mundos transitorios, por su naturaleza especial, ¿están perpetuamente destinados a los Espíritus errantes?
“No, su posición es sólo temporaria.”
 
[236a] - ¿Están habitados al mismo tiempo por seres corporales?
“No, su superficie es estéril. Quienes habitan en ellos no tienen necesidad de nada.”

[236b] - Esa esterilidad, ¿es permanente y proviene de su naturaleza especial?
“No, son estériles de manera transitoria.”

[236c] - Esos mundos, en tal caso, deben de estar desprovistos de bellezas naturales.
“La naturaleza se traduce en las bellezas de la inmensidad, que no son menos admirables que lo que vosotros llamáis bellezas naturales.”

[236d] - Puesto que el estado de esos mundos es transitorio, ¿nuestra Tierra estará algún día en esa situación?
“Ya lo estuvo.”

[236e] - ¿En qué época?
“Durante su formación.”

Nada es inútil en la naturaleza. Cada cosa tiene su objetivo, su destino. Nada está vacío, todo se encuentra habitado y hay vida por doquier. Así, durante la larga serie de siglos que transcurrieron antes de que el hombre apareciese en la Tierra, durante esos lentos períodos de transición que las capas geológicas han puesto en evidencia, incluso antes de la formación de los primeros seres orgánicos, en esa masa informe, en ese árido caos donde los elementos estaban confundidos, la vida no estaba ausente. Seres que no tenían nuestras necesidades ni nuestras sensaciones físicas encontraban aquí un refugio. Dios quiso que aun en ese estado imperfecto la Tierra sirviese para algo. ¿Quién osaría decir, pues, que entre esos miles de millones de mundos que circulan en la inmensidad, uno solamente, uno de los más pequeños, perdido en esa multitud, tiene el privilegio exclusivo de estar poblado? En ese caso, ¿cuál sería la utilidad de los demás? ¿Dios sólo los habría hecho con miras a recrear nuestra vista? Suposición absurda, incompatible con la sabiduría que resplandece en todas sus obras, e inadmisible si pensamos en todos esos mundos que no podemos percibir. Nadie podrá negar que en esa idea de los mundos inadecuados aún para la vida material, aunque poblados por seres animados apropiados para ese medio, existe algo grandioso y sublime, donde tal vez se encuentra la solución de más de un problema.


Percepciones, sensaciones y padecimientos de los Espíritus
237. El alma, una vez en el mundo de los Espíritus, ¿conserva las percepciones que tenía cuando estaba encarnada?
“Sí, y otras que no poseía, porque su cuerpo era como un velo que las oscurecía. La inteligencia es un atributo del Espíritu, pero se manifiesta más libremente cuando este no tiene trabas.”

238. Las percepciones y los conocimientos de los Espíritus, ¿son ilimitados? En una palabra, ¿lo saben todo? 
“Cuanto más se acercan a la perfección, más saben. Si son superiores, saben mucho. Los Espíritus inferiores son más o menos ignorantes en lo relativo a todas las cosas.”

239. Los Espíritus, ¿conocen el principio de las cosas?
“Eso depende de su elevación y su pureza. Los Espíritus inferiores no saben al respecto más que los hombres.”

240. Los Espíritus, ¿comprenden el transcurso del tiempo como nosotros?
“No, y eso hace que no siempre nos comprendáis cuando se trata de fijar fechas o épocas.”

Los Espíritus viven fuera del tiempo, tal como nosotros lo comprendemos. Para ellos su transcurso se anula, por decirlo así, y los siglos, que a nosotros nos parecen tan extensos, para ellos no son más que instantes que se borran en la eternidad, del mismo modo que las desigualdades del suelo se borran y desaparecen para el que se eleva en el espacio.

241. Los Espíritus, ¿tienen del presente una idea más precisa y exacta que nosotros?
“Más o menos como el que ve claro tiene una idea más exacta de las cosas que el ciego. Los Espíritus ven lo que vosotros no veis. Juzgan, pues, de otro modo que vosotros. No obstante, eso también depende de su elevación.”

242. ¿De qué modo los Espíritus tienen conocimiento del pasado? Ese conocimiento, ¿es ilimitado para ellos?
“El pasado, cuando de él nos ocupamos, es un presente, del mismo modo que cuando tú recuerdas algo que te impresionó durante tu exilio. Sólo que, como nosotros ya no tenemos el velo material que oscurece tu inteligencia, recordamos cosas que a ti se te han borrado. No obstante, los Espíritus no lo conocen todo: su creación, en primer lugar.”

243. Los Espíritus, ¿conocen el porvenir?
“Eso también depende de su perfección. A menudo sólo lo entrevén, pero no siempre se les permite revelarlo. Cuando lo ven, les parece presente. El Espíritu ve el porvenir con mayor claridad a medida que se acerca a Dios. Después de la muerte, el alma ve y abarca de una mirada sus emigraciones pasadas, pero no puede ver lo que Dios le prepara. Para ello es necesario que, al cabo de muchas existencias, esté totalmente compenetrada con Él.”

[243a] - Los Espíritus que llegaron a la perfección absoluta, ¿tienen un conocimiento completo del porvenir?
“Completo no es la palabra, pues sólo Dios es el soberano Señor y nadie puede igualarlo.”

244. Los Espíritus, ¿ven a Dios?
“Sólo los Espíritus superiores lo ven y lo comprenden. Los Espíritus inferiores lo sienten y lo adivinan.”

[244a] - Cuando un Espíritu inferior dice que Dios le prohíbe o le permite alguna cosa, ¿cómo sabe que eso proviene de Él?
“Ese Espíritu no ve a Dios, pero siente su soberanía. Cuando algo no tiene que hacerse o una palabra no debe decirse, siente una especie de intuición, una advertencia invisible que le prohíbe hacerlo. Vosotros mismos, ¿no tenéis presentimientos que son como advertencias secretas para que hagáis o dejéis de hacer tal o cual cosa? Lo mismo nos ocurre a nosotros, sólo que, en un grado superior, pues comprenderás que, dado que la esencia de los Espíritus es más sutil que la vuestra, ellos pueden recibir mejor las advertencias divinas.”

[244b] - La orden, ¿es transmitida al Espíritu directamente por Dios, o por intermedio de otros Espíritus?
“No le llega directamente de Dios. Para comunicarse con Él hay que ser digno de ello. Dios le transmite sus órdenes a través de Espíritus que se hallan más elevados en perfección e instrucción.”

245. La vista, en los Espíritus, ¿está circunscripta, como en los seres corporales?
“No, reside en ellos(2) .”

(2) [“Reside en todo su ser”.]

246. Los Espíritus, ¿necesitan luz para ver?
“Ven por sí mismos y no necesitan luz exterior. Para ellos no hay tinieblas, excepto aquellas en las que puedan encontrarse por expiación.”

247. Los Espíritus, ¿necesitan trasladarse para ver en dos puntos diferentes? ¿Pueden ver, por ejemplo, de manera simultánea en los dos hemisferios del globo?
“Como el Espíritu se traslada con la rapidez del pensamiento, podemos decir que ve en todas partes a la vez. Su pensamiento puede irradiar y dirigirse al mismo tiempo a muchos puntos diferentes, pero esa facultad depende de su pureza: cuanto menos purificado está, más limitada es su vista. Sólo los Espíritus superiores son capaces de tener una visión de conjunto.”

La facultad de ver, en los Espíritus, es una propiedad inherente a su naturaleza y reside en todo su ser, así como la luz reside en todas las partes de un cuerpo luminoso. Es una especie de lucidez universal que se extiende a todo, que abarca a la vez el espacio, los tiempos y las cosas, y para la cual no existen tinieblas ni obstáculos materiales. Se comprende que debe ser así. En el hombre, la vista opera mediante el funcionamiento de un órgano que recibe la impresión de la luz. Sin luz, el hombre queda en la oscuridad. En el Espíritu, puesto que la facultad de ver es un atributo de sí mismo que prescinde de todo agente exterior, su vista es independiente de la luz.

248. El Espíritu, ¿ve las cosas tan claras como nosotros?
“Más claras, pues su vista penetra lo que vosotros no podéis penetrar. Nada la oscurece.”

249. El Espíritu, ¿percibe los sonidos?
“Sí, y también percibe otros que vuestros sentidos obtusos no pueden percibir.”

[249a] - La facultad de oír, ¿se encuentra en todo su ser, como la facultad de ver?
“Todas las percepciones son atributos del Espíritu y forman parte de su ser. Cuando se encuentra revestido de un cuerpo material, dichas percepciones sólo le llegan por conducto de los órganos; pero en el estado de libertad dejan de estar localizadas.”

250. Dado que las percepciones son atributos del propio Espíritu, ¿puede sustraerse a ellas?
“El Espíritu sólo ve y oye lo que quiere. Decimos esto en general y, sobre todo, en lo que atañe a los Espíritus elevados, pues los imperfectos a menudo oyen y ven, a pesar suyo, lo que puede ser útil para su perfeccionamiento.”

251. Los Espíritus, ¿son sensibles a la música?
“¿Te refieres a vuestra música? ¿Qué es ella comparada con la música celestial, con esa armonía de la cual nada en la Tierra puede daros una idea? Aquella es a esta lo que el canto del salvaje es a la suave melodía. No obstante, los Espíritus vulgares pueden experimentar cierto placer en escuchar vuestra música, porque todavía no les es dado comprender otra más sublime. La música tiene infinitos encantos para los Espíritus, debido a que sus cualidades sensitivas se hallan muy desarrolladas. Me refiero a la música celestial, que es lo más bello y delicado que la imaginación espiritual puede concebir.”

252. Los Espíritus, ¿son sensibles a las bellezas de la naturaleza?
“Las bellezas naturales de los mundos son tan distintas que estamos lejos de conocerlas. Sí, los Espíritus son sensibles a ellas, conforme a su aptitud para apreciarlas y comprenderlas. Para los Espíritus elevados hay bellezas de conjunto ante las cuales se borran, por decirlo así, las de los detalles.”

253. Los Espíritus, ¿experimentan nuestras necesidades y padecimientos físicos?
“Los conocen porque los han sufrido, pero no los experimentan como vosotros, materialmente, pues son Espíritus.”

254. Los Espíritus, ¿sienten cansancio y necesidad de reposo?
“No pueden sentir cansancio del modo en que vosotros lo entendéis y, en consecuencia, no tienen necesidad de vuestro descanso corporal, pues no poseen órganos cuyas energías tengan que ser repuestas. No obstante, el Espíritu reposa en el sentido de que no se halla en una actividad constante. No actúa de una manera material. Su acción es completamente intelectual; y su reposo, completamente moral. Es decir que hay momentos en que su pensamiento deja de estar tan activo y no se dirige hacia un objeto determinado. Se trata de un auténtico descanso, pero no es comparable con el del cuerpo. La especie de cansancio que los Espíritus pueden experimentar se debe a su inferioridad, pues cuanto más elevados son, menos reposo necesitan.”

255. Cuando un Espíritu dice que sufre, ¿qué clase de padecimiento experimenta?
“Angustias morales que lo atormentan más dolorosamente que los padecimientos físicos.”

256. ¿A qué se debe, pues, que algunos Espíritus se hayan quejado de padecer frío o calor?
“Es un recuerdo de lo que han soportado durante la vida, a veces tan penoso como la realidad. Suele ser una comparación mediante la cual, a falta de otra mejor, expresan su situación. Cuando se acuerdan de su cuerpo experimentan una especie de impresión, como cuando alguien se quita el abrigo y un rato más tarde cree llevarlo aún.”


Ensayo teórico acerca de la sensación en los Espíritus
257. El cuerpo es el instrumento del dolor. Si no constituye su causa primera, es al menos su causa inmediata. El alma tiene la percepción de ese dolor. Dicha percepción es el efecto. El recuerdo del dolor que el alma conserva puede ser muy penoso, pero no puede tener una acción física. En efecto, ni el frío ni el calor pueden desorganizar los tejidos del alma. El alma no puede helarse ni quemarse. ¿No vemos a diario que el recuerdo o la aprensión de un mal físico producen el mismo efecto que la realidad? ¿Y que incluso ocasiona la muerte? Todo el mundo sabe que las personas a quienes se les amputó un miembro sienten dolor en ese miembro que ya no existe. Por cierto, dicho miembro no es la sede del dolor, ni siquiera su punto de partida. El cerebro ha conservado la impresión, eso es todo. Podemos creer, pues, que hay algo análogo en los padecimientos del Espíritu después de la muerte. Un estudio más profundo del periespíritu, que desempeña un papel tan importante en todos los fenómenos espíritas -las apariciones vaporosas o tangibles, el estado del Espíritu en el momento de la muerte, la idea tan frecuente en él de que aún sigue vivo, el cuadro tan conmovedor de los suicidas y los ajusticiados, el de las personas que se dejaron cautivar por los goces materiales, y tantos otros hechos-, ha venido a arrojar luz sobre esa cuestión y ha dado lugar a explicaciones cuyo resumen presentamos aquí.

El periespíritu es el lazo que une al Espíritu con la materia del cuerpo. Es extraído del medio circundante, del fluido universal. Participa a la vez de la electricidad, del fluido magnético y, hasta cierto punto, de la materia inerte. Podríamos decir que es la quintaesencia de la materia. Es el principio de la vida orgánica, pero no el de la vida intelectual, que es propia del Espíritu. Es, además, el agente de las sensaciones exteriores. En el cuerpo, dichas sensaciones se encuentran localizadas en los órganos que les sirven de conductos. Una vez destruido el cuerpo, las sensaciones son generales. Por esa razón el Espíritu no dice que le duele la cabeza más que los pies. Por otra parte, es preciso no confundir las sensaciones del periespíritu -que ha recobrado su independencia- con las del cuerpo. Sólo podemos tomar estas últimas como un término de comparación, y no como analogía. Desprendido del cuerpo, el Espíritu puede sufrir, pero ese sufrimiento no es el del cuerpo, aunque tampoco se trata de un sufrimiento exclusivamente moral, como el remordimiento, puesto que se queja del frío y del calor. Tampoco sufre más en invierno que en verano. Hemos visto Espíritus que pasaban a través de las llamas sin experimentar nada penoso. La temperatura, pues, no les causa la menor impresión. Por consiguiente, el dolor que sienten no es un dolor físico propiamente dicho, sino un vago sentimiento íntimo, del que el Espíritu mismo no siempre se da perfecta cuenta, precisamente porque el dolor no está localizado ni es producido por agentes exteriores. Es más bien un recuerdo que una realidad, pero un recuerdo tan penoso como aquella. Sin embargo, como veremos, a veces hay algo más que un recuerdo. 

La experiencia nos enseña que en el momento de la muerte el periespíritu se desprende del cuerpo con mayor o menor lentitud. Durante los primeros instantes el Espíritu no se explica su situación. No cree estar muerto. Se siente vivo. Ve su cuerpo a un lado, sabe que es el suyo, pero no comprende por qué se encuentra separado de él. Ese estado continúa mientras existe un lazo entre el cuerpo y el periespíritu. Un suicida nos decía: “No, no estoy muerto”. Y añadía: “Sin embargo, siento que los gusanos me devoran”. Ahora bien, de seguro los gusanos no devoraban el periespíritu, y menos aún el Espíritu; sólo devoraban el cuerpo. Pero como la separación del cuerpo y el periespíritu no era completa, de ahí resultaba una especie de repercusión moral que le transmitía la sensación de lo que sucedía en el cuerpo. Tal vez repercusión no sea la palabra adecuada, pues podría dar lugar a creer en un efecto demasiado material. Era más bien la vista de lo que sucedía en su cuerpo, al cual lo ligaba su periespíritu, lo que producía en él una ilusión que tomaba por realidad. Así pues, no se trataba de un recuerdo, puesto que en vida nunca había sido devorado por gusanos. Era un sentimiento actual(3). Vemos, de este modo, las deducciones que pueden extraerse de los hechos cuando se los observa con atención. Durante la vida, el cuerpo recibe las impresiones exteriores y las transmite al Espíritu por intermedio del periespíritu, que constituye, probablemente, lo que se denomina fluido nervioso. Cuando está muerto, el cuerpo no siente nada más, porque en él ya no hay Espíritu ni periespíritu. Desprendido del cuerpo, el periespíritu experimenta la sensación, pero como ésta ya no le llega por un conducto limitado, es una sensación general. Ahora bien, como el periespíritu sólo es en realidad un agente de transmisión -puesto que la conciencia pertenece al Espíritu-, de ahí resulta que, si pudiera existir un periespíritu sin Espíritu, aquel no sentiría más que lo que siente el cuerpo cuando está muerto. Del mismo modo, si el Espíritu no tuviera periespíritu, sería inaccesible a toda sensación penosa. Esto sucede a los Espíritus completamente purificados. Sabemos que cuanto más se purifican, más etérea se torna la esencia del periespíritu, de donde se sigue que la influencia material disminuye a medida que el Espíritu progresa, es decir, a medida que el periespíritu se vuelve menos denso. Se dirá, no obstante, que las sensaciones agradables son transmitidas al Espíritu mediante el periespíritu, del mismo modo que las sensaciones desagradables. Ahora bien, si el Espíritu [Recomendamos al lector ahondar en el sentido de las palabras “sentimiento” (sentiment) y “sensación” (sensation), especialmente en lengua francesa. El sentimiento se distingue de la sensación por el hecho de que es provocado por una idea o representación (en el ejemplo: la imagen de los gusanos) y no está localizado en una parte específica del cuerpo.] puro es inaccesible a estas, debe serlo también a las otras. Esto es así, sin duda, en lo que respecta a las sensaciones que provienen únicamente de la influencia de la materia que conocemos. El sonido de nuestros instrumentos, el perfume de nuestras flores, no le causan ninguna impresión. Sin embargo, hay en él sensaciones íntimas de un encanto indefinible, acerca de las cuales no podemos formarnos ninguna idea, porque somos en relación con ellas como ciegos de nacimiento respecto a la luz: sabemos que existen, pero ¿de qué modo? Ahí se detiene nuestra ciencia. Sabemos que en el Espíritu hay percepción, sensación, audición, visión; que esas facultades son atributos de todo su ser, y no de una parte de este, como en el hombre. Pero, volvemos a preguntarnos, ¿de qué manera? No lo sabemos. Los propios Espíritus no pueden explicárnoslo, porque nuestro lenguaje no ha sido hecho para expresar ideas que no poseemos, así como en el idioma de los salvajes no existen términos para expresar nuestras artes, ciencias y doctrinas filosóficas.

(3) [Recomendamos al lector ahondar en el sentido de las palabras “sentimiento” (sentiment) y “sensación” (sensation), especialmente en lengua francesa. El sentimiento se distingue de la sensación por el hecho de que es provocado por una idea o representación (en el ejemplo: la imagen de los gusanos) y no está localizado en una parte específica del cuerpo.]

Al decir que los Espíritus son inaccesibles a las impresiones de nuestra materia, nos referimos a los Espíritus muy elevados, cuya envoltura etérea no tiene analogía en la Tierra. No sucede lo mismo con aquellos cuyo periespíritu es más denso. Estos Espíritus perciben nuestros sonidos y olores, pero no por medio de una parte limitada de su persona, como cuando estaban vivos. Podríamos decir que las vibraciones moleculares se hacen sentir en la totalidad de su ser y llegan así a su sensorio común(4), que es el propio Espíritu, aunque de una manera diferente y quizás también con una impresión diferente, lo que produce una modificación en la percepción. Si bien escuchan el sonido de nuestra voz, nos comprenden sin el auxilio de la palabra, tan sólo mediante la transmisión del pensamiento. En apoyo de lo que decimos viene el hecho de que esa penetración es tanto más fácil cuanto más desmaterializado está el Espíritu. En lo que respecta a la visión, la de los Espíritus es independiente de nuestra luz. La facultad de ver es un atributo esencial del alma, para la cual no existe la oscuridad. No obstante, esa facultad, es más amplia y penetrante en los Espíritus que están más purificados. Así pues, el alma o Espíritu posee en sí la facultad de todas las percepciones. Durante la vida corporal, tales percepciones se hallan obstruidas por la densidad de los órganos. En la vida extracorporal lo están cada vez menos, a medida que la envoltura semimaterial se clarifica.

(4) [Sensorium commune: El autor recurre a esta expresión de la lengua francesa que alude al sensorio o sentido común. Dicha facultad, en el hombre, ha sido objeto de estudio desde muy antiguo. Aristóteles fue uno de los primeros en referirse a ella (Véase su obra “Acerca del Alma”: De Anima, III 1).]


Esa envoltura, extraída del medio circundante, varía según la naturaleza de cada mundo. Al pasar de un mundo a otro, los Espíritus cambian de envoltura como nosotros cambiamos de ropa cuando pasamos del invierno al verano o del polo al ecuador. Así pues, los Espíritus más elevados, cuando vienen a visitarnos, se revisten con el periespíritu terrestre(5), y entonces sus percepciones se producen como en los Espíritus comunes. No obstante, todos ellos, tanto los inferiores como los superiores sólo escuchan y sienten lo que quieren. Como no tienen órganos sensitivos, pueden a voluntad hacer que sus percepciones se activen o se anulen. Sólo se ven obligados a escuchar una cosa: los consejos de los Espíritus buenos. Aunque la vista siempre se mantiene activa, ellos pueden hacerse invisibles recíprocamente. De acuerdo con la categoría a la que pertenecen, pueden ocultarse de los que son inferiores a ellos, pero no de los superiores. En los primeros momentos que siguen a la muerte, la vista del Espíritu siempre está turbada y es confusa. Se aclara a medida que este se desprende, y puede adquirir la misma claridad que tenía en vida, con independencia de su penetración a través de los cuerpos que para nosotros son opacos. En cuanto a la extensión de la vista a través del espacio ilimitado, así como en el porvenir y en el pasado, la misma depende del grado de pureza y elevación del Espíritu.

(5) [“revêtent le périsprit terrestre”, es decir, se revisten con los fluidos del medio circundante, con los cuales se conforma el periespíritu.]

Se nos dirá: “Esa teoría no es muy tranquilizadora. Pensábamos que, una vez liberados de nuestra densa envoltura, instrumento de nuestros dolores, no sufriríamos más. Pero ahora nos informáis que nuestros padecimientos continuarán; no importa de qué modo, pues aun así sufriremos”. Así es, por desgracia. Todavía podremos padecer, y mucho, y por un tiempo muy prolongado, pero también podremos dejar de sufrir desde el instante mismo en que abandonemos esta vida corporal.

Los padecimientos de la Tierra a veces son independientes de nosotros. No obstante, muchos son la consecuencia de nuestra voluntad. Remontémonos a su origen y veremos que la mayor parte de ellos es el resultado de causas que habríamos podido evitar. ¿Cuántos males, cuántas enfermedades debe el hombre a sus excesos, a su ambición, en una palabra: a sus pasiones? El hombre que siempre haya vivido con sobriedad, sin abusar de nada, que siempre haya sido sencillo en sus gustos y modesto en sus deseos, se ahorrará muchas tribulaciones. Lo mismo sucede con el Espíritu, pues los padecimientos que soporta siempre son la consecuencia del modo como vivió en la Tierra. Sin duda, ya no tendrá gota ni reumatismo, pero sí otros pesares que no son menores. Hemos visto que sus padecimientos son el resultado de los lazos que existen todavía entre él y la materia. Cuanto más desprendido está de la influencia de la materia -dicho de otro modo, cuanto más desmaterializado se halla-, menos sensaciones penosas experimenta. Ahora bien, de él depende liberarse de dicha influencia desde esta vida. Tiene libre albedrío y, por consiguiente, la opción de hacer o dejar de hacer. Domeñe sus pasiones animales, no tenga odio ni envidia, celos ni orgullo, no se deje dominar por el egoísmo, purifique su alma mediante los buenos sentimientos, practique el bien, no atribuya a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen. Entonces, incluso con su envoltura corporal, ya estará purificado, ya estará desprendido de la materia, y cuando abandone esa envoltura no sufrirá más su influencia. Los padecimientos físicos que haya experimentado no dejarán en él ningún recuerdo penoso; no le quedará al respecto ninguna impresión desagradable, porque sólo habrán afectado al cuerpo y no al Espíritu. Se sentirá feliz de haberse liberado, y la paz de su conciencia lo eximirá de todo padecimiento moral. Hemos interrogado a miles de Espíritus, que han pertenecido a todas las categorías de la sociedad, a todas las posiciones sociales. Los hemos estudiado en todos los períodos de su vida espírita, desde el instante mismo en que abandonaron su cuerpo. Los hemos seguido paso a paso en esa vida de ultratumba para observar los cambios que se operaban en ellos, en sus ideas y sensaciones. Desde ese punto de vista, han sido los hombres más comunes los que nos proporcionaron los elementos de estudio más valiosos. Ahora bien, siempre hemos observado que los padecimientos guardan relación con la conducta, cuyas consecuencias los Espíritus sufren, y que esa nueva existencia es la fuente de una felicidad inefable para los que han seguido el camino del bien. En conclusión, si sufren, es porque así lo han querido. Sólo deben culparse a sí mismos, tanto en el otro mundo como en este.


Elección de las pruebas
258. En el estado errante, antes de comenzar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que habrá de sucederle durante la vida?
“Él mismo escoge la clase de pruebas que quiere sufrir. En eso consiste su libre albedrío.”

[258a] - Entonces, ¿no es Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo? [Ver reflexión al final de este artículo]
“Nada sucede sin el permiso de Dios, pues es Él quien ha establecido las leyes que rigen el universo. ¡Preguntad, pues, por qué ha hecho tal ley en vez de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Dios le deja la responsabilidad completa de sus actos y de las consecuencias de estos. Nada obstaculiza su porvenir. Puede optar por seguir el camino del bien o el del mal. Pero si sucumbe, le queda un consuelo: no todo terminó para él, pues Dios, en su bondad, le deja la libertad para que recomience lo que hizo mal. Por otra parte, es necesario distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de lo que es obra de la voluntad del hombre. Si un peligro os amenaza, no habréis sido vosotros quienes lo crearon, sino Dios. No obstante, vuestra fue la voluntad de exponeros a ese peligro, porque habéis visto en él un medio para vuestro progreso, y Dios lo ha permitido(6) .”

(6) Recordamos al lector neófito, lo apuntado por J. H. Pires en la “Noticia de la obra” sobre la aparente “humanización” de Dios. Dios tiene sus Leyes, a las cuales todos estamos sometidos; el aparente antropomorfismo con que algunos Espíritus nos presentan a Dios es un recurso para hacerlo más accesible a nuestro entendimiento. [N. de Alberto Giordano.] 

259. Si el Espíritu elige la clase de pruebas que deberá sufrir, ¿se sigue de ahí que todas las tribulaciones que experimentamos en la vida fueron previstas y elegidas por nosotros?
“Todas no es la palabra, porque no se puede decir que vosotros habéis elegido y previsto todo lo que os sucede en el mundo, hasta las más mínimas cosas. Elegisteis la clase de pruebas; los detalles son consecuencia de la posición en que os encontráis y, a menudo, de vuestras propias acciones. Si el Espíritu, por ejemplo, quiso nacer entre malhechores, sabía a qué tentaciones se exponía, pero ignoraba cada uno de los actos que llevaría a cabo. Esos actos son el efecto de su voluntad y de su libre albedrío. El Espíritu sabe que al elegir un camino tendrá que sufrir determinado tipo de lucha. Conoce, pues, la naturaleza de las vicisitudes con las que se encontrará, pero ignora si un acontecimiento se producirá antes que otro. Los pormenores nacen de las circunstancias y de la fuerza de las cosas. Sólo se pueden prever los acontecimientos importantes, aquellos que influyen en el destino. Si sigues un camino escarpado, sabes que habrás de tomar grandes precauciones, porque tienes posibilidades de caer. No obstante, no sabes en qué punto caerás, y existe la posibilidad de que no caigas si eres suficientemente prudente. Si al pasar por la calle te cae una teja en la cabeza, no creas que estaba escrito, como vulgarmente se dice.”

260. ¿Cómo es posible que el Espíritu quiera nacer entre personas de mala vida?
“Es preciso que sea enviado a un medio en el que pueda sufrir la prueba que ha pedido. ¡Así es! Tiene que haber analogía. Para luchar contra el instinto de la delincuencia, es necesario que el Espíritu se encuentre entre personas de esa clase.”

[260a] - Si en la Tierra no hubiera personas de mala vida, el Espíritu no encontraría aquí el medio necesario para sufrir ciertas pruebas.
“¿Acaso deberíamos quejarnos por ello? Es lo que sucede en los mundos superiores, donde el mal no tiene acceso. Por esta razón en esos mundos sólo hay Espíritus buenos. Haced que pronto suceda lo mismo en vuestra Tierra.”

261. El Espíritu, en las pruebas que debe sufrir para alcanzar la perfección, ¿debe experimentar las diversas clases de tentaciones; debe pasar por todas las circunstancias que pueden excitar en él el orgullo, la envidia, los celos, la avaricia, la sensualidad, etc.?
“Por cierto que no, pues sabéis que hay Espíritus que siguen, desde el comienzo, un camino que los exime de muchas pruebas. Con todo, el que se deja llevar por el camino del mal corre todos los peligros que hay en él. Si un Espíritu, por ejemplo, pide riqueza, se le podrá conceder. Entonces, conforme a su carácter, podrá volverse avaro o pródigo, egoísta o generoso, o bien se entregará a todos los goces de la sensualidad. Sin embargo, eso no quiere decir que deba pasar forzosamente por toda esa serie de inclinaciones.”

262. ¿De qué modo el Espíritu, que en su origen es simple, ignorante y carece de experiencia, puede elegir una existencia con conocimiento de causa, y ser responsable de esa elección?
“Dios suple su inexperiencia al señalarle el camino que debe seguir, como haces tú con un niño desde la cuna. No obstante, poco a poco lo deja ser dueño de elegir, a medida que su libre albedrío se desarrolla. En ese caso, si no escucha los consejos de los Espíritus buenos, suele extraviarse y seguir el camino del mal. A esto se lo puede llamar la caída del hombre.”

[262a] - Cuando el Espíritu goza de su libre albedrío, la elección de la existencia corporal, ¿depende siempre, en forma exclusiva, de su voluntad, o bien la voluntad de Dios puede imponerle esa existencia como expiación?
“Dios sabe esperar; no apresura la expiación. Sin embargo, Él puede imponerle una existencia a un Espíritu cuando este, por su inferioridad o su mala voluntad, no es apto para comprender lo que sería más saludable para sí mismo, y cuando ve que esa existencia puede servir para que el Espíritu se purifique y progrese, al mismo tiempo que encuentra en ella una expiación.”

263. El Espíritu, ¿hace su elección inmediatamente después de la muerte?
“No, muchos creen en la eternidad de las penas; lo cual, como ya se os ha dicho, es un castigo.”

264. ¿Qué es lo que dirige al Espíritu en la elección de las pruebas que desea sufrir?
“El Espíritu elige las pruebas que pueden ser para él una expiación -por la naturaleza de sus faltas- y que lo hacen adelantar más deprisa. Así pues, algunos se imponen una vida de miseria y privaciones para tratar de soportarla con valor. Otros quieren probarse mediante las tentaciones de la fortuna y el poder, mucho más peligrosas, por el abuso y el mal uso que se puede hacer de ellos, así como por las pasiones malas que fomentan. Otros, por último, quieren probarse mediante las luchas que habrán de sostener en contacto con el vicio.”

265. Si algunos Espíritus eligen el contacto con el vicio como prueba, ¿los hay que lo eligen por simpatía y por el deseo de vivir en un medio acorde con sus gustos, o para poder entregarse sensualmente a inclinaciones materiales?
“Los hay, es cierto, pero sólo son los Espíritus cuyo sentido moral aún se encuentra poco desarrollado. La prueba viene por sí misma y la sufren por más tiempo. Tarde o temprano comprenden que la satisfacción de las pasiones brutales genera en ellos consecuencias deplorables, que habrán de sufrir durante un tiempo que les parecerá eterno. Dios podrá dejarlos en ese estado hasta que hayan comprendido su falta y por sí mismos pidan rescatarla mediante pruebas útiles.”

266. ¿No parece natural que se elijan las pruebas menos penosas?
“A vosotros sí os parece natural; al Espíritu, no. Cuando está desprendido de la materia, cesa la ilusión y piensa de otro modo.”

El hombre, en la Tierra y bajo la influencia de las ideas carnales, sólo ve el lado penoso de esas pruebas. Por eso le parece natural elegir las que desde su punto de vista pueden combinarse con los goces materiales. En cambio, en la vida espiritual compara esos goces fugaces y groseros con la felicidad inalterable que entrevé y, a partir de ese momento, ¿qué le hacen algunos dolores pasajeros? De ese modo, el Espíritu puede elegir la más ruda de las pruebas y, por consiguiente, la existencia más penosa, con la esperanza de llegar más rápido a un estado mejor, así como el enfermo suele elegir el remedio más desagradable para curarse lo antes posible. Quien pretende vincular su nombre al descubrimiento de un país desconocido, no elige un camino lleno de flores. Conoce los peligros que corre, pero también sabe que lo aguarda la gloria en caso de que tenga éxito. 

La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que debemos sufrir deja de parecer extraordinaria si consideramos que los Espíritus, desprendidos de la materia, evalúan las cosas de una manera diferente a como nosotros lo hacemos. Divisan el objetivo, que para ellos es mucho más serio que los goces fugaces del mundo. Después de cada existencia, al ver el paso que han dado, comprenden cuánto les falta purificarse aún para alcanzar dicho objetivo. Por ese motivo, se someten de manera voluntaria a las vicisitudes de la vida corporal, y piden por sí mismos las que puedan hacerlos llegar más rápidamente. Así pues, no hay razón para el asombro cuando se ve que el Espíritu no prefiere la existencia más placentera. En su estado de imperfección, no podría disfrutar esa vida exenta de amarguras. Como la entrevé, procura mejorar para alcanzarla.

Por otra parte, ¿no tenemos a diario, ante nuestros ojos, ejemplos de elecciones semejantes? El hombre que trabaja durante parte de su vida, sin tregua ni descanso, para reunir aquello que le proporcione bienestar, ¿qué hace sino imponerse una tarea con miras a un porvenir mejor? El militar que se ofrece para una misión peligrosa, el viajero que enfrenta desafíos no menos difíciles en interés de la ciencia o de su propia fortuna, ¿qué hacen sino someterse a pruebas voluntarias que deben proporcionarles honor y ganancias si logran superarlas? ¿A cuántas cosas no se somete o se expone el hombre con miras a su interés o su gloria? Los concursos, ¿no son también pruebas voluntarias a las que se somete para avanzar en la carrera que eligió? No se alcanza una posición social importante en las ciencias, las artes o la industria, si no se pasa por la serie de posiciones inferiores que son otras tantas pruebas. En ese sentido, la vida humana es el calco de la vida espiritual, pues en esta vida encontramos, en pequeño, las mismas peripecias que en la otra. Así pues, si en la vida solemos elegir las más rudas pruebas con miras a un objetivo más elevado, ¿por qué el Espíritu, que ve más lejos que el cuerpo y para el cual la vida corporal no es más que un incidente fugaz, no habría de elegir una existencia penosa y difícil si ella lo conducirá a la felicidad eterna? Los que dicen que -si el hombre pudiera elegir su existencia- pedirían ser príncipes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que tocan, o como esos niños golosos que, cuando se les pregunta qué profesión les gusta más, responden: pastelero o confitero.

El viajero que se encuentra en medio del valle oscurecido por la niebla no ve la extensión ni los extremos del sendero. En cambio, cuando llega a la cima de la montaña, abarca el camino recorrido y el que le queda por recorrer. Divisa su objetivo, los obstáculos que aún no superó, y planea con mayor seguridad los medios necesarios para llegar a la meta. El Espíritu encarnado es como el viajero al pie de la montaña. Pero una vez liberado de los lazos terrenales, domina el paisaje como quien se encuentra en la cúspide. Para el viajero, el objetivo es el reposo después del cansancio. Para el Espíritu, es la dicha suprema después de las tribulaciones y las pruebas.

Los Espíritus manifiestan que en el estado errante buscan, estudian, observan para hacer su elección. ¿Acaso no tenemos un ejemplo de ese hecho en la vida corporal? ¿No solemos buscar durante años la carrera que luego elegimos libremente, porque consideramos que es la más adecuada para hacernos avanzar en nuestro camino? Si fracasamos en una, buscamos otra. Cada carrera que emprendemos constituye una etapa, un período de la vida. ¿No empleamos cada día para planear lo que haremos al día siguiente? Ahora bien, ¿qué son para el Espíritu las diversas existencias corporales, sino etapas, períodos, días de su vida espírita que, como sabemos, es su vida normal, puesto que la vida corporal sólo es transitoria y pasajera? 

267. El Espíritu, ¿podría hacer su elección durante el estado corporal?
“Su deseo puede influir, lo cual depende de la intención. No obstante, cuando es Espíritu suele ver las cosas de un modo muy diferente. En todos los casos es el Espíritu el que elige. Con todo, vuelvo a repetírtelo, el Espíritu puede hacer su elección en la vida material, pues siempre hay momentos en que se independiza de la materia en que habita.”

[267a] - Muchas personas desean grandeza y riquezas, y por cierto no las buscan como expiación ni como prueba. 
“No cabe duda. La materia desea esa grandeza para disfrutar de ella. El Espíritu la desea para conocer sus vicisitudes.”

268. Hasta que llega al estado de pureza perfecta, ¿debe el Espíritu sufrir pruebas de modo constante?
“Sí, pero no son pruebas tal como vosotros las entendéis. Vosotros llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. Ahora bien, cuando el Espíritu llega a cierto grado -aunque todavía no sea perfecto- ya no tiene que sufrir esas pruebas. No obstante, siempre tiene deberes que lo ayudan a perfeccionarse y no le resultan penosos en modo alguno, aunque más no sea el de ayudar a otros a perfeccionarse.”

269. El Espíritu, ¿puede equivocarse respecto a la eficacia de la prueba que ha elegido?
“Puede elegir una que sea superior a sus fuerzas, en cuyo caso sucumbe. También puede elegir una que no le aproveche en absoluto, como, por ejemplo, si busca un género de vida ociosa e inútil. Sin embargo, en ese caso, cuando vuelve al mundo de los Espíritus, se percata de que no ganó nada y pide recuperar el tiempo perdido.”

270. ¿A qué obedecen las vocaciones de determinadas personas y su voluntad de seguir una carrera con preferencia a otras?
“Me parece que vosotros mismos podéis responder esa pregunta. ¿No es la consecuencia de cuanto hemos dicho acerca de la elección de las pruebas y del progreso cumplido en una existencia anterior?”

271. En el estado errante, cuando el Espíritu estudia las diversas condiciones en que podría progresar, ¿cómo piensa hacerlo si nace, por ejemplo, en un pueblo de caníbales?
“Los Espíritus que ya están adelantados no nacen entre caníbales, pero sí lo hacen Espíritus de la misma naturaleza que los caníbales, o inferiores a ellos.”

Sabemos que nuestros antropófagos no se encuentran en el último grado de la escala. Hay mundos en los que el embrutecimiento y la ferocidad no tienen analogía en la Tierra. Esos Espíritus son, pues, inferiores a los más inferiores de nuestro mundo. Nacer entre nuestros salvajes es para ellos un progreso, así como sería un progreso para nuestros antropófagos ejercer entre nosotros una profesión que los obligara a derramar sangre. Si no ponen la mira en algo más elevado es porque su inferioridad moral no les permite comprender un progreso más completo. El Espíritu sólo puede adelantar en forma gradual. No puede atravesar de un salto la distancia que separa a la barbarie de la civilización. Y en esto vemos una de las necesidades de la reencarnación, que está en un todo de acuerdo con la justicia de Dios. De lo contrario, ¿qué sería de los millones de seres que mueren a diario en el último estado de degradación, si no tuvieran los medios de alcanzar un nivel superior? ¿Por qué Dios los habría desheredado de los favores que concede a los demás hombres?

272. Los Espíritus que vienen de un mundo inferior a la Tierra, o que pertenecen a un pueblo muy atrasado, como los caníbales, por ejemplo, ¿podrían nacer en nuestros pueblos civilizados?
“Sí. Algunos de ellos se extravían al querer elevarse demasiado. No obstante, en ese caso, se sienten desubicados entre vosotros, porque tienen costumbres e instintos que entran en conflicto con los vuestros.” 

Esos seres nos ofrecen el triste espectáculo de la ferocidad en medio de la civilización. Volver a encarnar entre caníbales no será para ellos un retroceso, pues no harán más que retomar el lugar que les es propio, y tal vez obtengan allí un mayor beneficio para sí mismos.

273. Un hombre que pertenece a una raza civilizada, ¿podría, por expiación, reencarnar en una raza salvaje?
“Sí, pero eso depende del género de expiación. Un amo que ha sido duro con sus esclavos podrá a su vez ser esclavo y sufrir los malos tratos que infligió. El que daba órdenes en una época puede, en una nueva existencia, obedecer a aquellos mismos que se sometían a su voluntad. Si abusó de su poder, se trata de una expiación, y Dios puede imponérsela. Por otra parte, un Espíritu bueno también puede elegir una existencia en la que influya sobre esos pueblos, para hacerlos adelantar. En ese caso, se trata de una misión.”


Relaciones de ultratumba
274. Los Espíritus de los diferentes órdenes, ¿establecen entre sí una jerarquía de poderes? ¿Hay entre ellos subordinación y autoridad?
“Sí, y muy grande. Los Espíritus ejercen unos sobre otros una autoridad que está en relación con su grado de superioridad, y lo hacen por medio de un ascendiente moral irresistible.”

[274a] - Los Espíritus inferiores, ¿pueden sustraerse a la autoridad de los que son superiores a ellos?
“He dicho que es irresistible.”

275. El poder y la consideración de que ha disfrutado un hombre en la Tierra, ¿le otorgan una supremacía en el mundo de los Espíritus?
“No, pues allí los pequeños serán enaltecidos y los grandes serán humillados. Lee los Salmos.”

[275a] - ¿Cómo debemos entender ese enaltecimiento y esa humillación?
“¿No sabes que los Espíritus pertenecen a diferentes órdenes según su mérito? Pues bien, el más grande en la Tierra puede encontrarse en la última categoría entre los Espíritus, mientras que su servidor podrá estar en la primera. ¿Comprendes esto? ¿Acaso no dijo Jesús?: Todo aquel que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado”

276. El que ha sido grande en la Tierra y ahora se encuentra en una categoría inferior entre los Espíritus, ¿se siente humillado por eso?
“La humillación suele ser muy grande, sobre todo si era orgulloso y envidioso.”

277. El soldado que, tras la batalla, encuentra a su general en el mundo de los Espíritus, ¿lo reconoce aún como su superior?
“El título no significa nada. La superioridad real lo es todo.”

278. Los Espíritus de los diferentes órdenes, ¿están mezclados unos con otros?
“Sí y no. Es decir, se ven, pero se distinguen unos de otros. Se evitan o se aproximan conforme a la analogía o la antipatía de sus sentimientos, tal como sucede entre vosotros. Es todo un mundo, del cual el vuestro es un débil reflejo. Los de la misma categoría se reúnen por una especie de afinidad y forman grupos o familias de Espíritus unidos por la simpatía y por el objetivo que se proponen. Los buenos, por el deseo de hacer el bien; los malos, por el de hacer el mal o por la vergüenza de sus faltas y la necesidad de encontrarse entre seres semejantes a ellos.”

Tal como en una gran ciudad, donde los hombres de todas las categorías y condiciones se ven y se encuentran sin mezclarse; donde las sociedades se forman por la analogía de gustos; donde el vicio y la virtud se codean sin decirse nada.

279. ¿Pueden todos los Espíritus acercarse recíprocamente?
“Los buenos van a todas partes. Es necesario que así sea para que puedan ejercer su influencia sobre los malos. En cambio, las regiones en que habitan los buenos están vedadas a los Espíritus imperfectos, a fin de que estos no puedan introducir en ellas la perturbación de las pasiones malas.”

280. ¿De qué naturaleza son las relaciones entre los Espíritus buenos y los malos?
“Los buenos tratan de combatir las malas inclinaciones de los otros a fin de ayudarlos a ascender. Se trata de una misión.”

281. ¿Por qué los Espíritus inferiores se complacen en inducirnos al mal?
“Por el despecho de no haber merecido estar entre los buenos. Su deseo es impedir, tanto como puedan, que los Espíritus sin experiencia lleguen al bien supremo. Quieren hacerles sentir a los demás lo que ellos mismos sienten. ¿No veis eso mismo entre vosotros?”

282. ¿Cómo se comunican entre sí los Espíritus?
“Ellos se ven y se comprenden. La palabra es material, es el reflejo del Espíritu. El fluido universal establece entre ellos una comunicación constante. Es el vehículo de la transmisión del pensamiento, así como para vosotros el aire es el vehículo del sonido. Es una especie de telégrafo universal que conecta a todos los mundos entre sí y permite que los Espíritus se comuniquen de un mundo a otro.”

283. Los Espíritus, ¿pueden ocultarse recíprocamente sus pensamientos y esconderse unos de otros?
“No, para ellos todo es evidente, en especial cuando son perfectos. Pueden alejarse, pero siempre se ven. Con todo, esta no es una regla absoluta, porque algunos Espíritus pueden muy bien tornarse invisibles para otros, si consideran que es útil hacerlo.”

284. ¿Cómo pueden los Espíritus, si ya no tienen cuerpo, demostrar su individualidad y distinguirse de los otros seres espirituales que los rodean?
“Demuestran su individualidad por medio del periespíritu, que hace de ellos seres distintos unos de otros, tal como el cuerpo entre los hombres.”

285. ¿Se reconocen los Espíritus que han convivido en la Tierra? ¿Reconoce el hijo a su padre, el amigo a su amigo?
“Sí, y así de generación en generación.”

[285a] - Los hombres que se conocieron en la Tierra, ¿cómo se reconocen en el mundo de los Espíritus?
“Vemos nuestra vida pasada y leemos en ella como en un libro. Al ver el pasado de nuestros amigos y enemigos vemos su tránsito de la vida a la muerte.”

Los Espíritus también pueden, cuando es necesario, reconocerse por la apariencia que tenían en vida. En el caso del Espíritu recién llegado, y todavía poco familiarizado con su nuevo estado, los Espíritus que van a recibirlo se presentan ante él con una forma que le permita reconocerlos.

286. El alma, al abandonar sus despojos mortales, ¿ve de inmediato a los parientes y amigos que la precedieron en su retorno al mundo de los Espíritus?
“De inmediato no es la expresión correcta. Porque, como hemos dicho, el alma necesita algún tiempo para reconocerse y despojarse del velo de la materia.”

287. ¿Cómo es recibida el alma a su retorno al mundo de los Espíritus?
“La del justo, como un hermano muy querido a quien se aguardaba desde hacía mucho tiempo. La del malo, como un ser a quien se desprecia.”

288. ¿Qué sentimiento experimentan los Espíritus impuros al ver llegar a otro Espíritu malo?
“Los malos se sienten satisfechos cuando ven seres semejantes a ellos, que se encuentran privados de la dicha infinita, tal como en la Tierra le sucede a un bribón entre sus iguales.”

289. Nuestros parientes y amigos, ¿van a veces a nuestro encuentro cuando dejamos la Tierra?
“Sí, van al encuentro del alma que aprecian. La felicitan como si regresara de un viaje -si se ha librado de los peligros del camino- y la ayudan a desprenderse de los lazos corporales. Es un favor que se concede a los Espíritus buenos el hecho de que vayan a su encuentro quienes los han apreciado. En cambio, el mancillado permanece en el aislamiento, o sólo rodeado de Espíritus semejantes a él. En ese caso, se trata de un castigo.”

290. Los parientes y amigos, ¿están siempre juntos después de la muerte?
“Eso depende de su elevación y del camino que sigan para progresar. Si uno de ellos está más adelantado y avanza más rápido que el otro, no podrán permanecer juntos. Podrán verse a veces, pero sólo se reunirán para siempre cuando marchen a la par o hayan alcanzado el mismo grado de perfección. Además, la imposibilidad de ver a los parientes y amigos es a veces un castigo.”


Relaciones de simpatía y antipatía entre los Espíritus. Mitades eternas
291. Además de la simpatía general que tiene origen en la semejanza, ¿existen entre los Espíritus afectos particulares?
“Sí, al igual que entre los hombres. No obstante, el vínculo que une a los Espíritus es más fuerte cuando carecen de cuerpo, porque ya no está expuesto a las vicisitudes de las pasiones.”

292. ¿Existe el odio entre los Espíritus? 
“El odio sólo existe entre los Espíritus impuros. Son ellos quienes siembran las enemistades y disensiones entre vosotros.”

293. Dos seres que fueron enemigos en la Tierra, ¿mantendrán ese resentimiento mutuo en el mundo de los Espíritus?
“No. Comprenderán que su odio era estúpido, y pueril la causa que lo generó. Sólo los Espíritus imperfectos conservan una especie de animosidad, hasta que se purifican. Si no los dividió más que un interés material, ya no pensarán en eso, por poco desmaterializados que estén. Si no hay antipatía entre ellos, dado que la causa de la discusión ya no existe, pueden volver a verse con agrado.”

Tal como dos escolares que, cuando llegan a la edad de la razón, reconocen la puerilidad de las querellas que han mantenido en su infancia y dejan de despreciarse.

294. El recuerdo de las malas acciones que dos hombres han podido cometer uno contra otro, ¿resulta un obstáculo para que simpaticen mutuamente?
“Sí, los lleva a distanciarse.”

295. ¿Qué sentimiento experimentan después de la muerte aquellos a quienes hemos hecho mal en la Tierra?
“Si son buenos, os perdonan conforme a vuestro arrepentimiento. Si son malos, pueden guardaros resentimiento y a veces perseguiros incluso en otra existencia. Dios puede permitirlo como castigo.” [Ver reflexión al final de este artículo]

296. Los afectos individuales de los Espíritus, ¿pueden ser encubiertos?
“No, porque los Espíritus no pueden engañarse unos a otros. Ya no tienen la máscara tras la cual se ocultan los hipócritas. Por esa razón, cuando son puros, sus afectos son inalterables. El amor que los une es para ellos la fuente de una suprema felicidad.”

297. El afecto que dos seres se han profesado en la Tierra, ¿continúa siempre en el mundo de los Espíritus?
“Sí, sin duda, cuando se basa en una simpatía verdadera. En cambio, si las causas físicas ocupan más espacio que aquella, ese afecto cesará junto con sus causas. Los afectos entre los Espíritus son más estables y duraderos que en la Tierra, porque no están subordinados al capricho de los intereses materiales y del amor propio.”

298. Las almas que deben unirse, ¿están predestinadas para esa unión desde su origen? Cada uno de nosotros, ¿posee en alguna parte del universo su mitad, con la cual se reunirá necesariamente algún día? 
“No, no existe la unión particular y fatal de dos almas. La unión existe entre todos los Espíritus, aunque en grados diferentes según la categoría que ocupen, es decir, de acuerdo con la perfección que hayan alcanzado: cuanto más perfectos son, más unidos están. De la discordia nacen todos los males de los humanos. De la concordia resulta la dicha completa.”

299. ¿En qué sentido debe entenderse la palabra mitad, de la que algunos Espíritus se sirven para designar a los Espíritus que simpatizan mutuamente?
“La expresión es inexacta. Si un Espíritu fuese la mitad de otro, separado de él, estaría incompleto.” 

300. Dos Espíritus que simpatizan por completo, cuando se han reunido, ¿lo hacen para siempre, o bien pueden separarse y unirse a otros Espíritus?
“Todos los Espíritus están unidos entre sí. Me refiero a los que llegaron a la perfección. En las esferas inferiores, cuando un Espíritu se eleva ya no siente la misma simpatía por los que ha dejado.”

301. Dos Espíritus que simpatizan, ¿se complementan mutuamente, o bien esa simpatía es el resultado de una identidad absoluta?
“La simpatía que atrae a un Espíritu hacia otro resulta de la absoluta concordancia de sus inclinaciones, de sus instintos. Si un Espíritu tuviera que completar a otro, perdería su individualidad.”

302. La identidad necesaria para que se establezca una simpatía absoluta, ¿sólo consiste en la similitud de pensamientos y sentimientos, o también en la uniformidad de los conocimientos adquiridos?
“En la igualdad de los grados de elevación.”

303. Los Espíritus que hoy no simpatizan, ¿podrán hacerlo más tarde?
“Sí, todos lo harán. Así, el Espíritu que hoy se encuentra en una esfera inferior, al perfeccionarse llegará a la esfera donde reside el otro. Su encuentro tendrá lugar con mayor rapidez si el Espíritu más elevado no soporta las pruebas a que se lo somete, pues permanecerá en el mismo estado.” 

[303a] - Dos Espíritus que simpatizan, ¿pueden dejar de hacerlo?
“Sin duda, en caso de que uno de ellos sea perezoso.”

La teoría de las mitades eternas es un símbolo que describe la unión de dos Espíritus que simpatizan. Se trata de una expresión empleada incluso en el lenguaje común, que no hay que tomar al pie de la letra. Los Espíritus que se valieron de ella no pertenecen, de seguro, al orden más elevado. El ámbito de sus ideas es necesariamente limitado, y expresaron su pensamiento con los términos que habrían empleado durante su vida corporal. Es preciso rechazar, pues, la idea de que existen Espíritus que han sido creados el uno para el otro y que un día habrán de reunirse fatalmente en la eternidad, tras haber estado separados durante un lapso más o menos prolongado. 


Recuerdo de la existencia corporal
304. El Espíritu, ¿recuerda su existencia corporal?
“Sí, es decir que, dado que ha vivido muchas veces como hombre, recuerda lo que fue, y te aseguro que a veces se sonríe con compasión de sí mismo.”

Como el hombre que alcanzó la edad de la razón se ríe de las locuras de su juventud o de las puerilidades de su infancia.

305. El recuerdo de la existencia corporal, ¿se presenta al Espíritu de una manera completa y repentina, después de la muerte?
“No, le vuelve poco a poco, como algo que sale de la niebla, y a medida que fija en ella su atención.”

306. El Espíritu, ¿recuerda en detalle todos los acontecimientos de su vida? ¿Abarca el conjunto de ellos con una mirada retrospectiva?
“Se acuerda de las cosas en virtud de las consecuencias que ellas ejercen en su estado de Espíritu. No obstante, comprenderás que hay circunstancias de su vida a las que no concede la menor importancia, y de las cuales ni siquiera intenta acordarse.”

[306a] - ¿Podría recordarlas, si lo quisiera?
“Puede recordar los detalles e incidentes más pequeños, ya sea de los acontecimientos o incluso de sus pensamientos. Sin embargo, si no resulta útil no lo hace.”

[306b] - ¿Entrevé el objetivo de la vida terrenal en relación con la vida futura?
“De seguro lo ve y lo comprende mucho mejor que en la vida del cuerpo. Comprende la necesidad de purificarse para llegar a lo infinito, y sabe que en cada existencia se libera de algunas impurezas.” 

307. ¿De qué modo la vida pasada vuelve a la memoria del Espíritu? ¿Será mediante un esfuerzo de su imaginación, o como un cuadro que se le presenta ante los ojos?
“De las dos maneras. Los hechos que le interesa recordar existen para él como si estuvieran presentes. Los demás permanecen en su pensamiento con cierta imprecisión, o son olvidados por completo. Cuanto más desmaterializado se encuentre, menos importancia concederá a las cosas materiales. A menudo tú evocas a un Espíritu errante que acaba de dejar la Tierra y que no se acuerda de los nombres de las personas que amaba, ni de muchos detalles que a ti te parecen importantes. Él se preocupa poco por esas cuestiones, que caen en el olvido. En cambio, se acuerda muy bien de los hechos principales que lo ayudan a mejorar.”

308. El Espíritu, ¿recuerda todas las existencias que precedieron a la última que acaba de dejar?
“Todo su pasado se despliega ante él, como las etapas que ha recorrido el viajero. Sin embargo, como ya hemos dicho, no recuerda de modo absoluto la totalidad de los hechos. Sólo los recuerda en virtud de la influencia que han ejercido sobre su estado presente. En cuanto a las primeras existencias, aquellas que se pueden considerar como la infancia del Espíritu, se diluyen en la imprecisión y desaparecen en la noche del olvido.”

309. ¿Cómo considera el Espíritu al cuerpo que acaba de dejar?
“Como una prenda desagradable que le molestaba. Por eso se siente feliz de habérsela quitado.”

[309a] - ¿Qué sentimiento experimenta al ver su cuerpo en descomposición?
“Casi siempre de indiferencia, como ante algo que ya no le interesa.”

310. Al cabo de cierto lapso, ¿reconoce el Espíritu los huesos u otros objetos que le han pertenecido?
“A veces. Eso depende de la elevación del punto de vista desde el cual considera las cosas terrenales.”

311. El respeto que se profesa por las cosas materiales que pertenecieron al Espíritu, ¿llama su atención sobre dichos objetos? El Espíritu, ¿ve ese respeto con placer?
“El Espíritu siempre se siente feliz cuando se acuerdan de él. Las cosas que le pertenecieron avivan en vosotros su recuerdo. Sin embargo, es vuestro pensamiento el que lo atrae, y no esos objetos.”

312. Los Espíritus, ¿conservan el recuerdo de los padecimientos que han soportado durante su última existencia corporal?
“A menudo lo conservan. Ese recuerdo les hace apreciar mejor el valor de la felicidad de que pueden disfrutar como Espíritus.”

313. El hombre que en este mundo ha sido feliz, ¿echa de menos los goces que perdió al dejar la Tierra?
“Sólo los Espíritus inferiores pueden echar de menos las alegrías inherentes a la impureza de su naturaleza, que ellos expían mediante sus padecimientos. Para los Espíritus elevados la dicha eterna es mil veces preferible a los placeres efímeros de la Tierra.”

Tal como el hombre adulto que desprecia aquello que constituía las delicias de su infancia.

314. Aquel que había dado comienzo a importantes obras con un objetivo útil, que quedaron interrumpidas por la muerte, ¿se lamenta en el otro mundo de haberlas dejado inconclusas?
“No, porque ve que otros están destinados a terminarlas. Por el contrario, trata de influir en otros Espíritus humanitarios para que las continúen. Su objetivo en la Tierra era el bien de la humanidad, y sigue siendo el mismo en el mundo de los Espíritus.”

315. Aquel que creó obras de arte o literarias, ¿conserva al dejarlas el amor que les profesaba en vida?
“Conforme a su elevación las juzga desde otro punto de vista, y a menudo critica lo que más admiraba.”

316. El Espíritu, ¿continúa interesado en las obras que se realizan en la Tierra a favor del progreso de las artes y las ciencias?
“Eso depende de su elevación o de la misión que tal vez tenga que cumplir. Lo que a vosotros os parece magnífico suele ser muy poca cosa para algunos Espíritus. Las admiran como el sabio admira la tarea de un escolar. Examinan lo que prueba la elevación de los Espíritus encarnados y sus progresos.

317. Después de la muerte, ¿conservan los Espíritus el amor a la patria?
“El principio siempre es el mismo: para los Espíritus elevados la patria es el universo. En la Tierra, es el lugar donde se encuentra la mayor cantidad de personas con las que simpatizan.” 

La situación de los Espíritus y su modo de ver las cosas varían hasta lo infinito en virtud de su grado de desarrollo moral e intelectual. Por lo general, los Espíritus de un orden elevado sólo permanecen en la Tierra por poco tiempo. Todo lo que se hace en este mundo es tan mezquino en comparación con las grandezas de lo infinito; las cosas a las cuales los hombres otorgan más importancia son tan pueriles para los Espíritus, que estos encuentran aquí pocas razones para sentirse atraídos, a menos que se los haya convocado para cooperar en el progreso de la humanidad. Los Espíritus de un orden intermedio vienen a la Tierra con mayor frecuencia, aunque consideran las cosas desde un punto de vista más elevado que cuando estaban vivos. Los Espíritus vulgares, en cierto modo, están asentados aquí, y constituyen el conjunto de la población circundante del mundo invisible. Han conservado con escasas variantes las mismas ideas, los mismos gustos y las mismas inclinaciones que cuando tenían la envoltura corporal. Se entrometen en nuestras reuniones, en nuestros asuntos y entretenimientos, en los que toman parte más o menos activa, según su carácter. Como no pueden satisfacer sus pasiones, gozan junto con los que se entregan a ellas, y los incitan a hacerlo(7). No obstante, entre esos Espíritus los hay más serios, que ven y observan para instruirse y perfeccionarse.

(7) Obsesiones originadas por afinidad de vicios, de las cuales dan prueba los tratamientos espíritas que se realizan en hospitales y centros. [N. de J. H. Pires.]

318. Las ideas de los Espíritus, ¿se modifican en el estado errante?
“Mucho. Sufren grandes modificaciones a medida que el Espíritu se desmaterializa. A veces esta conserva durante largo tiempo las mismas ideas, pero poco a poco la influencia de la materia disminuye y ve las cosas con más claridad. En ese caso, busca los medios para mejorar.”

319. Puesto que el Espíritu ya ha vivido la vida espírita antes de su encarnación, ¿a qué se debe su sorpresa cuando vuelve a ingresar en el mundo de los Espíritus?
“No es más que el efecto de los primeros momentos y de la turbación que sigue al despertar. Más tarde, el Espíritu se reconoce por completo, a medida que vuelve a él el recuerdo del pasado y se desvanece la impresión de la vida terrenal.” 


Conmemoración de los muertos. 
Funerales
320. Los Espíritus, ¿son sensibles al recuerdo que de ellos conservan quienes los amaron en la Tierra?
“Mucho más de lo que creéis. Ese recuerdo aumenta su felicidad, si son dichosos. Si son desgraciados, constituye para ellos un alivio.”

321. El día de la conmemoración de los muertos, ¿tiene algo que lo haga más solemne para los Espíritus? ¿Se preparan para visitar a los que concurren a orar ante sus restos?
“Los Espíritus acuden al llamado del pensamiento, ese día como cualquier otro.”

[321a] - Ese día, ¿es para ellos motivo de una cita junto a sus sepulturas?
“Ese día acuden en mayor número, porque allí hay más personas que los llaman. No obstante, cada Espíritu concurre por sus amigos y no por la multitud de los que le son indiferentes.”

[321b] - ¿Con qué forma van a sus sepulturas? ¿Cómo los veríamos si pudieran hacerse visibles?
“Con la forma con que se los conoció en vida.” 

322. Los Espíritus olvidados, ¿van a sus tumbas, aunque nadie vaya a visitarlas? ¿Sienten pena al ver que ningún amigo se acuerda de ellos?
“¿Qué les importa la Tierra? Sólo estamos ligados a ella por el corazón. Si allí no hay amor, ya nada retiene al Espíritu: tiene para él todo el universo.”

323. La visita a la tumba, ¿le proporciona al Espíritu mayor satisfacción que una oración hecha en casa?
“La visita a la tumba es una manera de dar a conocer que se piensa en el Espíritu ausente. Es la representación de ese pensamiento. Ya os dije que lo que santifica el acto del recuerdo es la oración. Poco importa el lugar, si esta se hace con el corazón.”

324. Los Espíritus de las personas a quienes se erigen estatuas o monumentos, ¿van a esa especie de inauguración de estos, y los miran con satisfacción?
“Muchos van cuando pueden. Sin embargo, son menos sensibles a los actos que se celebran en su honor que al recuerdo que se guarda de ellos.”

325. ¿A qué se debe que ciertas personas deseen ser sepultadas en un lugar antes que en otro? ¿Regresan a él con mayor agrado después de su muerte? Esa importancia que se concede a algo material, ¿es un signo de inferioridad en el Espíritu?
“Apego del Espíritu por ciertos lugares: inferioridad moral. Para un Espíritu elevado, ¿qué significa un pedazo de tierra más que otro? ¿No sabe que su alma se reunirá con los que ama, aunque sus huesos estén en otro lugar?”

[325a] - La reunión de los despojos mortales de los miembros de una misma familia, ¿debe considerarse como algo fútil?
“No. Se trata de una costumbre piadosa y un testimonio de afecto hacia aquellos a quienes se amó. Si bien esa reunión importa poco a los Espíritus, es útil a los hombres, pues los recuerdos se concentran mejor.”

326. El alma, al retornar a la vida espiritual, ¿es sensible a los honores que se rinden a sus despojos mortales?
“Cuando el Espíritu llegó a cierto grado de perfección, ya no tiene la vanidad terrenal y comprende la futilidad de todas esas cosas. No obstante, debes saber que suele haber Espíritus que, en los primeros momentos que siguen a su muerte material, experimentan un gran placer con los honores que se les rinden, o se disgustan por el descuido de sus envolturas, puesto que aún conservan algunos de los prejuicios de la Tierra.”

327. El Espíritu, ¿asiste a su funeral?
“Asiste muy a menudo. No obstante, si todavía se encuentra en estado de turbación, a veces no se percata de lo que sucede.”

[327a] - ¿Lo halaga la presencia de los que concurren a su funeral?
“Es relativo. Depende del sentimiento que anime a la concurrencia.”

328. El Espíritu del que acaba de morir, ¿asiste a las reuniones de sus herederos?
“Casi siempre. Dios lo quiere así, tanto para su instrucción como para castigo de los culpables. Allí juzga el valor que tenían las promesas de sus herederos. Todos los sentimientos quedan descubiertos ante él, y la desilusión que experimenta al ver la rapacidad de los que se reparten sus bienes, lo instruye acerca de esos sentimientos. No obstante, a ellos también habrá de llegarles su turno.” [Ver reflexión al final de este artículo]

329. El respeto instintivo que el hombre, en todas las épocas y en todos los pueblos, manifiesta por los muertos, ¿es un efecto de la intuición que tiene de la existencia futura?
“Es su consecuencia natural. De lo contrario, ese respeto no tendría objeto(8).”

(8) Como se ve, el respeto por los muertos no representa sólo una costumbre. Es un deber de fraternidad, que la conciencia guarda y del que nos alerta. Por muy malo que el difunto haya sido no tenemos derecho de aumentar su suplicio con nuestras vibraciones agresivas. La caridad nos ordena olvidar el mal y recordar el bien, pues sólo así ayudaremos al Espíritu desencarnado a superar sus faltas y esforzarse por evolucionar. Si pensamos y hablamos mal de él únicamente podemos perjudicarlo, irritarlo e incluso volverlo contra nosotros. [N. de J. H. Pires.]


Reflexión sobre si Dios impone, premia, castiga, etc.
No es que Dios personalmente imponga, premie, castigue, etc., no, son figuras alegóricas. Él tiene sus leyes, y si las incumplimos, la culpa es nuestra. Por consiguiente, las imposiciones, premios,  castigos, etc. son el resultado de infringir sus leyes, sirviéndose de diversos instrumentos para que suframos su incumplimiento. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de las infracciones que cometemos contra las leyes de Dios, ya que toda acción tiene su reacción por la Ley de Causa y Efecto.


AMOR, CARIDAD y TRABAJO