COMPRENSIÓN y ACEPTACIÓN
de las
PRUEBAS o EXPIACIONES
¿No
podría Dios eximir a los Espíritus de las pruebas que han de sufrir para llegar
al primer orden?
- Si hubieran sido creados
perfectos no tendrían méritos para disfrutar de los beneficios de esa
perfección. ¿Dónde residiría el mérito, de no existir la lucha? Por otra parte,
la desigualdad que entre ellos existe es necesaria a su personalidad. Además,
la misión que cumplen en los diferentes grados está dentro de las miras de la
Providencia, a los fines de mantener la armonía del Universo.
Puesto que en la vida
social todos los hombres pueden llegar a los primeros puestos de la función
pública, cabría preguntar por qué el soberano de un país no asciende a general
a cada soldado raso, por qué todos los empleados subalternos de la
administración no pasan a ser funcionarios superiores y por qué, en suma, todos
los escolares no se convierten en maestros. Ahora bien, una diferencia existe
entre la vida social y la espiritual, y es que la primera es limitada y no
permite siempre al individuo ascender todos los peldaños, al paso que la
segunda no tiene límites, ofreciendo a cada cual la posibilidad de elevarse
hasta el primer rango.
¿No
parece natural que se elijan las pruebas menos penosas?
- A vosotros sí os
parece, pero no al Espíritu. Cuando está despojado de la materia cesa la
ilusión y piensa de otro modo.
El hombre en la Tierra,
colocado bajo el influjo de las ideas carnales, no ve en esas pruebas más que
su lado penoso. De ahí que se le ocurra natural optar por aquellas que desde su
punto de vista pueden conjugarse con los placeres materiales. Pero en la vida
espiritual compara los goces efímeros y groseros con la felicidad inalterable
que entrevé, y por tanto, ¿qué significan para él algunos sufrimientos
pasajeros? Puede el Espíritu, pues, decidirse por la más ruda de las pruebas y,
consecuentemente, por la vida más angustiosa, con la esperanza de alcanzar más
pronto un estado mejor.
Pruebas voluntarias.
- El verdadero silicio
Preguntáis si os es
permitido aligerar vuestras propias pruebas; esta pregunta tiene relación con
esta otra: Al que se ahoga, ¿le es permitido el que procure salvarse? Al que se
clave una espina, ¿sacársela? Al que está enfermo, ¿llamar al médico? Las pruebas
tienen por objeto ejercitar la inteligencia,
del mismo modo que la paciencia y la
resignación; un hombre puede nacer
en una posición penosa y embarazosa, precisamente para obligarle a buscar los
medios de vencer las dificultades. El mérito consiste en soportar sin murmurar las consecuencias de los
males que no se pueden evitar, en perseverar
en la lucha, en no desesperarse si
no se sale bien de la prueba; pero no en el abandono, que sería más bien pereza
que virtud.
Naturalmente esta
pregunta conduce a esta otra. Puesto que Jesús dijo: "Bienaventurados los
afligidos", ¿hay mérito en proporcionarse aflicciones agravando sus
pruebas con sufrimientos voluntarios? A esto contestaré muy claro. Si hay un
gran mérito cuando los sufrimientos y las privaciones tienen por objeto el bien
del prójimo, porque es la caridad por el sacrificio; no, cuando no tienen otro
objeto que uno mismo, porque eso es un egoísmo fanático. Aquí debe hacerse una
gran distinción; en cuanto a vosotros, personalmente, contentaos con las pruebas
que Dios os envía, y no aumentéis la carga, ya de por sí muy pesada a veces:
aceptadlas sin murmurar y con fe; es todo lo que Él os pide. No debilitéis
vuestro cuerpo con privaciones inútiles y maceraciones sin objeto porque tenéis
necesidad de todas vuestras fuerzas para cumplir vuestra misión de trabajo en
la tierra. Torturar y martirizar voluntariamente vuestro cuerpo, es contravenir
a la ley de Dios, que os da los medios de sostenerle y fortificarle;
debilitarlo sin necesidad, es un verdadero suicidio. Usad, pero no abuséis, tal
es la ley; el abuso de las mejores cosas, lleva consigo mismo el castigo en sus
consecuencias inevitables.
Otra cosa es con
respecto a los sufrimientos que uno se impone para el alivio del prójimo. Si
sufrís frío y hambre para calentar y alimentar al que tiene necesidad y por lo
cual vuestro cuerpo padece, este es un sacrificio que Dios bendice. Vosotros,
los que dejáis vuestros perfumados tocadores para ir a las infectadas
bohardillas a llevar el consuelo; vosotros, los que ensuciáis vuestras
delicadas manos curando llagas; vosotros, los que os priváis del sueño para
velar a la cabecera del enfermo que es vuestro hermano en Dios; vosotros en
fin, los que gastáis vuestra salud en la práctica de las buenas obras, ya
tenéis vuestro silicio, verdadero silicio de bendición, porque los goces del
mundo no han secado vuestro corazón, no os habéis dormido en el seno de las
voluptuosidades enervadoras de la fortuna, sino que os habéis hecho los ángeles
consoladores de los pobres desheredados.
Más vosotros, los que
os retiráis del mundo para evitar sus seducciones y vivir en el aislamiento
¿para qué servís en la tierra? ¿En dónde está vuestro valor en las pruebas,
puesto que huis de la lucha y evitáis el combate? Si queréis un silicio,
aplicadlo a vuestra alma y no a vuestro cuerpo; mortificad vuestro espíritu y
no vuestra carne; azotad vuestro orgullo, recibid las humillaciones sin
quejaros, martirizad vuestro amor propio; sed fuertes contra el dolor de la
injuria y de la calumnia, más punzante que el dolor corporal. Ese es el
verdadero silicio cuyas heridas os serán tomadas en cuenta, porque atestiguarán
vuestro valor y vuestra sumisión a la voluntad de Dios. (Un Ángel
Guardián. París, 1863).
"Las grandes pruebas, escuchadme bien, son
casi siempre indicio de un fin de sufrimientos y de un perfeccionamiento del
espíritu, cuando son aceptadas por amor a Dios".
Este
es un momento supremo, y entonces es cuando sobre todo conviene no desfallecer
murmurando, si no se quiere perder el fruto y tener que empezar otra vez. En lugar de quejaros, dad gracias a Dios,
que os ofrece la ocasión de vencer para daros el premio de la victoria.
No
debe creerse que todo sufrimiento en la tierra sea necesariamente indicio de
una falta determinada; a menudo son simples pruebas elegidas por el espíritu para
acabar su purificación y activar su adelantamiento. Así es que la expiación
sirve siempre de pruebas, pero la prueba no es siempre una expiación; pruebas o
expiaciones son siempre señales de una inferioridad relativa, porque el que es
perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un espíritu puede, pues, haber
adquirido cierto grado de elevación, pero queriendo aún adelantar más, solicita
una misión, una tarea que cumplir, por lo que será tanto más recompensado si
sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la lucha.
La
Tierra es un lugar expiación y de pruebas, a menudo muy grandes, a veces
sembradas de dolores muy punzantes. Resignaos a todo, si ellas os alcanzan,
resignaos a todas ante la bondad suprema de Dios, que es Todopoderoso. Si os da
una carga pesada para que la llevéis, si os llama a Él después de grandes
sufrimientos, veréis en la otra vida, en la vida feliz, de cuán poca
importancia son estos dolores y estas penas de la Tierra, cuando juzguéis de la
recompensa que Dios os reserva, si vuestro corazón no ha pronunciado ninguna
queja, ningún murmullo.
El
alma debe conquistar uno por uno, todos los elementos, todos los atributos de
su grandeza, de su poder, de su felicidad y para eso, precisa del obstáculo de
la naturaleza resistente, bien hostil, de la materia adversa, cuyas exigencias
y rudas lecciones provocan sus esfuerzos y forman su experiencia. De ahí,
también en los estadios inferiores de la vida, la necesidad de las pruebas y
del dolor, a fin de que se inicie su sensibilidad y al mismo tiempo, se ejerza
su libre albedrío y crezcan su voluntad y su conciencia.
Respuesta
del espíritu de Samuel Philipe a su evocación una vez desencarnado.
Vosotros sabéis
cuántas tribulaciones envolvieron mi vida terrestre. No tuve jamás falta de
valor en la adversidad, ¡gracias a Dios!, y hoy día me felicito de esto.
¡Cuánto hubiera perdido si me hubiese desanimado! Tiemblo sólo al pensar que
por mi cobardía, lo que he sufrido hubiera sido sin provecho y tendría que
volver a empezar. ¡Oh, amigos míos! Si pudieseis penetraros bien de esta
verdad, veríais que en ello va vuestra vida futura. Ciertamente no es comprar
esta dicha demasiado cara, pagándola sólo con algunos años de sufrimientos. ¡Si
supieseis cuán poca cosa son algunos años en presencia de lo infinito!
Para borrar los
últimos restos de mis faltas anteriores, me ha sido preciso sufrir todavía
estas últimas pruebas, que he aceptado voluntariamente. He sacado de la firmeza
de mis resoluciones la fuerza de soportarlo sin murmurar. Yo bendigo hoy estas
pruebas. Por ellas he roto con el pasado.
¡Oh, vosotros que me
habéis hecho sufrir en la Tierra, que habéis sido duros y malévolos para mí,
que me habéis humillado y llenado de amargura, cuya mala fe me ha reducido
muchas veces a las más duras privaciones, no solamente os perdono, sino que os
doy las gracias!
Queriendo hacer mal,
no pensabais que me hacíais tanto bien. Sin embargo, es verdad que a vosotros
debo en gran parte la dicha que gozo, porque me habéis dado la ocasión de
perdonar y de devolver bien por mal. Dios ha permitido que me salierais al paso
para probar mi paciencia, y ejercitarme en la práctica de la caridad más
difícil, la del amor a los enemigos.
REFLEXIÓN:
El
origen de muchas enfermedades está en no
comprender y no aceptar ciertas circunstancias,
algunas muy duras, que se tienen que vivir para ser superadas, para aprender
y para crecer, por no verse uno mismo como un humilde alumno
aprendiendo las lecciones de la vida, y creer, equivocadamente, que
sencillamente uno no es más que el asno que recibe los golpes, al que la vida
le da la espalda, al que todo le sale mal, cuando es todo lo contrario, pues
las situaciones complicadas y difíciles son las que nos traen crecimiento y
progreso, a pesar del dolor y sufrimiento intenso y las dificultades del
camino.
Para
tod@s, especialmente para los que sufren y padecen sin tener una respuesta a sus
dolores y sufrimientos, leer y estudiar con el corazón y la mente libres
de todo prejuicio los cinco libros de la codificación espírita de Allan Kardec,
que son la base de la esclarecedora
y consoladora Doctrina Espírita, ya
que como dos dicen nuestros hermanos elevados de la espiritualidad:
"Estudiad, comparad, profundizad; os lo decimos sin cesar, el
conocimiento de la verdad se adquiere a este precio. ¿Cómo queréis llegar a la
verdad cuando lo interpretáis todo según vuestras ideas limitadas que vosotros
tomáis por grandes? Pero no está lejos el día en que la enseñanza de los
Espíritus será uniforme por todas partes, así en los detalles como en las cosas
principales. Su misión es de destruir el error, pero esto no puede venir sino
sucesivamente."
Bibliografía:
El
libro de los espíritus
El
evangelio según el espiritismo
El
cielo y el infierno
El
problema del ser, del destino y del dolor de León Denis
Tipos de vicisitudes de los encarnados en el planeta Tierra:
AMOR, CARIDAD y TRABAJO.
Tipos de vicisitudes de los encarnados en el planeta Tierra:
Expiaciones:
-Pena
que sufren los Espíritus como punición de las faltas cometidas durante la vida
corporal. La expiación, como sufrimiento moral, tiene lugar en el estado de
erraticidad; como sufrimiento físico, en el estado corpóreo.
Las
vicisitudes y los tormentos de la vida corporal son a la vez pruebas para el
futuro y expiación del pasado. Estas pruebas pueden ser elegidas o impuestas
según el grado de adelantamiento del espíritu.
Pruebas:
-Vicisitudes
de la vida corporal mediante las cuales los Espíritus se depuran, según la
manera de enfrentarlas. De acuerdo con la Doctrina Espírita, el Espíritu
desprendido del cuerpo, al reconocer su imperfección, puede elegir por sí mismo
–por un acto de su libre albedrío– el género de pruebas que cree más adecuado
para su adelanto y que ha de enfrentar en una nueva existencia. Si ha elegido
una prueba que está por encima de sus fuerzas, sucumbe y retarda su adelanto.
También puede ser impuesta, todo según el grado de adelanto del espíritu.
-Vicisitud
que elige el espíritu para acrecentar su purificación y adelantamiento espiritual, o sea
que elige pasar una prueba no para
purificar una falta, si no para mejorar su adelantamiento espiritual.
Misiones:
-Espíritus que no tienen que encarnar para sufrir expiaciones ni pruebas pero que deciden encarnar para ayudar al progreso de la humanidad, aunque al mismo tiempo esto les sirva para mejorar ellos mismos espiritualmente.
-Espíritus que no tienen que encarnar para sufrir expiaciones ni pruebas pero que deciden encarnar para ayudar al progreso de la humanidad, aunque al mismo tiempo esto les sirva para mejorar ellos mismos espiritualmente.