Infidelidad





SÍNTESIS DE UNA INFIDELIDAD
SEGÚN EL ESPIRITISMO



En un amplio salón de un club nocturno sorprendimos a Jovino y a la mujer que conocimos en los fenómenos telepáticos, con un grupo alegre de gente y con expresiones de profunda intimidad afectiva.

Al encontrar al compañero en la situación en que se hallaba, Anesia lanzó un doloroso grito y se echó a llorar.

Seguida por nosotros, retrocedió herida de dolor y de asombro, y tan pronto como nos vimos en la vía pública acariciados por el suave aire de la noche, el asistente Áulus la abrazó paternalmente.

Notándole más dueña de sí misma, pese a que el sufrimiento transfigurara su rostro, le habló con extremado cariño:

–Hermana mía, recupérese. Usted oró pidiendo asistencia espiritual, y aquí estamos, trayéndole solidaridad. ¡Reanímese! ¡No pierda la esperanza!...

– ¿Esperanza? –clamó la pobre criatura, bañada su cara por las lágrimas. Fui traicionada, miserablemente traicionada...

Y la conversación entre los dos prosiguió en un tono conmovedor y expresivo.

– ¿Traicionada por quién?

–Por mi esposo, que faltó a los compromisos del matrimonio…

–Pero, ¿usted cree, por ventura, que el casamiento sea una simple excursión placentera en la Tierra? ¿Usted supone que el matrimonio terrestre puede ser sólo una música de ilusión que se debe eternizar en el tiempo? Amiga mía, el hogar es una escuela en la que las almas se aproximan para realizar el esfuerzo de su propia regeneración, con vista al perfeccionamiento que será nuestra adquisición en el futuro. ¿Usted ignora que en los establecimientos educativos hay profesores y alumnos? ¿No sabe que los mejores deben ayudar a los que marchan atrás?

La interlocutora llamada a recapacitar, interrumpió sus lamentos. Aun así, después de mirar a nuestro orientador con entrañable confianza, alegó con tristeza:

–Pero, Jovino...

Áulus, sin embargo, le cortó la frase, agregando:

– ¿Olvida usted que su esposo precisa mucho más ahora de su entendimiento y cariño? No siempre la mujer deberá ver en el compañero al hombre amado con ternura, y sí a un hijo espiritual necesitado de comprensión y sacrificio para erguirle, igualmente, no siempre el hombre podrá contemplar en la esposa a la flor de sus primeros sueños, pero si a una hija de su corazón que le exige de su tolerancia y bondad, a fin de llevarla de las tinieblas hacia la luz. Anesia, el amor no es sólo la felicidad rosada y dulce del sexo armoniosamente correspondido. Es una luz que brilla más alto inspirando el valor de la renuncia y del perdón incondicionales en favor del ser o de los seres que amamos. Jovino es una planta, que el Señor le confió a sus manos de jardinería. Es comprensible que la planta sea atacada por los parásitos o por los gusanos de la muerte, sin embargo, no hay motivo a temer si la jardinera está atenta y vigilante...

Al llegar a este punto de las bellas palabras pronunciadas por el instructor, Anesia se volvió hacia él, a la manera de una enferma agarrándose del médico diciéndole con tono suplicante:

–Sí, sí... Lo reconozco… Mientras, no me deje sola… Me siento atribulada. ¿Qué hacer con la mujer que le domina? En ella veo la perturbación y la amargura de nuestra casa… Se asemeja a un espíritu diabólico, fascinándole y destruyéndole…

– ¡No se refiera a ella así, con palabras tan duras! ¡Es también nuestra hermana, víctima de lastimosos engaños!...

–Pero ¿cómo aceptarla? Percibo su influencia maligna… Parece una serpiente invisible que trae consigo pavorosos monstruos a nuestro lado... Nuestro templo hogareño por ella se transformó en un infierno en el que no nos entendemos más... Todo es ahora fracaso, desarmonía e inseguridad... ¿Qué hacer con semejante criatura?

– ¡Debemos compadecernos de ella! Terrible será su despertar.

– ¿Compasión?

– Y ¿qué otra mejor represalia que esa?

– ¿No sería más justo que comenzara a reparar sus propios errores? ¿No sería más seguro relegarla en el lugar oscuro que se merece?

Áulus, sin embargo, le tomó su diestra, inquieta, y prosiguió:

–Abstengámonos de juzgar. Conforme a la lección del Maestro, el amor debe ser la única actitud para con nuestros adversarios. La venganza, Anesia, es el alma de la magia negra. Mal por mal significa el eclipse absoluto de la razón. Y bajo el imperio de las tinieblas, ¿qué podremos aguardar sino la ceguera y la muerte? Por más doloroso que sea para usted el recuerdo de esta mujer, recuérdela en sus oraciones y en sus meditaciones como a una hermana necesitada de nuestra asistencia fraterna. Todavía no hemos adquirido la memoria integral de nuestro pasado y no sabemos qué nos ocurrirá en el futuro... ¿Quién habrá sido ella en el pasado? ¿Alguien que hemos ayudado o herido? ¿Qué será de nosotros en el porvenir? ¿Nuestra madre o nuestra hija? ¡No condene! El odio es como el fuego, que todo lo consume, pero el amor sabe la manera de apagar el fuego y reconstruir. Según la Ley, el bien neutraliza al mal, el que se transforma, por fin, en un servidor del propio bien. Aunque todo parezca conspirar contra su propia felicidad, ame y ayude siempre, porque el tiempo se encargará de disipar las tinieblas que nos rodean, en la medida que aumente su mérito moral.

Anesia, asemejándose a una criatura resignada, puso en el benefactor sus ojos limpios como prometiéndole obediencia, y él acariciándole, le recomendó:

–Vuelva a su hogar y emplee la humildad y el perdón, el trabajo y la oración, la bondad y el silencio. Su madre enferma y sus hijitas reclaman su amor puro, tanto como nuestro Jovino, quien volverá con más experiencia al refugio de su corazón.

Anesia levantó la cabeza, mirando el firmamento inundado de luz, pronunciando luego una oración de alabanza, para en seguida retornar a su casa.

La vimos despertar en el cuerpo carnal con el alma casi feliz...

Enjugó las lágrimas que bañaban su rostro e intentó ansiosamente recordar, punto por punto, la entrevista que tuviera con nosotros.

En verdad, no consiguió nada más que fragmentarias reminiscencias, más se encontró reconfortada, sin rebeldía y sin amargura, como si manos intangibles hubiesen lavado su mente, confiándole una comprensión más clara de la vida.

Recordó a Jovino y a la mujer que lo fascinaba con compasión, reconociendo en ellos a personas que le solicitaban tolerancia y piedad.

Un profundo entendimiento brotaba ahora de su espíritu. La comprensión de la hermana había logrado superar el desequilibrio de la mujer.


Y pensaba: ¿De qué me serviría la rebeldía o el desánimo frente a la obligación de defender mi hogar? Haciendo justicia con sus propias manos, ¿no perjudicaría a aquellos que son la riqueza de su corazón? En cualquier parte, el, escándalo es la ruina de la felicidad... ¿No debía dar gracias a Dios por sentirse en la condición de esposa digna? Sí, seguramente, la pobre criatura que perturbaba a su marido no había despertado en su interior la responsabilidad y el discernimiento. Necesitaba, pues, compasión y amparo en lugar de crítica y aspereza…


Bibliografía:
En los dominios de la mediumnidad André Luiz


AMOR, CARIDAD y TRABAJO

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