PENAS Y GOCES FUTUROS
(Primera parte)
La nada. Vida futura
958. ¿Por qué el hombre, instintivamente, tiene horror a la nada?
“Porque la nada no existe.”
959. ¿De dónde proviene en el hombre el sentimiento instintivo de la vida futura?
“Ya lo hemos dicho: antes de encarnar, el Espíritu conocía todas estas cosas, de modo que el alma guarda un vago recuerdo de lo que sabía y de lo que vio en el estado espiritual.”
En todos los tiempos el hombre se ha preocupado por su porvenir de ultratumba, y eso es muy natural. Sea cual fuere la importancia que atribuya a la vida presente, no puede dejar de considerar cuán breve es, y sobre todo cuán precaria, dado que puede ser interrumpida en cualquier momento. El hombre nunca está seguro del día de mañana. ¿Qué será de él después del instante fatal? La cuestión es importante, pues no se trata de algunos años, sino de la eternidad. Quien tiene que pasar largos años en un país extraño se preocupa por la situación en que se encontrará allí. Por consiguiente, ¿cómo no habríamos de preocuparnos por la situación en que nos encontraremos al dejar este mundo, puesto que será para siempre?
La idea de la nada tiene algo que repugna a la razón. Cuando llega el momento supremo, hasta el hombre más despreocupado se pregunta qué será de él, e involuntariamente aguarda con esperanza.
Creer en Dios sin admitir la vida futura sería un absurdo. El sentimiento de una existencia mejor se encuentra en el fuero interior de todos los hombres. No es posible que Dios lo haya puesto allí en vano.
La vida futura implica la conservación de nuestra individualidad después de la muerte. En efecto, ¿qué nos importaría sobrevivir a nuestro cuerpo si nuestra esencia moral tuviera que perderse en el océano de lo infinito? Las consecuencias para nosotros serían las mismas que la nada.
Intuición de las penas y de los goces futuros
960. ¿De dónde procede la creencia en las penas y en las recompensas venideras, que se encuentra en todos los pueblos?
“Es siempre lo mismo: presentimiento de la realidad, que el hombre recibe del Espíritu encarnado en él. Porque, sabedlo bien, no en vano os habla una voz interior. Vuestro error es no escucharla lo suficiente. Si pensarais en eso más a menudo, seríais mejores.”
961. En el momento de la muerte, ¿cuál es el sentimiento que predomina en la gran mayoría de los hombres, la duda, el temor o la esperanza?
“La duda, en los escépticos empedernidos; el temor, en los culpables; la esperanza, en los hombres de bien.”
962. Dado que el alma transmite al hombre el sentimiento de las cosas espirituales, ¿por qué hay escépticos?
“Los hay menos de lo que creéis. Durante la vida, muchos se consideran espíritus fuertes por orgullo, pero en el momento de la muerte dejan de ser tan fanfarrones.”
La responsabilidad de nuestros actos es la consecuencia de la vida futura. La razón y la justicia nos dicen que, en el reparto de la felicidad a que todo hombre aspira, los buenos y los malos no pueden ser confundidos. No es posible que Dios pretenda que algunos disfruten, sin haber trabajado, de los bienes que otros sólo alcanzan con esfuerzo y perseverancia.
La idea que Dios nos da de su justicia y de su bondad mediante la sabiduría de sus leyes no nos permite creer que el justo y el malo se encuentren ante Él en la misma categoría. Tampoco nos permite dudar de que algún día habrán de recibir, el uno la recompensa, y el otro el castigo, por el bien y el mal que hayan hecho. Por eso, el sentimiento innato que tenemos de la justicia nos da la intuición de las penas y de las recompensas futuras.
Intervención de Dios en las penas y en las recompensas
963. ¿Se ocupa Dios personalmente de cada hombre? ¿No es Él demasiado grande y nosotros demasiado pequeños para que cada individuo en particular sea importante para Él?
“Dios se ocupa de todos los seres que ha creado, por pequeños que sean. Nada es demasiado poco para su bondad.”
964. ¿Tiene Dios necesidad de ocuparse de cada uno de nuestros actos para recompensarnos o castigarnos? La mayoría de esos actos, ¿no son insignificantes para Él?
“Dios tiene sus leyes, que rigen todas vuestras acciones: si las violáis, la culpa es vuestra. No cabe duda de que, cuando un hombre comete un exceso, Dios no emite un juicio en contra suyo para decirle, por ejemplo: Has sido glotón, voy a castigarte. Sino que ha trazado un límite. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de los excesos. Este es el castigo: el resultado de la infracción a la ley. Así sucede en todo.”
Todas nuestras acciones se encuentran sometidas a las leyes de Dios. No hay ninguna, por insignificante que nos parezca, que no pueda llegar a ser una violación de esas leyes. Si sufrimos las consecuencias de esa violación, sólo debemos quejarnos de nosotros mismos, que así nos convertimos en los artífices de nuestra felicidad o de nuestra desdicha venideras.
Esta verdad se torna evidente en la siguiente fábula:
Un padre ha dado a su hijo educación e instrucción, es decir, los medios para saber conducirse. Le cede un campo para cultivar y le dice: ‘Aquí tienes la regla que habrás de seguir y las herramientas necesarias para que la tierra sea fértil y puedas garantizar tu subsistencia. Te he dado instrucción para que comprendas dicha regla. Si la sigues, tu campo producirá mucho y te asegurará el descanso en la vejez. De lo contrario, no te rendirá nada y te morirás de hambre’. Dicho eso, lo dejó en libertad de acción.
¿No es verdad que ese campo producirá de acuerdo con los cuidados con que se cultive, y que cualquier negligencia redundará en detrimento de la cosecha? Por consiguiente, en su vejez, ese hijo será feliz o desdichado conforme haya seguido o descuidado la regla que le trazó su padre. Dios, por su parte, es más previsor aún, pues nos advierte a cada instante si hacemos bien o mal: nos envía a los Espíritus para que nos inspiren, pero no los escuchamos. Además, existe otra diferencia: Dios da siempre al hombre el recurso de nuevas existencias, para que repare sus errores pasados, mientras que el hijo al que nos referimos no lo tendrá, en caso de que haya empleado mal su tiempo.
Naturaleza de las penas y de los goces futuros
965. Las penas y los goces del alma después de la muerte, ¿tienen algo de material?
“No pueden ser materiales, puesto que el alma no es materia: lo dice el buen sentido. Esas penas y esos goces no tienen nada de carnal. Con todo, son mil veces más intensos que los que experimentáis en la Tierra, porque el Espíritu, una vez desprendido, es más impresionable. La materia ya no entorpece sus sensaciones.”
966. ¿Por qué el hombre suele hacerse una idea tan grosera y absurda acerca de las penas y de los goces de la vida futura?
“Inteligencia que aún no está suficientemente desarrollada. ¿Acaso el niño comprende del mismo modo que el adulto? Por otra parte, eso depende también de lo que se le haya enseñado. Esa enseñanza necesita una reforma.
Vuestro lenguaje es demasiado incompleto para expresar lo que está fuera de vosotros. Ha sido necesario, entonces, recurrir a comparaciones, pero habéis tomado esas imágenes y esas figuras simbólicas por la realidad. No obstante, a medida que el hombre se instruye, su pensamiento comprende las cosas que su lenguaje no puede expresar.”
967. ¿En qué consiste la felicidad de los Espíritus buenos?
“En conocer todas las cosas. En no tener odio, celos, envidia, ambición, ni ninguna de las pasiones que causan la desdicha de los hombres. El amor que los une es para ellos la fuente de una suprema felicidad. No experimentan las necesidades ni los padecimientos ni las angustias de la vida material. Son felices por el bien que hacen. Por lo demás, la dicha de los Espíritus siempre es proporcional a su elevación. Si bien es cierto que sólo los Espíritus puros gozan de la dicha suprema, los demás no son desdichados. Entre los malos y los perfectos hay una infinidad de grados en que los goces son relativos al estado moral. Los que están suficientemente adelantados comprenden la felicidad de los que han llegado antes que ellos, y aspiran a alcanzarla. Pero esa felicidad les resulta un motivo de emulación, no de envidia. Saben que de ellos depende lograrla y trabajan con ese fin, pero con la tranquilidad de la conciencia limpia, y son dichosos por no tener que sufrir lo que padecen los malos.”
968. Vosotros incluís la ausencia de necesidades materiales entre las condiciones de la felicidad para los Espíritus. No obstante, la satisfacción de esas necesidades, ¿no constituye para el hombre una fuente de goces?
“Sí, los goces del animal. Y cuando no puedes satisfacer esas necesidades experimentas un tormento.”
969. ¿Qué debemos entender cuando se dice que los Espíritus puros están reunidos en el seno de Dios y ocupados en cantar sus alabanzas?
“Es una alegoría que representa la comprensión que ellos tienen de las perfecciones de Dios, porque lo ven y lo comprenden. Con todo, no hay que interpretarla más literalmente que a muchas otras. Todo en la naturaleza, desde el grano de arena, canta, es decir, proclama el poder, la sabiduría y la bondad de Dios. Pero no creas que los Espíritus bienaventurados se encuentran en estado de contemplación por toda la eternidad. Sería una felicidad estúpida y monótona. Además, sería la felicidad del egoísta, puesto que su existencia constituiría una inutilidad sin término. Esos Espíritus ya no sufren las tribulaciones de la existencia corporal, lo cual es de por sí un goce. Por otra parte, como hemos dicho, conocen y saben todas las cosas. Aprovechan la inteligencia que han adquirido para contribuir al progreso de los otros Espíritus. Esa es su ocupación y, al mismo tiempo, un goce.”
970. ¿En qué consisten los padecimientos de los Espíritus inferiores?
“Resultan tan variados como las causas que los han producido, y son proporcionales al grado de inferioridad, así como los goces lo son en relación con el grado de superioridad. Los padecimientos de los Espíritus inferiores pueden resumirse así: envidiar todo lo que les falta para ser dichosos y no poder obtenerlo. Ver la felicidad y no poder alcanzarla. Pesar, celos, ira, desesperación que les impide ser dichosos. Remordimiento, ansiedad moral indefinible. Tienen el deseo de todos los goces y no pueden satisfacerlos, lo cual es una tortura.”
971. La influencia que los Espíritus ejercen recíprocamente, ¿es siempre buena?
“Siempre es buena por parte de los Espíritus buenos, no hace falta decirlo. En cambio, los Espíritus perversos intentan apartar del camino del bien y del arrepentimiento a los que consideran susceptibles de dejarse llevar, y que a menudo son los mismos a quienes han conducido al mal durante la vida corporal.”
[971a] – Entonces, la muerte, ¿no nos libra de la tentación?
“No, aunque la acción de los Espíritus malos es mucho menos importante en los otros Espíritus que en los hombres, porque no cuentan con el auxilio de las pasiones materiales.”
972. Dado que no cuentan con el auxilio de las pasiones, ¿de qué modo actúan los Espíritus malos para tentar a los otros Espíritus?
“Si bien las pasiones no existen materialmente, aún se encuentran en el pensamiento de los Espíritus atrasados. Para fomentar esos pensamientos, los Espíritus malos llevan a sus víctimas hasta los lugares donde se les presenta el espectáculo de esas pasiones y de todo lo que pueda excitarlas.”
[972a] – No obstante, ¿qué utilidad tienen esas pasiones, dado que su objeto ya no es real?
“En eso precisamente consiste el suplicio: el avaro contempla el oro que no puede poseer; el lujurioso presencia orgías en las que no puede participar; el orgulloso observa los honores que ambiciona y no puede disfrutar.”
973. ¿Cuáles son los mayores padecimientos que pueden sufrir los Espíritus malos?
“No hay descripción posible de los tormentos morales que constituyen el castigo de algunos crímenes. El propio Espíritu que los experimenta tendría que esforzarse para daros una idea de ellos. Sin embargo, el más horroroso es, con toda seguridad, la idea de estar condenado inexorablemente.”
En relación con las penas y los goces del alma después de la muerte, el hombre se forma una idea más o menos elevada, conforme al estado de su inteligencia. Cuanto más se desarrolla el hombre, tanto más esa idea se purifica y se desprende de la materia. Entonces él comprende las cosas desde un punto de vista más racional, y deja de interpretar al pie de la letra las imágenes de un lenguaje figurado. La razón, ya más esclarecida, al enseñarnos que el alma es un ser completamente espiritual, nos dice, por ese mismo motivo, que ella no puede ser afectada por las impresiones que sólo ejercen una acción sobre la materia. Con todo, no se sigue de ahí que el alma se halle exenta de padecimientos, ni que deje de recibir el castigo por sus faltas.
Las comunicaciones espíritas nos muestran el estado futuro del alma, ya no como una teoría, sino como una realidad. Ponen ante nuestros ojos todas las peripecias de la vida de ultratumba, pero nos las muestran al mismo tiempo como las consecuencias absolutamente lógicas de la vida terrenal; y aunque estén desprovistas del aparato fantástico creado por la imaginación de los hombres, no son menos penosas para los que han hecho un mal uso de sus facultades. La diversidad de esas consecuencias es infinita. No obstante, podemos decir, en general, que cada uno es castigado por donde pecó. Así, algunos lo son por la vista incesante del mal que hicieron. Otros, por los pesares, el temor, la vergüenza, la duda, el aislamiento, las tinieblas, la separación de los seres queridos, etc.
974. ¿De dónde procede la doctrina del fuego eterno?
“Es una imagen que, como tantas otras cosas, ha sido tomada por la realidad.”
[974a] – Sin embargo, el temor que esa doctrina genera, ¿no produce buen resultado?
“Fíjate a cuántos refrena, incluso entre los que la enseñan. Si enseñáis cosas que la razón habrá de rechazar más tarde, causaréis una impresión que no será duradera ni saludable.”
El hombre, impotente para expresar mediante el lenguaje la naturaleza de esos padecimientos, no ha encontrado una comparación más enérgica que la del fuego, pues para él el fuego es el modelo del más cruel suplicio y el símbolo de la acción más enérgica. Por eso, la creencia en el fuego eterno se remonta a la más remota antigüedad y los pueblos modernos la han heredado de los pueblos antiguos. Por eso, también, en su lenguaje figurado, el hombre dice: el fuego de las pasiones; arder de amor, de celos, etc., etc.
975. Los Espíritus inferiores, ¿comprenden la felicidad del justo?
“Así es, y eso constituye su suplicio, pues comprenden que se hallan privados de esa felicidad por su propia culpa. Por esa razón, una vez desprendido de la materia, el Espíritu aspira a una nueva existencia corporal, dado que cada existencia puede abreviar la duración de ese suplicio, en caso de que sea bien empleada. Elige, entonces, las pruebas mediante las cuales podrá expiar sus faltas. Porque, tenedlo en cuenta, el Espíritu sufre por el mal que ha hecho o que ha causado voluntariamente, por el bien que habría podido hacer y que no hizo, así como por el mal que resulta del bien que no ha hecho.
El Espíritu errante ya no tiene velo: se encuentra como si hubiera salido de la niebla y ve lo que lo aleja de la felicidad. En ese caso, sufre más, porque comprende cuán culpable ha sido. Para él ya no hay ilusión: ve la realidad de las cosas.”
El Espíritu en estado errante, por un lado, abarca todas sus existencias pasadas; por el otro, ve el porvenir prometido y comprende lo que le falta para alcanzarlo. Tal como un viajero que, al llegar a la cima de una montaña, ve el camino recorrido y el que le falta recorrer para llegar a la meta.
976. Ver a los Espíritus que sufren, ¿no es para los Espíritus buenos una causa de aflicción? En ese caso, ¿qué ocurre con su felicidad, dado que ha sido perturbada?
“No se trata de una aflicción, pues los Espíritus buenos saben que el mal tendrá fin. Ayudan a los otros a mejorar y les tienden la mano. Esa es su ocupación, además de un goce cuando tienen éxito.”
[976a] – Eso se entiende en el caso de los Espíritus que les son extraños o indiferentes. Con todo, ver las tristezas y los padecimientos de aquellos a quienes han amado en la Tierra, ¿no perturba su felicidad?
“Si no vieran esos padecimientos, sería porque vosotros les resultáis extraños después de la muerte. Ahora bien, la religión os dice que las almas os ven. No obstante, los Espíritus consideran vuestras aflicciones desde otro punto de vista. Saben que esos padecimientos son útiles para vuestro adelanto, en caso de que los soportéis con resignación. Por consiguiente, se afligen más por la falta de valor que os retrasa, que por los padecimientos en sí mismos, que sólo son pasajeros.”
977. Dado que los Espíritus no pueden ocultarse recíprocamente sus pensamientos y que conocen todos los actos de la vida, ¿se sigue de ahí que el culpable se halla perpetuamente en presencia de su víctima?
“No puede ser de otro modo. Lo dice el buen sentido.”
[977a] – Esa divulgación de nuestros actos reprensibles, así como la presencia constante de quienes han sido víctimas de ellos, ¿constituyen un castigo para el culpable?
“Mayor de lo que se piensa. Pero solamente hasta que haya expiado sus faltas, ya sea como Espíritu, o bien como hombre, en nuevas existencias corporales.”
Cuando nosotros mismos estemos en el mundo de los Espíritus, dado que todo nuestro pasado quedará al descubierto, el bien y el mal que hayamos hecho también habrán de conocerse. Es en vano que quien haya hecho el mal pretenda escapar de la vista de sus víctimas. La presencia inevitable de estas será para él un castigo y un remordimiento incesante, hasta que haya expiado sus culpas; mientras que el hombre de bien, por el contrario, sólo encontrará por todas partes miradas amistosas y benévolas.
Para el malvado, no hay peor tormento en la Tierra que la presencia de sus víctimas. Por ese motivo las evita sin cesar. ¿Qué será de él cuando, ya disipada la ilusión de las pasiones, comprenda el mal que ha hecho, vea develados sus actos más secretos y desenmascarada su hipocresía, sin que pueda sustraerse a su presencia? Mientras que el alma del hombre perverso es presa de la vergüenza, el pesar y el remordimiento, la del justo goza de una serenidad imperturbable.
978. El recuerdo de las faltas que el alma cometió cuando aún era imperfecta, ¿no perturba su felicidad, incluso después de que se ha purificado?
“No, porque ha rescatado sus faltas y salió victoriosa de las pruebas a que se había sometido con ese fin.”
979. Las pruebas que debe sufrir para concluir su purificación, ¿no producen en el alma una inquietud penosa que perturba su felicidad?
“En el alma que aún se halla impura, sí. Por eso sólo podrá gozar de una felicidad completa cuando se haya purificado. No obstante, en el caso del alma que ya se ha elevado, la idea de las pruebas que aún debe sufrir no tiene nada de penosa.”
El alma que ha llegado a cierto grado de pureza goza ya de la felicidad. La embarga un sentimiento de grata satisfacción. Es feliz por lo que ve, por todo lo que la rodea. Para ella se levanta el velo que le ocultaba los misterios y las maravillas de la creación, y las perfecciones divinas se le presentan en todo su esplendor.
980. El lazo de simpatía que une a los Espíritus de un mismo orden, ¿es para ellos una fuente de felicidad?
“La unión de los Espíritus que simpatizan con miras al bien es para ellos uno de los mayores goces, porque no temen que esa unión se vea perturbada por el egoísmo. Esos Espíritus forman, en el mundo completamente espiritualizado, familias que comparten los mismos sentimientos. En eso consiste la felicidad espiritual, así como en vuestro mundo os agrupáis(1) en categorías y sentís un cierto placer cuando estáis reunidos. El afecto puro y sincero que los Espíritus experimentan, y de que son objeto, es una fuente de felicidad, porque allí no hay amigos falsos ni hipócritas.”
(1)
En la Tierra, el hombre goza de las primicias de esa felicidad cuando encuentra almas con las cuales puede confundirse en una unión pura y santa. En una vida más purificada, ese goce será inefable e ilimitado, porque el hombre sólo encontrará almas simpáticas a las que el egoísmo no habrá de enfriar. Todo es amor en la naturaleza; el egoísmo es el que lo mata.
981. En el estado futuro del Espíritu, ¿hay alguna diferencia entre quien, durante la vida, le temió a la muerte y quien la veía con indiferencia o incluso con alegría?
“La diferencia puede ser muy grande. Sin embargo, suele desaparecer con las causas que dieron lugar a ese temor o a ese deseo. Ya sea que le tema a la muerte, o bien que la desee, el hombre puede estar motivado por sentimientos muy diversos. Esos sentimientos son los que influyen en el estado del Espíritu. Es evidente, por ejemplo, que en el caso de quien desea la muerte porque sólo ve en ella el término de sus tribulaciones, se trata de una especie de rebeldía contra la Providencia y contra las pruebas que debe sufrir.”
982. ¿Es necesario profesar el espiritismo y creer en las manifestaciones para asegurarnos nuestra suerte en la vida futura?
“Si así fuera, se seguiría de ahí que los que no creen o no han sido capaces de instruirse están desheredados, lo cual sería absurdo. Sólo el bien asegura la suerte venidera. El bien es siempre el bien, sea cual fuere el camino que conduzca a él.”
La creencia en el espiritismo nos ayuda a mejorar porque afirma las ideas acerca de algunos puntos del porvenir. Apresura el adelanto de los individuos, así como el de las masas, porque nos permite tomar conciencia de lo que seremos algún día. Es un punto de apoyo, una luz que nos guía. El espiritismo nos enseña a soportar las pruebas con paciencia y resignación. Nos aparta de los actos que pueden demorar nuestra felicidad futura. De ese modo, el espiritismo contribuye a esa felicidad, pero no se ha dicho que sin él no podremos alcanzarla.
Penas temporales
983. El Espíritu que expía sus faltas en una nueva existencia, ¿experimenta padecimientos materiales? De no ser así, ¿es exacto decir que después de la muerte el alma sólo experimenta padecimientos morales?
“Es muy cierto que cuando el alma está reencarnada las tribulaciones de la vida son un sufrimiento para ella. No obstante, sólo el cuerpo padece materialmente.
Vosotros decís a menudo, acerca de alguien que ha muerto, que no sufre más. Eso no siempre es cierto. Si bien como Espíritu ya no tiene dolor físico, puede experimentar dolores morales más agudos, conforme a las faltas que haya cometido y, en una nueva existencia, puede ser aún más desdichado. Así, quien ha sido un mal rico pedirá limosna y será presa de todas las privaciones de la miseria. El orgulloso padecerá todas las humillaciones. El que ha abusado de su autoridad y tratado a sus subordinados con desprecio y dureza, se verá forzado a obedecer a un amo más duro que lo que él mismo ha sido. Las penas y las tribulaciones de la vida constituyen la expiación de las faltas de otra existencia, en caso de que no sean la consecuencia de las faltas de la vida actual. Cuando hayáis dejado la Tierra lo comprenderéis.
El hombre que en la Tierra se considera feliz, porque puede satisfacer sus pasiones, es el que menos esfuerzos hace para mejorar. Con frecuencia expía desde esta vida esa dicha efímera. Con todo, sin ninguna duda, también habrá de expiarla en otra existencia tan material como esta.”
984. Las vicisitudes de la vida, ¿son siempre el castigo de las faltas actuales?
“No. Ya lo hemos dicho: son pruebas que Dios(2) os ha impuesto o que vosotros mismos elegisteis en el estado de Espíritu, antes de encarnar, para expiar las faltas que cometisteis en otra existencia. Las infracciones a las leyes de Dios, y sobre todo a la ley de justicia, nunca quedan impunes. Si eso no sucede en esta vida, necesariamente habrá de suceder en otra. Por esa razón, el que para vosotros es justo, suele ser castigado por su pasado.”
(2)
985. La reencarnación del alma en un mundo menos grosero, ¿es una recompensa?
“Es la consecuencia de su purificación. Porque a medida que los Espíritus se purifican, encarnan en mundos cada vez más perfectos, hasta que se hayan despojado por completo de la materia y limpiado todas sus manchas, para gozar eternamente de la felicidad de los Espíritus puros en el seno de Dios.”
En los mundos en que la existencia es menos material que en la Tierra, las necesidades son menos groseras y menos intensos los padecimientos físicos. Los hombres ya no conocen las pasiones malas, que en los mundos inferiores siembran la enemistad entre ellos. Dado que no hay ningún motivo de odio ni de celos, viven en paz los unos con los otros, porque practican la ley de justicia, amor y caridad. No conocen las dificultades ni las preocupaciones engendradas por la envidia, el orgullo y el egoísmo, los cuales constituyen el tormento de nuestra existencia terrenal.
986. El Espíritu que ha progresado en su existencia terrenal, ¿puede reencarnar a veces en este mismo mundo?
“Sí, en caso de que no haya podido cumplir con su misión. Además, él mismo puede pedir la oportunidad de completarla en una nueva existencia. No obstante, en ese caso dejará de ser para él una expiación.”
987. ¿Qué sucede al hombre que, sin hacer el mal, no hace nada para liberarse de la influencia de la materia?
“Puesto que no ha dado ningún paso hacia la perfección, debe recomenzar una existencia de la misma naturaleza que la de la que ha dejado. Permanece estacionario, razón por la cual puede prolongar los padecimientos de la expiación.”
988. Hay personas cuya vida transcurre en absoluta calma. Como no tienen necesidad de hacer nada por sí mismas, se hallan exentas de preocupaciones. Esa existencia dichosa, ¿es una prueba de que no tienen nada que expiar de una existencia anterior?
“¿Conoces a muchas personas en esa situación? Si así lo crees, te equivocas. A menudo la calma es sólo aparente. Es posible que hayan elegido esa existencia, pero cuando la dejan se percatan de que no les ha servido para progresar. Entonces, como el perezoso, lamentan el tiempo perdido. Sabed que sólo mediante la actividad el Espíritu puede adquirir conocimientos y elevarse. Si se duerme en la indolencia, no adelanta. Se asemeja a aquel que –según vuestras costumbres– tiene necesidad de trabajar, pero sale a pasear o se acuesta con la intención de no hacer nada. Sabed también que cada uno tendrá que dar cuenta de la inutilidad voluntaria de su existencia. Esa inutilidad siempre es fatal para la dicha venidera. La felicidad futura es proporcional a la suma del bien que se ha hecho. Asimismo, la desdicha futura es proporcional a la suma del mal que se ha hecho, y de las personas a las que se ha perjudicado.”
989. Hay personas que, sin ser realmente malas, hacen desdichados a quienes las rodean, debido a su carácter. ¿Cuál es para ellas la consecuencia de eso?
“Con toda seguridad esas personas no son buenas, y su expiación consistirá en ver a aquellos a quienes han hecho desdichados, cuya presencia será para ellas un reproche. Además, en otra existencia, padecerán lo que han hecho sufrir.”
Expiación y arrepentimiento
990. El arrepentimiento, ¿tiene lugar en el estado corporal o en el espiritual?
“En el estado espiritual. No obstante, también puede tener lugar en el estado corporal, cuando comprendéis correctamente la diferencia entre el bien y el mal.”
991. ¿Cuál es la consecuencia del arrepentimiento en el estado espiritual?
“El deseo de una nueva encarnación para purificarse. El Espíritu comprende las imperfecciones que le impiden ser feliz, por eso aspira a una nueva existencia en que podrá expiar sus faltas.”
992. ¿Cuál es la consecuencia del arrepentimiento en el estado corporal?
“Avanzar desde la vida presente, si se tiene tiempo de reparar las faltas. Cuando la conciencia formula un reproche y señala una imperfección, siempre se puede mejorar.”
993. ¿No hay hombres que sólo poseen el instinto del mal y son inaccesibles al arrepentimiento?
“Te he dicho que se debe progresar sin cesar. Aquel que en esta vida sólo posee el instinto del mal, habrá de poseer el del bien en otra. Por eso renace muchas veces, pues es necesario que todos avancen y lleguen a la meta. Conforme a su deseo, algunos lo harán en un tiempo más breve, otros en uno más prolongado. Aquel que sólo posee el instinto del bien ya se ha purificado, pues ha podido tener el instinto del mal en una existencia anterior.”
994. El hombre perverso que no ha reconocido sus faltas durante la vida, ¿lo hace siempre después de la muerte?
“Sí, siempre. Entonces sufre más, porque siente todo el mal que ha hecho o que ha causado voluntariamente. No obstante, el arrepentimiento no siempre es inmediato. Hay Espíritus que se obstinan en el camino del mal a pesar de sus padecimientos. Con todo, tarde o temprano habrán de reconocer que tomaron el camino equivocado y llegará el arrepentimiento. Los Espíritus buenos trabajan para esclarecerlos, y vosotros también podéis hacerlo.”
995. ¿Hay Espíritus a los que, sin ser malos, su propia suerte les resulta indiferente?
“Hay Espíritus que no se ocupan de nada útil: se mantienen a la expectativa. Pero en ese caso sufren de manera proporcional. Además, como en todo debe haber progreso, ese progreso se pone de manifiesto a través del dolor.”
[995a] – Esos Espíritus, ¿no tienen el deseo de abreviar sus padecimientos?
“Lo tienen, sin duda. Pero no tienen suficiente energía para querer lo que podría aliviarlos. ¿Cuántas personas hay entre vosotros que prefieren morirse en la miseria antes que trabajar?”
996. Dado que los Espíritus ven el mal que resulta para ellos a causa de sus imperfecciones, ¿a qué se debe que haya algunos que agravan su situación y prolongan su estado de inferioridad haciendo el mal como Espíritus y apartando a los hombres del camino del bien?
“Los que actúan de ese modo son Espíritus cuyo arrepentimiento es tardío. El Espíritu arrepentido puede luego dejarse llevar nuevamente al camino del mal por otros Espíritus aún más atrasados.”
997. Vemos algunos Espíritus que, pese a su notoria inferioridad, son accesibles a los sentimientos buenos, y se conmueven con las oraciones que se hacen para ellos. ¿A qué se debe que otros Espíritus, a quienes deberíamos considerar más esclarecidos, muestren una obstinación y un cinismo que nada puede atenuar?
“La oración sólo produce efecto cuando se hace a favor del Espíritu que se arrepiente. En aquellos que, incitados por el orgullo, se sublevan contra Dios y persisten en sus extravíos, e incluso los exageran, como hacen algunos Espíritus desdichados, la oración no produce ningún efecto, ni podrá hacerlo hasta el día en que una chispa de arrepentimiento se manifieste en ellos.”
No debemos perder de vista que el Espíritu, después de la muerte del cuerpo, no se transforma de manera súbita. Si su vida ha sido reprensible, se debe a que era imperfecto. Ahora bien, la muerte no lo vuelve perfecto de inmediato. Puede persistir en sus errores, en sus falsas opiniones y en sus prejuicios, hasta que se haya esclarecido mediante el estudio, la reflexión y el sufrimiento.
998. La expiación, ¿se lleva a cabo en el estado corporal o en el estado de Espíritu?
“La expiación se lleva a cabo, durante la existencia corporal, mediante las pruebas a que el Espíritu se encuentra sometido; y en la vida espiritual, mediante los padecimientos morales inherentes al estado de inferioridad del Espíritu.”
999. El arrepentimiento sincero durante la vida, ¿es suficiente para borrar las faltas y obtener la gracia de Dios?
“El arrepentimiento contribuye a que el Espíritu mejore, pero el pasado debe ser expiado.”
[999a] – Según esto, si un criminal dijese que no tiene necesidad de arrepentirse, ya que de todos modos debe expiar su pasado, ¿qué consecuencias tendría eso para él?
“Si se obstina en la idea del mal, su expiación será más prolongada y penosa.”
1000. ¿Podemos, desde esta vida, rescatar nuestras faltas?
“Sí, mediante su reparación. Sin embargo, no penséis en rescatarlas con unas pocas privaciones pueriles o con la distribución de vuestros bienes después de la muerte, cuando ya no los necesitáis. Dios no toma en cuenta en modo alguno un arrepentimiento estéril, que siempre resulta fácil, y que sólo cuesta el esfuerzo de golpearse el pecho. Perder un dedo meñique mientras se presta un servicio borra más faltas que padecer durante años el tormento del cilicio sin otro objetivo que el bien de sí mismo.
El mal sólo se repara con el bien. La reparación no tiene ningún mérito si no alcanza al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.
¿De qué le sirve, para justificarse, restituir después de la muerte los bienes mal habidos, cuando ya no le sirven y les ha sacado todo el provecho?
¿De qué le sirve privarse de algunos goces fútiles y de algunas cosas superfluas, si no reparó el daño que ha hecho a otros?
¿De qué le sirve, por último, humillarse ante Dios, si conserva su orgullo ante los hombres?”
1001. ¿No hay ningún mérito en asegurarnos que después de la muerte los bienes que poseíamos sean utilizados para hacer el bien?
“Ningún mérito no es la expresión adecuada, pues siempre es mejor obrar de ese modo que no hacer nada. Con todo, la desgracia radica en que el hombre que sólo distribuye sus bienes después de la muerte suele ser más egoísta que generoso. Pretende tener el honor de hacer el bien sin esforzarse. En cambio, quien se priva de sus bienes en vida tiene un doble beneficio: el mérito del sacrificio y el placer de ver a las personas a quienes ha hecho felices. No obstante, el egoísmo le dice: ‘Lo que das a otros es lo que quitas a tus propios goces’. Y como el egoísmo grita más fuerte que el desinterés y la caridad, el hombre acumula bienes con el pretexto de sus necesidades y de las exigencias de su posición. ¡Ah, tened compasión del que no conoce el placer de dar! Porque en verdad ha sido desheredado de uno de los más puros y agradables goces. Dios, al someterlo a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido compensarlo con la dicha de la generosidad que puede gozar desde la Tierra.”
1002. ¿Qué debe hacer aquel que, al borde de la muerte, reconoce sus faltas, pero no tiene tiempo de repararlas? En ese caso, ¿es suficiente con arrepentirse?
“El arrepentimiento apresura su rehabilitación, pero no lo absuelve. ¿Acaso no tiene ante él el porvenir, que nunca se le niega?”
AMOR, CARIDAD y TRABAJO
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