EL ESPÍRITU DE VERDAD
Diálogo entre Allan Kardec, la médium Srta. Baudin y el Espíritu de Verdad, guía espiritual de Kardec, en los inicios de la codificación espírita, el 25 de marzo de 1956 en casa de Sr. Baudin:
Por esta época habitaba yo (A. Kardec) en la calle de los Mártires, Nº 8, 2ª habitación interior. Una noche, estando en mi gabinete de trabajo, percibí el ruido de pequeños golpes dados en el tabique que me separaba de la pieza vecina. Al principio no les di importancia ni les preste atención, pero como persistieran cada vez con mayor fuerza y cambiando de lugar, me levante y fui a examinar ambos lados del tabique, y escuché si podrían provenir de alguna otra estancia contigua. Nada en claro pude sacar de mi examen minucioso. Lo particular era, que cada vez que me levantaba para proceder al examen; los golpes cesaban, y en cuanto reanudaba mi trabajo, volvían a dejarse oír. A eso de las diez mi esposa entró en el gabinete, y no tardó en darse cuenta de ellos y en preguntarme a que eran debidos. No lo sé, le respondí; hace ya más de una hora que duran. Nos sentamos uno junto al otro y no volvimos a ocuparnos del asunto; a medianoche, hora en que nos retiramos a descansar, todavía continuaban.
Al día siguiente tuvimos sesión en casa de Mr. Baudin; conté el hecho, y solicité se me explicara.
-Allan Kardec: Estaréis sin duda enterados del hecho que acabo de referir; ¿podríais decirme la causa de aquellos golpes tan persistentes?
-Srta. Baudin: Era tu Espíritu familiar (1).
(1) En
esta época no había hecho aún la distinción entre las diversas categorías de
Espíritus simpáticos y a todos los englobaba bajo la denominación genérica de
Espíritus familiares.
-A. K.: ¿Con que objeto golpeaba así?
-Srta. B.: Quería comunicarse contigo.
-A. K.: ¿Podríais decirme que quería?
-Srta. B.: Puedes preguntárselo a él mismo, ya que está presente.
-Allan Kardec: Mi Espíritu familiar, quien quiera que seáis, os agradezco que os hayáis dignado visitarme. ¿Querríais decirme quien sois?
-Espíritu de Verdad: Para ti, me llamo la Verdad, y todos los meses, durante un cuarto de hora, estaré aquí a tu disposición.
-A. K.: Cuando golpeasteis mientras trabajaba, ¿teníais algo de particular que decirme?
-E. de V.: Lo que quería decirte se relacionaba con el trabajo que estabas realizando; no me satisfacía lo que escribías y quería hacerte cesar (2).
(2) Lo que
escribía precisamente era relativo al estudio que venía haciendo sobre los
Espíritus y sus manifestaciones.
-A. K.: Vuestra desaprobación, ¿recae sobre el capítulo que escribía o sobre el conjunto del trabajo?
-E. de V.: Sobre el capítulo de ayer. Te constituyo en juez de tu obra; léelo esta noche y verás cómo reconoces y corriges sus faltas.
-A. K.: Tampoco yo estaba muy satisfecho, y lo he rehecho hoy; ¿es este mejor?
-E. de V.: Mejor es, pero no está bien. Lee de la tercera a la trigésima línea, y reconocerás un grave error.
-A. K.: Ya rompí lo que hice ayer.
-E. de V.: No importa; lo que rompiste no priva que en lo que hoy has hecho la falta subsista. Léelo y verás.
-A. K.: El nombre de Verdad que vos tomáis, ¿es una alusión a la verdad que yo busco?
-E. de V.: Puede ser; por lo menos será un guía que te protegerá y te ayudará.
-A. K.: ¿Puedo evocaros por mí?
-E. de V.: Si, te asistiré por el pensamiento; pero por la escritura, pasará mucho tiempo antes de que recibas mis instrucciones (3).
(3) En efecto, durante un año, no pude obtener por mí, ninguna comunicación escrita, y cada vez que encontré un médium con el que esperaba lograr alguna cosa, cualquiera circunstancia imprevista se oponía a ello. No conseguí sus comunicaciones de este género hasta que me serví a mí mismo de instrumento.
-A. K.: ¿Podríais comunicarnos más a menudo que todos los meses?
-E. de V.: Si, pero no te lo prometo hasta nueva orden.
-A. K.: ¿Habéis animado alguna persona conocida sobre la tierra?
-E. de V.: Ya te he dicho que para ti soy la Verdad, y este para ti quiere decir discreción; de ello no saldrás sin ventajas.
Anuncio del Consolador
“Si me amáis, guardad mis mandamientos, y yo rogaré a mi Padre, y Él os enviará otro Consolador, a fin de que quede eternamente con vosotros; el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve. Pero vosotros lo conocéis, porque permanecerá con vosotros, y estará en vosotros. Pero el Consolador, que es el Santo Espíritu, al que mi Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os hará recordar todo lo que yo os he dicho.” (Juan, 14:15 a 17; 26).
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá hasta vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no han creído en mí; en lo referente a la justicia, porque me voy hacia mi Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado.
” Tengo aún muchas otras cosas para deciros, pero por el momento no las podéis soportar.
” Cuando venga ese Espíritu de Verdad, él os enseñará toda la verdad, porque no hablará de sí mismo, sino que dirá todo lo que haya escuchado, y os anunciará lo que ha de venir.
” Él me glorificará, porque recibirá de lo mío, y os lo anunciará.” (Juan, 16:7 a 14.)
Esta predicción es, sin discusiones, una de las más importantes, porque demuestra sin ningún equívoco que Jesús no dijo todo lo que tenía para decir, puesto que no lo habrían comprendido ni siquiera sus apóstoles, ya que era a ellos a quienes él se dirigía. Si les hubiese dado instrucciones secretas, ellos las habrían mencionado en el Evangelio. Ahora bien, dado que Jesús no dijo todo a sus apóstoles, los sucesores de estos no pudieron saber más que ellos al respecto. Es posible, pues, que se hayan confundido en cuanto al sentido de sus palabras, o que hayan interpretado falsamente sus pensamientos, en muchas ocasiones velados bajo la forma de parábolas. Por consiguiente, las religiones basadas en el Evangelio no pueden considerarse en posesión de toda la verdad, visto que Jesús reservó para sí la tarea de completar posteriormente sus enseñanzas. El principio de la inmutabilidad que profesan constituye un cuestionamiento de las palabras mismas de Jesús.
Con el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad, Jesús anuncia a aquel que debe enseñar todas las cosas, y hacer que se recuerde lo que él ha dicho. Por consiguiente, su enseñanza no estaba completa. Además, prevé que su mensaje sería olvidado, y que sus palabras serían desvirtuadas, ya que el Espíritu de Verdad debe hacer que se recuerde todo lo que él dijo y, de conformidad con Elías, restablecer todas las cosas, es decir, ponerlas de acuerdo con el verdadero pensamiento de Jesús.
¿Cuál debe ser ese enviado? Al decir: “Rogaré a mi Padre y Él os enviará otro Consolador”, Jesús indica claramente que ese Consolador no es él mismo, pues de lo contrario hubiese dicho: “Volveré para completar lo que les he enseñado”. Después agrega: A fin de que permanezca eternamente con vosotros, y él estará en vosotros. No sería posible que esta expresión se refiriera a una individualidad encarnada, puesto que no podría permanecer eternamente con nosotros, ni menos aún estar en nosotros; pero se comprende muy bien si se refiere a una doctrina que, en efecto, cuando la hayamos asimilado, podrá estar eternamente en nosotros. El Consolador es, pues, según el pensamiento de Jesús, la personificación de una doctrina soberanamente consoladora, inspirada por el Espíritu de Verdad.
El espiritismo reúne, como ha quedado demostrado, todos los caracteres del Consolador que Jesús prometió. No es una doctrina individual, una concepción humana; nadie puede considerarse su creador. Es el fruto de la enseñanza colectiva de Espíritus, enseñanza que conduce el Espíritu de Verdad. No suprime nada del Evangelio, sino que lo completa y lo explica. Con la ayuda de las nuevas leyes que revela, conjugadas con las de la ciencia, conduce a la comprensión de lo que era ininteligible, y hace que se admita la posibilidad de aquello que la incredulidad consideraba inadmisible. Tuvo sus precursores y profetas, que presagiaron su llegada. Por su poder moralizador, el espiritismo prepara el reinado del bien en la Tierra.
Bibliografía:
El Génesis de Allan Kardec
Obras póstumas de Allan Kardec
AMOR, CARIDAD y TRABAJO
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