PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS
(Primera parte)
El libro de los espíritus de Allan Kardec
LIBRO TERCERO
CAPÍTULO I
LEY DIVINA O NATURAL
II.- Conocimiento de la ley natural
619. ¿Ha dado Dios a todos los hombres los medios de conocer su ley?
- Todos pueden conocerla, pero no todos la comprenden. Los que la comprenden mejor son los hombres de bien y los que quieren buscarla. No obstante, todos la comprenderán algún día, porque es preciso que el progreso se cumpla.
La justicia de las diversas encarnaciones del hombre es una consecuencia de este principio, puesto que en cada nueva vida su inteligencia se halla más desarrollada y comprende mejor lo que es el bien y lo que es el mal. Si todo debiera consumarse para él en una sola existencia, ¿qué suerte cabría a tantos millones de seres que mueren a diario en medio del embrutecimiento del salvajismo, o en las tinieblas de la ignorancia, sin que hayan tenido posibilidad de instruirse?
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO IV
PLURALIDAD DE LAS EXISTENCIAS
I.- De la reencarnación
166. ¿Cómo puede acabar de depurarse el alma que no ha alcanzado la perfección durante la vida corporal?
- Sufriendo la prueba de una nueva existencia.
166 a. ¿De qué manera realiza el alma esta nueva existencia? ¿Por su transformación como Espíritu?
- Al depurarse, el alma experimenta sin duda una transformación, pero para ello necesita la prueba de la vida corporal.
166 b. El alma ¿tiene, pues, muchas existencias corpóreas?
- Sí, todos tenemos muchas existencias. Los que afirmen lo contrario quieren manteneros en la ignorancia en que ellos mismos están: ese es su deseo.
166 c. De este principio parece resultar que el alma, tras haber dejado un cuerpo, toma otro. Dicho de otra manera, reencarna en un nuevo cuerpo. ¿Así hay que entenderlo?
- Evidentemente.
167. ¿Cuál es el objetivo de la reencarnación?
- Expiación, mejoramiento progresivo de la humanidad. Sin esto, ¿dónde estaría la justicia?
168. El número de las existencias corporales ¿es limitado, o el Espíritu reencarna perpetuamente?
- Con cada nueva existencia el Espíritu da un paso más por la senda del progreso. Cuando se ha despojado de todas sus impurezas ya no tiene necesidad de las pruebas de la vida corporal.
169. El número de encarnaciones ¿es el mismo para todos los Espíritus?
- No, el que adelanta con rapidez se ahorra pruebas. No obstante, esas encarnaciones sucesivas son siempre muy numerosas, por cuanto el progreso es casi infinito.
170. ¿En qué se convierte el Espíritu después de su última encarnación?
- Espíritu bienaventurado, Espíritu puro.
II.- Justicia de la reencarnación
171. ¿En qué se funda el dogma de la reencarnación?
- En la justicia de Dios y en la revelación, porque sin cesar os lo repetimos: Un buen padre deja siempre a sus hijos una puerta abierta para el arrepentimiento. ¿No te dice la razón que sería injusto privar para siempre de la dicha eterna a todos aquellos de quienes no ha dependido mejorar? ¿Acaso todos los hombres no son hijos de Dios? Sólo entre los humanos egoístas se encuentra la iniquidad, el odio implacable y los castigos sin perdón.
Todos los Espíritus tienden a la perfección y Dios les provee los medios de obtenerla mediante las pruebas de la vida corporal. Pero, en su justicia, les reserva que cumplan en nuevas existencias lo que no pudieron hacer o perfeccionar en una primera prueba.
No estaría de acuerdo con la equidad y la bondad de Dios castigar para siempre a aquellos que han podido encontrar obstáculos para su mejoramiento, independientemente de su voluntad y en el medio mismo donde se hallaban ubicados. Si la suerte del hombre después de su muerte estuviera irremediablemente fijada, Dios no habría pesado las acciones de todos con la misma balanza y no los hubiera tratado con imparcialidad.
La doctrina de la reencarnación, esto es, aquella que consiste en admitir para el hombre muchas existencias sucesivas, es la única que responde a la idea que nos formamos de la justicia de Dios para con hombres de una condición moral inferior, la única que puede explicarnos el porvenir y fundamentar nuestras esperanzas, puesto que nos ofrece el medio de rescatar nuestras faltas mediante nuevas pruebas. La razón nos lo indica y los Espíritus así lo enseñan.
El hombre que tiene conciencia de su inferioridad encuentra en la doctrina de la reencarnación una esperanza consoladora. Si cree en la justicia de Dios no puede esperar que será por siempre diferente de aquellos que han obrado mejor que él. El pensamiento de que esa inferioridad no lo deshereda para siempre del bien supremo, y que podrá conquistarlo por medio de nuevos esfuerzos, lo sostiene y reanima su valor. ¿Quién, al término de su carrera, no lamenta haber adquirido demasiado tarde una experiencia que ya no puede aprovechar? Pero esa experiencia tardía no está perdida, pues la aprovechará en una nueva existencia.
III.- Encarnación en los diferentes mundos
172. Nuestras diversas existencias corporales ¿se cumplen todas en la Tierra?
- No, no todas, sino en los distintos mundos. Las de la Tierra no son las primeras ni las últimas, y son de las más materiales y alejadas de la perfección.
173. En cada nueva existencia corpórea, ¿pasa el alma de un mundo a otro, o puede cumplir varias en un mismo globo?
- Puede encarnar muchas veces en un mismo globo, si no está lo bastante adelantada para pasar a un mundo superior.
173 a. Así pues, ¿podemos reaparecer varias veces en la Tierra.
- Ciertamente.
173 b. Y después de haber vivido en otros mundos ¿podemos volver aquí?
- Seguro. Es posible que hayáis vivido ya en otras partes y también en la Tierra.
174. Reencarnar en la Tierra, ¿constituye una necesidad?
- No. Pero si no adelantáis podréis ir a otro mundo que no sea mejor que la Tierra, o que sea aún peor.
175. ¿Existe una ventaja en volver a vivir aquí?
- Ninguna ventaja en particular, a menos de estar cumpliendo una misión. Entonces se adelanta, aquí como en otras partes.
175 a. ¿No seríamos más dichosos si permaneciéramos en el estado de Espíritus?
- ¡No, no! Se quedaría estacionario, y lo que se quiere es adelantar hacia Dios.
176. Tras haber encarnado en otros mundos, ¿pueden los Espíritus hacerlo en éste, si no encarnaron nunca aquí?
- Sí, como vosotros en los demás globos. Todos los mundos son solidarios. Lo que no se realiza en uno se cumple en otro.
176 a. De esta manera ¿hay hombres que están en la Tierra por primera vez?
- Los hay, muchos y en diversos grados.
176 b. ¿Se puede reconocer por cualquier indicio cuándo un Espíritu está por vez primera reencarnado en la Tierra?
- Eso no tendría ninguna utilidad.
177. Para llegar a la perfección y a la ventura suprema, que es la meta postrera de todos los hombres, ¿debe el Espíritu pasar por la serie de pruebas de todos los mundos que en el Universo existen?
- No, porque hay muchos mundos que están en el mismo grado y donde el Espíritu no aprendería nada nuevo.
177 a. ¿Cómo explicar entonces la pluralidad de sus existencias en un mismo globo?
- Tal vez se encuentre en cada ocasión en situaciones muy diferentes, que son para él otras tantas oportunidades para adquirir experiencia.
178. ¿Pueden los Espíritus volver a vivir corporalmente en un mundo relativamente inferior a aquel en que han residido ya?
- Sí, cuando deben realizar una misión para ayudar al progreso, y en tal caso aceptan con alegría las tribulaciones de esa existencia, porque les proporcionan un medio para adelantar.
178 a. ¿No puede ocurrir esto también por expiación, y no es posible que Dios envíe a Espíritus rebeldes a mundos inferiores?
- Los Espíritus pueden permanecer estacionarios, pero no retroceden, y entonces su castigo consiste en no seguir adelantando y en recomenzar las existencias mal empleadas en el medio que a su naturaleza conviene.
178 b. ¿Cuáles son los que deben recomenzar una misma existencia?
- Los que fallen en su misión o en sus pruebas.
179. Los Seres que habitan cada mundo ¿han llegado todos a un mismo grado de perfección?
- No, es como en la Tierra: los hay más o menos adelantados.
180. Al pasar de este globo a otro ¿conserva el Espíritu la inteligencia que en la Tierra tenía?
- Sin duda alguna. La inteligencia no se pierde, aunque acaso no posea los mismos medios de manifestarla. Esto depende de su superioridad y del estado del cuerpo que tome. (Véase “Influencia del Organismo”, pregunta 367).
181. Los Seres que habitan los diferentes mundos ¿tienen cuerpos similares a los nuestros?
- Desde luego, poseen cuerpos, puesto que es necesario que el Espíritu esté revestido de materia para obrar sobre ella. Pero esa envoltura es más o menos material, según sea el grado de pureza a que hayan llegado los Espíritus, y es eso lo que constituye la diferencia entre los mundos que debemos recorrer. Porque hay muchas moradas en la casa de nuestro Padre y, en consecuencia, muchos grados. Unos lo saben y tienen conciencia de ello en la Tierra, al paso que otros no están en modo alguno en las mismas condiciones.
182. ¿Podemos conocer con exactitud el estado físico y moral de los diversos mundos?
- Nosotros, los Espíritus, no podemos responder sino conforme al grado en que vosotros os halláis. Vale decir que no debemos revelar esas cosas a todos, por cuanto todos no están en situación de comprenderlas, y esto los turbaría.
A medida que el Espíritu se purifica el cuerpo de que se halla revestido se va acercando igualmente a la naturaleza espírita. La materia se torna menos densa, ya no se arrastra penosamente por el suelo, las necesidades físicas son menos groseras, los seres vivos no tienen ya necesidad de destruirse unos a otros para nutrirse. El Espíritu es más libre y posee, para las cosas distantes, percepciones que nos son desconocidas; y lo que nosotros vemos con los ojos del cuerpo, él lo percibe mediante el pensamiento.
La purificación de los Espíritus se refleja en el perfeccionamiento moral de los seres en que se han encarnado. Las pasiones animales se debilitan, el egoísmo cede su lugar al sentimiento fraternal. Así pues, en los mundos superiores al nuestro no se conocen las guerras. Los odios y las discordias no tienen objeto allí, porque nadie piensa en dañar a sus semejantes. La intuición que poseen acerca de su porvenir, la seguridad que les otorga una conciencia libre de remordimientos hace que la muerte no les cause la menor aprensión. La ven llegar sin temor, como una mera transformación.
La duración de la vida, en los diversos globos, parece estar proporcionada al grado de superioridad física y moral de los mismos, y esto es perfectamente razonable. Cuanto menos material sea el cuerpo, tanto menos sujeto estará a las vicisitudes que lo desorganizan. Y cuanto más puro el Espíritu, menos pasiones lo minarán. Es ese un beneficio más de la Providencia, que de este modo quiere abreviar los sufrimientos.
183. Al pasar de un mundo a otro ¿pasa también el Espíritu por una nueva infancia?
- La infancia es dondequiera una transición necesaria, pero no en todas partes es tan torpe como entre vosotros.
184. ¿Puede el Espíritu escoger el nuevo mundo en que ha de residir?
- No siempre, pero le cabe solicitarlo, y podrá obtenerlo si lo ha merecido. Porque los mundos sólo son accesibles a los Espíritus de acuerdo con su grado de elevación.
184 a. Si el Espíritu no pide nada, ¿qué es lo que determina el mundo en que habrá de reencarnar?
- Su grado de elevación.
185. El estado físico y moral de los seres vivos ¿es perpetuamente el mismo en cada globo?
- No. También los mundos se encuentran sometidos a la ley del progreso. Todos han comenzado como el vuestro, en un estado inferior, y la misma Tierra experimentará una transformación similar. Se convertirá en un paraíso terrenal cuando los hombres se hayan hecho buenos.
De modo que las razas que en la hora actual pueblan la Tierra desaparecerán un día, siendo sustituidas por seres cada vez más perfectos. Esas razas transformadas sucederán a la de hoy, así como ésta ha reemplazado a otras más groseras todavía.
186. ¿Hay mundos en que el Espíritu, dejando de habitar un cuerpo material, sólo tiene ya por envoltura al periespíritu?
- Sí, y esa envoltura misma se torna tan etérea que para vosotros es como si no existiera. Se trata entonces del estado de Espíritus puros.
186 a. De ello parece resultar que no hay una demarcación neta entre el estado de las últimas encarnaciones y el de Espíritu puro.
- Tal demarcación no existe. Puesto que las diferencias se van borrando poco a poco, aquélla se torna imperceptible, como la noche que se esfuma ante las primeras claridades del alba.
187. La sustancia del periespíritu ¿es idéntica en todos los globos?
- No, es más o menos etérea. Al pasar de un mundo a otro, el Espíritu se reviste de la materia propia de cada uno de ellos, lo que se opera con la rapidez del relámpago.
188. Los Espíritus puros ¿habitan mundos especiales o se hallan en el espacio universal sin estar más ligados a un globo que a otro?
- Los Espíritus puros residen en ciertos mundos, pero no se encuentran confinados en ellos, como sucede a los hombres en la Tierra. Con más facilidad que los otros pueden trasladarse a todas partes. (1)
(1) Según los Espíritus, de todos los cuerpos celestes que integran nuestro sistema planetario está la Tierra entre aquellos cuyos habitantes se hallan menos adelantados en lo físico y en lo moral. Marte le sería aún inferior y Júpiter muy superior, desde todos los puntos de vista. El Sol no sería un astro habitado por seres corpóreos, sino un lugar de reunión de los Espíritus superiores, quienes irradian desde allí mediante el pensamiento hacia los otros mundos, a los que dirigen por intermedio de Espíritus menos elevados, con los cuales se comunican sirviéndose del fluido universal. Como constitución física, el Sol sería un foco de electricidad. Todos los soles parecerían estar en una situación idéntica.
El volumen de cada mundo y la distancia que los separa del Sol no tienen ninguna relación necesaria con su grado de progreso, puesto que, a lo que parece, Venus se hallaría más adelantado que la Tierra, y Saturno, menos que Júpiter.
Muchos Espíritus que animaron a personas conocidas en la Tierra dijeron haber reencarnado en Júpiter*, uno de los mundos más cercanos a la perfección, y ha habido oportunidad de asombrarse al ver en ese globo tan adelantado a hombres que la opinión humana no consideraba en la Tierra como de la misma categoría. Esto no ha de sorprendernos en modo alguno. Primero, si se considera que ciertos Espíritus que habitaban aquel planeta han podido ser enviados a la Tierra para cumplir en ella una misión que, a nuestro entender, no los colocaba en el primer rango. Segundo, porque entre su existencia terrestre y la desarrollada en Júpiter han podido tener otras intermedias, en las cuales hayan mejorado. Y tercero, en suma, porque en aquel mundo, igual que en el nuestro, hay diferentes grados de desarrollo, y de uno a otro grado es posible que exista la distancia que separa entre nosotros al salvaje [aborigen] del hombre civilizado. Así pues, por el hecho de vivir en Júpiter no se inferirá que se esté en el nivel de los Seres más perfeccionados, como tampoco se deduce que alguien que vive en París deba hallarse al nivel de un sabio del Instituto.
Las condiciones de longevidad no son tampoco en todas las partes las mismas que en la Tierra y la edad de los individuos no se puede comparar. Una persona que falleció algunos años atrás, al ser evocada manifestó que había encarnado seis meses antes en un mundo cuyo nombre nos es desconocido. Interrogada acerca de la edad que tenía entonces en ese mundo, respondió: “No puedo precisarla, porque no contamos el tiempo como vosotros. Además, la forma de vida no es la misma: nos desarrollamos aquí con mucha mayor rapidez. Por tanto, aunque no haga más de seis de vuestros meses que yo me encuentro aquí, puedo deciros que en lo tocante a la inteligencia tengo treinta años de la edad que contaba en la Tierra”.
Muchas respuestas análogas han dado otros Espíritus, y ello no tiene nada de inverosímil. ¿No vemos acaso en la Tierra a muchísimos animales que adquieren en pocos meses su desarrollo normal? ¿Por qué no ha de acontecer lo mismo con el hombre, en otras esferas? Subrayemos, por otra parte, que el desarrollo alcanzado por el hombre en nuestro mundo a la edad de treinta años quizá no es sino una especie de infancia si se le compara con el que debería alcanzar. Es preciso tener la visión muy limitada para considerarnos en todos los prototipos de la Creación, y es rebajar a la Divinidad creer que fuera de nosotros no haya más nada que crear. [N. de A. Kardec.]
* En la actualidad resulta chocante pensar en la posibilidad de vida en planetas como Júpiter, Marte o Venus, por carecer ellos de las condiciones ambientales necesarias. Pero hay que recordar al lector, que al igual que no vemos a los Espíritus, y sin embargo podemos dar testimonio de su realidad, un caso análogo ocurriría con los habitantes de dichos planetas, en donde la materia puede estar vibrando en distintas coordenadas vibratorias a las nuestras. Además, puede tratarse de mundos transitorios, en donde la vida sólo sea espiritual y no física. (Véase la pregunta nº 236 y ss.)
Kardec recibió múltiples comunicaciones donde los Espíritus afirmaban vivir en Júpiter, entre ellas, famosas son las del espíritu de Mozart (Véase Revue Spirite año 1858 y 1859, meses de mayo), en donde da testimonio de su estancia en dicho planeta, dictando además una sonata como prueba de identidad; o de los dibujos a través del médium V. Sardou (Véase Revue Spirite, año 1858, mes de agosto) de las diferentes casas de los Espíritus que afirmaban habitar ahí, entre ellos el mismo Mozart, Zoroastro o Palissy. [N. del copista.]
AMOR, CARIDAD y ATRABAJO
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