BIOGRAFÍA DE FERNÁNDEZ COLÁVIDA -
JUSTO TRIBUTO
(El Kardec español)
Y quien
mejor que Amalia Domingo Soler para hacer esta biografía-homenaje ahora que se
cumplen los 120 años de la desencarnación de Fernández Colávida, traductor al
español y editor de las obras de Allan Kardec y fundador de la “Revista de
Estudios Psicológicos” de Barcelona. La hemos sacado del periódico que escribía
Amalia, La Luz del Porvenir, del número de Enero de 1889, justo un mes después
de que nuestro querido amigo volviese al mundo espiritual.
I
Vamos a
ocuparnos de un acontecimiento, que a pesar de reproducirse continuamente, pues
en la lista de los fallecimientos de las grandes ciudades no pasa un solo día
en que no se dé cuenta de tantas o cuantas defunciones, sin embargo, hay
muertes, mejor dicho, hay seres que cuando abandonan la Tierra dejan un vacío
en la sociedad o en la escuela a que pertenecen, que difícilmente puede
llenarse con el trabajo y la sensatez de otro ser que se asemeje al
que en cumplimiento de justa ley rompió las ligaduras de su envoltura material
y dejó su cuerpo inerte en la fosa, mientras su espíritu voló al espacio
buscando nueva vida y nueva acción; y de uno de estos seres irreemplazables
vamos a ocuparnos, de D. José María Fernández Colávida que en el año 1819 vino a
la Tierra dejándola el primero de Diciembre de 1888. Cuentan sus biógrafos que
nació a orillas del Ebro, mas… bien considerado, lo mejor será que copiemos
textualmente lo que sobre Fernández publicó el almanaque espiritista de 1873.
“Tenemos que
ocuparnos de uno de los más incansables y ardientes partidarios de la doctrina
espiritista a la que ha llegado por una intuición manifiesta desde la infancia,
por el reconocimiento de la influencia providencial en los hechos culminantes
de su vida, por la lógica misma del sistema filosófico y lo que es más notable,
por el sufrimiento, por las pruebas”.
“Los padres
del señor Colávida murieron bien desgraciadamente; uno fusilado por los furores
de la política, otra muerta también violentamente, por la imprudencia de un
cazador, desgracias ambas, capaces de llenar de eterna melancolía el corazón de
un hijo amante”.
“El señor
Fernández Colávida nació en 1819, a orillas del Ebro; sus estudios fueron
interrumpidos por la guerra civil, y se vio obligado a dejar los libros por la
espada, que a la conclusión de la lucha fratricida, borrón de nuestra historia
contemporánea, volvió a trocar por aquellos”.
“Los azares
de la guerra mermaron en grande escala su familia y bienes y en la
imposibilidad de continuar una larga carrera científica, por falta de
medios materiales, concluyó la de notariado bajo la influencia de la perniciosa
estrella que alumbró su nacimiento, pues el ministerio Mayans trastornó sus
planes, al quedar domiciliado en Barcelona en 1844 para dedicarse a los trabajos
de su escribanía”.
“Influido
por la ilustración nada común de su padre fue cristiano sin sombras de
fanatismo y como quedara huérfano cuando más necesarios eran los
paternales consejos, luchó en su conciencia con los abusivos ritos e
intolerables dogmas de la escuela católica y concibió el proyecto de la
publicación de un periódico conciliador que fue la expresión de sus
sentimientos y aspiraciones religiosas”
“En aquella
época conoció la doctrina espiritista, hallando en ella la solución de sus
dudas y dedicándose a su propaganda, pues el hombre recto no satisface su
conciencia hasta que no trata de hallar para los demás el bien en el que
él descansa”.
“Aconsejado
por los espíritus para que tradujera y publicara las obras más a propósito para
la iniciación en las doctrinas espiritistas, cumplió los deseos de los buenos
espíritus y los amplió publicando el año 1869 una revista sobre la materia que
continúa viendo la luz”.
“Efecto de
la gran propaganda hecha para la expendición de sus traducciones, el señor
Fernández Colávida ha recibido comunicaciones de Montevideo, Buenos Aires,
Bogotá, Río de Janeiro, Lima, Cuzco, Guayaquil y Filipinas; puntos en
donde germinaba el estudio del espiritismo, al que contribuyó en gran manera”.
“La vida del
señor Fernández Colávida abunda en hechos desgraciados y su fe en la
consoladora doctrina que tan acérrimamente sostiene es tan grande, por haber
sido depurada en el crisol del infortunio, como grande es la satisfacción que
tenemos al consignar que el hermano del que nos ocupamos es de los primeros
espiritistas españoles por su celo, por su modestia, por su laboriosidad y
digno de premio por lo mucho que ha sufrido”.
De otros
apuntes biográficos insertamos a continuación los siguientes párrafos:
“Cuando la
última guerra Carlista, con todo su aparato de errores, cuando estaba en el más
alto grado de su apogeo, surgió la idea de terminar tan fratricida lucha que
convertía el suelo patrio en teatro de sangrientos y espantosos dramas. No
diremos que fuera Fernández el que lanzara a los vientos de la publicidad tan
humanitario proyecto; pero si consta que fue quien más influyó cerca de Don
Ramón Cabrera para que publicara su célebre manifiesto, en cuya redacción
intervino, el cual fue la aurora que llegó a dar luz a aquel sombrío cuadro,
proclamando la paz entre hermanos y llevando el consuelo a millares de familias
que gemían bajo el ignominioso y férreo yugo de tan bárbara opresión”.
“¿Obraría en
tal ocasión nuestro malogrado hermano influido acaso por el recuerdo doloroso
que conservara de su campaña en la guerra de los siete años, la cual fue causa
del fusilamiento de su padre y la ruina de su familia? No cabe dudarlo desde el
momento que las gestiones practicadas por Fernández a favor de la paz tuvieron
el carácter de febril agitación. Por su cuenta se imprimían multitud de
proclamas que a costa de innumerables sacrificios imposibles de describir
llegaban hasta las filas carlistas y hacían vibrar las cuerdas del sentimiento
humano adormecidas, mudas en el corazón de aquellos soldados que tan
súbitamente fueron deponiendo su bélica actitud”.
“De la casa
de nuestro amigo salían diariamente cestos llenos de impresos, cuyos bultos
simulaban envíos de dulces y frutas, facturándolos para todos aquellos puntos
de la Península donde más encarnizada estaba la lucha. Los ordinarios de los
pueblos eran inconscientemente los instrumentos de que se valían los delegados
de nuestro hermano para esparcir por doquiera sus mensajes de paz. Inmensos
eran los sacrificios que este trabajo le ocasionaba y él los soportaba sin la
ayuda de nadie, pues cuando se trató de recompensárselos enviándole remesas de
fondos de los destinados por el Estado y por el mismo Cabrera a la propagación
de la paz, Fernández los devolvía diciendo que cuanto ejecutaba era muy poco
para que pudiera saldar la cuenta que tenía pendiente por su campaña de la
juventud; y téngase en cuanta que algunas partidas de fondos no bajaban de
20.000 pesetas y que por aquel entonces no contaba más que con el corto sueldo
que su cotidiano trabajo le proporcionaba”.
“A la
terminación de la guerra se ofreció a nuestro amigo el retiro de Coronel,
empleo alcanzado después de siete años de continua lucha, cuyos honores y
retribución rehusó a pesar de haberse en ello empeñado elevadísimos personajes”.
“Fernández
ha llevado una vida de incesante trabajo moral y material y su mayor timbre de
gloria tal vez sea el haber muerto pobre dejando por toda herencia a su familia
un nombre admirado y bendecido, lo cual es mucho más estimable que todos los
tesoros del mundo y que todos los oropeles efímeros de los poderes sociales”.
El Diluvio,
periódico que se publica en Barcelona, al ocuparse de la muerte de Fernández,
dijo lo siguiente:
“SÉALE LA
TIERRA LIGERA.”
Después de
una larga y penosa enfermedad ha fallecido en esta ciudad D. José María
Fernández Colávida, presidente que fue de la Asociación de Amigos de los Pobres
y fundador y propietario director de la Revista de Estudios Psicológicos.
Era el Sr.
Fernández Colávida un apóstol del espiritismo y durante veinte años lo ha
propagado y defendido en la prensa ya desde las columnas de la Revista de
Estudios Psicológicos, ya en un gran número de obras que, o traducidas u
originales dio a la estampa, expidiéndolas a precios tan fabulosamente baratos
que escasamente representaban su coste.
Si no
estamos mal enterados el Sr. Fernández Colávida en su juventud había
pertenecido al carlismo y hasta lo había defendido con las armas en la mano,
alcanzando graduación en las filas de D. Carlos, pero cuando conoció el
Espiritismo con las ideas de progreso indefinido que este predica, abandonó por
completo la causa del retroceso, se humanizó por entero y hasta sospechamos que
llegó a arrepentirse de haber empleado mal el tiempo que dedicara a imponer por
la fuerza ideas retrógradas de los que quisieran volvernos a los tiempos de
Felipe II, de Carlos I o de Fernando VII.
Desde esta
transformación el Sr. Fernández Colávida fue otro hombre. La vida del
apostolado por la nueva doctrina le ha llevado a morir pobre. La idea del lucro
quedó en su ser abandonada por completo ante la idea humanitaria, realizando
así un progreso rayano en el heroísmo.
II
Nada más
cierto, Fernández ha sido un verdadero apóstol del Espiritismo; ha amado su
ideal filosófico sobre todas las cosas de la tierra y bien lo probó cuando en
el día 9 de Octubre de 1861 en la explanada de Barcelona, en el lugar donde se
ejecutaban los criminales condenados al último suplicio, por orden del Obispo
de la ciudad Condal fueron quemados trescientos volúmenes y folletos sobre
espiritismo propiedad del Sr. Fernández. Este siguió imperturbable su trabajo
de propaganda fundando su Revista de Estudios Psicológicos en Mayo de 1869,
Revista que hasta sus postreros instantes ha cuidado como padre amorosísimo
para que no le faltara a la hija de su trabajo y de su perseverancia el
nutritivo alimentos de artículos filosóficos, narraciones científicas, crónicas
interesantes y todo cuanto puede embellecer a un periódico, dotándole además de
condiciones materiales inmejorables, siendo la Revista de Estudios Psicológicos
el mejor periódico Espiritista de España por su recto criterio, por la ciencia
profunda de sus enseñanzas, por su concienzuda y analítica observación, por su
prudente reserva y separación completa de todo ideal político, la Revista de
Fernández ha sido puramente Espiritista y este es su mejor abolengo. Fernández
ha sido uno de los espiritistas que más ha trabajado en España en la activa
propaganda del Espiritismo, pero su trabajo no ha sido ruidoso, pera verle a él
en el lleno de sus admirables facultades, era necesario ir a su casa y penetrar
en su despacho, amueblado sencillamente, pero la limpieza y el buen gusto
embellecían aquel aposento en el cual siempre entrábamos con respeto. Tras de
una gran mesa cubierta de libros y periódicos se encontraba Fernández leyendo
atentamente innumerables cartas de consultas espiritistas. Desde el general
hasta el último soldado, desde el severo magistrado hasta el culpable
presidiario, desde la honrada madre de familia hasta la mujer de galante
historia, todos acudían en demanda de consejo y de explicaciones sobre los
fenómenos espiritistas y Fernández, con una paciencia asombrosa, con una lógica
admirable contestada a todas las preguntas que le hacían con cartas extensísimas
en las cuales había más pensamientos que palabras. Si fuera posible reunir
todas las epístolas que escribió Fernández sobre Espiritismo se formaría una
colección que valdría tanto o más que las obras de Allan Kardec. Nosotros le
decíamos muchas veces: “A usted hay que llamarle el hombre de las cartas por
excelencia”.
El trabajo
epistolar es enojosísimo, reclama tiempo, esfuerzo intelectual y gasto
pecuniario continuo para no tener el menor lucimiento; porque una carta después
de leída y contestada, por regla general se rompe; mientras que un mal artículo
que se publica se lee y se comenta y da lugar a diversas discusiones, mientras
que la carta por buena que sea, suele no leerla más que el interesado y a este
trabajo de verdadera abnegación se dedicó Fernández la mitad de su vida
terrena.
Téngase en
cuenta que no somos amigos de las alabanzas póstumas, damos a cada cual lo que
se merece y nada más justo que hacer constar lo que fue Fernández dentro de la
Escuela Espiritista.
III
Hace tres
años que Fernández no vivía, porque padecer continuamente es no vivir y a pesar
de su inmenso sufrimiento, a pesar de su angustia incesante, su inteligencia no
perdió un solo instante su admirable lucidez. Sus preguntas intencionadísimas
herían a fondo cuando hablaba sobre los malos centros espiritistas y su
profundo conocimiento del espiritismo le hacía encontrar el ridículo de la
inocente credulidad, donde los demás espiritistas veían glorias y triunfos.
Cuando
entramos en su alcoba y vimos su cadáver tendido sobre su lecho, se levantó
ante nosotros su gran figura como apóstol del Espiritismo y al verle despojado
de las miserias humanas, al verle desprendido de su envoltura material, nos
pareció mucho más grande de los que le habíamos visto durante su permanencia en
la tierra.
Gran número
de espiritistas (pero no todos los que debían haber acudido) le acompañaron al
cementerio de los disidentes, sobre la caja depositaron dos coronas de flores
dos amigos del finado, las gasas que pendían del féretro las llevaron al Presidente
del Centro Barcelonés de Estudios Psicológicos y los señores Agramante,
Casanova, Diéguez y otros cuyo nombre no recordamos, presidió el duelo del
vizconde de Torres-Solanot y un sobrino del difunto, al llegar al cementerio
condujeron el cadáver hasta detenerse delante de su última morada, allí
abrieron la caja y los últimos rayos del Sol poniente lanzaron sus pálidos
reflejos sobre la venerable cabeza de Fernández.
¡Momentos
solemnes! La multitud conmovida y silenciosa rodeó el ataúd mirando con avidez
el cuerpo del filósofo que pronto iba a desaparecer tras de la losa del
sepulcro. El vizconde de Torres-Solanot profundamente impresionado anunció a
los circunstantes que la directora de La Luz del Porvenir iba a leer una poesía
y acto seguido leímos la composición siguiente:
Has perdido la escuela espiritista
Uno de sus más firmes campeones;
¡Feliz aquel que con valor conquista
La fe de sus profundas convicciones!
¡Feliz el que consagra una existencia
A defender su credo sacrosanto;
Y busca en los misterios de la ciencia
El medio de enjugar mares de llanto!
¡Feliz el que proclama con anhelo
De la verdad sublime enseñanza;
Y a todos los que gimen abre un cielo
Y al náufrago da un puerto de bonanza!
Esto Fernández hizo; convencido
Que la verdad suprema poseía,
Con un trabajo nunca interrumpido
Ni en sus postreras horas de agonía.
Dejó de difundir los resplandores
Del astro que su mente iluminaba;
Matizando con vividos colores
Cuanto en su nombre anhelo pronunciaba.
Fue el Kardec español, a su memoria
Debemos erigir un monumento;
¡Qué bien merece perpetuar su gloria
El que tuvo tan claro entendimiento!
El que supo luchar con heroísmo
Aunque sus libros consumió la hoguera
¡Apóstol del moderno espiritismo...
De la fe racional clara lumbrera!
Duerma tu cuerpo, no en humilde fosa,
(Que mármoles merecen tus despojos)
Para el que tuvo vida tan honrosa
Y por su ideal sufrió tantos enojos.
Debemos levantar a su memoria
¡Gigante monumento de granito!
Para su nombre…. La terrena gloria
Para su alma… ¡la luz del infinito!
Uno de sus más firmes campeones;
¡Feliz aquel que con valor conquista
La fe de sus profundas convicciones!
¡Feliz el que consagra una existencia
A defender su credo sacrosanto;
Y busca en los misterios de la ciencia
El medio de enjugar mares de llanto!
¡Feliz el que proclama con anhelo
De la verdad sublime enseñanza;
Y a todos los que gimen abre un cielo
Y al náufrago da un puerto de bonanza!
Esto Fernández hizo; convencido
Que la verdad suprema poseía,
Con un trabajo nunca interrumpido
Ni en sus postreras horas de agonía.
Dejó de difundir los resplandores
Del astro que su mente iluminaba;
Matizando con vividos colores
Cuanto en su nombre anhelo pronunciaba.
Fue el Kardec español, a su memoria
Debemos erigir un monumento;
¡Qué bien merece perpetuar su gloria
El que tuvo tan claro entendimiento!
El que supo luchar con heroísmo
Aunque sus libros consumió la hoguera
¡Apóstol del moderno espiritismo...
De la fe racional clara lumbrera!
Duerma tu cuerpo, no en humilde fosa,
(Que mármoles merecen tus despojos)
Para el que tuvo vida tan honrosa
Y por su ideal sufrió tantos enojos.
Debemos levantar a su memoria
¡Gigante monumento de granito!
Para su nombre…. La terrena gloria
Para su alma… ¡la luz del infinito!
IV
Fue muy bien
acogida la idea de levantar un monumento a la memoria de uno de los más grandes
espiritistas españoles, el señor Casanova habló más extensamente sobre la
misión de Fernández y el vizconde de Torres-Solanot leyó algunas líneas
dedicadas al Kardec español;
mientras esto sucedía nos sentamos a corta distancia del lugar donde se le
rendía el último homenaje a uno de los obreros del progreso y allí dimos
gracias a Dios por haber llegado España a un grado tal de adelanto que,
libremente, sin discordias, sin escándalos, sin contienda con los ministros de
ninguna religión se entierra dignamente a los libre pensadores rindiéndoles el
justo tributo a que se han hecho merecedores por su trabajo realizado en la
tierra, sin que nadie intervenga ni moleste en actos tan solemnes a la familia
y compañeros del finado.
He aquí la
realización de nuestros sueños: Libertad y respeto para todos los credos,
porque todos caben dentro de las naciones civilizadas. Todas las Iglesias pueden
elevar sus torres, todos los creyentes, escépticos o ateos pueden enterrar a
sus muertos al uso y manera que esté más en armonía con sus creencias y
costumbres. ¡Bendito sea el progreso universal!
Al
comprender que la lectura de Torres-Solanot había terminado, nos acercamos a
mirar por última vez la noble cabeza del filósofo que pronto iba a desaparecer
y a perder su forma en cumplimiento con las leyes inmutables. Los preliminares
del enterramiento son sin duda alguna dolorosos y cuando ponen la losa cubriendo
la negra boca del nicho se siente un frío glacial; muchos de los que allí
estábamos reunidos lo sentimos y melancólicamente impresionados dimos un adiós
al fúnebre recinto y emprendimos la marcha hablando sobre el proyecto de erigir
un sencillo monumento a la memoria de Fernández dentro del cementerio civil
como lo tiene Allan Kardec en la necrópolis del Père-Lachaise en Paris.
¡Oh! Sí, sí,
dijo el vizconde de Torres-Solanot, el pensamiento iniciado por Amalia Domingo
debe llevarse a cabo y se llevará; estoy plenamente convencido de ello. Debemos
levantarle un dolmen o dolman, es un monumento funerario druídico o celta,
compuesto de dos piedras de granito, en bruto o sin labrar, colocadas
perpendicularmente y sobre ellas una tercera piedra igual, descansando un poco
oblicuamente.
La Sociedad
espiritistas de Paris, en la primera reunión que celebró inmediatamente después
de los funerales de Kardec, acordó erigirle un monumento alusivo e
imperecedero, en el lugar donde descansan los restos mortales.
Y como entre
todas las creencias antiguas, el druidismo practicado por los habitantes de la
Galia, es el que más se aproxima a la doctrina espiritista, se acordó erigir a
Allan Kardec un dolmen, como expresión del carácter del hombre y de la obra que
se trataba de simbolizar. Monumento representación de la sencillez como el
hombre por quien se levantaba y creo que Fernández es tan merecedor como Allan
Kardec de un monumento que recuerde su paso por la tierra.
Todos
estuvieron conformes en que se abriera una suscripción para costear los gastos
de dicha obra, que por humilde y modesta que sea siempre es necesaria la
cooperación de muchos para empresas semejantes cuando los iniciadores carecen
de fortuna.
Llegó el
momento de subir a los coches y nos separamos unos de otros después de haber
cumplido con un deber sagrado, acompañando a su última morada a uno de los
grandes obreros del Espiritismo.
Amalia Domingo Soler Enero de 1889 La
Luz del Porvenir
Desgraciadamente, ese monumento o dolmen celta nunca se llegó a construir. El día 1 de Junio de 2007 tuvo lugar en el cementerio de Monjuïc un homenaje frente a la tumba de Fernández Colávida. La causa de este homenaje se debió a la reciente restauración de su tumba (muy próxima a la de Amalia Domingo Soler) iniciativa que llevó a cabo Blas González, miembro de la Asociación de Estudios Espíritas de Igualada y Vicepresidente de la Federación Espírita Española junto con la ayuda de diversos centros espíritas españoles, entre los que nos encontramos. La ubicación de la tumba se encuentra en el cementerio de Monjuïc, Panteón número 2, vía de Sant Carles 1ª.
Yolanda Durán Ruano
Centro espírita “Entre el Cielo y la Tierra”
Centro espírita “Entre el Cielo y la Tierra”
En este mismo artículo del Centro espírita “Entre
el Cielo y la Tierra” Janaina Minelli de Oliveira dijo...
La oración de cierre del VI Congreso Espírita
Mundial, en Valencia 2010, la hizo este gran espíritu, a través de Divaldo
Franco.
AMOR, CARIDAD y TRABAJO
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