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Ley de justicia, amor y caridad

 







LIBRO TERCERO
LEYES MORALES
CAPÍTULO XI
LEY DE JUSTICIA, AMOR y CARIDAD









Justicia y derechos naturales

873. El sentimiento de justicia, ¿es natural o constituye el resultado de ideas adquiridas?
“Es tan natural que os rebeláis ante la simple idea de una injusticia. Sin duda el progreso moral desarrolla ese sentimiento, pero no lo crea: Dios lo puso en el corazón del hombre. Por eso encontráis a menudo, en hombres simples y primitivos, nociones más exactas de la justicia que en los que saben mucho.” 


874. Si la justicia es una ley de la naturaleza, ¿cómo se explica que los hombres la entiendan de una manera tan diferente, y que uno considere justo lo que a otro le parece injusto?
“Se debe a que con ese sentimiento suelen mezclarse pasiones que lo alteran, como ocurre con la mayor parte de los sentimientos naturales, y hacen que los hombres vean las cosas desde un falso punto de vista.”


875. ¿Cómo se puede definir la justicia?
“La justicia consiste en el respeto a los derechos de cada uno.”


[875a] - ¿Qué determina esos derechos? 
“Dos cosas: la ley humana y la ley natural. Dado que los hombres dictan leyes adecuadas a sus costumbres y a su carácter, esas leyes establecen derechos que han variado con el progreso del conocimiento. Reflexionad acerca de si vuestras leyes de hoy, aunque imperfectas, consagran los mismos derechos que las de la Edad Media. Esos derechos anticuados, que os resultan monstruosos, parecían justos y naturales en esa época. Así pues, el derecho que los hombres establecen no siempre es conforme a la justicia. Por otra parte, sólo regula ciertas relaciones sociales, mientras que en la vida privada hay una infinidad de actos que competen exclusivamente al tribunal de la conciencia.”


876. Fuera del derecho consagrado por la ley humana, ¿en qué se basa la justicia conforme a la ley natural?
“Cristo os ha dicho: Quered para los otros lo que quisierais para vosotros mismos. Dios ha puesto en el corazón del hombre la regla de la verdadera justicia, porque cada uno desea ver respetados sus derechos. En la incertidumbre de lo que debe hacer con respecto al prójimo en una circunstancia determinada, pregúntese el hombre cómo querría que se procediese con él en una circunstancia similar. Dios no podría darle una guía más segura que su propia conciencia.”

El criterio de la verdadera justicia es, en efecto, querer para los demás lo que se querría para sí mismo, lo cual de ningún modo es lo mismo que querer para sí lo que se querría para los demás. Como no es natural que queramos el mal para nosotros mismos, si tomamos nuestro deseo personal como ejemplo o punto de partida, estaremos seguros de querer siempre el bien para el prójimo. En cualquier época y en todas las creencias el hombre siempre ha procurado hacer que prevalezca su derecho personal. Lo sublime de la religión cristiana ha sido tomar el derecho personal como base del derecho del prójimo.


877. La necesidad que tiene el hombre de vivir en sociedad, ¿genera en él obligaciones particulares?
“Sí, y la primera de todas consiste en respetar los derechos de sus semejantes. Quien respete esos derechos será siempre justo. En vuestro mundo, donde tantos hombres no practican la ley de justicia, cada cual se vale de represalias, y eso causa perturbación y confusión en vuestra sociedad. La vida social otorga derechos e impone deberes recíprocos.”


878. Dado que el hombre puede engañarse acerca de la amplitud de su derecho, ¿qué puede darle a conocer el límite del mismo?
“El límite del derecho que reconoce en su semejante para con él, en la misma circunstancia y recíprocamente.”


[878a] - Pero si cada cual se atribuye los derechos del prójimo, ¿qué sucede con la subordinación para con los superiores? ¿No es eso la anarquía de todos los poderes?
“Los derechos naturales son los mismos para todos los hombres, desde el más pequeño hasta el más grande. Dios no hizo a algunos con un barro más puro que aquel con el que hizo a los demás. Todos son iguales ante Él. Esos derechos son eternos. En cambio, los que estableció el hombre perecen junto con sus instituciones. Por lo demás, cada cual conoce bien su fuerza o su debilidad, y siempre sabrá tener una especie de deferencia para con aquel que lo merezca por su virtud y su sabiduría. Es importante consignar esto, para que los que se creen superiores conozcan sus deberes, a fin de hacerse merecedores de esas deferencias. La subordinación no se verá comprometida cuando se le otorgue la autoridad a la sabiduría.”


879. ¿Cuál sería el carácter del hombre que practicara la justicia en toda su pureza?
“El del verdadero justo, a ejemplo de Jesús. Porque practicaría también el amor al prójimo y la caridad, sin los cuales no hay verdadera justicia.”



Derecho de propiedad. Robo

880. ¿Cuál es el primero de los derechos naturales del hombre?
“El derecho a la vida. Por eso nadie tiene el derecho de atentar contra la vida de su semejante ni de hacer nada que pueda comprometer su existencia corporal.”


881. El derecho a la vida, ¿otorga al hombre el derecho de acumular bienes para descansar cuando ya no pueda trabajar?
“Sí, pero debe hacerlo en familia, como la abeja, mediante un trabajo honrado, en vez de acumular como un egoísta. Incluso algunos animales le dan el ejemplo de la previsión.”


882. El hombre, ¿tiene derecho a defender lo que ha acumulado mediante su trabajo?
“¿No dijo Dios, no robarás? ¿No dijo Jesús, dad al César lo que es del César?”

Lo que el hombre acumula mediante un trabajo honrado es una propiedad legítima que él tiene derecho a defender, porque la propiedad que es fruto del trabajo constituye un derecho natural tan sagrado como el de trabajar y el de vivir.


883. El deseo de poseer, ¿es natural?
“Sí; pero cuando se desea poseer sólo para sí y con miras a la satisfacción personal, es egoísmo.”


[883a] - Sin embargo, el deseo de poseer, ¿no es legítimo, dado que el que tiene con qué vivir no es una carga para nadie?
“Hay hombres insaciables que acumulan sin provecho para nadie, o que lo hacen para saciar sus pasiones. ¿Crees que eso merece la aprobación de Dios? En cambio, el que acumula mediante su trabajo, con miras a acudir en ayuda de sus semejantes, practica la ley de amor y caridad, y Dios bendice su trabajo.”


884. ¿Cuál es el carácter de la propiedad legítima?
“Sólo es legítima la propiedad que ha sido adquirida sin perjuicio para el prójimo.”

Puesto que la ley de amor y de justicia nos prohíbe que hagamos al prójimo lo que no querríamos que se nos haga, condena por eso mismo todo medio de adquirir que sea contrario a dicha ley.


885. El derecho de propiedad, ¿es ilimitado?
“No cabe duda de que todo lo que se adquiere legítimamente es una propiedad. No obstante, como hemos dicho, puesto que la legislación de los hombres es imperfecta, suele consagrar derechos convencionales que la justicia natural reprueba. Por eso los hombres reforman sus leyes a medida que se cumple el progreso y que ellos comprenden mejor la justicia. Lo que parece perfecto en un siglo resulta bárbaro en el siglo siguiente.”



Caridad y amor al prójimo

886. ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra caridad, tal como Jesús la entendía?
“Benevolencia para con todos, indulgencia para con las imperfecciones de los demás, perdón de las ofensas.”

El amor y la caridad son el complemento de la ley de justicia, porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos es posible y que querríamos que se nos hiciese a nosotros mismos. Ese es el sentido de las palabras de Jesús: Amaos los unos a los otros como hermanos.

La caridad, según Jesús, no se limita a la limosna: abarca todas las relaciones con nuestros semejantes, sean ellos inferiores, iguales o superiores a nosotros. La caridad nos ordena ser indulgentes, porque también nosotros necesitamos la indulgencia de los demás. La caridad nos prohíbe humillar a los desdichados, contrariamente a lo que se hace tan a menudo. Si ante nosotros se presentara una persona rica, le dispensaríamos mil consideraciones y deferencias. Si fuera pobre, no nos parecería necesario preocuparnos por ella. Por el contrario, cuanto más digna de lástima sea su situación, tanto más debemos precavernos de no aumentar su desdicha con un trato humillante. El hombre verdaderamente bueno se esfuerza por elevar al inferior a su propio nivel, para disminuir de ese modo la distancia que existe entre ambos.


887. Jesús también ha dicho: Amad a vuestros enemigos. Ahora bien, el amor a nuestros enemigos(1), ¿no es contrario a nuestras tendencias naturales? Y la enemistad, ¿no proviene de la falta de simpatía entre los Espíritus?
“No cabe duda de que no se puede sentir por los enemigos un amor tierno y apasionado. No es eso lo que Jesús quiso decir. Amar a los enemigos significa perdonarlos y devolverles bien por mal. De ese modo nos hacemos superiores a ellos, mientras que con la venganza nos colocamos por debajo.”

(1) El pasaje completo es: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. (San Mateo, Cap. 5:43-44. Traducción citada.) [N. del T. al cast. 1981]


888. ¿Qué pensar de la limosna?
“El hombre reducido a pedir limosna se degrada moral y físicamente; se embrutece. En una sociedad basada en la ley de Dios y en la justicia es necesario proveer a la vida del débil sin humillarlo. Esa sociedad debe garantizar la existencia de los que no pueden trabajar, sin dejar su vida a merced del acaso y de la buena voluntad.”


[888a] - Entonces, ¿reprobáis la limosna?
“No; lo reprobable no es la limosna, sino la forma de darla. El hombre de bien, que entiende la caridad según Jesús, va al encuentro del desdichado sin esperar a que este le tienda la mano.
”La verdadera caridad es siempre buena y benevolente. Radica tanto en la manera de hacerla como en el acto en sí. Un servicio que se presta con delicadeza vale el doble. En cambio, si se lo hace con altanería, puede que la necesidad de quien lo recibe haga que lo acepte, pero su corazón se conmoverá poco.
”Recordad también que la ostentación quita, ante Dios, el mérito del beneficio. Jesús dijo: Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha(2). Con ello os enseña a no empañar la caridad con el orgullo. 
”Es preciso distinguir la limosna, propiamente dicha, de la beneficencia. El más necesitado no siempre es el que pide. El temor a la humillación detiene al verdadero pobre, que a menudo sufre sin quejarse. A este es a quien el hombre realmente humanitario sabe ir a buscar sin ostentación.
”Amaos los unos a los otros: esta es toda la ley. Ley divina mediante la cual Dios gobierna los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivos y organizados. La atracción es la ley del amor para la materia inorgánica.
”Nunca olvidéis que el Espíritu, sean cuales fueren su grado de adelanto y su situación -reencarnado o en la erraticidad-, se encuentra siempre entre un superior que lo guía y perfecciona, y un inferior para con el cual tiene que cumplir esos mismos deberes. Por consiguiente, sed caritativos, no sólo con esa caridad que os hace sacar del bolsillo el óbolo que fríamente dais a quien se atreve a pedíroslo, sino también con la que os lleva al encuentro de las miserias ocultas. Sed indulgentes para con los defectos de vuestros semejantes. En vez de despreciar la ignorancia y el vicio, instruidlos y moralizadlos. Sed afables y benévolos para con todo lo que os sea inferior. Haced lo mismo en relación con los seres más ínfimos de la creación, y habréis obedecido a la ley de Dios.”
SAN VICENTE DE PAUL

(2) El pasaje completo es: “Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. (San Mateo, Cap. 6:3-4. Traducción citada). [N. del T. al cast. 1981]


889. ¿Hay hombres reducidos a la mendicidad por su propia culpa?
“Sin duda, pero si una buena educación moral les hubiese enseñado a practicar la ley de Dios, no caerían en los excesos que causan su perdición. De ello principalmente depende el mejoramiento de vuestro globo.”



Amor materno y filial

890. El amor materno, ¿es una virtud o un sentimiento instintivo común a los hombres y a los animales?
“Lo uno y lo otro. La naturaleza ha dado a la madre el amor a sus hijos con vistas a la conservación de estos. No obstante, en el animal ese amor se limita a las necesidades materiales; cesa cuando los cuidados se vuelven innecesarios. En el hombre, en cambio, permanece toda la vida e implica una dedicación y una abnegación que son virtud. Incluso sobrevive a la muerte y sigue al hijo más allá de la tumba. Podéis ver, pues, que en él hay algo más que en el animal.”


891. Dado que el amor materno está en la naturaleza, ¿por qué hay madres que aborrecen a sus hijos, a menudo desde el nacimiento?
“A veces es una prueba elegida por el Espíritu del hijo, o una expiación en caso de que él haya sido, a su vez, un mal padre o una mala madre, o un mal hijo en otra existencia. En todos los casos, la mala madre sólo puede estar animada por un Espíritu malo que trata de obstaculizar al del hijo, a fin de que este sucumba bajo la prueba que eligió. Con todo, esa violación de las leyes de la naturaleza no quedará impune, mientras que el Espíritu del hijo será recompensado por los obstáculos que haya superado.”


892. Cuando los padres tienen hijos que les causan pesares, ¿son excusables por no haberles prodigado la ternura que habrían tenido para con ellos en caso contrario?
“No, porque es una carga que se les ha confiado, y su misión consiste en esforzarse al máximo para reconducirlos al bien. No obstante, esos pesares suelen ser la consecuencia de una mala costumbre que les han dejado contraer desde la cuna. En ese caso, cosechan lo que sembraron.”


AMOR, CARIDAD y TRABAJO







Ley de libertad





 


LIBRO TERCERO
LEYES MORALES

CAPÍTULO X – LEY DE LIBERTAD










Libertad natural

825. ¿Hay en el mundo posiciones en que el hombre pueda jactarse de disfrutar de una libertad absoluta?
“No, porque todos vosotros os necesitáis mutuamente, tanto los pequeños como los grandes.”


826. ¿En qué condición el hombre podría gozar de una libertad absoluta?
“En la del ermitaño en un desierto. Desde el momento en que dos hombres están juntos, tienen derechos que respetar y, por consiguiente, ya no gozan de una libertad absoluta.”


827. La obligación de respetar los derechos del prójimo, ¿quita al hombre el derecho de ser dueño de sí mismo?
“De ningún modo, porque ese es un derecho que le concede la naturaleza.”


828. ¿Cómo se pueden conciliar las opiniones liberales de algunos hombres con el despotismo que suelen ejercer en su propio hogar y sobre sus subordinados?
“Tienen la comprensión de la ley natural, pero se halla neutralizada por el orgullo y el egoísmo. Comprenden lo que deben hacer, pero no lo hacen, salvo cuando teatralizan sus principios a fin de obtener de ello algún provecho.”


[828a] - Los principios que han profesado en la Tierra, ¿se les tomarán en cuenta en la otra vida?
“Cuanta más inteligencia tiene el hombre para comprender un principio, tanto menos excusable es de no aplicarlo a sí mismo. En verdad os digo que el hombre simple, pero sincero, está más adelantado en el camino de Dios que el que pretende aparentar lo que no es.”



Esclavitud

829. ¿Hay hombres que por naturaleza están destinados a ser propiedad de otros hombres?
“Toda sujeción absoluta de un hombre a otro es contraria a la ley de Dios. La esclavitud constituye un abuso de la fuerza. Desaparece con el progreso, así como poco a poco desaparecen todos los abusos.”

La ley humana que consagra la esclavitud(1) es una ley contraria a la naturaleza, puesto que equipara al hombre con el animal y lo degrada moral y físicamente.

(1) Los tratados internacionales contemporáneos (Convención sobre la Esclavitud, 1926) recogen la prohibición de la esclavitud, que se considera como un crimen contra la humanidad. No obstante, sigue existiendo arraigada culturalmente en determinados países (India, Sudán, Mauritania) y ha reaparecido en otros bajo ciertas condiciones excepcionales, como es el caso de la mano de obra infantil esclava en el Sudeste asiático o determinados tipos de prostitución en todo el mundo. [Wikipedia]



830. Cuando la esclavitud forma parte de las costumbres de un pueblo, los que se benefician con ella, ¿son reprensibles, toda vez que no hacen más que adaptarse a un uso que les parece natural?
“El mal siempre es el mal, y ninguno de vuestros sofismas logrará que una mala acción se torne buena. Con todo, la responsabilidad del mal depende de los medios de que se dispone para comprenderlo. El que saca provecho de la ley de esclavitud es siempre culpable de una violación a la ley natural. Pero en esto, como en todas las cosas, la culpabilidad es relativa. Dado que la esclavitud fue admitida entre las costumbres de algunos pueblos, el hombre ha podido sacar provecho de ella de buena fe, como de algo que le parecía natural. No obstante, tan pronto como su razón, más desarrollada y, sobre todo, esclarecida por las luces del cristianismo, le mostró que el esclavo era igual a él ante Dios, ya no tuvo excusa.”


831. La desigualdad natural de las aptitudes, ¿no coloca a ciertas razas humanas bajo la dependencia de otras más inteligentes?
“Sí, para elevarlas, y no para embrutecerlas aún más mediante la servidumbre. Durante mucho tiempo los hombres consideraron a los integrantes de ciertas razas humanas como animales de trabajo provistos de brazos y manos, y se creyeron con derecho a venderlos como bestias de carga. Esos hombres piensan que son de sangre más pura. ¡Insensatos! ¡Sólo ven la materia! La sangre no es más pura o menos pura, sino el Espíritu.”


832. Hay personas que tratan a sus esclavos con humanidad; no permiten que les falte nada y piensan que la libertad los expondría a mayores privaciones. ¿Qué dices acerca de ellos?
“Digo que comprenden mejor sus propios intereses. También cuidan mucho a sus bueyes y a sus caballos, a fin de sacar más provecho de ellos en el mercado. No son tan culpables como los que maltratan a sus esclavos, pero no dejan de disponer de ellos como de una mercancía, pues los privan del derecho a ser dueños de sí mismos.”



Libertad de pensamiento

833. ¿Hay en el hombre algo que escape a todo tipo de coacción y por lo cual goce de una libertad absoluta?
“Por el pensamiento el hombre goza de una libertad sin límites, pues el pensamiento no conoce obstáculos. Se puede impedir su manifestación, pero no aniquilarlo.”


834. El hombre, ¿es responsable de su pensamiento?
“Es responsable de él ante Dios. Dado que sólo Dios puede conocer ese pensamiento, lo condena o lo absuelve según su justicia.”



Libertad de conciencia

835. La libertad de conciencia, ¿es una consecuencia de la libertad de pensar?
“La conciencia es un pensamiento íntimo que pertenece al hombre, al igual que el resto de sus pensamientos.”


836. El hombre, ¿tiene derecho a poner obstáculos para la libertad de conciencia?
“No más que para la libertad de pensar, pues sólo a Dios compete el derecho de juzgar a la conciencia. Del mismo modo que el hombre regula mediante sus leyes las relaciones de los hombres entre sí, Dios, mediante las leyes de la naturaleza, regula las relaciones del hombre con Él.”


837. ¿Cuál es el resultado de los obstáculos que se ponen para la libertad de conciencia?
“Obligar a los hombres a que obren de otro modo que como piensan es convertirlos en hipócritas. La libertad de conciencia es uno de los caracteres de la verdadera civilización y del progreso.”


838. ¿Es respetable toda creencia, aunque sea notoriamente falsa?
“Toda creencia es respetable cuando es sincera y conduce a la práctica del bien. Las creencias reprobables son las que conducen al mal.”


839. ¿Somos reprensibles si agraviamos por su creencia a quien no piensa como nosotros?
“Faltáis a la caridad y atentáis contra la libertad de pensar.”


840. Poner obstáculos para las creencias que pueden llegar a perturbar a la sociedad, ¿implica atentar contra la libertad de conciencia?
“Es posible reprimir los actos, pero la creencia íntima es inaccesible.”

Reprimir los actos exteriores de una creencia, cuando esos actos ocasionan cualquier perjuicio para los demás, no implica atentar contra la libertad de conciencia, pues dicha represión deja completamente libre a la creencia.


841. Por respeto a la libertad de conciencia, ¿debemos permitir que se difundan doctrinas perniciosas, o podemos -sin atentar contra esa libertad- intentar que vuelvan al camino de la verdad aquellos que se han extraviado por seguir principios falsos?
“Sin duda podéis intentarlo, e incluso debéis hacerlo. Pero enseñad, según el ejemplo de Jesús, mediante la dulzura y la persuasión, y no por la fuerza, lo cual sería peor que la creencia de aquel a quien queréis convencer. Si hay algo que está permitido imponer, es el bien y la fraternidad. Con todo, no creemos que el medio de lograr que se los admita sea obrar con violencia, pues la convicción no se impone.”


842. Dado que todas las doctrinas abrigan la pretensión de ser la única expresión de la verdad, ¿mediante qué señales podemos reconocer a aquella que tiene derecho a presentarse como tal?
“Será la que haga más hombres de bien y menos hipócritas, es decir, hombres que lleven a la práctica la ley de amor y caridad en su mayor pureza y en su aplicación más amplia. Mediante esa señal reconoceréis que una doctrina es buena, pues toda doctrina cuya consecuencia sea sembrar la desunión y establecer una demarcación entre los hijos de Dios, sólo puede ser falsa y perniciosa.”



Libre albedrío

843. El hombre, ¿tiene el libre albedrío de sus actos?
“Dado que tiene la libertad de pensar, tiene la de obrar. Sin libre albedrío, el hombre sería una máquina.”


844. El hombre, ¿goza de libre albedrío desde el nacimiento?
“Tiene la libertad de obrar tan pronto como tiene voluntad de hacer. En las primeras etapas de la vida, la libertad es casi nula. Se desarrolla y cambia de objeto junto con las facultades. Dado que el niño tiene pensamientos acordes con las necesidades propias de su edad, aplica su libre albedrío a las cosas que necesita.”


845. Las predisposiciones instintivas que el hombre trae al nacer, ¿no son un obstáculo para el ejercicio del libre albedrío?
“Las predisposiciones instintivas son las del Espíritu antes de su encarnación. Según él sea más o menos adelantado, pueden incitarlo a cometer actos reprensibles, y en eso será secundado por los Espíritus que simpatizan con esas disposiciones. Sin embargo, no hay incitación que sea irresistible cuando se tiene la voluntad de resistir. Recordad que querer es poder.” 


846. La organización, ¿influye en los actos de la vida? Si ejerce una influencia, ¿lo hace a expensas del libre albedrío?
“No cabe duda de que la materia ejerce una influencia en el Espíritu y puede obstaculizar sus manifestaciones. Por eso, en los mundos donde los cuerpos son menos materiales que en la Tierra, las facultades se desarrollan con mayor libertad. Con todo, el instrumento no confiere la facultad. Por lo demás, aquí es preciso distinguir las facultades morales de las intelectuales. Si un hombre tiene un instinto homicida, con toda seguridad es su propio Espíritu el que lo posee y el que se lo confiere, pero no sus órganos. Aquel que anula su pensamiento para ocuparse sólo de la materia, se vuelve semejante al animal, y peor aún, porque ya no piensa en precaverse contra el mal, y en esto comete una falta, puesto que obra así por su voluntad.”


847. La perturbación de las facultades, ¿quita al hombre el libre albedrío?
“Aquel cuya inteligencia se encuentra perturbada por alguna causa, ya no es dueño de su pensamiento y, por consiguiente, no tiene libertad. Esa perturbación suele ser un castigo para el Espíritu, que en una existencia anterior ha sido vano y orgulloso, y empleó mal sus facultades. Entonces podrá renacer en el cuerpo de un idiota, así como el déspota en el de un esclavo y el mal rico en el de un mendigo. No obstante, el Espíritu sufre con esa coacción, de la que tiene perfecta conciencia. En eso radica la acción de la materia.”


848. La perturbación de las facultades intelectuales a causa de la embriaguez, ¿excusa los actos reprensibles? 
“No, porque el ebrio se ha privado voluntariamente de la razón para satisfacer pasiones brutales. En vez de una falta, comete dos.”


849. En el hombre en estado salvaje, ¿cuál es la facultad dominante: el instinto o el libre albedrío?
“El instinto, lo que no le impide que obre con completa libertad en algunas cosas. Con todo, así como el niño, aplica esa libertad a sus necesidades, y ella se desarrolla con la inteligencia. Por consiguiente, tú, que eres más instruido que un salvaje, eres también más responsable que él por lo que haces.”


850. La posición social, ¿no es a veces un obstáculo para la completa libertad de acción?
“El mundo tiene, sin duda, sus exigencias. Dios es justo: toma en cuenta todo, pero os deja la responsabilidad de los escasos esfuerzos que hacéis para superar los obstáculos.”



Fatalidad

851. ¿Existe una fatalidad en los acontecimientos de la vida, conforme al sentido que se da a esa palabra? Es decir, todos los acontecimientos, ¿están determinados con antelación? En ese caso, ¿qué sucede con el libre albedrío?
“La fatalidad sólo existe en la elección de sufrir tal o cual prueba, que el Espíritu ha hecho al encarnar. Al elegirla, el Espíritu se traza una especie de destino, que es la consecuencia misma de la situación en que se encontrará. Me refiero a las pruebas físicas, porque con respecto a las pruebas morales y a las tentaciones, dado que el Espíritu conserva su libre albedrío acerca del bien y del mal, siempre es dueño de ceder o de resistir. Un Espíritu bueno, al verlo flaquear, puede acudir en su ayuda, pero no puede influir en él hasta el punto de adueñarse de su voluntad. Un Espíritu malo, es decir, inferior, al mostrarle y exagerarle un peligro físico, puede hacerlo vacilar y atemorizarlo. No obstante, la voluntad del Espíritu encarnado no deja por ello de estar libre de todo obstáculo.”


852. Hay personas a quienes parece perseguir una fatalidad, independientemente de su manera de obrar. ¿Está la desdicha en su destino?
“Tal vez sean pruebas que deben sufrir y que han elegido. Volvéis a culpar al destino de lo que casi siempre no es más que la consecuencia de vuestras propias faltas. En los males que te afligen, trata de conservar pura la conciencia, y eso será parte de tu consuelo.”

Las ideas correctas o falsas que nos formamos acerca de las cosas son la causa de nuestros triunfos o fracasos, conforme a nuestro carácter y nuestra posición social. Consideramos más sencillo y menos humillante para nuestro amor propio atribuir nuestros fracasos a la suerte o al destino, antes que a nuestras propias faltas. Si bien la influencia de los Espíritus a veces contribuye a ello, siempre podemos sustraernos a esa influencia rechazando las ideas que nos sugieren, cuando estas son malas.


853. Algunas personas se libran de un peligro mortal para caer en otro. Parece como si no pudieran escapar de la muerte. ¿No hay en eso una fatalidad?
“Sólo es fatal, en el verdadero sentido de la palabra, el instante de la muerte. Cuando ese momento ha llegado, ya sea por un medio o por otro, no podéis sustraeros a él.”


[853a] - Así pues, sea cual fuere el peligro que nos amenace, ¿no moriremos si no nos ha llegado la hora? 
“No, no perecerás. Tienes de ello miles de ejemplos. Sin embargo, cuando haya llegado la hora de tu partida, nada podrá impedirlo. Dios sabe por anticipado el tipo de muerte con que partirás de la Tierra, y a menudo tu Espíritu también lo sabe, porque le es revelado cuando elige una existencia determinada.”


854. Dado que la hora de la muerte es indefectible, ¿se sigue de ahí que las precauciones que tomemos para evitarla sean inútiles?
“No, porque las precauciones que tomáis os son sugeridas con miras a evitar la muerte que os amenaza. Son uno de los medios para que no ocurra.”


855. ¿Cuál es el objetivo de la Providencia al hacernos correr peligros que no tendrán ninguna consecuencia? 
“Cuando tu vida está expuesta a un riesgo, se trata de una advertencia que tú mismo deseaste a fin de apartarte del mal y hacerte mejor. Cuando te libras de ese riesgo, mientras aún te encuentras bajo la influencia del peligro que has corrido, piensas con mayor o menor intensidad en ser mejor, conforme a la mayor o menor intensidad de la acción que los Espíritus buenos ejercen sobre ti. Pero cuando se acerca un Espíritu malo -se sobrentiende que digo malo en el sentido del mal que todavía hay en él-, piensas que volverás a librarte de otros peligros en el futuro, y nuevamente das rienda suelta a tus pasiones. Mediante los peligros que corréis, Dios os recuerda vuestra debilidad y la fragilidad de vuestra existencia. Si examinamos la causa y la naturaleza del peligro, veremos que casi siempre sus consecuencias habrían sido el castigo de una falta cometida o de un deber descuidado. Dios os advierte de ese modo para que reflexionéis acerca de vosotros mismos y os enmendéis.”  (2)

(2) Tenemos en esta respuesta, de una manera clara y precisa, una exposición sucinta de lo que podemos denominar la dinámica espírita del perfeccionamiento humano. Por medio de las caídas y de las advertencias, de los riesgos corridos y de la ayuda de los buenos Espíritus, el hombre de buena voluntad irá venciendo sus malas inclinaciones y preparándose, ya en esta existencia, para una vida mejor en el futuro. Muy al contrario de desalentarnos, nuestras caídas deben ser transformadas en peldaños de la escala de nuestro mejoramiento espiritual. Conforme se advertirá, la “autosalvación” de que nos acusan algunos religiosos no es más que el desarrollo de la voluntad y de la razón del Ser, bajo la dispensa de la gracia de Dios y mediante sus mensajeros, los Espíritus buenos. [N. de J. H. Pires. 1981]



856. El Espíritu, ¿sabe por anticipado el tipo de muerte con que habrá de sucumbir?
“Sabe que la clase de vida que eligió lo expone a morir de una manera más que de otra. No obstante, también conoce las luchas que habrá de sostener para evitarlo, y que, si Dios lo permite, no sucumbirá.”


857. Hay hombres que afrontan el peligro de las batallas persuadidos de que no ha llegado su hora. ¿Tiene algún fundamento esa confianza?
“Muy a menudo el hombre tiene el presentimiento de su fin, como puede tener el de que aún no morirá. Ese presentimiento procede de sus Espíritus protectores, los cuales quieren advertirle que esté listo para partir, o le infunden valor en los momentos en que más lo necesita. También puede proceder de la intuición que tiene de la existencia que eligió, o de la misión que ha aceptado y que sabe que deberá cumplir.” 


858. ¿A qué se debe que quienes presienten su muerte le temen, por lo general, menos que los otros?
“Quien teme a la muerte es el hombre y no el Espíritu. El que la presiente, piensa más como Espíritu que como hombre: comprende su liberación y la aguarda.” 


859. Si la muerte no puede evitarse cuando debe ocurrir, ¿sucede lo mismo con todos los accidentes que sufrimos en el transcurso de la vida?
“Cuando se trata de cosas bastante insignificantes, nosotros podemos preveniros de ellas, y a veces hacemos que las evitéis dirigiendo vuestro pensamiento, pues no nos agrada el sufrimiento material. No obstante, eso es poco relevante para la vida que habéis elegido. La fatalidad, en verdad, sólo consiste en la hora en que debéis aparecer en la Tierra, así como en la que habréis de desaparecer de ella.”


[859a] - ¿Hay hechos que deben suceder forzosamente y que la voluntad de los Espíritus no puede evitar?
“Sí, pero que tú, en el estado de Espíritu, has visto y presentido cuando hiciste tu elección. Sin embargo, no creas que todo lo que sucede está escrito, como dicen. Un acontecimiento suele ser la consecuencia de algo que has hecho mediante un acto de tu voluntad libre, de modo que, si no hubieras hecho eso, el acontecimiento no habría tenido lugar. Si te quemas un dedo, no es más que el resultado de tu imprudencia y el efecto de la materia. Sólo los grandes dolores, los acontecimientos importantes, que pueden influir en la moral, han sido previstos por Dios, porque son útiles para tu purificación y tu esclarecimiento.”


860. El hombre, mediante su voluntad y sus actos, ¿puede evitar que tengan lugar acontecimientos que debían ocurrir, y a la inversa?
“Sí, puede hacerlo, en caso de que esa desviación aparente se integre a la vida que ha elegido. Además, para hacer el bien -como debe ser y por tratarse del único objetivo de la vida- puede impedir el mal, sobre todo aquel que contribuiría a un mal mayor.”


861. El hombre que cometió un asesinato, ¿sabía, cuando eligió su existencia, que se convertiría en un asesino?
“No. Sabía que si optaba por una vida de lucha tendría la posibilidad de matar a uno de sus semejantes, pero ignoraba si lo haría, porque el hombre casi siempre delibera antes de cometer el crimen. Ahora bien, el que delibera acerca de algo siempre es libre de hacerlo   o no. Si el Espíritu supiera por anticipado que, como hombre, habrá de cometer un asesinato, estaría predestinado a ello. Sabed, pues, que nadie está predestinado al crimen, y que todo crimen, así como cualquier otro acto, es en todos los casos el resultado de la voluntad y del libre albedrío.
Además, vosotros siempre confundís dos cosas muy distintas: los acontecimientos materiales de la vida y los actos de la vida moral. Si a veces existe la fatalidad, es en esos acontecimientos materiales, cuya causa es ajena a vosotros, y que son independientes de vuestra voluntad. En cuanto a los actos de la vida moral, emanan siempre del propio hombre, quien, por consiguiente, siempre tiene la libertad de elección. En relación con esos actos, pues, nunca existe la fatalidad.”


862. Hay personas a las cuales nada les sale bien. Un genio malo parece perseguirlas en todas sus empresas. ¿Se puede denominar a eso fatalidad?
“Es fatalidad, si así quieres denominarla. Pero es el resultado de la elección de la clase de existencia, porque esas personas han querido ser probadas mediante una vida de decepciones, a fin de ejercitar la paciencia y la resignación. Con todo, no creas que esa fatalidad sea absoluta. Suele ser el resultado del camino equivocado que han tomado y que no está a la altura de su inteligencia y sus aptitudes. El que quiere cruzar a nado un río, sin saber nadar, tiene muchas posibilidades de ahogarse. Así sucede en la mayoría de los acontecimientos de la vida. Si el hombre sólo emprendiera obras que estuviesen a la altura de sus facultades, por lo general tendría éxito. Pero se pierde por el amor propio y la ambición, que lo desvían del camino y hacen que confunda el deseo de satisfacer ciertas pasiones con una vocación. Fracasa por su culpa. No obstante, en lugar de admitir su error, prefiere acusar de ello a su estrella. Es el caso de quien se muere de hambre porque quiso ser un mal poeta en vez de ganarse honradamente la vida como un obrero eficiente. Habría lugar para todos si cada uno supiera ocupar el lugar que le corresponde.”


863. Las costumbres sociales, ¿no suelen obligar al hombre a seguir un camino antes que otro? ¿No está él sometido al control de la opinión cuando elige sus ocupaciones? Lo que llamamos respeto humano, ¿no es un obstáculo para el ejercicio del libre albedrío?
“Los hombres crean las costumbres sociales, no Dios. Si se someten a ellas es porque les conviene, lo cual también constituye un acto de su libre albedrío, puesto que si lo quisieran podrían liberarse de esas costumbres. Entonces, ¿por qué se quejan? No deben acusar a las costumbres sociales, sino a su tonto amor propio, que hace que prefieran morirse de hambre antes que renunciar a cumplirlas. Nadie les toma en cuenta ese sacrificio hecho a favor de la opinión. En cambio, Dios sí tomaría en cuenta el sacrificio de su vanidad. Esto no quiere decir que haya que desafiar a esa opinión innecesariamente, como lo hacen algunas personas que tienen más originalidad que verdadera filosofía. Hay tanto desatino en hacer que a uno lo señalen con el dedo o lo miren cual, si fuera un bicho raro, como sabiduría en descender por propia voluntad y sin quejarse, cuando uno no puede mantenerse en lo alto de la escala.”


864. Hay personas a quienes la suerte les es contraria. En cambio, a otras parece favorecerlas, pues todo les sale bien. ¿A qué se debe esto último?
“A menudo es porque son más ingeniosas. Aunque también puede tratarse de una clase de prueba. El éxito las embriaga. Se fían de su destino y más tarde suelen pagar esos mismos éxitos con crueles reveses, que habrían podido evitar con prudencia.”


865. ¿Cómo explicar la suerte que favorece a algunas personas en circunstancias en las que no intervienen en modo alguno la voluntad ni la inteligencia, en el juego, por ejemplo?
“Algunos Espíritus han elegido por anticipado determinados tipos de placer. La suerte que los favorece es una tentación. El que gana como hombre, pierde como Espíritu. Se trata de una prueba para su orgullo y su codicia.”


866. Así pues, la fatalidad que parece presidir los destinos materiales de nuestra vida, ¿sería también un efecto de nuestro libre albedrío?
“Tú mismo has elegido tu prueba. Cuanto más ruda sea y cuanto mejor la soportes, tanto más te elevarás. Los que pasan su vida en la abundancia y la felicidad humana son Espíritus cobardes que permanecen estacionarios. Así, el número de infortunados es muy superior al de los dichosos de la Tierra, dado que la inmensa mayoría de los Espíritus buscan la prueba que les será más fructífera. Conocen demasiado bien la futilidad de vuestras grandezas y placeres. Además, hasta la vida más feliz inevitablemente es agitada y desordenada: incluso en ausencia del dolor.” 


867. ¿De dónde proviene la expresión “nacer con buena estrella”?
“Antigua superstición que relacionaba las estrellas con el destino de cada hombre. Alegoría que algunas personas toman tontamente al pie de la letra.”



Conocimiento del porvenir

868. El porvenir, ¿puede ser revelado al hombre? 
“En principio, el porvenir se le oculta, y sólo en casos raros y excepcionales Dios permite que le sea revelado.”


869. ¿Con qué objetivo se oculta al hombre el porvenir? 
“Si el hombre conociera el porvenir descuidaría el presente y no obraría con la misma libertad, porque estaría dominado por la idea de que si una cosa debe ocurrir no hay razón para ocuparse de ella, o trataría de ponerle obstáculos. Dios no quiso que fuese así, a fin de que cada uno coopere en la realización de las cosas, incluso de aquellas a las que querría oponerse. De ese modo, tú mismo sueles preparar, sin sospecharlo, los acontecimientos que sobrevendrán en el curso de tu vida.”


870. Dado que resulta útil que el porvenir permanezca oculto, ¿por qué Dios permite, a veces, que nos sea revelado?
“Dios lo permite cuando ese conocimiento previo debe facilitar la realización de algo en lugar de obstaculizarlo, comprometiendo a actuar de un modo diferente a como se habría actuado sin ese conocimiento. Por otra parte, suele ser una prueba. La perspectiva de un acontecimiento puede despertar pensamientos más o menos buenos. Si un hombre debe saber, por ejemplo, que recibirá una herencia con la que no contaba, podrá ser tentado por un sentimiento de codicia, por el júbilo de aumentar sus goces terrenales, por el deseo de poseer esa fortuna cuanto antes, anhelando tal vez la muerte de aquel que habrá de legársela. Por el contrario, esa perspectiva podrá despertar en él buenos sentimientos e ideas generosas. Si la predicción no se cumple, constituye otra prueba: la de cómo soportará la decepción. Con todo, no por eso dejará de tener el mérito o el demérito de los pensamientos buenos o malos que la creencia en el acontecimiento ha generado en él.”


871. Dado que Dios lo sabe todo, también sabe si un hombre habrá de sucumbir o no ante una determinada prueba. En ese caso, ¿cuál es la necesidad de dicha prueba, si no puede mostrarle a Dios nada que ya no sepa acerca de ese hombre?
“Tanto valdría preguntar por qué Dios no creó al hombre perfecto y acabado; o por qué el hombre pasa por la infancia antes de llegar a la edad adulta. El objetivo de la prueba no es instruir a Dios acerca del mérito de ese hombre, porque Dios sabe perfectamente lo que vale, sino dejar a ese hombre la responsabilidad completa de su acción, puesto que él es libre de realizarla o no. Dado que el hombre puede elegir entre el bien y el mal, la prueba tiene la finalidad de enfrentarlo a la tentación del mal y dejarle todo el mérito de resistirlo. Ahora bien, aunque Dios sepa perfectamente bien, por anticipado, si triunfará o no, no puede en su justicia castigarlo ni recompensarlo por un acto que no ha cometido.”

Lo mismo sucede entre los hombres. Por muy capaz que sea un estudiante, por más certeza que tengamos de que aprobará, no se le otorga ningún título sin un examen, es decir, sin una prueba. Del mismo modo, el juez sólo condena a un acusado sobre la base del acto consumado y no por la presunción de que podrá o deberá consumarlo. Cuanto más reflexionamos acerca de las consecuencias que para el hombre resultarían del conocimiento del porvenir, tanto más vemos cuán sabia ha sido la Providencia al ocultárselo. La certeza de un acontecimiento dichoso lo sumiría en la inacción. La de un acontecimiento desgraciado, en el desánimo. En ambos casos sus fuerzas se verían paralizadas. Por esa razón, el porvenir sólo se muestra al hombre como un objetivo que debe alcanzar mediante sus esfuerzos, pero sin que conozca la serie de pasos que tendrá que dar para lograrlo. El conocimiento de todos los incidentes del camino le impediría tomar la iniciativa y hacer uso de su libre albedrío. Se dejaría llevar por la pendiente fatal de los acontecimientos, sin ejercer sus facultades. Cuando el éxito de algo está asegurado, ya no nos preocupamos por ello.



Resumen teórico del móvil de las acciones del hombre

872. La cuestión del libre albedrío puede resumirse así: el hombre no es fatalmente conducido al mal; los actos que realiza no están escritos de antemano; los crímenes que comete no son el resultado de una sentencia del destino. El hombre puede, como prueba o expiación, elegir una existencia en la que sufrirá las incitaciones del crimen, ya sea por el medio en que se encuentre, o por las circunstancias que sobrevengan. No obstante, siempre es libre de obrar o de no obrar. Así pues, el libre albedrío existe, en el estado de Espíritu, en la elección de la existencia y de las pruebas; y en el estado corporal, en la facultad de ceder o resistir a las incitaciones a que nos hemos sometido voluntariamente. Compete a la educación combatir esas malas tendencias. Y lo hará con provecho cuando se base en el estudio profundo de la naturaleza moral del hombre. Mediante el conocimiento de las leyes que rigen a esa naturaleza moral se llegará a modificarla, así como se modifica la inteligencia mediante la instrucción, y el temperamento mediante la higiene. 

El Espíritu, desprendido de la materia y en el estado errante, elige sus futuras existencias corporales según el grado de perfección que ha alcanzado, y en eso sobre todo consiste -como hemos dicho- su libre albedrío. Esa libertad no queda anulada por la encarnación. Si el Espíritu cede a la influencia de la materia es porque sucumbe ante las pruebas que él mismo eligió, y para que lo ayuden a superarlas puede invocar la asistencia de Dios y de los Espíritus buenos.

Sin el libre albedrío el hombre no tiene culpa por el mal ni mérito por el bien. Esto es a tal punto admitido, que en el mundo siempre se censura o se elogia la intención, es decir, la voluntad. Ahora bien, quien dice voluntad, dice libertad. Por consiguiente, el hombre no puede valerse de su organización como excusa para justificar sus malas acciones, sin abdicar de su razón y de su condición de ser humano, para equipararse con los animales. Si es así para el mal, lo mismo será para el bien. No obstante, cuando el hombre hace el bien pone mucho cuidado en que se le reconozca el mérito a él mismo, y se abstiene de atribuírselo a sus órganos, lo cual prueba que instintivamente no renuncia, a pesar de lo que opinan algunos sistemáticos(3), al más bello privilegio de su especie: la libertad de pensar. 

(3)  [En francés, el adjetivo systématique es utilizado, en el caso que nos ocupa, en sentido despectivo.]

La fatalidad, tal como se la entiende vulgarmente, supone la decisión previa e irrevocable de todos los acontecimientos de la vida, cualquiera que sea su importancia. Si ese fuera el orden de las cosas, el hombre sería una máquina sin voluntad. Dado que se hallaría invariablemente dominado en todos sus actos por el poder del destino, ¿para qué le serviría la inteligencia? Tal doctrina, en caso de ser cierta, implicaría la destrucción de toda libertad moral. Ya no habría responsabilidad para el hombre y, por consiguiente, dejarían de existir el bien y el mal, los crímenes y las virtudes. Dios, soberanamente justo, no podría castigar a su criatura por faltas cuya realización no dependería de ella, así como tampoco podría recompensarla por virtudes cuyo mérito no tendría. Semejante ley sería, además, la negación de la ley del progreso, pues el hombre que esperase todo de la suerte no intentaría nada para mejorar su posición, puesto que esta no sería ni mejor ni peor.

La fatalidad no es, con todo, una palabra vana. Existe en la posición que el hombre ocupa en la Tierra y en las funciones que desempeña en ella, como consecuencia del tipo de existencia que su Espíritu eligió, ya sea una prueba, una expiación o una misión. El hombre sufre fatalmente todas las vicisitudes de esa existencia y todas las tendencias, buenas o malas, que le son inherentes; pero la fatalidad se detiene allí, porque depende de su voluntad que ceda o no a esas tendencias. El detalle de los acontecimientos está subordinado a las circunstancias que el propio hombre provoca con sus actos, y en los cuales pueden influir los Espíritus mediante los pensamientos que le sugieren. 

La fatalidad está, pues, en los acontecimientos que se presentan, dado que ellos son la consecuencia de la elección de la existencia que ha hecho el Espíritu. Tal vez no esté en el resultado de esos acontecimientos, pues del hombre depende modificar el curso de estos con su prudencia. Nunca hay fatalidad en los actos de la vida moral.

En la muerte el hombre sí se halla sometido de manera absoluta a la inexorable ley de la fatalidad, pues no puede librarse de la sentencia que fija el término de su existencia, ni del tipo de muerte que debe interrumpir su curso.

Según la doctrina vulgar, el hombre extrae de sí mismo todos sus instintos. Estos proceden de su organización física, de la cual él no es responsable; o de su propia naturaleza, en la que encuentra una excusa ante sus propios ojos diciendo que no es culpa suya ser como es. La doctrina espírita es, evidentemente, más moral. Admite en el hombre el libre albedrío en toda su plenitud. Al decirle que si hace el mal cede a una mala sugestión extraña, le deja la responsabilidad completa, puesto que reconoce en él el poder de resistir, lo cual es evidentemente más fácil que si tuviera que luchar contra su propia naturaleza. Así, según la doctrina espírita, no hay incitación irresistible: el hombre puede siempre cerrar los oídos a la voz oculta que lo incita al mal en su fuero interior, así como puede cerrarlos a la voz material de quien le habla. Puede hacerlo mediante su voluntad, pidiéndole a Dios la fuerza necesaria y reclamando con ese fin la asistencia de los Espíritus buenos. Eso es lo que nos enseña Jesús en la sublime plegaria de La oración dominical, cuando nos hace decir: “No nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal”

Esta teoría de la causa excitante de nuestros actos resulta evidentemente de toda la enseñanza que imparten los Espíritus. No sólo es sublime en cuanto a su moralidad, sino que -agregamos- eleva al hombre ante sí mismo. Lo muestra libre de sacudirse un yugo obsesor, así como es libre de cerrar su casa a los inoportunos. Ya no es una máquina que funciona mediante un impulso independiente de su voluntad, sino un ser de razón, que escucha, juzga y elige libremente entre dos consejos. Añadamos que, a pesar de esto, el hombre no se halla privado de su iniciativa; no deja de obrar por su propio impulso, puesto que en definitiva no es más que un Espíritu encarnado que conserva, bajo la envoltura corporal, las cualidades y los defectos que tenía como Espíritu. Por consiguiente, la causa principal de las faltas que cometemos está en nuestro propio Espíritu, que todavía no alcanzó la superioridad moral que tendrá algún día, aunque no por eso carece de libre albedrío. La vida corporal le fue otorgada para que purgue sus imperfecciones mediante las pruebas que sufre en ella, y son precisamente esas imperfecciones las que lo tornan más débil y accesible a las sugestiones de los otros Espíritus imperfectos, que se aprovechan de ellas para tratar de hacerlo sucumbir en la lucha que ha emprendido. Si sale victorioso de esa lucha, se eleva. Si fracasa, sigue siendo lo que era, ni mejor ni peor. Se trata de una prueba que deberá recomenzar, y eso puede durar mucho tiempo. Cuanto más se purifica, tanto más disminuyen sus puntos débiles y menos motivos da a los que lo incitan al mal. Su fuerza moral crece a causa de su elevación, y los Espíritus malos se alejan de él.

Todos los Espíritus, más o menos buenos, cuando están encarnados, constituyen la especie humana. Y como la Tierra es uno de los mundos menos adelantados, en ella se encuentran más Espíritus malos que buenos, por eso vemos aquí tanta perversidad. Esforcémonos, pues, para no tener que volver a este mundo después de la actual estancia, y para que merezcamos ir a descansar en un mundo mejor, en uno de esos mundos privilegiados en los que el bien reina con exclusividad y donde sólo recordaremos nuestro paso por la Tierra como un período de exilio.


AMOR, CARIDAD y TRABAJO







Ley de igualdad

 





LIBRO TERCERO
LEYES MORALES

CAPÍTULO IX – LEY DE IGUALDAD











Igualdad natural

803. Los hombres, ¿son todos iguales ante Dios?
“Sí, todos tienden hacia el mismo objetivo y Dios ha creado sus leyes para todos. Con frecuencia decís: el sol sale para todos, y expresáis una verdad más importante y general de lo que pensáis.” 

Todos los hombres se hallan sometidos a las mismas leyes de la naturaleza. Todos nacen con la misma debilidad, están sujetos a los mismos dolores, y el cuerpo del rico se destruye tanto como el del pobre. Así pues, Dios no ha otorgado a ningún hombre una superioridad natural, ni por el nacimiento ni por la muerte. Todos son iguales ante Él.



Desigualdad de las aptitudes

804. ¿Por qué Dios no ha dado las mismas aptitudes a todos los hombres?
“Dios creó iguales a todos los Espíritus, pero cada uno de ellos ha vivido más o menos tiempo y, por consiguiente, tiene más o menos experiencia. La diferencia reside en su grado de experiencia y en su voluntad, que es el libre albedrío. De ahí que algunos se perfeccionen con mayor rapidez, lo cual les confiere aptitudes diversas. Esa variedad de aptitudes es necesaria, a fin de que cada uno pueda contribuir a los designios de la Providencia dentro del límite del desarrollo de sus fuerzas físicas e intelectuales. Lo que no hace uno, lo hace el otro. Así, cada cual tiene un papel útil. Además, dado que todos los mundos son solidarios entre sí, es preciso que los habitantes de los mundos superiores, mundos que en su mayoría han sido creados antes que el vuestro, vengan a habitar en la Tierra para daros el ejemplo.”


805. Al pasar de un mundo superior a uno inferior, ¿conserva el Espíritu la totalidad de las facultades adquiridas?
“Sí, ya lo hemos dicho: el Espíritu que ha progresado no vuelve a caer. Puede elegir, en el estado de Espíritu, una envoltura más torpe o una situación más precaria que la que tuvo antes, pero siempre para que le sirva de enseñanza y lo ayude a progresar.”

Así, la diversidad de las aptitudes en los hombres no depende de la naturaleza íntima de su creación, sino del grado de perfeccionamiento al que han llegado los Espíritus encarnados en ellos. Por consiguiente, Dios no creó la desigualdad de las facultades, sino que permitió que los diferentes grados de desarrollo estuvieran en contacto, a fin de que los más adelantados pudiesen cooperar en el progreso de los más atrasados, y también para que los hombres, que se necesitan mutuamente, comprendieran la ley de caridad que debe unirlos.



Desigualdades sociales

806. La desigualdad de las condiciones sociales, ¿es una ley de la naturaleza?
“No; es obra del hombre y no de Dios.”


[806a] - Esa desigualdad, ¿desaparecerá algún día?
“Sólo las leyes de Dios son eternas. ¿Acaso no ves que esa desigualdad se disipa poco a poco cada día? Desaparecerá junto con el predominio del orgullo y del egoísmo. No quedará más que la desigualdad del mérito. Día vendrá en que los miembros de la gran familia de los hijos de Dios ya no habrán de distinguirse por la mayor o menor pureza de su sangre. Sólo el Espíritu es más o menos puro, y eso no depende de la posición social.”


807. ¿Qué pensar de los que abusan de la superioridad de su posición social para oprimir al débil en su propio beneficio?
“Merecen la reprobación. ¡Desdichados! Serán oprimidos a su vez y renacerán en una existencia en la que padecerán todo lo que hayan hecho padecer.”



Desigualdad de las riquezas

808. La desigualdad de las riquezas, ¿tiene origen en la desigualdad de las facultades, que dan a algunos más medios de adquirir esas riquezas que a otros?
“Sí y no. ¿Qué me dices de la astucia y el robo?”


[808a] - Con todo, la riqueza hereditaria no es fruto de las pasiones malas.
“¿Qué sabes? Remóntate a su fuente y verás si es siempre pura. ¿Acaso sabes si en sus comienzos no fue fruto de una expoliación o de una injusticia? No obstante, sin referirnos a su origen, que puede ser malo, ¿crees que la codicia de los bienes -incluso de los adquiridos legítimamente- y los deseos secretos que se conciben de poseerlos cuanto antes son sentimientos loables? Eso es lo que Dios juzga, y te aseguro que su juicio es más severo que el de los hombres.”


809. Si una fortuna ha sido ilícita en su origen, los que la heredan más tarde, ¿son responsables de ello?
“No cabe duda de que no son responsables del mal que otros han hecho, menos aún si lo ignoran. Con todo, debes saber que a menudo, cuando un hombre recibe una fortuna, es sólo porque se le brinda la oportunidad de reparar una injusticia. ¡Dichoso de él si lo comprende! Si lo hace en nombre del que cometió la injusticia, a ambos se les tendrá en cuenta la reparación, porque a menudo es éste quien lo induce a hacerlo.”


810. Sin apartarnos de la legalidad, podemos disponer de nuestros bienes de una manera más o menos equitativa. Después de la muerte, ¿somos responsables del testamento que hemos hecho? 
“Toda acción da sus frutos. Los frutos de las buenas acciones son dulces. Los de las otras son siempre amargos. Siempre, entendedlo bien.”


811. La igualdad absoluta de las riquezas, ¿es posible? ¿Existió alguna vez?
“No, no es posible. La diversidad de las facultades y de los caracteres se opone a ella.”


[811a] - No obstante, hay hombres que creen que en esa igualdad se encuentra el remedio para los males de la sociedad. ¿Qué pensáis al respecto?
“Profesan un sistema, o son ambiciosos y envidiosos. No comprenden que la igualdad con que sueñan pronto sería destruida por la fuerza de las circunstancias. Combatid el egoísmo, que es vuestra plaga social, y no vayáis en busca de quimeras.”


812. Si la igualdad de las riquezas no es posible, ¿sucede lo mismo con el bienestar?
“No, pero el bienestar es relativo, y cada uno podría disfrutar de él si os pusierais de acuerdo... Porque el auténtico bienestar consiste en emplear el tiempo del modo que os plazca, y no en realizar trabajos por los cuales no sentís ninguna afición. Además, como cada uno posee aptitudes diferentes, ningún trabajo útil quedaría sin realizar. El equilibrio está en todo: el hombre es quien pretende alterarlo.”  (1)

(1) En el mundo actual este problema viene suscitando ya tentativas de solución. Se trata del aprovechamiento de las vocaciones, cuyo sistemático desperdicio acarrea pérdidas considerables a la economía social y un profundo desequilibrio en la estructura de las sociedades. [N. de J. H. Pires. 1981]


[812a] - ¿Es posible ponernos de acuerdo?
“Los hombres se pondrán de acuerdo cuando practiquen la ley de justicia.”


813. Hay personas que caen en la indigencia y la miseria por su propia culpa. ¿Puede la sociedad ser responsable de ello?
“Sí; ya lo hemos dicho, la sociedad suele ser la causa principal de esas penurias. Por otra parte, ¿no debe la sociedad velar por la educación moral de sus integrantes? La mala educación es la que muchas veces ha falseado el juicio de esas personas, en vez de extinguir sus tendencias perniciosas.” 



Pruebas de la riqueza y de la miseria

814. ¿Por qué Dios ha dado a algunos la riqueza y el poder, y a otros la miseria?
“Para probar a cada uno de una manera diferente. Por otra parte -ya lo sabéis-, son los propios Espíritus quienes han escogido esas pruebas, y con frecuencia sucumben ante ellas.”


815. ¿Cuál de las dos pruebas es la más temible para el hombre: la de la desgracia o la de la fortuna?
“Ambas lo son por igual. La miseria provoca quejas contra la Providencia. La riqueza incita a todos los excesos.”


816. Si bien el rico está sujeto a más tentaciones, ¿no dispone también de más medios para hacer el bien?
“Es precisamente lo que no siempre hace. Se vuelve egoísta, orgulloso e insaciable. Sus necesidades aumentan con su fortuna y nunca cree tener lo suficiente para sí.”

La superioridad en este mundo y la autoridad sobre los semejantes son pruebas tan importantes y arriesgadas como la desgracia. Porque cuanto más rico y poderoso es un hombre, más obligaciones tiene que cumplir y mayores son los medios de que dispone para hacer el bien y el mal. Dios prueba al pobre mediante la resignación; y al rico, mediante el uso que este hace de sus bienes y de su poder. 

La riqueza y el poder engendran todas las pasiones que nos apegan a la materia y nos alejan de la perfección espiritual. Por eso Jesús dijo: “En verdad os digo, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de los Cielos.



Igualdad de derechos del hombre y la mujer

817. El hombre y la mujer, ¿son iguales ante Dios y tienen los mismos derechos?
“¿Acaso Dios no otorgó a ambos la comprensión del bien y del mal, y la facultad de progresar?”


818. ¿A qué se debe la inferioridad moral(2) de la mujer en determinadas regiones?
“Al dominio injusto y cruel que el hombre ha ejercicio sobre ella. Es un resultado de las instituciones sociales y del abuso de la fuerza sobre la debilidad. En los hombres poco adelantados desde el punto de vista moral, la fuerza constituye el derecho.”

(2) Inferioridad moral, es decir, falta de autonomía y libertad individual, relevancia de la misma en dicha sociedad, así como del resto de derechos inalienables del ser humano. [N. del copista]



819. ¿Con qué objetivo la mujer es físicamente más débil que el hombre?
“Para asignarle funciones particulares. El hombre es para los trabajos rudos, porque es más fuerte. La mujer, para los trabajos delicados. Y ambos lo son para ayudarse mutuamente a superar las pruebas de una vida llena de amarguras.”


820. La debilidad física de la mujer, ¿no la pone naturalmente bajo la dependencia del hombre?
“Dios ha dado a algunos la fuerza para que protejan al débil y no para que lo esclavicen.”

Dios adecuó la organización de cada ser a las funciones que debe cumplir. Si bien ha dado a la mujer menos fuerza física, la dotó al mismo tiempo de una mayor sensibilidad, de acuerdo con la delicadeza de las funciones maternales y la debilidad de los seres que le ha confiado.


821. Las funciones para las cuales la naturaleza ha destinado a la mujer, ¿son tan importantes como las reservadas para el hombre?
“Sí, e incluso más importantes. La mujer es quien imparte al hombre las primeras nociones de la vida.”


822. Dado que los hombres son iguales ante la ley de Dios, ¿deben serlo también ante la ley de los hombres?
“Es el primer principio de la justicia: no hagáis a los otros lo que no querríais que os hicieran.”


[822a] - Según esto, para que una legislación sea perfectamente justa, ¿debe consagrar la igualdad de derechos del hombre y la mujer?
“De derechos, sí. De funciones, no. Es necesario que cada uno tenga un lugar determinado. Ocúpese el hombre de lo exterior y la mujer de lo interior, cada cual según sus aptitudes. La ley humana, para ser equitativa, debe consagrar la igualdad de derechos del hombre y la mujer. Todo privilegio concedido a uno solamente es contrario a la justicia. La emancipación de la mujer es acorde al progreso de la civilización. Su esclavitud va a la par de la barbarie. Por otra parte, los sexos sólo existen en la organización física. Dado que los Espíritus pueden adoptar uno u otro sexo, no hay diferencia entre ellos en ese aspecto y, por consiguiente, deben gozar de los mismos derechos.” (3)

(3)  Hace más de cien años ya indicaba este libro la exacta solución del problema femenino: igualdad de derechos y diversidad de funciones. Marido y mujer no son el amo y su esclava, sino compañeros que desempeñan una tarea común, con la misma responsabilidad por su realización. A la luz de este principio adquiere el feminismo un nuevo aspecto. La mujer no debe ser la imitadora y competidora del hombre, sino su compañera de vida, complementándose mutuamente ambos en el mantenimiento del hogar, que es la célula básica de la estructura social. [N. de J. H. Pires. 1981]  

* De entre las primeras feministas españolas, encontramos a Amalia Domingo Soler, nuestra querida escritora espiritista, que acudió al sepelio de J. Mª Fernández Colavida, cuando en aquel entonces no estaba permitido a las mujeres asistir a tales actos, dedicándole una emotiva poesía que leyó ante su tumba y reivindicando con ese acto los derechos sociales que injustamente todavía se les vetaban. Véase la obra “La luz que nos guía”, Introducción, “Justo tributo”. [N. del copista.]  




Igualdad ante la tumba

823. ¿De dónde procede el deseo del hombre de perpetuar su memoria con monumentos fúnebres?
“Postrer acto de orgullo.”


[823a] - No obstante, la suntuosidad de los monumentos fúnebres, ¿no suele ser obra de los parientes que quieren honrar la memoria del difunto, más que del propio difunto?
“Orgullo de los parientes, que quieren glorificarse a sí mismos. ¡Oh, sí! Todas esas demostraciones no siempre se hacen por el muerto, sino por amor propio y para el mundo, así como para hacer ostentación de riqueza. ¿Crees que el recuerdo de un ser querido sea menos duradero en el corazón del pobre, porque este sólo puede colocar una flor sobre su tumba? ¿Crees que el mármol salva del olvido al que fue inútil en la Tierra?”


824. ¿Reprobáis de una manera absoluta las pompas fúnebres?
“No. Cuando honran la memoria de un hombre de bien son justas y dan un buen ejemplo.”  (4)

(4) Hay quien se extrañe de la existencia del sepulcro de Allan Kardec en el cementerio de Père Lachaise, en París, que los espíritas visitan. Otros censuran las visitas que hacen los espiritistas a las tumbas de sus parientes y amigos. Como puede advertirse, estos son excesos de celo que la Doctrina no avala. El sepulcro de Kardec, como dijo el médium Francisco Cândido Xavier después de visitarlo, “es un mensaje permanente de luz”. En cuanto a los otros, véase el parágrafo 323. [N. de J. H. Pires. 1981]


La tumba es el lugar de reunión de todos los hombres. Allí terminan implacablemente todas las distinciones humanas. En vano quiere el rico perpetuar su memoria con fastuosos monumentos: el tiempo los destruirá, como a su cuerpo. Así lo dispone la naturaleza. El recuerdo de sus buenas y de sus malas acciones será menos perecedero que su sepulcro. La pompa de sus funerales no lavará sus infamias ni hará que ascienda un solo escalón en la jerarquía espiritual.


AMOR, CARIDAD y TRABAJO