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Ley de consecuencias

 






LEY DE CONSECUENCIAS







Comprobado está ya por la ciencia académica, que todo el universo, el espacio cósmico infinito, en el cual navegan los mundos, está impregnado de fuerzas poderosas que denominamos leyes: físicas, psíquicas, magnéticas, etc. 

A medida que la ciencia de la física, de la química, de la biología y otras, progresan en nuestro mundo; a medida que se profundiza en el estudio del psiquismo; más y más vamos acercándonos a la Verdad de la Vida, y más nos acercamos también al conocimiento de las leyes cósmicas que rigen todo el universo en sus múltiples formas y manifestaciones. 

Si durante el siglo XIX, alguien hubiese dicho que una persona desde Europa podría mantener una conversación con otra persona en América, sin salir de sus respectivas residencias, posiblemente sería tildado de loco, hasta por los científicos de la época. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX se hizo realidad. 

Y esta realidad fue posible, por el descubrimiento de las ondas eléctricas, más conocidas por ondas hertzianas. El fenómeno se efectúa al penetrar las ondas sonoras (vibraciones acústicas) en el aparato telefónico, las cuales son transmutadas en ondas eléctricas (vibraciones eléctricas) que, a su vez el aparato receptor transmuta en vibraciones sonoras perceptibles a la mente humana, mediante el órgano del oído. 

Aun cuando antes de este descubrimiento la ley que rige ese fenómeno físico ya existía, las gentes se resistirían a admitir su posibilidad, por desconocimiento de la misma. Así, también hoy, muchos hay que niegan, o se resisten a admitir, la existencia de múltiples leyes universales-cósmicas, porque la ciencia académica no las ha descubierto todavía, o porque ellos no las perciben con sus sentidos corporales. Sin embargo, estamos sumergidos en un océano de vibraciones que afectan a nuestra vida en un modo tal, que actúan sobre nosotros con tal intensidad, que el desconocimiento de esta verdad es causa de tanto sufrimiento y dolor en nuestra humanidad. Por ello, es de urgente necesidad conocer aquellas leyes que inciden directamente en la vida del hombre, a fin de no quebrantarlas, evitando así las consecuencias dolorosas. 

Entre las múltiples leyes que inciden en la naturaleza psíquica del ser humano, existe una, que es de trascendental importancia. Esta es la ley de consecuencias, que en psicología se le denomina Ley de la Causalidad, y en las escuelas espiritualistas y en las esotéricas, es conocida con el nombre de Ley de Causa y Efecto, y también como Ley del Karma(1) y Ley de Retribución. 

(1)  KARMA, es un vocablo que viene del sánscrito y cuya significación es: destino, ley de retribución. Según la doctrina del karma, el ser humano, con sus actuaciones y pensamientos, crea las causas y el karma ajusta los efectos para restablecer el equilibrio.
La Ley del Karma, es ley de compensaciones; es el cedazo que va sacando a girones el dolor y sacrificio, las impurezas que impiden llegar a la Luz.
Las escuelas filosóficas, esotéricas y espiritualistas, establecen tres clases de karma:
— karma acumulado, que consiste en las acciones pasadas pendientes de retribución;
— karma maduro, que constituye el destino del ser humano en cada una de sus vidas;
— karma incipiente, lo componen las acciones que sembramos y cuyos frutos recogeremos en el futuro, ya en la vida presente ya en futuras vidas.
La doctrina del karma forma parte de la doctrina reencarnacionista, profesada por más de dos mil millones de adeptos que componen las diversas religiones del Oriente, así como la gran mayoría de las escuelas filosóficas de esa parte del mundo, más espiritualizado; y también por las múltiples escuelas filosóficas y espiritualistas de Occidente.

Podríamos compararla a la ley física de acción y reacción, ya que la reacción es un fenómeno consecuencial de la acción. Pero, mientras la ley física actúa en el plano físico y con efecto inmediato, la ley de consecuencias o de causalidad actúa en el plano psíquico, pero no de efecto inmediato. 

El filósofo Pietro Ubaldi, en su obra «La Gran Síntesis», refiere a este respecto: «... se trata de una ley omnipresente en el espacio y en el tiempo. No hay distancia o espera que puedan detener su reacción, de la que no escaparéis porque se encuentra dentro de vosotros mismos, así como está en todas las cosas. ¿Se puede engañar —dice— a la ley de gravitación? Del mismo modo, tampoco se evita ni se engaña a la reacción de la Ley, o sea, la Justicia Divina»

La Justicia Divina, que trasciende y está inmanente en nuestra propia naturaleza psíquica, nos devuelve, en cada una de las vidas, el bien o el mal que hayamos hecho en vidas anteriores. NO HAY CASTIGOS. El castigo, tal como la generalidad de los humanos entienden, no existe; porque ello estaría en contraposición con el amor infinito de la Divinidad Creadora. Con la creencia del castigo, se rebaja la Divinidad a la condición humana. No. Lo que existe en todo cuadro de dolor, es el efecto de causas, la reacción de la Ley violada. 

¿Qué es la expiación de la que habla el cristianismo, sino el pago en la vida presente, de las deudas contraídas con la Ley en las vidas pasadas, como son los casos de los minusválidos ya desde la infancia, así como los sufrimientos, en diverso modo, en los primeros años o siguientes de la vida humana? 

Para una mejor comprensión de cómo actúa la Ley de Causalidad o de consecuencias, trataremos de exponer, brevemente, otra de las leyes cósmicas inmanente en la propia naturaleza humana: Ley de Vibración. 

Todo, en el Universo, vibra. Vibran las plantas y los animales; vibran los mundos del espacio infinito; vibran las piedras y los minerales, ya que las diversas clases de átomos de que están compuestas las diferentes moléculas también vibran(2). Vibra el hombre por medio de sus sentimientos y pensamientos, y vibran las células de su organismo, porque tienen vida propia. Y algo que es necesario conocer también: todo el pensamiento y sentimiento vibra a través de las células del cuerpo orgánico, comunicándole tonalidad magnética idéntica a su índole vibratoria. Ya la ciencia médica reconoce que un alto porcentaje de enfermos es consecuencia de su estado afectivo y emociones desagradables. 
(2)  Está comprobado ya por la ciencia de la física, que el átomo está en constante vibración y movimiento.

De aquí que, cada sentimiento de enemistad, rencor, etc.; cada emoción pasional; cada pensamiento ruin; son elementos morbosos, cuya reiterada acción acaban por determinar una dolencia orgánica; por el desequilibrio energético provocado en la estructura psíquica, en grado mayor o menor, y cuyo desequilibrio se refleja en el organismo físico. 

De un modo más claro. La mente humana, es como una estación radio-emisora y radio-receptora que, constantemente está emitiendo o recibiendo ondas-pensamiento. Y esas ondas-pensamiento, son vibraciones electromagnéticas de la mente a través del cerebro. La intensidad y naturaleza de esos pensamientos marcan su dirección. Y por afinidad, atraen otros pensamientos de la misma naturaleza. 

NUESTRA MENTE Y NUESTRA ALMA SON FOCOS RADIANTES, CREADORES DE FUERZAS para el bien, para el progreso, para nuestro propio provecho y felicidad. Pero el hombre, en el uso de su libre albedrío, dominado por su egoísmo y cegado por las pasiones, suele emplear esas fuerzas para el mal, consciente o inconscientemente, creando así causas cuyo efecto será el dolor. 

Y esas fuerzas psíquicas, que son irradiadas por la mente (pensamientos) y el alma (sentimientos) en forma de vibraciones electromagnéticas, análogas a las ondas eléctricas, pero más rápidas; QUEDAN UNIDAS AL PUNTO DE PARTIDA, o sea, unidas al individuo mismo. La mente imparte la dirección, y esas vibraciones, esas ondas-pensamiento, llegan a donde van dirigidas y actúan para bien o para mal, según la naturaleza e intensidad del deseo y de la voluntad; volviendo a nosotros (como el bumerang), AL PUNTO DE PARTIDA, DESPUÉS DE ALCANZAR EL OBJETIVO, CON EL BIEN O EL MAL QUE HAYAN HECHO, GRABÁNDOSE EN EL ALMA O PSI-COSOMA. 

Dicho de otro modo. Cada pensamiento y deseo que en sentido negativo proyectemos hacia los demás, o acción de mal que ejecutemos, SE TRANSFORMA EN UNA FUERZA ENEMIGA NUESTRA QUE VOLVERÁ CONTRA NOSOTROS, AGREDIÉNDONOS. Por esta misma ley, todo sentimiento y pensamiento positivo de bien que proyectemos a nuestros semejantes, toda acción de bien que realicemos; se transforman en UNA FUERZA AMIGA NUESTRA QUE, AL VOLVER A NOSOTROS, NOS BENEFICIARA. 

Ya decía Krishna: «Los males con que afligimos a nuestros semejantes, nos persiguen como nuestra sombra sigue a nuestro cuerpo».


AMOR, CARIDAD y TRABAJO







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