Páginas

Acerca de los espíritus

 






ACERCA DE LOS ESPÍRITUS






El libro de los espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO I


Origen y naturaleza de los Espíritus

76. ¿Qué definición se puede dar de los Espíritus?
“Se puede decir que los Espíritus son los seres inteligentes de la creación. Pueblan el universo fuera del mundo material.”(1) 

(1) [La palabra Espíritu es empleada aquí para designar a las individualidades de los seres extracorporales, y no al elemento inteligente universal.]


77. Los Espíritus, ¿son seres distintos de la Divinidad, o sólo serían emanaciones o porciones de ella, razón por la cual se los llama hijos o criaturas de Dios?
“¡Dios mío! Son su obra, exactamente como lo es una máquina hecha por el hombre. Esa máquina es obra del hombre y no él mismo. Tú sabes que cuando el hombre hace una cosa bella, útil, la llama su criatura, su creación. Pues bien, lo mismo ocurre con Dios: somos sus hijos puesto que somos su obra.”

78. Los Espíritus, ¿han tenido un principio, o son eternos como Dios?
“Si los Espíritus no hubiesen tenido principio serían iguales a Dios. En cambio, son su creación y se hallan sometidos a su voluntad. Dios es eterno, eso es incontestable. Pero acerca de cuándo y cómo nos creó, nada sabemos(2). Puedes decir que no hemos tenido principio, si entiendes por eso que Dios, por ser eterno, debió crear sin descanso. No obstante, cuándo y cómo fue hecho cada uno de nosotros, te lo repito, nadie lo sabe: allí está el misterio.” 

(2) La auténtica raíz de nuestra especie, el Homo sapiens más antiguo, data de hace unos 315.000 años y corresponde a los restos fósiles de tres adultos jóvenes hallados en el yacimiento de Jebel Irhoud, a unos 100 kilómetros de Marrakech en el oeste de Marruecos (2017). (https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_sapiens)

79. Puesto que hay dos elementos generales en el universo: el elemento inteligente y el elemento material, ¿podría decirse que los Espíritus están formados por el elemento inteligente, así como los cuerpos inertes están formados por el elemento material?
“Es evidente. Los Espíritus son la individualización del principio inteligente, así como los cuerpos son la individualización del principio material. Lo que se desconoce es la época y el modo en que se produjo esa formación.”

80. La creación de los Espíritus, ¿es permanente o sólo tuvo lugar en el origen de los tiempos?
“Es permanente; quiere decir que Dios nunca dejó de crear.”

81. Los Espíritus, ¿se forman espontáneamente o proceden unos de otros?
“Dios los crea, como al resto de las criaturas, mediante su voluntad. No obstante, una vez más lo repito, su origen es un misterio.”

82. ¿Es exacto decir que los Espíritus son inmateriales?
“¿Cómo se puede definir algo cuando se carece de términos de comparación y con un lenguaje insuficiente? ¿Puede un ciego de nacimiento definir la luz? Inmaterial no es la palabra; incorporal(3) sería más exacto, pues debes comprender que el Espíritu, al ser una creación, debe ser algo. Se trata de una materia quintaesenciada, pero sin analogía para vosotros, y tan etérea que no puede ser captada por vuestros sentidos.” 

(3) [En francés, el termino incorporel se aplica a todo aquello que no puede ser captado por los sentidos físicos.]

Decimos que los Espíritus son inmateriales porque su esencia difiere de todo lo que conocemos con el nombre de materia. Un pueblo de ciegos no dispondría de términos para expresar la luz y sus efectos. El ciego de nacimiento cree que todas las percepciones se obtienen a través del oído, el olfato, el gusto y el tacto. No comprende las ideas que el sentido que le falta le proporcionaría. Asimismo, con respecto a la esencia de los seres sobrehumanos, nosotros somos verdaderos ciegos. Sólo podemos definirlos mediante comparaciones que siempre son imperfectas, o por un esfuerzo de nuestra imaginación.

83. Los Espíritus, ¿tienen fin? Se comprende que el principio del que emanan sea eterno, pero lo que preguntamos es si su individualidad tiene término y si, en un momento dado, más o menos distante, el elemento que los forma no se disemina y retorna a la masa, como sucede con los cuerpos materiales. Es difícil comprender que algo que tuvo comienzo pueda no tener fin.
“Hay muchas cosas que vosotros no comprendéis, porque vuestra inteligencia es limitada, lo cual no es una razón para rechazarlas. El niño no comprende todo lo que es comprensible para su padre, ni el ignorante comprende lo mismo que el sabio. Te decimos que la existencia de los Espíritus no tiene fin. Es todo lo que podemos decir por ahora.”



Mundo normal primitivo

84. Los Espíritus, ¿constituyen un mundo aparte, fuera del que nosotros vemos?
“Sí, el mundo de los Espíritus o de las inteligencias incorporales.”

85. ¿Cuál de los dos es el principal en el orden de las cosas: el mundo espírita o el mundo corporal?
“El mundo espírita, que preexiste y sobrevive a todo.”

86. El mundo corporal, ¿podría dejar de existir, o no haber existido jamás, sin alterar la esencia del mundo espírita?
“Sí; son independientes. No obstante, su correlación es incesante, pues reaccionan sin cesar uno sobre otro.”

87. Los Espíritus, ¿ocupan una región determinada y circunscripta en el espacio?
“Los Espíritus están en todas partes. Los espacios infinitos se encuentran poblados por ellos hasta lo infinito. Algunos están incesantemente a vuestro lado, os observan y actúan sobre vosotros sin que lo sepáis, pues los Espíritus son uno de los poderes de la naturaleza y los instrumentos de que Dios se sirve para el cumplimiento de sus designios providenciales. Sin embargo, no todos van a todas partes, pues hay regiones vedadas a los menos adelantados.”



Forma y ubicuidad de los Espíritus

88. Los Espíritus, ¿tienen una forma determinada, limitada y constante?
“Para vuestros ojos, no; para los nuestros, sí. Esa forma es, si así lo queréis, una llama, un resplandor o una chispa etérea.”

[88a] – Esa llama o chispa, ¿tiene algún color?
“Para vosotros varía entre lo oscuro y el brillo del rubí, conforme el Espíritu sea más o menos puro.”

Por lo general se representa a los genios con una llama o una estrella en la frente. Se trata de una alegoría que recuerda la naturaleza esencial de los Espíritus. Se la coloca en lo alto de la cabeza porque allí está la sede de la inteligencia.

89. Los Espíritus, ¿emplean algún tiempo en atravesar el espacio?
“Sí, pero rápido como el pensamiento.”

[89a] – El pensamiento, ¿no es la propia alma que se transporta?
“Cuando el pensamiento está en alguna parte, el alma también está allí, puesto que es el alma la que piensa. El pensamiento es un atributo.”

90. El Espíritu que se transporta de un lugar a otro, ¿tiene conciencia de la distancia que recorre y de los espacios que atraviesa, o es súbitamente transportado al sitio adonde quiere ir?
“Las dos cosas. El Espíritu puede muy bien, si lo desea, percatarse de la distancia que atraviesa, pero esa distancia también puede borrarse por completo. Eso depende de su voluntad, como también de su naturaleza más o menos purificada.”

91. La materia, ¿es un obstáculo para los Espíritus?
“No, ellos lo penetran todo: el aire, la tierra, las aguas y hasta el propio fuego pueden ser igualmente penetrados por ellos.”

92. Los Espíritus, ¿tienen el don de la ubicuidad? En otras palabras, un mismo Espíritu, ¿puede dividirse o existir en muchos puntos a la vez?
“No puede haber división de un mismo Espíritu. No obstante, cada uno de ellos es un centro que irradia hacia diferentes partes, y por eso parece estar en muchos lugares a la vez. El Sol, como ves, es sólo uno y, sin embargo, irradia alrededor suyo y lleva sus rayos muy lejos. A pesar de eso, no se divide.”

[92a] – ¿Todos los Espíritus irradian con el mismo poder?
“Muy lejos de ello. El poder de irradiación depende de su grado de pureza.”

Cada Espíritu es una unidad indivisible. No obstante, puede extender su pensamiento hacia diversas partes, sin por eso dividirse. Sólo en este sentido debe entenderse el don de la ubicuidad atribuido a los Espíritus. Es como una chispa que proyecta a lo lejos su claridad y puede ser percibida desde todos los puntos del horizonte; o como un hombre que, sin cambiar de lugar ni dividirse, transmite órdenes, señales y movimientos a diferentes puntos.



Periespíritu

93. El Espíritu propiamente dicho, ¿está descubierto o, como algunos pretenden, rodeado de alguna sustancia?
“El Espíritu está envuelto en una sustancia vaporosa para ti, pero todavía muy densa para nosotros; aunque suficientemente vaporosa como para elevarse en la atmósfera y transportarse adonde quiera.” 

Así como el germen de un fruto está circundado por el perisperma, del mismo modo el Espíritu propiamente dicho está rodeado de una envoltura que, por comparación, podemos denominar periespíritu.(4) 

(4) Cuerpo etéreo, invisible para nuestro estado normal, que puede volverse eventualmente visible y tangible, como sucede en los fenómenos de apariciones.
Envoltura semimaterial del Espíritu, después de su separación del cuerpo.
Lazo e intermediario entre el cuerpo y el Espíritu. Los tres elementos del hombre: espíritu, cuerpo y periespíritu.

94. ¿De dónde saca el Espíritu su envoltura semimaterial?
“Del fluido universal de cada planeta. Por eso no es la misma en todos los mundos. Al pasar de un mundo a otro el Espíritu cambia de envoltura, como vosotros cambiáis de vestimenta.”

[94a] – Así, cuando los Espíritus que habitan en mundos superiores vienen al nuestro, ¿toman un periespíritu más denso?
“Es preciso que se revistan con vuestra materia; ya lo hemos dicho.”

95. La envoltura semimaterial del Espíritu, ¿presenta formas determinadas? Además, ¿puede ser perceptible?
“Sí, presenta una forma que agrade al Espíritu, y así se os aparece a veces, ya sea en sueños o también en estado de vigilia. Asimismo, puede adoptar una forma visible e incluso palpable.”



Diferentes órdenes de Espíritus

96. Los Espíritus, ¿son iguales, o existe entre ellos alguna jerarquía?
“Son de diferentes órdenes, según el grado de perfección que han alcanzado.”

97. ¿Hay un número determinado de órdenes o grados de perfección entre los Espíritus?
“Su número es ilimitado, porque no hay entre esos órdenes una línea de demarcación trazada como una barrera; de modo que se pueden multiplicar o restringir las divisiones a voluntad. No obstante, si se consideran los caracteres generales, podemos reducirlos a tres órdenes principales.

En la primera categoría podemos colocar a los que llegaron a la perfección: los Espíritus puros. Los del segundo orden han llegado a la mitad de la escala: el deseo del bien es su preocupación. Los del último grado aún están al comienzo de la escala: los Espíritus imperfectos. Se caracterizan por su ignorancia, el deseo del mal y todas las pasiones malas que retardan su adelanto.”

98. Los Espíritus del segundo orden, ¿tienen sólo el deseo del bien, o también el poder para hacerlo?
“Tienen ese poder según su grado de perfección. Algunos tienen la ciencia, otros la sabiduría y la bondad, pero todos habrán de sufrir pruebas aún.”

99. Los Espíritus del tercer orden, ¿son todos esencialmente malos?
“No, algunos no hacen ni el bien ni el mal. Otros, por el contrario, se complacen en el mal y están satisfechos cuando encuentran la ocasión de hacerlo. Por otra parte, también están los Espíritus frívolos o duendes, más revoltosos que malignos, que se complacen antes con la malicia que, con la maldad, y que encuentran placer en engañar y causar pequeñas contrariedades, de las que se ríen.” 



Escala espírita

100. Observaciones preliminares. – La clasificación de los Espíritus se basa en su grado de adelanto, en las cualidades que han adquirido y en las imperfecciones de que habrán de despojarse aún. Esta clasificación, por lo demás, no tiene nada de absoluto: cada categoría presenta un carácter definido sólo en su conjunto; pero de un grado a otro la transición es imperceptible y, en los límites, el matiz se borra como en los reinos de la naturaleza, en los colores del arco iris o incluso en los diferentes períodos de la vida del hombre. Podemos, pues, formar un mayor o menor número de clases, según el punto de vista desde el cual se considere la cuestión. Sucede aquí como en todos los sistemas de clasificación científica: son más o menos completos, racionales y cómodos para la inteligencia. Con todo, comoquiera que sean, no cambian en nada el fondo de la ciencia. Por consiguiente, los Espíritus interrogados sobre este punto han podido diferir en el número de categorías, sin que eso tenga mayor trascendencia. Se ha insistido en esta contradicción aparente, sin reflexionar acerca de que los Espíritus no dan importancia alguna a lo que es puramente convencional. Para ellos el pensamiento lo es todo: dejan a nuestro criterio la forma, la elección de los términos, las clasificaciones; en una palabra, los sistemas.

Agreguemos aún esta consideración, que jamás debe perderse de vista: entre los Espíritus, del mismo modo que entre los hombres, los hay muy ignorantes, y nunca estaremos suficientemente prevenidos contra la tendencia a creer que ellos deben saberlo todo porque son Espíritus. Cada clasificación exige método, análisis y conocimiento profundo del asunto. Ahora bien, en el mundo de los Espíritus, los que tienen conocimientos limitados son –como en la Tierra los ignorantes– incapaces de abarcar un conjunto, de formular un sistema. Conocen o comprenden sólo de modo imperfecto cualquier clasificación. Creen que todos los Espíritus que son superiores a ellos pertenecen al primer orden, pues no pueden apreciar los matices del saber, de la capacidad y la moralidad que los distinguen, como sucede entre nosotros a un hombre rudo en relación con los hombres educados. Incluso los que son capaces de hacer esa distinción pueden diferir en los detalles conforme a su punto de vista, sobre todo cuando una división no tiene nada de absoluto. Linneo, Jussieu y Tournefort tuvieron cada uno su método, y la botánica no ha cambiado por eso, pues ellos no inventaron las plantas ni sus caracteres; sólo observaron las analogías con arreglo a las cuales formaron los grupos o clases. Así hemos procedido nosotros: no inventamos los Espíritus ni sus caracteres. Hemos visto y observado, los hemos juzgado por sus palabras y sus actos, y después los clasificamos por sus similitudes, basándonos en los datos que ellos mismos nos proporcionaron.

Los Espíritus admiten, por lo general, tres categorías principales o tres grandes divisiones. En la última, la que se ubica en la base de la escala, están los Espíritus imperfectos, caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu, y por la propensión al mal. Los de la segunda se caracterizan por el predominio del espíritu sobre la materia, y por el deseo del bien: son los Espíritus buenos. La primera, finalmente, comprende a los Espíritus puros, que han alcanzado el grado supremo de la perfección.

Esta división nos parece absolutamente racional y presenta caracteres bien definidos. Sólo nos restaba hacer resaltar, por medio de un número suficiente de subdivisiones, los matices principales del conjunto. Es lo que hemos hecho con el concurso de los Espíritus, cuyas benévolas instrucciones jamás nos han faltado.

Con la ayuda de este cuadro será fácil determinar la categoría y el grado de superioridad o de inferioridad de los Espíritus con los cuales podemos entrar en relación y, por consiguiente, el grado de confianza y de estima que ellos merecen de nuestra parte. Es en cierto modo la clave de la ciencia espírita, pues sólo dicho cuadro puede dar cuenta de las anomalías que presentan las comunicaciones, al ilustrarnos acerca de las desigualdades intelectuales y morales de los Espíritus. Debemos señalar, sin embargo, que los Espíritus no siempre pertenecen de modo exclusivo a tal o cual clase. Dado que su progreso sólo se cumple gradualmente, y a menudo más en un sentido que en otro, pueden reunir los caracteres de varias categorías, lo que es fácil de apreciar a través de su lenguaje y de sus actos.


Tercer orden. – Espíritus imperfectos

101. Caracteres generales. – Predominio de la materia sobre el espíritu. Propensión al mal. Ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las pasiones malas que derivan de él.

Tienen la intuición de Dios, pero no lo comprenden.

No todos son esencialmente malos. En algunos hay más frivolidad, inconsecuencia y malicia que verdadera maldad. Los hay que no hacen ni el bien ni el mal; pero sólo por el hecho de no hacer el bien denotan su inferioridad. Otros, por el contrario, se complacen en el mal y están satisfechos cuando encuentran la ocasión de hacerlo.

Pueden aliar la inteligencia a la maldad o a la malicia. No obstante, sea cual fuere su desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.

Sus conocimientos acerca de las cosas del mundo espírita son limitados, y lo poco que saben de él se confunde con las ideas y los prejuicios de la vida corporal. Sólo pueden darnos al respecto nociones falsas e incompletas. Con todo, el observador atento suele encontrar en sus comunicaciones, aunque imperfectas, la confirmación de las grandes verdades que enseñan los Espíritus superiores.

Su carácter se revela en el lenguaje que usan. Todo Espíritu que en sus comunicaciones deje traslucir un pensamiento malo puede ser incluido en el tercer orden. Por consiguiente, todo pensamiento malo que se nos sugiera proviene de un Espíritu de ese orden.

Ven la felicidad de los buenos, y esa visión es para ellos un tormento incesante, pues experimentan todas las angustias que la envidia y los celos pueden producir.

Conservan el recuerdo y la percepción de los padecimientos de la vida corporal, y esa impresión suele ser más penosa que la real. Sufren, pues, efectivamente, tanto por los males que soportaron como por los que hicieron soportar a otros. Además, como sufren durante mucho tiempo, creen que siempre habrán de sufrir. Dios, para castigarlos(5), quiere que así lo crean.

(5) No es que Dios personalmente imponga, premie, castigue, etc., no, son figuras alegóricas. Él tiene sus leyes, y si las incumplimos, la culpa es nuestra. Por consiguiente, las imposiciones, premios, castigos, etc. son el resultado de infringir sus leyes, sirviéndose de diversos instrumentos para que suframos su incumplimiento. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de las infracciones que cometemos contra las leyes de Dios, ya que toda acción tiene su reacción por la Ley de Causa y Efecto.

Podemos dividirlos en cinco clases principales.

102. Décima clase. ESPÍRITUS IMPUROS. – Son propensos al mal y lo hacen objeto de sus preocupaciones. Como Espíritus, dan consejos pérfidos, inspiran la discordia y la desconfianza, y adoptan todas las apariencias para engañar mejor. Se apegan a las personas de carácter lo bastante débil como para ceder a sus sugestiones, a fin de empujarlas a la perdición, satisfechos de poder retardar su adelanto al hacerlas sucumbir ante las pruebas que sufren.

En las manifestaciones pueden ser reconocidos por su lenguaje, pues, la trivialidad y la bajeza de las expresiones, tanto en los Espíritus como en los hombres, es siempre indicio de inferioridad moral y hasta intelectual. Sus comunicaciones revelan la bajeza de sus inclinaciones y si intentan engañar hablando de manera sensata, no pueden sostener por mucho tiempo su papel y acaban siempre revelando su origen.

Algunos pueblos los han convertido en divinidades malignas, otros los designan con nombres tales como demonios, genios malos o Espíritus del mal.

Cuando están encarnados, los seres vivientes a quienes animan son propensos a todos los vicios que engendran las pasiones viles y degradantes: la sensualidad, la crueldad, la felonía, la hipocresía, la codicia, la avaricia sórdida. Hacen el mal por el placer de hacerlo, la mayoría de las veces sin motivo, y por odio al bien escogen casi siempre a sus víctimas entre las personas honradas. Son plagas para la humanidad, sea cual fuere la clase social a la que pertenezcan, y el barniz de la civilización no los preserva del oprobio ni de la ignominia.

103. Novena clase. ESPÍRITUS FRÍVOLOS. – Son ignorantes, maliciosos, inconsecuentes y burlones. Se inmiscuyen en todo y a todo responden, sin preocuparse por la verdad. Se complacen en causar leves molestias y pequeñas alegrías, generar enredos, inducir maliciosamente a error por medio de engaños y picardías. A esta clase pertenecen los Espíritus vulgarmente designados con los nombres de duendes, trasgos, gnomos y diablillos. Mantienen una relación de dependencia con los Espíritus superiores, que los emplean a menudo del mismo modo que nosotros lo hacemos con nuestros servidores.

En sus comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces ingenioso y divertido, pero casi siempre falto de profundidad. Captan los defectos y las ridiculeces de los hombres y los expresan con rasgos mordaces y satíricos. Si utilizan nombres falsos, con frecuencia lo hacen más por malicia que por maldad.

104. Octava clase. ESPÍRITUS PSEUDOCIENTÍFICOS. – Sus conocimientos son suficientemente amplios, pero creen saber más de lo que saben en realidad. Como han realizado algunos progresos desde diversos puntos de vista, su lenguaje tiene un carácter serio que puede engañar respecto a su capacidad y a sus luces. Sin embargo, la mayoría de las veces no es más que un reflejo de los prejuicios y de las ideas sistemáticas de la vida terrenal; una mezcla de algunas verdades con los errores más absurdos, entre los cuales se traslucen la presunción, el orgullo, los celos y la terquedad, de los que no han podido despojarse.

105. Séptima clase. ESPÍRITUS NEUTROS. – No son ni tan buenos como para hacer el bien, ni tan malos como para hacer el mal. Se inclinan tanto hacia uno como hacia otro y no se elevan por encima de la condición general de la humanidad, sea en lo moral o en la inteligencia. Se apegan a las cosas de este mundo, cuyas alegrías groseras echan de menos.

106. Sexta clase. ESPÍRITUS GOLPEADORES Y PERTURBADORES. – Estos Espíritus no forman, para hablar con propiedad, una clase distinta en atención a sus cualidades personales: pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. Suelen manifestar su presencia por medio de efectos sensibles y físicos, tales como golpes, movimiento y desplazamiento anormal de cuerpos sólidos, agitación del aire, etc. Se muestran apegados a la materia más que otros. Parecen ser los agentes principales de las vicisitudes de los elementos del globo, ya sea que actúen sobre el aire, el agua, el fuego, los cuerpos sólidos o en las entrañas de la Tierra. Se reconoce que estos fenómenos no se deben a una causa fortuita y física cuando tienen un carácter intencional e inteligente. Todos los Espíritus pueden producir dichos fenómenos, pero los Espíritus elevados los dejan, en general, entre las atribuciones de los Espíritus subalternos, más aptos para las cosas materiales que para las de la inteligencia. Cuando aquellos juzgan que las manifestaciones de ese género son útiles, se sirven de estos Espíritus como auxiliares.


Segundo orden. – Espíritus buenos

107. Caracteres generales. – Predominio del espíritu sobre la materia. Deseo del bien. Sus cualidades y su poder para hacer el bien se hallan en relación con el grado al que han llegado. Algunos tienen la ciencia, otros la sabiduría y la bondad. Los más adelantados reúnen el saber y las cualidades morales. Como aún no están completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su categoría, las huellas de la existencia corporal, ya sea en la forma del lenguaje o en sus hábitos, en los cuales se reconocen incluso algunas de sus manías. De lo contrario serían Espíritus perfectos.

Comprenden a Dios y a lo infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos. Son felices por el bien que hacen y por el mal que impiden. El amor que los une es para ellos la fuente de una dicha inefable, que no es alterada por la envidia ni por los remordimientos, como tampoco por ninguna de las pasiones malas que son el tormento de los Espíritus imperfectos. No obstante, todos tienen aún pruebas que sufrir, hasta que hayan alcanzado la perfección absoluta.

Como Espíritus, sugieren pensamientos buenos, desvían a los hombres del camino del mal, protegen durante la vida a los que se hacen dignos de ello, y neutralizan la influencia de los Espíritus imperfectos en aquellos que no se complacen en sufrirla.

Cuando están encarnados son buenos y benévolos para con sus semejantes. No los mueve el orgullo, el egoísmo ni la ambición. No experimentan odio, rencor, envidia ni celos, y hacen el bien por el bien mismo.

A este orden pertenecen los Espíritus designados, en las creencias vulgares, con los nombres de genios buenos, genios protectores o Espíritus del bien. En épocas de superstición e ignorancia se los consideraba como divinidades benéficas.

Podemos dividirlos en cuatro grupos principales:

108. Quinta clase. ESPÍRITUS BENÉVOLOS. – Su cualidad dominante es la bondad. Se complacen en prestar servicio a los hombres y en protegerlos, pero su saber es limitado: su progreso es más acabado en el sentido moral que en el intelectual.

109. Cuarta clase. ESPÍRITUS CIENTÍFICOS. – Lo que los distingue especialmente es la amplitud de sus conocimientos. Se preocupan menos de las cuestiones morales que de las científicas, para las cuales tienen más aptitud. Sin embargo, sólo encaran la ciencia desde el punto de vista de la utilidad, y no mezclan con ella ninguna de las pasiones propias de los Espíritus imperfectos.

110. Tercera clase. ESPÍRITUS SABIOS. – Las cualidades morales del orden más elevado forman su carácter distintivo. Si bien no tienen conocimientos ilimitados, están dotados de una capacidad intelectual que les proporciona un juicio sano acerca de los hombres y las cosas.

111. Segunda clase. ESPÍRITUS SUPERIORES. – Reúnen la ciencia, la sabiduría y la bondad. Su lenguaje sólo refleja benevolencia: es constantemente digno, elevado y a menudo sublime. Su superioridad los hace más aptos que a los otros para darnos las nociones más justas acerca de las cosas del mundo incorporal, dentro de los límites de lo que se le permite al hombre conocer. Se comunican gustosos con los que buscan la verdad de buena fe, y cuyas almas están suficientemente desprendidas de los lazos terrenales para comprenderla. En cambio, se alejan de aquellos que sólo están animados por la curiosidad, o a quienes la influencia de la materia desvía de la práctica del bien.

Cuando, por excepción, encarnan en la Tierra, lo hacen para cumplir en ella una misión de progreso. En ese caso nos ofrecen el modelo de perfección al cual la humanidad puede aspirar en este mundo. 


Primer orden. – Espíritus puros

112. Caracteres generales. – Influencia nula de la materia. Superioridad intelectual y moral absoluta en comparación con los Espíritus de los otros órdenes.

113. Primera y única clase. – Han recorrido todos los grados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia. Alcanzaron la suma de la perfección de que es capaz la criatura, razón por la cual ya no habrán de sufrir pruebas ni expiaciones. Como no se encuentran sujetos a la reencarnación en cuerpos perecederos, realizan la vida eterna en el seno de Dios. 

Gozan de una dicha inalterable, porque no están sujetos a las necesidades ni a las vicisitudes de la vida material. Con todo, esa dicha no consiste en una ociosidad monótona que transcurre en perpetua contemplación. Son los mensajeros y los ministros de Dios, cuyas órdenes ejecutan para mantener la armonía universal. Dirigen a los Espíritus inferiores a ellos, los ayudan a perfeccionarse y les asignan su misión. Asistir a los hombres en sus padecimientos, incitarlos al bien o a la expiación de las faltas que los alejan de la felicidad suprema, es para ellos una grata ocupación. Se los designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines. 

Los hombres pueden entrar en comunicación con ellos, pero muy presuntuoso sería el que pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes.



Progresión de los Espíritus

114. Los Espíritus, ¿son buenos o malos por naturaleza, o mejoran por sí mismos?
“Los Espíritus mejoran por sí mismos: al hacerlo pasan de un orden inferior a otro superior.”

115. Los Espíritus, ¿han sido creados unos buenos y otros malos?
“Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, es decir, desprovistos de ciencia. A cada uno le dio una misión con el objetivo de instruirlos y de hacerlos llegar progresivamente a la perfección mediante el conocimiento de la verdad, y para aproximarlos a Él. Para ellos la dicha eterna e imperturbable reside en esa perfección. Los Espíritus adquieren esos conocimientos al pasar por las pruebas que Dios les impone. Algunos aceptan esas pruebas con sumisión y llegan más pronto al objetivo que se les asignó. Otros sólo las sufren con quejas, y así, por su culpa, quedan alejados de la perfección y de la felicidad prometida.”

[115a] – Según esto, en su origen los Espíritus parecen ser como los niños: ignorantes y sin experiencia, aunque poco a poco adquieren los conocimientos que les faltan a medida que recorren las diferentes fases de la vida.
“Sí, la comparación es exacta. El niño rebelde permanece ignorante e imperfecto. Aprende más o menos según su docilidad. Sin embargo, la vida del hombre tiene un término, mientras que la de los Espíritus se extiende hasta lo infinito.”

116. Entre los Espíritus, ¿los hay que quedarán perpetuamente en las categorías inferiores?
“No, todos llegarán a ser perfectos. Cambian, pero con lentitud, porque como lo hemos dicho en otra ocasión, un padre justo y misericordioso no puede conservar a sus hijos en el destierro por toda la eternidad. ¿Pretenderías acaso que Dios, tan grande, bueno y justo, fuese peor que vosotros mismos?”

117. ¿Depende de los Espíritus apresurar su progreso hacia la perfección?
“Sin duda. Llegan con mayor o menor rapidez según su deseo y su sumisión a la voluntad de Dios. Un niño dócil, ¿no se instruye acaso más rápido que uno reacio?”

118. Los Espíritus, ¿pueden degenerar?
“No. A medida que avanzan comprenden lo que los alejaba de la perfección. Cuando el Espíritu ha concluido una prueba, adquirió el conocimiento de ella y no lo olvida. Puede permanecer estacionario, pero no retrocede.”

119. ¿No podría Dios eximir a los Espíritus de las pruebas que deben sufrir para llegar a la primera categoría? 
“Si hubiesen sido creados perfectos no tendrían el mérito para gozar de los beneficios de esa perfección. ¿Cuál sería el mérito si no hubiera lucha? Por otra parte, la desigualdad que existe entre ellos es necesaria para su personalidad. Además, la misión que cumplen en los diferentes grados está dentro de los designios de la Providencia en relación con la armonía del universo.” 

Puesto que en la vida social todos los hombres pueden llegar a los primeros puestos, valdría preguntarse por qué el soberano de un país no asciende a general a cada uno de sus soldados, por qué todos los empleados subalternos no llegan a ser funcionarios superiores, o por qué todos los escolares no se convierten en maestros. Ahora bien, hay una diferencia entre la vida social y la vida espiritual: la primera es limitada y no siempre permite ascender todos los grados, mientras que la segunda es ilimitada y deja a cada uno la posibilidad de elevarse al grado supremo. 

120. ¿Todos los Espíritus pasan por la serie del mal para llegar al bien? 
“No por la serie del mal, sino por la de la ignorancia.”

121. ¿Por qué algunos Espíritus han seguido el camino del bien y otros el del mal?
“¿Acaso no tienen libre albedrío? Dios no creó Espíritus malos; los creó simples e ignorantes, es decir, con tanta aptitud para el bien como para el mal. Los que son malos llegaron a serlo por su voluntad.”

122. ¿Cómo pueden los Espíritus, en su origen, cuando aún no tienen conciencia de sí mismos, tener la libertad de elegir entre el bien y el mal? ¿Hay en ellos un principio, alguna tendencia que los lleve en una dirección más que en otra?
“El libre albedrío se desarrolla a medida que el Espíritu adquiere la conciencia de sí mismo. No habría libertad si la elección fuese determinada por una causa independiente de la voluntad del Espíritu. La causa no está en él, sino fuera de él, en las influencias a las cuales cede en virtud de su voluntad libre. Se trata de la gran alegoría de la caída del hombre y del pecado original: algunos cedieron a la tentación, otros resistieron.”

[122a] – ¿De dónde provienen las influencias que se ejercen sobre él?
“De los Espíritus imperfectos que procuran apoderarse de él y dominarlo, y que se complacen en hacerlo sucumbir. Es lo que se ha querido representar mediante la figura de Satanás.”

122b] – Esa influencia, ¿sólo se ejerce sobre el Espíritu en su origen?
“Lo sigue durante su vida de Espíritu hasta que haya conseguido tal dominio de sí mismo, que los malos renuncien a obsesionarlo.”

123. ¿Por qué Dios ha permitido que los Espíritus puedan seguir el camino del mal?
“¿Cómo os atrevéis a pedir a Dios cuenta de sus actos? ¿Acaso creéis poder penetrar sus designios? Sin embargo, estáis en condiciones de deciros esto: la sabiduría de Dios está en la libertad que deja a cada uno de elegir, pues cada uno tiene el mérito de sus obras.”

124. Puesto que hay Espíritus que desde el principio siguen el camino del bien absoluto, y otros el del mal absoluto, ¿existen sin duda grados entre esos dos extremos?
“Sí, con certeza, y son la gran mayoría.”

125. Los Espíritus que han seguido el camino del mal, ¿podrán llegar al mismo grado de superioridad que los otros?
“Sí, pero las eternidades serán más largas para ellos.”

Por la expresión las eternidades debemos entender la idea que tienen los Espíritus inferiores acerca de la perpetuidad de sus padecimientos, porque no les es dado ver el término de estos. Esa idea se renueva con cada una de las pruebas ante las que sucumben.

126. Los Espíritus que han llegado al grado supremo después de haber pasado por el mal, ¿tienen ante Dios menos mérito que los otros?
 “Dios contempla a los extraviados con la misma mirada y los ama a todos con el mismo amor. Se los llama malos porque han sucumbido, pero antes sólo eran Espíritus simples.”

127. Los Espíritus, ¿son creados iguales en cuanto a sus facultades intelectuales?
“Son creados iguales, pero al no saber de dónde provienen es preciso que el libre albedrío siga su curso. Progresan con mayor o menor rapidez, tanto en inteligencia como en moralidad.”

Los Espíritus que siguen desde el principio el camino del bien no son por eso Espíritus perfectos. Si bien no tienen malas tendencias, no están eximidos de adquirir la experiencia y los conocimientos necesarios para alcanzar la perfección. Podemos compararlos con niños que, sea cual fuere la bondad de sus instintos naturales, tienen necesidad de desarrollarse, de instruirse, y no llegan sin transición de la infancia a la edad madura. Así como hay hombres que son buenos y otros que son malos desde la infancia, de igual modo hay Espíritus que son buenos o malos desde el principio, con la diferencia capital de que el niño tiene instintos completamente formados, mientras que el Espíritu, en su formación, no es ni malo ni bueno; tiene todas las tendencias, y toma una u otra dirección en virtud de su libre albedrío.



Ángeles y demonios

128. Los seres que llamamos ángeles, arcángeles y serafines, ¿forman una categoría especial, de naturaleza diferente a la de los otros Espíritus?
“No, son los Espíritus puros: los que están en el más alto grado de la escala y reúnen todas las perfecciones.” 

La palabra ángel despierta por lo general la idea de la perfección moral. Sin embargo, suele aplicarse a todos los seres, buenos y malos, que están fuera de la humanidad. Se dice: el ángel bueno y el ángel malo, el ángel de la luz y el ángel de las tinieblas. En este caso, es sinónimo de Espíritu o de genio. Nosotros la tomamos aquí en su acepción buena.

129. Los ángeles, ¿han recorrido todos los grados?
“Han recorrido todos los grados. No obstante, como hemos dicho, algunos aceptaron su misión sin quejarse y llegaron más rápido; otros pusieron un tiempo más o menos prolongado para alcanzar la perfección.”

130. Si la opinión que admite la existencia de seres creados perfectos y superiores a las demás criaturas es errónea, ¿cómo se explica que se la encuentre en la tradición de casi todos los pueblos?
“Debes saber que tu mundo no es eterno y que, mucho tiempo antes de que existiese, ya había Espíritus que habían alcanzado el grado supremo. Los hombres, entonces, pudieron creer que dichos Espíritus fueron siempre así.”

131. ¿Existen demonios, en el sentido que se da a esta palabra?
“Si hubiese demonios serían obra de Dios. Ahora bien, ¿sería Dios justo y bueno si hubiese hecho seres eternamente consagrados al mal y desdichados? Si existen demonios, residen en tu mundo inferior y en otros semejantes. Los hombres hipócritas son quienes hacen de un Dios justo un Dios malo y vengativo, y creen complacerlo con las abominaciones que cometen en su nombre.” 

La palabra demonio sólo implica la idea de Espíritu malo en su acepción moderna, pues la palabra griega dáimon(6), de la cual deriva, significa genio, inteligencia, y se aplica a los seres incorporales, buenos o malos, sin distinción. 

(6) [Transliteración castellana del termino δαίμων. En francés, Allan Kardec escribe daimôn.]


Se supone que los demonios, según la acepción vulgar de la palabra, son seres esencialmente malignos. Serían, como todas las cosas, una creación de Dios. Ahora bien, no es posible que Dios, que es soberanamente justo y bueno, haya creado seres que por naturaleza estén encargados de hacer el mal, y condenados por toda la eternidad. Y si no fuesen obra de Dios, serían eternos como Él, en cuyo caso habría muchos poderes soberanos.

La primera condición de toda doctrina es que sea lógica. Ahora bien, a la doctrina de los demonios, en su sentido absoluto, le falta esa base esencial. Se concibe que, en las creencias de los pueblos atrasados, que por no conocer los atributos de Dios admiten divinidades malignas, se admita también la existencia de demonios. Sin embargo, para quienquiera que haga de la bondad uno de los atributos de Dios por excelencia, es ilógico y contradictorio suponer que Él pudo crear seres consagrados al mal y destinados a practicarlo a perpetuidad, pues esto equivaldría a negar su bondad. Los partidarios de los demonios se apoyan en las palabras de Cristo. No seremos nosotros, por cierto, quienes discutiremos la autoridad de la enseñanza cristiana, a la cual querríamos ver en el corazón antes que en los labios de los hombres. No obstante, ¿estamos suficientemente seguros del sentido que Cristo le daba a la palabra demonio? ¿No sabemos que la forma alegórica es uno de los sellos distintivos de su lenguaje? ¿Debemos tomar al pie de la letra todo lo que contiene el Evangelio? No precisamos otra prueba más que el siguiente pasaje: 

“Inmediatamente después de esos días de aflicción, el sol se oscurecerá y la luna ya no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas del cielo serán sacudidas. En verdad os digo que esta generación no pasará hasta que todo eso se cumpla.”

¿Acaso no hemos visto que la ciencia contradice la forma del texto bíblico en lo que atañe a la creación y al movimiento de la Tierra? ¿No podría suceder lo mismo con determinadas figuras empleadas por Cristo, quien debía hablar según los tiempos y lugares? Cristo no pudo decir a sabiendas algo falso. Si en sus palabras, pues, hay cosas que parecen chocar a la razón, es porque no las comprendemos o las interpretamos mal.

Los hombres han hecho con los demonios lo mismo que con los ángeles: así como creyeron en seres eternamente perfectos, de igual modo han tomado a los Espíritus inferiores por seres perpetuamente malos. Por consiguiente, la palabra demonio debe entenderse en alusión a los Espíritus impuros, que a menudo no son mejores que los designados con ese nombre, pero con la diferencia de que su estado sólo es transitorio. Son Espíritus imperfectos que se quejan por las pruebas que sufren y que, por eso, las sufren mucho más tiempo, aunque también llegarán a la perfección cuando tengan voluntad de hacerlo. Podríamos aceptar, pues, la palabra demonio con esa restricción. No obstante, como actualmente se la entiende en un sentido exclusivo, podría inducir a error, al hacer creer en la existencia de seres especiales creados para el mal.

Con respecto a Satanás, es evidente que se trata de la personificación del mal bajo una forma alegórica, pues no podríamos admitir la existencia de un ser malo que luchase de igual a igual contra la Divinidad, y cuya única preocupación fuera oponerse a sus designios. Como el hombre necesita figuras e imágenes que impresionen su imaginación, ha representado a los seres incorporales con una forma material y con atributos que recuerdan sus propias cualidades o defectos. Así, cuando los antiguos querían personificar el Tiempo, pintaban la figura de un anciano con una hoz y un reloj de arena, pues la imagen de un hombre joven habría sido un contrasentido. Lo mismo sucede con las alegorías de la Fortuna, la Verdad, etc. Los modernos han representado a los ángeles o Espíritus puros con una figura radiante y alas blancas: emblema de la pureza; y a Satanás con cuernos, garras y los atributos de la bestialidad: emblema de las pasiones viles. El vulgo, que toma las cosas literalmente, ha visto en esos emblemas a un individuo real, como antaño veía a Saturno en la alegoría del Tiempo.


AMOR, CARIDAD y TRABAJO








No hay comentarios:

Publicar un comentario