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Adolescencia






ADOLESCENCIA





La adolescencia es la fase más difícil y peligrosa de la vida, más también la más bella.

Todo es esperanzas y sueños, incluso para los espíritus más prácticos. Más existen adolescencias torpes, cargadas de pruebas quebrantadoras. Es en esta fase – entre los 13 y los 14 años hasta los 18 o 20 –, que el joven toma consciencia de sus nuevas responsabilidades, en su nueva residencia en la Tierra, para recordar el título de uno de los más bellos libros de poemas de Pablo Neruda. En este período las lecciones y los ejemplos de la infancia maduran lentamente y precisan, más que nunca, ser aumentados de nuevos y vigorosos estímulos. Porque, en esta primavera de la vida se avivan el perfume de las flores, el estupendo olor del polen y las condiciones de vagos recuerdos del pasado. El adolescente se siente atraído por sectores diversos de actividades y arrastrado hacia comportamientos anteriores casi siempre peligrosos. El se muestra rebelde, insatisfecho, se enfrenta a los padres y pretende corregirlos. Se torna crítico, irónico, generalmente burlón, pretencioso, creyendo saber más que los otros, especialmente que los más viejos. Será el momento de la reelaboración de las experiencias de las generaciones anteriores, muy acentuado en la obra de Dewey. El tiene la razón y sabe que la tiene, mas no sabe cómo definirla, exponerla y orientar su pensamiento aún sin forma y ya ansioso por exteriorizarse e imponerse al mundo. No se le puede contrariar frontalmente ni aprobarlo sin restricciones. Cualquiera de estas actitudes podrá exasperarlo. Se debe tratar con cuidado, evitando excesos, y darle ejemplos positivos sin alardes, sin propaganda. Él, solo él será quien deberá percibir lo que se hace de bueno o de malo a su alrededor. Estímulos buenos y tentaciones peligrosas perturban su alegría, pequeñas recepciones le parecerán definitivas. Es en esta fase que se podría percibir, más o menos, cuáles fueron los tipos de experiencias por las que pasó en su última encarnación. Esta percepción ofrece indicaciones importantes para la orientación del proceso educativo, desde que sean consideradas con cautela y confrontadas con otras manifestaciones que las corroboren. De cualquier manera, no se debería hacer saber de estas observaciones al joven. Ellas sirven apenas para los padres y los familiares integrados en el trabajo de orientación. Comunicaciones de entidades serias y suficientemente conocidas podrían también auxiliar.

En las familias espíritas, bien integradas en la Doctrina, el proceso se torna más fácilmente realizable. En las familias católicas y protestantes, o integradas en sectas anti-reencarnacionistas, las dificultades serán mayores, más no insuperables. La lectura y el estudio de las obras de Kardec ayudarán mucho al desenvolvimiento del proceso educativo, desde que el adolescente se muestre interesado por el conocimiento del problema. Forzarlo a esto sería contraproducente. Todo lo que representa o parezca imposición será fatalmente rechazado. La lectura referida podrá ser sugerida por otro adolescente, sin que se deje transparentar el dedo de un adulto detrás del intento.

De manera general, la observación de la vocación y de las tendencias del adolescente es importante. Mas lo más importante será siempre el ejemplo de los más viejos, en la familia y en la escuela, pues el instinto de imitación del niño subsiste en el adolescente y se prolonga, generalmente, en la madurez, diluido más constante, lo que podemos verificar fácilmente en el medio social común. Los tiempos actuales no son favorables a los buenos ejemplos, más habrá siempre buenos libros que se pueden regalar a un adolescente en su aniversario, sin dejar percibir cualquier intención orientadora. Los libros que tratan de problemas espirituales y morales deben ser de autores brillantes, que encaren al mundo y la vida de manera objetiva, sin caer en el sermoneo o en el misticismo sentimental. O tratamos con los jóvenes en un lenguaje claro, directo y positivo o no seremos escuchados. Las nuevas generaciones son vanguardistas de un nuevo mundo y no quieren compromisos con el mundo de mentiras e hipocresías en el que vivimos hasta ahora.

No se piense, sin embargo, que todos los adolescentes son difíciles. En su excelente estudio La Crisis de la Adolescencia, Maurice Debusse tiene mucho para enseñarnos.

Las inquietudes primaverales de la adolescencia reflejan amarguras y alegrías de otras encarnaciones. Las amarguras corresponderían a fracasos dolorosos de una vida pasada, que tanto puede ser la última como también una encarnación anterior. Las alegrías reflejan acontecimientos felices, que por esto cargan también las sombras de la nostalgia, generando en el adolescente extrañas y profundas nostalgias. No se trata propiamente de remembranzas o recuerdos, mas apenas de un eco sobrecogedor que parece resonar en las profundidades de una gruta. El adolescente sufre estas repercusiones sin identificarlas, sin saber de dónde llegan a su acústica interior estos ruidos semejantes al de los disponibles en una playa desierta. Ansias indefinidas brotan de su corazón, intentando arrastrarlo hacia distancias desconocidas, mundos perdidos en el tiempo, criaturas amadas más desconocidas que lo llaman y ansían por encontrarlo. Los sueños lo embalan a veces, al dormir, en situaciones que lo confunden, pues las imágenes de otros tiempos y las del presente se barajan en el proceso onírico (de los sueños), sin permitirle identificar lugares, edificios, ciudades en que las que parece haber vivido. Los terrores nocturnos lo asaltan con visiones que muchas veces nada tienen de trágico o peligroso, mas que no obstante lo despiertan asustado y trémulo. Atrevido y audaz a la luz del día, dispuesto a enfrentar al mundo de los viejos y transformarlo heroicamente en un mundo mejor, se muestra infantil y frágil en estos momentos de resonancia imprecisa del pasado. A veces un pequeño incidente del presente, un intercambio de palabras ásperas con alguien, una joven que lo encaró distraídamente en la calle y después le volteó abruptamente el rostro, será suficiente para llevarlo a huir para su cuarto, encerrándose con llave para llorar angustiado sin saber por qué motivo llora. La crisis de la adolescencia no es fatal, obligatoria, por lo menos en esta intensidad. Varía enormemente en los grados de su manifestación y en algunos adolescentes parece nunca manifestarse. En verdad, se manifiesta atenuada, interpretándose en caprichos extraños, en una especie de esquizofrenia incipiente, que necesiten psicólogos y psiquiatras. Son las variaciones de temperamentos, de situaciones vividas, de sensibilidad más o menos aguzada, de mayor o menor integración del espíritu en la nueva encarnación, que determinan esta variedad. La resonancia existirá siempre, mas no siempre desencadena la crisis. Los temperamentos estéticos, soñadores, son los más afectados. Los espíritus prácticos se apegan más fácilmente a la nueva realidad y la resonancia se produce en ellos de manera desvanecida, sin afectar su comportamiento. 

Habrá criaturas que desde la infancia comenzarán a sentir los síntomas de la crisis. Ciertos adolescentes pasan por el período de la crisis como abobados, en estado de permanente distracción. Rechazan el mundo y al medio en que viven y desean morir. Creen que jamás se integrarán a la realidad presente. Realidad que pronto se va imponiendo a estas criaturas que acaban por adaptarse a ella. La vida tiene sus leyes y sabe domar la rebeldía humana. Algunas de estas almas rebeldes se acomodan al mundo, mas nunca lo aceptan de buen grado. Parecen exiladas en nuestro planeta. El período más difícil que atraviesan es el de la adolescencia, rechazando compañías, huyendo de las reuniones festivas, entregados a una especie de desánimo permanente. 
En la pesquisa espírita se verifica, en la mayoría de estos casos, la presencia de entidades inconformes que aumentan la inquietud de estos espíritus nostálgicos. En las reuniones mediúmnicas y a través de pases encuentran generalmente la solución de esta nostalgia aparentemente sin motivo. 

El mundo actual presiona de manera arrasadora a estas almas sensibles, que muchas veces están pasando por los rescates de privilegios que usaran y abusaran aquí mismo, en la Tierra. Los cambios de posiciones sociales, el cambio de un medio refinado por las situaciones inferiores, en el proceso reencarnatorio, causa los desajustes naturales de todos los cambios. Más cada alma viene preparada espiritualmente para superar estas dificultades de los períodos de adaptación.

 J. Herculano Pires

AMOR, CARIDAD y TRABAJO







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