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¿Existe continuidad entre el reino animal y el hombre (espíritu encarnado)?






¿EXISTE CONTINUIDAD ENTRE EL REINO ANIMAL Y EL HOMBRE (ESPÍRITU ENCARNADO)?





En algunas preguntas del Libro de los Espíritus de Allan Kardec, después de las respuestas que dieron los espíritus superiores, suele venir un texto que tengo entendido corresponde a Kardec. Pues bien, en la pregunta 613, hay un texto del cual he extraído del original en francés lo siguiente:    

« Au point de vue physique , il forme évidemment un anneau de la chaine des étres vivants; mais au point de vue moral, entre l'animal et l'hommo, il y a solution de continuité ; l'homme posséde en propre l'ame ou Esprit , étincelle divine qui lui donne le'sens moral et une portée intellectuelle qui manquent aux animaux. »

Que traducido viene a decir, refiriéndose al hombre:

Desde un punto de vista físico, obviamente forma un eslabón de la cadena de seres vivos; pero(*) desde el punto de vista moral, entre el animal y el hombre, hay una solución de continuidad; el hombre posee en sí mismo el alma o el Espíritu, una chispa divina que le otorga el significado moral e intelectual del que carecen los animales.
(*) Enlace que une dos oraciones cuyos significados se contraponen.

Según la R.A.E. de la lengua "Solución de continuidad" significa "Interrupción o falta de continuidad", por lo tanto, entre el animal y el hombre no existe continuidad.

A continuación, voy a transcribir textos relativos al título de este artículo, extraídos de los libros de la codificación espírita de Allan Kardec.



EL GÉNESIS
Capítulo VI
Uranografía (1) general
(1) Parte de la astronomía que estudia la descripción de los cuerpos celestes.
LA CREACIÓN UNIVERSAL
La materia etérea, más o menos enrarecida, que ocupa los espacios interplanetarios; ese fluido cósmico que llena el mundo, más o menos rarificado en las regiones inmensas, ricas en aglomeraciones de estrellas, más o menos condensado allí donde el cielo astral no brilla aún, más o menos modificado por diversas combinaciones según las localidades de la extensión, no es otra sino la substancia primitiva en que residen las fuerzas universales, de donde la Naturaleza ha sacado todas las cosas. (2) 
(2)  Si se quisiera saber cuál es el principio de esas fuerzas y cómo puede hallarse él en la misma sustancia que lo produce, responderíamos que la mecánica nos ofrece numerosos ejemplos. La elasticidad que tiene un resorte no se encuentra en el resorte mismo. ¿No depende del modo de agregación de las moléculas? El cuerpo que obedece a la fuerza centrífuga recibe su impulso del movimiento primitivo que se ha dado. [N. de A. Kardec.]



Capítulo X
Génesis orgánica
EL HOMBRE CORPORAL
Desde el punto de vista corporal, y puramente anatómico, el hombre pertenece a la clase de los mamíferos, de los cuales no difiere sino por ligeros matices en la forma exterior; en lo demás, la misma composición química de todos los animales, los mismos órganos, las mismas funciones y los mismos modos de nutrición, de respiración, de secreción, de reproducción; nace, vive y muere en las mismas condiciones, y a su muerte, su cuerpo se descompone como todo lo que vive. No hay en su sangre, en su carne, en sus huesos, un átomo diferente de aquellos que se encuentran en el cuerpo de los animales; como éstos, al morir, regresa a la tierra el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono que estaban combinados para formarlo, y van, por nuevas combinaciones, a formar nuevos cuerpos minerales, vegetales y animales. La analogía es tan grande que se estudian sus funciones orgánicas en ciertos animales, cuando no se pueden realizar las experiencias con el mismo hombre.

Aunque duela mucho al hombre, debe resignarse al hecho de que su cuerpo material sea la última pieza de la animalidad sobre la Tierra. El argumento a favor de los hechos está ahí, contra el cual se protestaría en vano.


Pero cuanto más disminuya el valor del cuerpo ante sus ojos, más crece la importancia del principio espiritual. Si el cuerpo lo rebaja a la altura del animal, el alma lo eleva hasta alturas indescriptibles. Vemos el límite al que llega el animal, mas no podemos sospechar hasta dónde puede llegar el espíritu humano.



Capítulo XI
Génesis espiritual
PRINCIPIO ESPIRITUAL
El principio espiritual es el corolario (consecuencia) de la existencia de Dios; sin este principio, Dios no tendría razón de ser, porque no se podría concebir más a la soberana inteligencia, reinando, durante la eternidad, solamente sobre la materia bruta, del mismo modo que a un soberano terrestre reinando, durante toda su vida, sobre piedras. Como no se puede admitir a Dios sin los atributos esenciales de la Divinidad: la justicia y la bondad, estas cualidades serían inútiles si sólo hubiesen de ejercerse sobre la materia.

El principio espiritual, ¿proviene del elemento cósmico universal, o será sólo una transformación, un modo de existencia de ese elemento, como lo son la luz, la electricidad y el calor? 

Si fuese así, el principio espiritual sufriría las vicisitudes de la materia; se extinguiría por la desagregación, como ocurre con el principio vital. El ser inteligente poseería una existencia momentánea y similar a la del cuerpo, y después de la muerte volvería a la nada, o lo que sería igual, al todo universal, lo cual se constituiría en la afirmación de las doctrinas materialistas. 

Las propiedades sui generis (singulares, extraordinarias) que reconocemos en el principio espiritual prueban que tiene una existencia propia e independiente, ya que si se originase en la materia no poseería tales propiedades. Siendo que la inteligencia y el pensamiento no pueden ser atributos de la materia, remontándonos de los efectos a las causas llegamos a la conclusión de que el elemento material y el espiritual son los dos principios constitutivos del Universo. El Elemento espiritual individualizado conforma a los seres llamados espíritus, al igual que el elemento material individualizado constituye los diversos cuerpos orgánicos e inorgánicos de la Naturaleza.

Ya hemos admitido al ser espiritual y no podemos aceptar que su origen esté en la materia; pues bien, ¿cuál es, entonces, su punto de partida? 
En este terreno, los medios de investigación se equivocan, como en todo lo que se refiere al principio de las cosas. El hombre sólo es capaz de constatar aquello que existe. Sobre el resto, únicamente puede emitir hipótesis. Y ya sea porque este conocimiento sobrepasa el alcance de su inteligencia actual o porque tal conocimiento le pueda resultar ahora inútil o inconveniente. Dios no se lo concede ni siquiera por medio de la revelación. 


Lo que Dios hace decir, por sus mensajeros, y lo que, por otra parte, el mismo hombre podría deducir del principio de soberana justicia, que es uno de los atributos esenciales de la Divinidad, es que todos tienen un mismo punto de partida; que todos son creados simples e ignorantes, con igual aptitud para progresar mediante su actividad individual; que todos alcanzarán el grado de perfección compatible con la criatura por sus esfuerzos personales; que todos siendo hijos de un mismo Padre, son el objeto de igual solicitud; que no hay ninguno más favorecido o mejor dotado que los otros, y dispensado del trabajo que sería impuesto a los otros para alcanzar el objetivo.


UNIÓN DEL PRINCIPIO ESPIRITUAL Y DE LA MATERIA
Debiendo la materia ser el objeto de trabajo del Espíritu, para el desarrollo de sus facultades, era necesario que pudiese actuar sobre ella, por eso vino a habitarla, como el leñador habita el bosque. Debiendo ser la materia, al mismo tiempo, el objetivo y el instrumento de trabajo, Dios, en lugar de unir el Espíritu a la piedra rígida, creó, para su uso, cuerpos organizados, flexibles, capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad y de prestarse a todos sus movimientos.

El cuerpo es, pues, al mismo tiempo, la envoltura y el instrumento del Espíritu, y, a medida que éste adquiere nuevas aptitudes, reviste una envoltura apropiada al nuevo género de trabajo que debe realizar, como se da a un obrero herramientas menos groseras a medida que sea capaz de hacer una obra más delicada.

Para ser más exacto, es necesario decir que es el Espíritu mismo quien da forma a su envoltura y lo adapta a sus nuevas necesidades; lo perfecciona, lo desarrolla y completa el organismo a medida que siente la necesidad de manifestar nuevas facultades; en una palabra, lo ajusta a la medida de su inteligencia; Dios le suministra los materiales; a él le corresponde emplearlos; así es que las razas avanzadas tienen un organismo, o si se quiere, un órgano cerebral más perfeccionado que las razas primitivas. Así se explica también el sello especial que el carácter del Espíritu imprime a los rasgos de la fisonomía y al comportamiento del cuerpo. 

El cuerpo no es, pues, sino una envoltura destinada a recibir al Espíritu; siendo así, poco importan su origen y los materiales de que esté formado. Que el cuerpo del hombre sea una creación especial o no, no por eso deja de estar formado de los mismos elementos que los de los animales, animado del mismo principio vital, o, dicho de otro modo, calentado por el mismo fuego, como es alumbrado por la misma luz, y sujeto a las mismas vicisitudes y las mismas necesidades: es un punto sobre el cual no hay contestación.

Al no considerar sino la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene, pues, nada que lo distinga del animal; pero todo cambia de aspecto si se hace la distinción entre la habitación y el habitante.

Aunque un noble viva en la choza del campesino o vista el sayal del pastor, seguirá siendo un gran señor. Ocurre lo mismo con el hombre; no es su vestido de carne el que lo eleva por sobre la bestia y lo convierte en un ser especial, es su ser espiritual, su Espíritu.


HIPÓTESIS SOBRE EL ORIGEN DE LOS CUERPOS HUMANOS
De la semejanza de las formas exteriores que existen entre el cuerpo del hombre y el del mono, ciertos fisiologistas concluyeron que el primero solo era una transformación del segundo. En esto no hay nada de imposible y si así fuere, la dignidad del hombre no tendría nada de que sufrir. Cuerpos de monos pudieron muy bien haber servido de vestimenta a los primeros Espíritus humanos, necesariamente poco avanzados, que vinieron a encarnarse sobre la Tierra, siendo estos vestidos los medios apropiados a sus necesidades y más apropiados al ejercicio de sus facultades que el cuerpo de ningún otro animal. En vez de crear un vestido especial para el Espíritu, encontró en él, uno ya hecho. Ha podido, pues, vestirse con la piel de un mono, sin dejar de ser Espíritu humano, como el hombre a veces se reviste con la piel de ciertos animales, sin dejar de ser hombre.

Quede bien entendido que no se trata aquí sino de una hipótesis, que de ningún modo es dada como principio, sino que es dada solamente para mostrar que el origen del cuerpo no perjudica al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el cuerpo del mono no implica la paridad entre su Espíritu y el del mono.

Admitiendo esta hipótesis, puede decirse que bajo la influencia y por efecto de la actividad intelectual de su nuevo habitante, la envoltura se ha modificado, se embelleció en los detalles, conservando en todo, la forma general del conjunto. Los cuerpos mejorados, al procrearse, se han reproducido en las mismas condiciones, como sucede a los árboles injertados; dieron nacimiento a una nueva especie que poco a poco, se alejó del tipo primitivo, a medida que el Espíritu progresó. El Espíritu del mono, que no se exterminó, continuó procreando cuerpos de monos para su uso, como el fruto del borde produce bordes, y el Espíritu humano procreó cuerpos de hombres, variantes del primer molde en el que se estableció. El linaje se bifurcó; produjo un descendiente y ese descendiente se convirtió en linaje.

Como no hay transiciones bruscas en la Naturaleza, es probable que los primeros hombres que aparecieron sobre la Tierra se hayan diferenciado poco del mono por su forma exterior, y, sin duda, no mucho más por la inteligencia. Hay aún, en nuestros días, salvajes que, por el largo de los brazos y los pies, y la conformación de la cabeza, tienen de tal modo el comportamiento del mono que no les falta sino ser peludos para completar la semejanza.




EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
Capítulo XXII
DE LA MEDIUMNIDAD DE LOS ANIMALES
Dios ha puesto los animales a vuestro lado como auxiliares para alimentaros, para vestiros, para secundaros. Les ha dado cierta dosis de inteligencia porque para ayudaros le es necesaria la comprensión, y ha proporcionado su inteligencia a los servicios que están llamados a prestaros; pero en su sabiduría no ha querido que estuviesen sometidos a la misma ley del progreso; tales como fueron creados, tales han quedado y quedarán hasta la extinción de sus razas.



EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
Capítulo V  
Consideraciones sobre la Pluralidad de las Existencias 

222 … entre la metempsicosis de los antiguos y la moderna doctrina de la reencarnación, la gran diferencia de que los espíritus rechazan del modo más absoluto la transmigración del hombre en los animales y viceversa.


Capítulo XI
LOS MINERALES Y LAS PLANTAS
-¿En los mundos superiores, las plantas son, como los otros seres, de naturaleza más perfecta?
-Todo es más perfecto, pero las plantas siempre son plantas, como los animales son siempre animales y los hombres son siempre hombres.


LOS ANIMALES Y EL HOMBRE
-Si comparamos al hombre y a los animales, con respecto a la inteligencia, la línea de demarcación parece difícil de establecer, porque ciertos animales, bajo este aspecto, tienen una superioridad notoria sobre ciertos hombres. ¿Puede ser establecida de una manera precisa esta línea de demarcación?
-Sobre este punto no están muy acordes vuestros filósofos. Unos quieren que el hombre sea un animal y otros que el animal sea un hombre; Todos están errados. El hombre es un ser aparte, que se rebaja mucho a veces o que puede elevarse muy alto. Físicamente el hombre es como los animales y está mucho menos provisto, que muchos de ellos. La Naturaleza les dio todo lo que el hombre está obligado a inventar con su inteligencia para sus necesidades y su conservación. Es verdad que su cuerpo se destruye como el de los animales, pero su Espíritu tiene un destino que sólo él puede comprender, porque sólo él es completamente libre. ¡Pobres hombres, que os rebajáis aún por debajo de la brutalidad! ¿No os sabéis distinguir? Reconoced al hombre por el pensamiento de Dios.

-Puesto que los animales tienen una inteligencia que les da cierta libertad de acción, ¿existe en ellos un principio independiente de la materia?
–Sí, y sobrevive al cuerpo.
– ¿Este principio en un alma semejante a la del hombre?
–Es también un alma(3), si así lo queréis; eso depende del sentido que se dé a esa palabra; pero es inferior a la del hombre. Entre el alma de los animales y la del hombre hay tanta distancia como entre el alma del hombre y Dios.

(3)Texto extraído de la Introducción al estudio de la Doctrina Espírita, tema II:
Evitaríase igualmente la confusión empleando la palabra alma en los tres casos (el alma como principio de la vida orgánica, el alma como principio de la inteligencia y el alma como un ser moral), añadiéndole un calificativo que especificase el punto de vista bajo el cual la consideramos o la aplicación que de ella se hace. Sería entonces una palabra genérica, representando al mismo tiempo el principio de la vida material, de la inteligencia y del sentido moral, y que se distinguiría por medio de un atributo, como el gas, por ejemplo, que se distingue añadiéndole las palabras hidrógeno, oxígeno o nitrógeno. Entonces se podría decir, y tal vez fuese lo mejor, el alma vital para el principio de la vida material, el alma intelectual para el principio de la inteligencia y el alma espírita para el principio de nuestra individualidad después de la muerte. Como se ve, todo esto es una cuestión de palabras, pero una cuestión muy importante para entenderse. Según eso, el alma vital sería común a todos los seres orgánicos: plantas, animales y hombres; el alma intelectual propia de los animales y hombres, y el alma espírita pertenecería solamente al hombre.

– ¿El alma de los animales tiene elección para encarnarse en un animal antes que en otro?
–No, pues no tiene libre albedrío.

– El alma del animal, sobreviviente al cuerpo, ¿está después de la muerte en un estado errante como la del hombre?
–Es una especie de erraticidad, porque no está unida al cuerpo, pero no es un Espíritu errante. El Espíritu errante es un ser que piensa y actúa por su libre voluntad, siendo la conciencia de sí mismo su atributo principal. El alma de los animales no tiene esa misma facultad. El Espíritu del animal es clasificado después de la muerte, por los Espíritus a quienes les compete y utilizado casi de inmediato, no teniendo tiempo para ponerse en relación con otras criaturas.

– ¿Siguen los animales una ley progresiva como los hombres?
–Sí, y por esto en los mundos superiores, donde los hombres están más avanzados, los animales lo están también y tienen medios más desarrollados de comunicación. Pero son siempre inferiores y están sometidos al hombre. Son para él servidores inteligentes.

Nada hay en esto de extraordinario. Supongamos a nuestros más inteligentes animales: al caballo, al perro, al elefante, dotados de una conformación apropiada a los trabajos manuales, ¿qué de cosas no harían bajo la dirección del hombre?

– ¿La inteligencia es una propiedad común, un punto de contacto, entre el alma de los animales y la del hombre?
Sí, pero los animales sólo tienen la inteligencia de la vida material. En el hombre, la inteligencia da la vida moral. 

– Se ha dicho que el alma del hombre en su origen está en el estado de infancia de la vida corporal, que su inteligencia apenas destella y que se ensaya para la vida; ¿dónde cumple el Espíritu esta primera fase?
– En una serie de existencias que preceden al período que llamáis humanidad.
– ¿Parecería, así, que el alma haya sido el principio inteligente de los seres inferiores de la creación?
¿No dijimos que todo se encadena y tiende a la unidad de la Naturaleza? En esos seres que estáis muy lejos de conocerlos en su totalidad, se elabora el principio inteligente, se individualiza poco a poco y se ensaya para la vida, como dijimos. Es hasta cierto punto, un trabajo preparatorio como el de la germinación, después del cual el principio inteligente experimenta una transformación y se convierte en Espíritu. Entonces empieza para él, el período de la humanidad, y con él la conciencia de su futuro, la distinción del bien y del mal y la responsabilidad de sus actos; como después del período de la infancia viene el de la adolescencia, después de la juventud y en fin la edad madura. Por lo demás, nada de humillante tiene este origen para el hombre. ¿Se creen humillados los grandes genios por haber sido fetos informes en el seno de su madre? Si alguna cosa debe humillarlo es su inferioridad ante Dios y su impotencia para sondear la profundidad de sus designios y la sabiduría de las leyes que rigen la armonía del Universo. Reconoced la grandeza de Dios en esa armonía admirable que hace que todo sea solidario en la Naturaleza. Creer que Dios haya podido hacer algo sin objeto y crear seres inteligentes sin futuro, sería blasfemar contra su bondad, que se extiende sobre todas las criaturas.
– ¿Ese período para humanizar el alma comienza en la Tierra?
– La Tierra no es el punto de partida de la primera encarnación humana; el período para humanizar el alma comienza, por lo general, en mundos más inferiores aún, lo cual, sin embargo, no es una regla absoluta y podría ser que un Espíritu, desde comienzo humano, esté apto para vivir en la Tierra. Este caso no es frecuente y constituye más bien una excepción.

– ¿El Espíritu del hombre tiene, después de la muerte, conciencia de las existencias que han precedido a su período de humanidad?
– No; porque no es en ese período que empieza para él la vida de Espíritu y es muy difícil que se recuerde de sus primeras existencias como hombre, como no se recuerda el hombre en lo absoluto de los primeros tiempos de su infancia y menos aún del tiempo que pasó en el seno de su madre. Por eso los Espíritus nos dicen que no saben cómo ha sido su comienzo. (4)

(4) – ¿Tuvieron principio los Espíritus, o son eternos como Dios?
– Si los Espíritus no hubiesen tenido principio, serían iguales a Dios, mientras que son creación suya y están sometidos a su voluntad. Dios existe eternamente y esto es incontestable; pero saber cómo y cuándo nos creó, no lo sabemos. Puedes decir que no tuvimos principio, si entendiereis con esto que, siendo Dios eterno, ha creado sin descanso; pero saber cómo y cuándo creó a cada uno de nosotros, lo repito, nadie lo sabe, pues éste es un misterio.

– Una vez entrado en el período de humanidad el Espíritu, ¿conserva vestigios de lo que era anteriormente, es decir, del estado en que se encontraba en el período que podría llamarse pre humanitario?
– Depende de la distancia que separa los dos períodos y el progreso alcanzado. Durante algunas generaciones, puede haber un reflejo más o menos pronunciado del estado primitivo; porque nada se hace en la Naturaleza por transición brusca. Siempre existen eslabones que ligan las extremidades de las cadenas de los seres y de los acontecimientos; pero esos vestigios se borran con el desarrollo del libre albedrío. Los primeros progresos se realizan lentamente; porque no están aún secundados por la voluntad y siguen una progresión más rápida, a medida que el Espíritu adquiere una conciencia más perfecta de sí mismo.


METEMPSICOSIS
– La comunidad de origen de los seres vivos en el principio inteligente, ¿no es una consagración de la doctrina de la metempsicosis?
– Dos cosas pueden tener un mismo origen y no asemejarse absolutamente en nada, más tarde. ¿Quién reconocería al árbol con sus hojas, flores y frutos en el germen informe contenido en la simiente de donde ha salido? Desde el momento en que el principio inteligente alcanza el grado necesario para ser Espíritu y entrar en el período de humanidad, cesa de tener relación con su estado primitivo y deja de ser el alma de los animales, como el árbol ya no es la simiente. No le resta al hombre del animal más que el cuerpo, y las pasiones que nacen de la influencia del cuerpo y del instinto de conservación inherente a la materia. No puede, pues, decirse que tal hombre es la encarnación del Espíritu de tal animal, y, por consiguiente, tal como se la entiende, no es exacta.

La metempsicosis sería verdadera, si se entendiese por ella el progreso del alma de un estado inferior a otro superior, en el que hallaría desarrollos que transformarían su naturaleza, pero es falsa en el sentido de transmigración directa del animal en el hombre y viceversa, lo que implicaría idea de retroceso o fusión, y no pudiendo verificarse semejante fusión entre los seres corporales de las dos especies, es indicio de que están en grados inasimilables, y que lo mismo debe suceder con los espíritus que los animan. Si el mismo Espíritu pudiese animarlos alternativamente, se seguiría de ello una identidad de naturaleza que se traduciría en la posibilidad de la reproducción material. La reencarnación enseñada por los espíritus está fundada, por el contrario, en la marcha ascendente de la naturaleza y en el progreso del hombre en su propia especie, lo que en nada mengua su dignidad. Lo que le rebaja, es el mal uso que hace de las facultades que Dios le ha dado para su adelanto. Como quiera que sea, la antigüedad de la doctrina de la metempsicosis, y los hombres eminentes que la han profesado, prueban que el principio de la reencarnación tiene sus raíces en la misma naturaleza, y son por lo tanto argumentos en su favor y no en contra.

El punto de partida del Espíritu es una de esas cuestiones que se refieren al principio de las cosas y que pertenece a los secretos de Dios. No es dado al hombre conocerlos de una manera absoluta y en este punto, ha de limitarse a suposiciones y sistemas más o menos probables. Los mismos Espíritus están muy lejos de conocerlo todo, y sobre lo que no saben pueden tener también opiniones más o menos sensatas. 

Así, por ejemplo, no todos piensan lo mismo respecto de las relaciones que existen entre el hombre y los animales. Según algunos, el espíritu no llega al período humano sino después de haberse elaborado e individualizado en los diferentes grados de los seres inferiores de la creación. Según otros, el espíritu del hombre ha pertenecido siempre a la raza humana, sin haber pasado por la serie animal. El primero de estos sistemas tiene la ventaja de dar un objeto al porvenir de los animales, que formarían de este modo los primeros eslabones de la cadena de los seres pensantes; el segundo está más conforme con la dignidad humana, y puede resumirse de la manera siguiente:

Las diferentes especies de animales no proceden intelectualmente las unas de las otras por vía de progresión, y así el espíritu de la ostra no pasa a ser sucesivamente el del pez, del cuadrúpedo y del cuadrumano. Cada especie es un tipo absoluto física y moralmente, cada uno de cuyos individuos toma en la fuente universal la suma de principio inteligente que le es necesario, según la perfección de sus órganos, y el trabajo que ha de realizar en los fenómenos de la naturaleza, suma de principio vital que, a la muerte, vuelve a la masa. Los de los mundos más adelantados que el nuestro son igualmente razas distintas, apropiadas a las necesidades de aquellos mundos y al grado de adelanto de los hombres cuyos auxiliares son; pero que, espiritualmente hablando, no proceden en modo alguno de los de la tierra. No sucede lo mismo en el hombre. Bajo el punto de vista físico, forma evidentemente un eslabón de la cadena de los seres vivientes; pero bajo el punto de vista moral, entre el animal y el hombre, no existe continuidad. El hombre posee en propiedad el alma o espíritu, destello divino que le da el sentido moral y un alcance intelectual que falta a los animales; es para él un ser principal, preexistente, que sobrevive al cuerpo y que conserva su individualidad. ¿Cuál es el origen del espíritu? ¿Dónde está su punto de partida? ¿Se forma del principio inteligente individualizado? Este es un misterio que en vano trataríamos de penetrar, y acerca del cual, según tenemos dicho, solo podemos emitir sistemas. Lo que es constante y resulta del raciocinio y de la experiencia, es la supervivencia del espíritu, la conservación de su individualidad después de la muerte, su facultad progresiva, su estado feliz o desgraciado proporcional a su adelanto en el camino del bien y todas las verdades morales, que son consecuencias de este principio. En cuanto a las relaciones misteriosas que existen entre el hombre y los animales, volvemos a repetir que son un secreto de Dios, como muchas otras cosas cuyo conocimiento actual no importa a nuestro progreso, y sobre las cuales sería inútil insistir.


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AMOR, CARIDAD y TRABAJO






Instinto e inteligencia. Intuición o presentimiento








INSTINTO e INTELIGENCIA

INTUICIÓN o PRESENTIMIENTO





INSTINTO e INTELIGENCIA
Instinto (WordReference)
1. m. Conjunto de pautas de conducta que se transmiten genéticamente, y que contribuyen a la conservación de la vida del individuo y de la especie:
instinto de conservación.
2. Impulso indeliberado que mueve la voluntad de una persona:
actuó por instinto cuando arriesgó su vida por salvar la del niño.
3. Facultad innata para captar ciertas impresiones o para desenvolverse en ámbitos determinados:
instinto para los negocios.

Inteligencia ((WordReference)
1. f. Facultad de conocer, analizar y comprender:
destacaba por su inteligencia superior a la media.
2. Habilidad, destreza y experiencia:
sí actúas con inteligencia conseguirás de él lo que te propongas.



El Génesis de Allan Kardec
CAPÍTULO I
Caracteres de la revelación espírita
Con la preexistencia, sabemos que el hombre trae consigo al renacer el germen de las imperfecciones y defectos que no ha corregido y que se traducen en instintos innatos y tendencias determinadas hacia tal o cual vicio.


CAPÍTULO III
Origen del bien y del mal
Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen común está en el instinto de conservación. Ese instinto predomina en los animales y los seres primitivos más próximos a la animalidad. Domina en ellos porque no poseen el contrapeso del sentido moral: el espíritu no llegó aún a la vida intelectual. El instinto se debilita a medida que la inteligencia se desarrolla, ya que ésta domina a la materia.


El instinto y la inteligencia
El instinto es la fuerza oculta que impulsa a los seres orgánicos a actos espontáneos e involuntarios, con vistas a su conservación.
La inteligencia se revela a través de los actos voluntarios, reflexivos, premeditados, combinados, según la oportunidad de las circunstancias. Es indudablemente un atributo exclusivo del alma.
Todos los actos mecánicos son instintivos. El acto que denota reflexión y combinación es inteligente. Uno es libre, el otro no lo es.



El Cielo y el Infierno de Allan Kardec
CAPÍTULO II
Causas del temor a la muerte
2. El temor a la muerte es un efecto de la sabiduría de la Providencia y una consecuencia del instinto de conservación, común a todos los seres vivientes.  


CAPÍTULO VII
Las penas futuras según el Espiritismo
La carne es débil
Excusarse de sus defectos por la debilidad de la carne no es más que un subterfugio para eludir la responsabilidad. La carne sólo es débil porque el espíritu es débil, lo cual destruye la excusa y deja al espíritu la responsabilidad de sus actos. La carne no tiene pensamiento ni voluntad. No prevalece jamás sobre el espíritu, que es el ser pensante y voluntario. El espíritu es quien da a la carne las cualidades correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el sello de su genio. 

Así pues, sobre el espíritu recae la responsabilidad moral de sus propios actos. Pero la razón manifiesta que las consecuencias de esta responsabilidad deben estar en relación con el desarrollo intelectual del espíritu. Cuanto más ilustrado es, menos excusa tiene, porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto.



El Evangelio según el Espiritismo de Allan Kardec
CAPÍTULO XI
INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
La ley de amor
8. El amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia, y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado. El hombre en su origen sólo tiene instintos; más adelantado y corrompido, sólo tiene sensaciones; pero instruido y purificado, tiene sentimientos, y el punto exquisito del sentimiento es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino ese sol interior que condensa y reúne en su ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revelaciones sobrehumanas.
He dicho que el hombre en su principio sólo tiene instintos; aquel, pues, en quien dominan los instintos está más próximo al punto de partida que al fin. Para adelantar hacia éste, es preciso vencer los instintos en provecho de los sentimientos, es decir, perfeccionar éstos sofocando los gérmenes latentes de la materia. Los instintos son la germinación y los embriones del sentimiento; llevan consigo el progreso, como la bellota encierra la encina; y los seres menos avanzados son los que permanecen avasallados por sus instintos. El espíritu debe ser cultivado como un campo: toda la riqueza futura depende del trabajo presente, y más que bienes terrestres os traerá la gloriosa elevación; entonces será cuando, comprendiendo la ley de amor que une a todos los seres, buscaréis en ella los suaves goces del alma, que son los preludios de los goces celestes. (Lázaro. París, 1862).



El Libro de los Espíritus de Allan Kardec
CAPÍTULO IV
PRINCIPIO VITAL
III.- Inteligencia e instinto
71.La inteligencia ¿es un atributo del principio vital?
- No, puesto que las plantas viven y no piensan: no poseen sino vida orgánica. Inteligencia y materia son independientes, ya que un cuerpo puede vivir sin la inteligencia, pero ésta a su vez sólo puede manifestarse mediante órganos materiales. Es menester la unión del espíritu para comunicar actividad inteligente a la materia “animalizada”.

La inteligencia es una facultad especial propia de ciertas clases de seres orgánicos, que les da, con el pensamiento, voluntad de obrar, conciencia de su existencia y de su individualidad, así como los medios para establecer relaciones con el mundo exterior y proveer a sus necesidades.

Así pues, podemos distinguir: 
Primero, los seres inanimados, formados sólo de materia, sin vitalidad ni inteligencia: éstos son los cuerpos inertes. 
Segundo: los seres animados no pensantes, formados de materia y dotados de vitalidad, pero desprovistos de inteligencia. 
Y tercero: los seres animados y pensantes, formados de materia, dotados de vitalidad y que poseen, además, un principio inteligente que les otorga la facultad de pensar.

72. ¿Cuál es la fuente de la inteligencia?
- Ya lo hemos dicho: la inteligencia universal.

72 a. ¿Se podría afirmar, entonces, que cada ser toma una porción de inteligencia de la fuente universal y se la asimila, de la manera que se asimila el principio de la vida material?
- Esto es sólo una comparación, pero no exacta, por cuanto la inteligencia es una facultad propia de cada ser y constituye su individualidad moral. Por lo demás, ya sabéis vosotros que existen cosas que no es dado al hombre penetrar, y ésta se incluye entre ellas, por el momento…

73. El instinto ¿es independiente de la inteligencia?
- No precisamente, porque es una especie de inteligencia. El instinto constituye una inteligencia no racional, y mediante él todos los seres proveen a sus necesidades.

74. ¿Podemos establecer un límite entre instinto e inteligencia, esto es, precisar dónde termina aquél y empieza ésta?
-No, pues a menudo se confunden. Pero se puede distinguir muy bien los actos que pertenecen al instinto de aquellos otros que corresponden a la inteligencia.

75. ¿Es exacto afirmar que las facultades instintivas disminuyen conforme van creciendo las facultades del intelecto?
-No. El instinto sigue existiendo, pero el hombre lo descuida.
El instinto puede también inducir al bien. Casi siempre nos guía, y en ocasiones lo hace con más seguridad que la razón. No se extravía jamás.

75 a. ¿Por qué la razón no es siempre una guía infalible?
- Sería infalible si no fuese falseada por una educación deficiente y por el orgullo y el egoísmo. El instinto no razona. La razón deja al hombre escoger, dándole el libre arbitrio.

El instinto es una inteligencia rudimentaria que difiere de la inteligencia propiamente dicha, en que sus manifestaciones son casi siempre espontáneas, en tanto que las de la inteligencia constituyen el resultado de una combinación y de un acto volitivo o deliberado.

Las manifestaciones del instinto varían según las especies y sus necesidades. En los seres que poseen conciencia y percepción de las cosas exteriores el instinto se alía a la inteligencia, vale expresar, a la voluntad y a la libertad.


CAPÍTULO XI
LOS TRES REINOS
I.- Los minerales y las plantas
589. Ciertas plantas, tales como la sensitiva y la dionea, por ejemplo, tienen movimientos que denotan gran sensibilidad, y en ciertos casos una especie de voluntad, como sucede con la segunda de las nombradas, cuyas hojas aprisionan al insecto que acude a posarse en ellas para libar su zumo, y al cual la dionea parece tender una trampa para después matarlo. Esas plantas ¿están dotadas de la facultad de pensar? ¿Poseen voluntad? ¿Constituyen una clase intermedia entre los reinos vegetal y animal? ¿Son una transición de uno a otro de esos reinos?
- En la Naturaleza todo es transición, por el hecho mismo de que nada es semejante y, sin embargo, todo se relaciona. Las plantas no piensan y, por consiguiente, carecen de voluntad. La ostra que se abre, así como todos los zoófitos, están desprovistos de pensamiento. Sólo hay en ellos un instinto ciego y natural.

El organismo humano nos provee ejemplos de movimientos análogos sin participación de la voluntad, como en las funciones digestivas y circulatorias. El píloro se contrae al contacto de ciertos cuerpos para impedir su paso. Lo propio tiene que suceder con la sensitiva, cuyos movimientos no implican en manera alguna la necesidad de una percepción, y menos todavía de una voluntad.

590. ¿No hay en las plantas, como en los animales, un instinto de conservación que las mueva a buscar lo que pueda serles útil y a sustraerse de lo que sea capaz de dañarlas?
- Es, si así se quiere, una especie de instinto. Depende de la extensión que se conceda a este vocablo. Pero es puramente mecánico. Cuando en las operaciones químicas veis unirse dos cuerpos, es porque son compatibles, vale decir que hay entre ellos afinidad. Pero no denominéis instinto a esto.

II.- Los animales y el hombre
593. ¿Se puede afirmar que los animales sólo obran por instinto?
- También en esto hay un prejuicio. Bien es verdad que el instinto predomina en la mayoría de los animales, pero ¿no estás viendo que actúan con una voluntad determinada? Eso es inteligencia, aunque sea limitada.

Además del instinto, no se podría negar a ciertos animales el hecho de que realizan actos deliberados que denotan una voluntad de obrar en determinado sentido y conforme a las circunstancias. Hay en ellos, pues, una especie de inteligencia, pero cuyo ejercicio se concentra con más exclusividad en los medios de satisfacer sus necesidades físicas y de proveer a su conservación. No existe en ellos ninguna creación ni mejora alguna. Por mucho que sea el arte que admiramos en sus trabajos, lo mismo que hacían antaño siguen haciéndolo en la actualidad, ni mejor ni peor, según formas y proporciones constantes e invariables. El pequeñuelo, al que se aísla de su especie a muy temprana edad no deja por eso, cuando llega a adulto, de construir su nido con arreglo al mismo patrón, sin haber recibido al respecto enseñanza ninguna. Si algunos de entre ellos son susceptibles de cierta educación, su desarrollo intelectual, confinado en todos los casos dentro de estrechos límites, se debe a la acción del hombre sobre una naturaleza flexible, porque no hay ningún progreso que realicen por sí mismos. Pero ese adelanto será efímero y meramente individual, por cuanto el animal librado a sus propios recursos no tarda en volver a colocarse dentro de los lindes trazados por la Naturaleza.

596. ¿A qué se debe la aptitud de ciertos animales de imitar el lenguaje humano, y por qué esa facultad se encuentra más bien en las aves que en el mono, por ejemplo, cuya conformación posee más analogía con la del hombre?
- Conformación particular de los órganos vocales, secundada por el instinto imitativo. El nomo imita los gestos; algunos pájaros imitan la voz.

605. Si se consideran todos los puntos de contacto existentes entre el hombre y los irracionales, ¿no cabría pensar que el ser humano posea dos almas, a saber: el alma animal y el alma espírita, ¿y que si no tuviera esta última podría vivir igual que las bestias? Dicho de otro modo: ¿no se puede pensar que el animal es un ser semejante al hombre, excepto que no posee el alma espírita? De lo cual ¿no resultaría que los instintos buenos y malos del hombre serían el efecto del predominio, en él, de una de esas dos almas…?
- No, no tiene el hombre dos almas. Pero el cuerpo posee sus instintos, que son el resultado de las sensaciones de los órganos. Sólo hay en él una doble naturaleza: la naturaleza animal y la espiritual. Por su cuerpo, participa de la naturaleza de los animales y de los instintos que a éstos caracterizan. Por su alma, participa de la naturaleza de los Espíritus.

605 a. De manera que, además de sus propias imperfecciones, de las que debe el Espíritu despojarse, ¿tiene que luchar también contra la influencia de la materia?
- Así es. Y cuanto más imperfecto sea el estado en que se encuentre, tanto más estrechos serán los lazos existentes entre el Espíritu y la materia. ¿Acaso no lo veis? No, el hombre no tiene dos almas, puesto que el alma es en todos los casos única en cada ser. El alma del irracional y la del hombre son distintas una de otra, de modo que el alma de uno no puede animar el cuerpo creado para la otra. Pero, si el ser humano no posee un alma animal que lo ponga, por sus pasiones, al nivel de los irracionales, tiene en cambio su cuerpo, que lo rebaja a menudo hasta ellos, por cuanto su cuerpo es un ser dotado de vitalidad y provisto de instintos, pero instintos no inteligentes y limitados a cuidar de su propia conservación.

El Espíritu, al encarnar en el cuerpo del hombre, aporta a él el principio intelectivo y moral que lo torna superior a los animales. Las dos naturalezas que coexisten en el hombre hacen que sus pasiones tengan dos orígenes diversos: unas proceden de los instintos de la naturaleza animal; otras, de las impurezas del Espíritu encarnado en él, y que simpatizan en mayor o menor grado con los groseros apetitos animales. Al purificarse, el Espíritu se va liberando poco a poco de la influencia de la materia. Hallándose bajo este influjo, se acerca al irracional. Una vez desembarazado de él, se eleva a su verdadero destino.


CAPÍTULO V
4.- LEY DE CONSERVACIÓN
I.- Instinto de conservación
702. ¿Es una ley natural el instinto de conservación?
- A no dudarlo. Es dado a todos los seres vivientes, sea cual fuere su grado de inteligencia. En unos es puramente mecánico; en otros, racional.

703. ¿Con qué objeto otorgó Dios a todo ser vivo el instinto de conservación?
- Porque todos ellos deben cooperar a los designios de la Providencia. Por eso Dios les dio la necesidad de vivir. Además, la vida es necesaria para el perfeccionamiento de los seres. Éstos lo sienten por instinto, sin caer en la cuenta de ello.




INTUICIÓN o PRESENTIMIENTO
Intuición (WordReference)
1. f. Percepción clara e inmediata de una idea o situación, sin necesidad de razonamiento lógico:
no lo pensé, lo hice por intuición.

Presentimiento (WordReference)
1. m. Intuición, sensación de saber que algo va a suceder:
tuvo el presentimiento de que iba a morir joven.



El Libro de los Espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO IV
Ideas innatas
219. ¿Cuál es el origen de las facultades extraordinarias de los individuos que, sin estudios previos, parecen tener la intuición de determinados conocimientos, como los idiomas, el cálculo, etc.?
“Recuerdo del pasado. Progreso anterior del alma, pero acerca del cual el propio individuo no tiene conciencia. ¿De dónde quieres que procedan? El cuerpo cambia, pero el Espíritu no, aunque cambie de vestimenta.”


CAPÍTULO IX
INTERVENCIÓN DE LOS ESPÍRITUS EN EL MUNDO CORPORAL
VII.- Presentimientos

522. ¿Es siempre el presentimiento una advertencia del Espíritu protector?
- El presentimiento es el consejo íntimo y oculto de un Espíritu que os quiere bien. Está asimismo en la intuición de la elección que se ha hecho. Es la voz del instinto. Antes de encarnar, el Espíritu tiene conocimiento de las principales fases de su existencia, esto es, del género de pruebas a las que se compromete. Cuando éstas poseen un carácter evidente, guarda de ellas en su fuero interno una especie de impresión, y esa impresión, que constituye la voz del instinto, al revelarse cuando se acerca el instante, se convierte en presentimiento.

523. Los presentimientos y la voz del instinto presentan siempre cierta vaguedad: ¿qué debemos hacer, pues, ante la incertidumbre?
- Cuando estés incierto, invoca a tu Espíritu bueno, o ruega a Dios, Nuestro Señor, que te envíe uno de sus mensajeros, uno de nosotros.

524. Las advertencias de nuestros Espíritus protectores ¿tienen por único objeto el comportamiento moral, o se relacionan también con la conducta a seguir en las cosas de la vida privada?
- Ellos procuran que viváis lo mejor posible. Pero a menudo cerráis los oídos a las advertencias saludables y sois infortunados por vuestra propia culpa.

Los Espíritus protectores nos ayudan con sus consejos mediante la voz de la conciencia, a la que hacen hablar en nosotros. Pero, como no siempre le concedemos la importancia precisa, los Espíritus nos proporcionan consejos más directos, sirviéndose para ello de las personas que nos rodean. Examine cada cual las diversas circunstancias, dichosas o desgraciadas, de su vida, y verá que en muchas ocasiones ha recibido consejos que no siempre aprovechó y que le hubiesen ahorrado bastantes disgustos si los hubiera atendido.


LIBRO IV
CAPÍTULO II
Intuición de las penas y de los goces futuros
960. ¿De dónde procede la creencia en las penas y en las recompensas venideras, que se encuentra en todos los pueblos?
“Es siempre lo mismo: presentimiento de la realidad, que el hombre recibe del Espíritu encarnado en él. Porque, sabedlo bien, no en vano os habla una voz interior. vuestro error es no escucharla lo suficiente. Si pensarais en eso más a menudo, seríais mejores.”

La idea que Dios nos da de su justicia y de su bondad mediante la sabiduría de sus leyes no nos permite creer que el justo y el malo se encuentren ante Él en la misma categoría. Tampoco nos permite dudar de que algún día habrán de recibir, el uno la recompensa, y el otro el castigo, por el bien y el mal que hayan hecho. Por eso, el sentimiento innato que tenemos de la justicia nos da la intuición de las penas y de las recompensas futuras.



El Libro de los Médiums de Allan Kardec
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO XV
Médiums de presentimientos
184. El presentimiento es una vaga intuición de las cosas futuras. Algunas personas tienen esa facultad más o menos desarrollada. Su causa puede ser una especie de doble vista, que les permite entrever las consecuencias de las cosas del presente, así como la conexión que existe entre los acontecimientos. No obstante, muchas veces también es el resultado de comunicaciones ocultas. En este caso, principalmente, quienes están dotados de ella pueden recibir el nombre de médiums de presentimientos, que constituyen una variedad de los médiums inspirados.



AMOR, CARIDAD y TRABAJO







Castigos







CASTIGOS




El Cielo y el Infierno de Allan Kardec
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO VII
Las penas futuras según el espiritismo
Código penal de la vida futura
Dios, que es justo, sólo castiga el mal mientras el mal existe, y suprime el castigo cuando el mal no existe más.


SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO II
Espíritus felices
Samuel Philipe
P. Ese mundo tan nuevo para vos, y al lado del cual el nuestro tiene tan poca importancia, y quizá los numerosos amigos que habéis vuelto a encontrar en él. ¿os han hecho perder de vista a vuestra familia y a vuestros amigos de la Tierra?

R. Si les hubiera olvidado, sería indigno de la dicha que gozo. Dios no recompensa el egoísmo, sino que, por el contrario, lo castiga. El mundo en que estoy puede hacerme desdeñar la Tierra, pero no los espíritus que están encarnados en ella. Sólo los hombres que se hallan en la prosperidad olvidan a los compañeros de infortunio. Voy a ver muchas veces a los míos, y la buena memoria que de mí conservan me hace feliz. Su pensamiento me atrae, asisto a sus conversaciones, gozo con sus alegrías, sus penas me entristecen, pero no con esa tristeza ansiosa de la vida humana, porque comprendo que no son más que pasajeras y para su bien


CAPÍTULO V
Suicidas
El padre y el quinto
A san Luis:
P. ¿Queréis darnos vuestra apreciación personal sobre el acto del espíritu que acabamos de evocar?

R. Este espíritu sufre justamente, porque no ha tenido confianza en Dios, lo cual es una falta siempre punible. El castigo sería terrible y muy largo si no tuviese en su favor un motivo laudable, que era el de impedir a su hijo que fuese a buscar la muerte.
Dios, que ve el fondo de los corazones y que es justo. no le castiga sino según sus obras.


Una madre y su hijo
Vuestro hijo no está perdido para siempre, creedme, lo volveréis a ver, ciertamente, pero es preciso merecerlo con vuestra sumisión a la voluntad de Dios. Mientras que rebelándoos podéis retardar este momento indefinidamente. Escuchadme, Dios es infinitamente bueno, pero es infinitamente justo. No castiga jamás sin causa, y si os ha impuesto grandes dolores en la Tierra, es porque los habéis merecido.


CAPÍTULO VII
Espíritus endurecidos
III
La justicia humana no hace excepción de la individualidad de los seres que castiga, midiendo el crimen por el mismo crimen. Hiere indistintamente a los que lo han cometido, y la misma pena alcanza al culpable sin distinción de sexo y cualquiera que sea su educación. La justicia divina procede de otra manera. Los castigos corresponden al grado de adelanto de los seres a los cuales son impuestos.


CAPÍTULO VIII
Expiaciones terrestres
Clara Rivier
P. ¿Tendríais que encargar algo para vuestros padres?

R. A petición de un médium, han hecho mis padres mucha caridad. Razón han tenido en no rogar siempre con los labios: es preciso hacerlo con la mano y el corazón. Dar a los que sufren es orar, ser espiritista.
Dios ha dado a todas las almas el libre albedrío, esto es, la facultad de progresar. Ha dado a todas, la misma aspiración, y por esta razón, la ropa de paño burdo está más cerca de la ropa de oro de lo que generalmente pensáis. Por lo tanto, estrechad las distancias por la caridad. Introducid al pobre en vuestra casa, animadle, levantadle, no le humilléis. Si se supiese practicar por todas partes esta gran ley de la conciencia, no se tendría en épocas determinadas esas grandes miserias que deshonran a los pueblos civilizados, y que Dios envía para castigarles y abrirles los ojos.

¡Qué hermoso pensamiento es éste: “La ropa de paño burdo está más cerca de la ropa recamada de oro de lo que generalmente pensáis!” Es una alusión a los espíritus que, de una existencia a otra, pasan de una posición brillante a otra posición humilde o miserable, porque muchas veces expían en un centro ínfimo el abuso que han hecho de los dones que Dios les había concedido. Es una justicia que todo el mundo comprende.

Otro pensamiento no menos profundo es el que atribuye las calamidades de los pueblos a la infracción de la ley de Dios, porque Dios castiga a los pueblos como castiga a los individuos. Es cierto que, si practicasen la ley de caridad, no habría guerras ni grandes miserias. El Espiritismo conduce a la práctica de esta ley, ¿será por esto que encuentra enemigos tan encarnizados? Las palabras de esta joven a sus padres, ¿son acaso las de un demonio?



El Libro de los Médiums de Allan Kardec
CAPÍTULO XXVII
DE LAS CONTRADICCIONES Y DE LAS MIXTIFICACIONES
De las mixtificaciones
P. ¿Por qué permite Dios que personas sinceras que aceptan el Espiritismo de buena fe sean mixtificadas? ¿no podría esto tener por inconveniente el hacerles vacilar en su creencia?

R. "Si esto hiciera vacilar su creencia, su fe no sería muy sólida; las que renunciasen al Espiritismo por una simple contrariedad, probarían que no lo comprenden y que no se dedican a la parte formal. Dios permite las mixtificaciones para probar la perseverancia de los verdaderos adeptos, y castigar a aquellos que hacen de él un objeto de diversión.
El Espíritu de Verdad".


CAPÍTULO XXXI
DISERTACIONES ESPIRITISTAS
Sobre los médiums
XII
Dios me ha encargado de una misión que debo cumplir con los creyentes a quienes favorece con la mediumnidad. Cuantas más gracias reciben del Altísimo, más peligros corren, y estos peligros son tanto más grandes porque toman origen en los mismos favores que Dios les concede. Las facultades de que gozan los médiums les atraen los elogios de los hombres, las felicitaciones, las adulaciones: aquí está su escollo. Estos mismos médiums que deberían tener siempre presente en la memoria su incapacidad primitiva lo olvidan; hacen más: lo que sólo deben a Dios lo atribuyen a su propio mérito.

¿Qué sucede entonces? Los buenos Espíritus les abandonan, vienen a ser el juguete de los malos, y no tienen brújula para guiarse; cuanto más capaces se hacen, más inclinados están en atribuirse un mérito que no les pertenece, hasta que por fin Dios les castiga retirándoles una facultad que sólo pudo serles fatal.

No sabría cómo recomendaros a vuestro ángel guardián, para que os ayude a estar siempre preparados contra vuestro más cruel enemigo que es el orgullo. Acordaos mucho los que tenéis la dicha de ser los intérpretes entre los Espíritus y los hombres, que sin el apoyo de nuestro divino maestro seréis castigados con más severidad, porque habréis sido más favorecidos.

Espero que esta comunicación dará sus frutos y deseo que pueda ayudar a los médiums a mantenerse en guardia contra el escollo que les estrellaría; este escollo ya os lo he dicho, es el orgullo.
Juana de Arco.



El Libro de los Espíritus de Allan Kardec
LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO I - DE LOS ESPÍRITUS
VII.- Tercer orden: Espíritus imperfectos
Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal y esa impresión es muchas veces más penosa que la realidad misma. Así pues, sufren de veras los males que han soportado y los que infligieron a los demás; y, como los padecen durante mucho tiempo, creen que han de experimentarlos siempre. Dios, para castigarlos, quiere que así lo crean.


CAPÍTULO VI – VIDA ESPÍRITA
V.- Elección de las pruebas
258. En estado errante, y antes de iniciar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?

- Él mismo escoge el tipo de pruebas a que quiere ser sometido, y en esto consiste su libre albedrío.


258 a. ¿No es entonces Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo?

- Nada acontece sin permiso de Dios, por cuanto es Él quien ha establecido todas las leyes que rigen el Universo. ¡Preguntaréis por qué ha hecho tal ley en lugar de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Él le deja toda la responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias, sin obstruir para nada su porvenir. Suya puede ser la senda del bien, así como la del mal. Pero si cae derrotado le quedará un consuelo: el de que todo no terminó para él, y que Dios, en su bondad, le deja libre para reiniciar lo que hizo mal. Además, es menester distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de aquello otro que es obra del hombre. Si un peligro os amenaza, no seréis vosotros quienes lo hayáis creado, sino Dios. Pero podéis exponeros voluntariamente a él, porque habéis visto en él un medio para vuestro propio adelanto, y Dios lo permite.


LIBRO TERCERO
CAPÍTULO VI - V. LEY DE DESTRUCCIÓN
II.- Plagas destructoras
737. ¿Con qué objeto castiga Dios a la humanidad con calamidades destructoras?

- Para que progrese más rápido. ¿No hemos dicho ya que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los Espíritus, que adquieren en cada nueva vida un grado más de perfección? Hay que ver el final para evaluar los resultados. Vosotros los juzgáis sólo desde vuestro punto de vista personal, y los llamáis plagas debido al perjuicio que os ocasionan. Pero tales trastornos son a menudo necesarios para acelerar el advenimiento de un orden de cosas mejor, trayendo en unos pocos años lo que hubiera demandado muchos siglos para producirse.


CAPÍTULO VIII - VII. LEY DEL PROGRESO
Marcha del progreso
781.– ¿Qué pensar de los hombres que intentan detener la marcha del progreso y hacer que la humanidad retrograde?

“Pobres seres, a quienes Dios castigará. Serán arrastrados por el torrente que pretenden detener.”


LIBRO CUARTO
ESPERANZAS Y CONSUELOS
CAPÍTULO II - PENAS Y GOCES FUTUROS
Intervención de Dios en las penas y en las recompensas
964. ¿Tiene Dios necesidad de ocuparse de cada uno de nuestros actos para recompensarnos o castigarnos? La mayoría de esos actos, ¿no son insignificantes para Él?

“Dios tiene sus leyes, que rigen todas vuestras acciones: si las violáis, la culpa es vuestra. No cabe duda de que, cuando un hombre comete un exceso, Dios no emite un juicio en contra suyo para decirle, por ejemplo: Has sido glotón, voy a castigarte. Sino que ha trazado un límite. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de los excesos. Este es el castigo: el resultado de la infracción a la ley. Así sucede en todo.”

Todas nuestras acciones se encuentran sometidas a las leyes de Dios. No hay ninguna, por insignificante que nos parezca, que no pueda llegar a ser una violación de esas leyes. Si sufrimos las consecuencias de esa violación, sólo debemos quejarnos de nosotros mismos, que así nos convertimos en los artífices de nuestra felicidad o de nuestras desdichas venideras. 


Reflexión sobre si Dios impone, premia, castiga, etc.
No es que Dios personalmente imponga, premie, castigue, etc., no, son figuras alegóricas. Él tiene sus leyes, y si las incumplimos, la culpa es nuestra. Por consiguiente, las imposiciones, premios, castigos, etc. son el resultado de infringir sus leyes, sirviéndose de diversos instrumentos para que suframos su incumplimiento. Las enfermedades, y a menudo la muerte, son la consecuencia de las infracciones que cometemos contra las leyes de Dios, ya que toda acción tiene su reacción por la Ley de Causa y Efecto.


Y como dicen nuestros hermanos elevados de la espiritualidad:
“Dios, al crear un alma, sabe, en efecto, si, en virtud de su libre albedrío, tomará el buen o el mal camino. Sabe que será castigada, si obra mal, pero sabe también que este castigo temporal es un medio de hacerle comprender su error y de hacerla entrar en la buena senda, a donde llegará tarde o temprano”.

AMOR, CARIDAD y TRABAJO