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¿Existe continuidad entre el reino animal y el hombre (espíritu encarnado)?






¿EXISTE CONTINUIDAD ENTRE EL REINO ANIMAL Y EL HOMBRE (ESPÍRITU ENCARNADO)?





En algunas preguntas del Libro de los Espíritus de Allan Kardec, después de las respuestas que dieron los espíritus superiores, suele venir un texto que tengo entendido corresponde a Kardec. Pues bien, en la pregunta 613, hay un texto del cual he extraído del original en francés lo siguiente:    

« Au point de vue physique , il forme évidemment un anneau de la chaine des étres vivants; mais au point de vue moral, entre l'animal et l'hommo, il y a solution de continuité ; l'homme posséde en propre l'ame ou Esprit , étincelle divine qui lui donne le'sens moral et une portée intellectuelle qui manquent aux animaux. »

Que traducido viene a decir, refiriéndose al hombre:

Desde un punto de vista físico, obviamente forma un eslabón de la cadena de seres vivos; pero(*) desde el punto de vista moral, entre el animal y el hombre, hay una solución de continuidad; el hombre posee en sí mismo el alma o el Espíritu, una chispa divina que le otorga el significado moral e intelectual del que carecen los animales.
(*) Enlace que une dos oraciones cuyos significados se contraponen.

Según la R.A.E. de la lengua "Solución de continuidad" significa "Interrupción o falta de continuidad", por lo tanto, entre el animal y el hombre no existe continuidad.

A continuación, voy a transcribir textos relativos al título de este artículo, extraídos de los libros de la codificación espírita de Allan Kardec.



EL GÉNESIS
Capítulo VI
Uranografía (1) general
(1) Parte de la astronomía que estudia la descripción de los cuerpos celestes.
LA CREACIÓN UNIVERSAL
La materia etérea, más o menos enrarecida, que ocupa los espacios interplanetarios; ese fluido cósmico que llena el mundo, más o menos rarificado en las regiones inmensas, ricas en aglomeraciones de estrellas, más o menos condensado allí donde el cielo astral no brilla aún, más o menos modificado por diversas combinaciones según las localidades de la extensión, no es otra sino la substancia primitiva en que residen las fuerzas universales, de donde la Naturaleza ha sacado todas las cosas. (2) 
(2)  Si se quisiera saber cuál es el principio de esas fuerzas y cómo puede hallarse él en la misma sustancia que lo produce, responderíamos que la mecánica nos ofrece numerosos ejemplos. La elasticidad que tiene un resorte no se encuentra en el resorte mismo. ¿No depende del modo de agregación de las moléculas? El cuerpo que obedece a la fuerza centrífuga recibe su impulso del movimiento primitivo que se ha dado. [N. de A. Kardec.]



Capítulo X
Génesis orgánica
EL HOMBRE CORPORAL
Desde el punto de vista corporal, y puramente anatómico, el hombre pertenece a la clase de los mamíferos, de los cuales no difiere sino por ligeros matices en la forma exterior; en lo demás, la misma composición química de todos los animales, los mismos órganos, las mismas funciones y los mismos modos de nutrición, de respiración, de secreción, de reproducción; nace, vive y muere en las mismas condiciones, y a su muerte, su cuerpo se descompone como todo lo que vive. No hay en su sangre, en su carne, en sus huesos, un átomo diferente de aquellos que se encuentran en el cuerpo de los animales; como éstos, al morir, regresa a la tierra el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono que estaban combinados para formarlo, y van, por nuevas combinaciones, a formar nuevos cuerpos minerales, vegetales y animales. La analogía es tan grande que se estudian sus funciones orgánicas en ciertos animales, cuando no se pueden realizar las experiencias con el mismo hombre.

Aunque duela mucho al hombre, debe resignarse al hecho de que su cuerpo material sea la última pieza de la animalidad sobre la Tierra. El argumento a favor de los hechos está ahí, contra el cual se protestaría en vano.


Pero cuanto más disminuya el valor del cuerpo ante sus ojos, más crece la importancia del principio espiritual. Si el cuerpo lo rebaja a la altura del animal, el alma lo eleva hasta alturas indescriptibles. Vemos el límite al que llega el animal, mas no podemos sospechar hasta dónde puede llegar el espíritu humano.



Capítulo XI
Génesis espiritual
PRINCIPIO ESPIRITUAL
El principio espiritual es el corolario (consecuencia) de la existencia de Dios; sin este principio, Dios no tendría razón de ser, porque no se podría concebir más a la soberana inteligencia, reinando, durante la eternidad, solamente sobre la materia bruta, del mismo modo que a un soberano terrestre reinando, durante toda su vida, sobre piedras. Como no se puede admitir a Dios sin los atributos esenciales de la Divinidad: la justicia y la bondad, estas cualidades serían inútiles si sólo hubiesen de ejercerse sobre la materia.

El principio espiritual, ¿proviene del elemento cósmico universal, o será sólo una transformación, un modo de existencia de ese elemento, como lo son la luz, la electricidad y el calor? 

Si fuese así, el principio espiritual sufriría las vicisitudes de la materia; se extinguiría por la desagregación, como ocurre con el principio vital. El ser inteligente poseería una existencia momentánea y similar a la del cuerpo, y después de la muerte volvería a la nada, o lo que sería igual, al todo universal, lo cual se constituiría en la afirmación de las doctrinas materialistas. 

Las propiedades sui generis (singulares, extraordinarias) que reconocemos en el principio espiritual prueban que tiene una existencia propia e independiente, ya que si se originase en la materia no poseería tales propiedades. Siendo que la inteligencia y el pensamiento no pueden ser atributos de la materia, remontándonos de los efectos a las causas llegamos a la conclusión de que el elemento material y el espiritual son los dos principios constitutivos del Universo. El Elemento espiritual individualizado conforma a los seres llamados espíritus, al igual que el elemento material individualizado constituye los diversos cuerpos orgánicos e inorgánicos de la Naturaleza.

Ya hemos admitido al ser espiritual y no podemos aceptar que su origen esté en la materia; pues bien, ¿cuál es, entonces, su punto de partida? 
En este terreno, los medios de investigación se equivocan, como en todo lo que se refiere al principio de las cosas. El hombre sólo es capaz de constatar aquello que existe. Sobre el resto, únicamente puede emitir hipótesis. Y ya sea porque este conocimiento sobrepasa el alcance de su inteligencia actual o porque tal conocimiento le pueda resultar ahora inútil o inconveniente. Dios no se lo concede ni siquiera por medio de la revelación. 


Lo que Dios hace decir, por sus mensajeros, y lo que, por otra parte, el mismo hombre podría deducir del principio de soberana justicia, que es uno de los atributos esenciales de la Divinidad, es que todos tienen un mismo punto de partida; que todos son creados simples e ignorantes, con igual aptitud para progresar mediante su actividad individual; que todos alcanzarán el grado de perfección compatible con la criatura por sus esfuerzos personales; que todos siendo hijos de un mismo Padre, son el objeto de igual solicitud; que no hay ninguno más favorecido o mejor dotado que los otros, y dispensado del trabajo que sería impuesto a los otros para alcanzar el objetivo.


UNIÓN DEL PRINCIPIO ESPIRITUAL Y DE LA MATERIA
Debiendo la materia ser el objeto de trabajo del Espíritu, para el desarrollo de sus facultades, era necesario que pudiese actuar sobre ella, por eso vino a habitarla, como el leñador habita el bosque. Debiendo ser la materia, al mismo tiempo, el objetivo y el instrumento de trabajo, Dios, en lugar de unir el Espíritu a la piedra rígida, creó, para su uso, cuerpos organizados, flexibles, capaces de recibir todos los impulsos de su voluntad y de prestarse a todos sus movimientos.

El cuerpo es, pues, al mismo tiempo, la envoltura y el instrumento del Espíritu, y, a medida que éste adquiere nuevas aptitudes, reviste una envoltura apropiada al nuevo género de trabajo que debe realizar, como se da a un obrero herramientas menos groseras a medida que sea capaz de hacer una obra más delicada.

Para ser más exacto, es necesario decir que es el Espíritu mismo quien da forma a su envoltura y lo adapta a sus nuevas necesidades; lo perfecciona, lo desarrolla y completa el organismo a medida que siente la necesidad de manifestar nuevas facultades; en una palabra, lo ajusta a la medida de su inteligencia; Dios le suministra los materiales; a él le corresponde emplearlos; así es que las razas avanzadas tienen un organismo, o si se quiere, un órgano cerebral más perfeccionado que las razas primitivas. Así se explica también el sello especial que el carácter del Espíritu imprime a los rasgos de la fisonomía y al comportamiento del cuerpo. 

El cuerpo no es, pues, sino una envoltura destinada a recibir al Espíritu; siendo así, poco importan su origen y los materiales de que esté formado. Que el cuerpo del hombre sea una creación especial o no, no por eso deja de estar formado de los mismos elementos que los de los animales, animado del mismo principio vital, o, dicho de otro modo, calentado por el mismo fuego, como es alumbrado por la misma luz, y sujeto a las mismas vicisitudes y las mismas necesidades: es un punto sobre el cual no hay contestación.

Al no considerar sino la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene, pues, nada que lo distinga del animal; pero todo cambia de aspecto si se hace la distinción entre la habitación y el habitante.

Aunque un noble viva en la choza del campesino o vista el sayal del pastor, seguirá siendo un gran señor. Ocurre lo mismo con el hombre; no es su vestido de carne el que lo eleva por sobre la bestia y lo convierte en un ser especial, es su ser espiritual, su Espíritu.


HIPÓTESIS SOBRE EL ORIGEN DE LOS CUERPOS HUMANOS
De la semejanza de las formas exteriores que existen entre el cuerpo del hombre y el del mono, ciertos fisiologistas concluyeron que el primero solo era una transformación del segundo. En esto no hay nada de imposible y si así fuere, la dignidad del hombre no tendría nada de que sufrir. Cuerpos de monos pudieron muy bien haber servido de vestimenta a los primeros Espíritus humanos, necesariamente poco avanzados, que vinieron a encarnarse sobre la Tierra, siendo estos vestidos los medios apropiados a sus necesidades y más apropiados al ejercicio de sus facultades que el cuerpo de ningún otro animal. En vez de crear un vestido especial para el Espíritu, encontró en él, uno ya hecho. Ha podido, pues, vestirse con la piel de un mono, sin dejar de ser Espíritu humano, como el hombre a veces se reviste con la piel de ciertos animales, sin dejar de ser hombre.

Quede bien entendido que no se trata aquí sino de una hipótesis, que de ningún modo es dada como principio, sino que es dada solamente para mostrar que el origen del cuerpo no perjudica al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el cuerpo del mono no implica la paridad entre su Espíritu y el del mono.

Admitiendo esta hipótesis, puede decirse que bajo la influencia y por efecto de la actividad intelectual de su nuevo habitante, la envoltura se ha modificado, se embelleció en los detalles, conservando en todo, la forma general del conjunto. Los cuerpos mejorados, al procrearse, se han reproducido en las mismas condiciones, como sucede a los árboles injertados; dieron nacimiento a una nueva especie que poco a poco, se alejó del tipo primitivo, a medida que el Espíritu progresó. El Espíritu del mono, que no se exterminó, continuó procreando cuerpos de monos para su uso, como el fruto del borde produce bordes, y el Espíritu humano procreó cuerpos de hombres, variantes del primer molde en el que se estableció. El linaje se bifurcó; produjo un descendiente y ese descendiente se convirtió en linaje.

Como no hay transiciones bruscas en la Naturaleza, es probable que los primeros hombres que aparecieron sobre la Tierra se hayan diferenciado poco del mono por su forma exterior, y, sin duda, no mucho más por la inteligencia. Hay aún, en nuestros días, salvajes que, por el largo de los brazos y los pies, y la conformación de la cabeza, tienen de tal modo el comportamiento del mono que no les falta sino ser peludos para completar la semejanza.




EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
Capítulo XXII
DE LA MEDIUMNIDAD DE LOS ANIMALES
Dios ha puesto los animales a vuestro lado como auxiliares para alimentaros, para vestiros, para secundaros. Les ha dado cierta dosis de inteligencia porque para ayudaros le es necesaria la comprensión, y ha proporcionado su inteligencia a los servicios que están llamados a prestaros; pero en su sabiduría no ha querido que estuviesen sometidos a la misma ley del progreso; tales como fueron creados, tales han quedado y quedarán hasta la extinción de sus razas.



EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
Capítulo V  
Consideraciones sobre la Pluralidad de las Existencias 

222 … entre la metempsicosis de los antiguos y la moderna doctrina de la reencarnación, la gran diferencia de que los espíritus rechazan del modo más absoluto la transmigración del hombre en los animales y viceversa.


Capítulo XI
LOS MINERALES Y LAS PLANTAS
-¿En los mundos superiores, las plantas son, como los otros seres, de naturaleza más perfecta?
-Todo es más perfecto, pero las plantas siempre son plantas, como los animales son siempre animales y los hombres son siempre hombres.


LOS ANIMALES Y EL HOMBRE
-Si comparamos al hombre y a los animales, con respecto a la inteligencia, la línea de demarcación parece difícil de establecer, porque ciertos animales, bajo este aspecto, tienen una superioridad notoria sobre ciertos hombres. ¿Puede ser establecida de una manera precisa esta línea de demarcación?
-Sobre este punto no están muy acordes vuestros filósofos. Unos quieren que el hombre sea un animal y otros que el animal sea un hombre; Todos están errados. El hombre es un ser aparte, que se rebaja mucho a veces o que puede elevarse muy alto. Físicamente el hombre es como los animales y está mucho menos provisto, que muchos de ellos. La Naturaleza les dio todo lo que el hombre está obligado a inventar con su inteligencia para sus necesidades y su conservación. Es verdad que su cuerpo se destruye como el de los animales, pero su Espíritu tiene un destino que sólo él puede comprender, porque sólo él es completamente libre. ¡Pobres hombres, que os rebajáis aún por debajo de la brutalidad! ¿No os sabéis distinguir? Reconoced al hombre por el pensamiento de Dios.

-Puesto que los animales tienen una inteligencia que les da cierta libertad de acción, ¿existe en ellos un principio independiente de la materia?
–Sí, y sobrevive al cuerpo.
– ¿Este principio en un alma semejante a la del hombre?
–Es también un alma(3), si así lo queréis; eso depende del sentido que se dé a esa palabra; pero es inferior a la del hombre. Entre el alma de los animales y la del hombre hay tanta distancia como entre el alma del hombre y Dios.

(3)Texto extraído de la Introducción al estudio de la Doctrina Espírita, tema II:
Evitaríase igualmente la confusión empleando la palabra alma en los tres casos (el alma como principio de la vida orgánica, el alma como principio de la inteligencia y el alma como un ser moral), añadiéndole un calificativo que especificase el punto de vista bajo el cual la consideramos o la aplicación que de ella se hace. Sería entonces una palabra genérica, representando al mismo tiempo el principio de la vida material, de la inteligencia y del sentido moral, y que se distinguiría por medio de un atributo, como el gas, por ejemplo, que se distingue añadiéndole las palabras hidrógeno, oxígeno o nitrógeno. Entonces se podría decir, y tal vez fuese lo mejor, el alma vital para el principio de la vida material, el alma intelectual para el principio de la inteligencia y el alma espírita para el principio de nuestra individualidad después de la muerte. Como se ve, todo esto es una cuestión de palabras, pero una cuestión muy importante para entenderse. Según eso, el alma vital sería común a todos los seres orgánicos: plantas, animales y hombres; el alma intelectual propia de los animales y hombres, y el alma espírita pertenecería solamente al hombre.

– ¿El alma de los animales tiene elección para encarnarse en un animal antes que en otro?
–No, pues no tiene libre albedrío.

– El alma del animal, sobreviviente al cuerpo, ¿está después de la muerte en un estado errante como la del hombre?
–Es una especie de erraticidad, porque no está unida al cuerpo, pero no es un Espíritu errante. El Espíritu errante es un ser que piensa y actúa por su libre voluntad, siendo la conciencia de sí mismo su atributo principal. El alma de los animales no tiene esa misma facultad. El Espíritu del animal es clasificado después de la muerte, por los Espíritus a quienes les compete y utilizado casi de inmediato, no teniendo tiempo para ponerse en relación con otras criaturas.

– ¿Siguen los animales una ley progresiva como los hombres?
–Sí, y por esto en los mundos superiores, donde los hombres están más avanzados, los animales lo están también y tienen medios más desarrollados de comunicación. Pero son siempre inferiores y están sometidos al hombre. Son para él servidores inteligentes.

Nada hay en esto de extraordinario. Supongamos a nuestros más inteligentes animales: al caballo, al perro, al elefante, dotados de una conformación apropiada a los trabajos manuales, ¿qué de cosas no harían bajo la dirección del hombre?

– ¿La inteligencia es una propiedad común, un punto de contacto, entre el alma de los animales y la del hombre?
Sí, pero los animales sólo tienen la inteligencia de la vida material. En el hombre, la inteligencia da la vida moral. 

– Se ha dicho que el alma del hombre en su origen está en el estado de infancia de la vida corporal, que su inteligencia apenas destella y que se ensaya para la vida; ¿dónde cumple el Espíritu esta primera fase?
– En una serie de existencias que preceden al período que llamáis humanidad.
– ¿Parecería, así, que el alma haya sido el principio inteligente de los seres inferiores de la creación?
¿No dijimos que todo se encadena y tiende a la unidad de la Naturaleza? En esos seres que estáis muy lejos de conocerlos en su totalidad, se elabora el principio inteligente, se individualiza poco a poco y se ensaya para la vida, como dijimos. Es hasta cierto punto, un trabajo preparatorio como el de la germinación, después del cual el principio inteligente experimenta una transformación y se convierte en Espíritu. Entonces empieza para él, el período de la humanidad, y con él la conciencia de su futuro, la distinción del bien y del mal y la responsabilidad de sus actos; como después del período de la infancia viene el de la adolescencia, después de la juventud y en fin la edad madura. Por lo demás, nada de humillante tiene este origen para el hombre. ¿Se creen humillados los grandes genios por haber sido fetos informes en el seno de su madre? Si alguna cosa debe humillarlo es su inferioridad ante Dios y su impotencia para sondear la profundidad de sus designios y la sabiduría de las leyes que rigen la armonía del Universo. Reconoced la grandeza de Dios en esa armonía admirable que hace que todo sea solidario en la Naturaleza. Creer que Dios haya podido hacer algo sin objeto y crear seres inteligentes sin futuro, sería blasfemar contra su bondad, que se extiende sobre todas las criaturas.
– ¿Ese período para humanizar el alma comienza en la Tierra?
– La Tierra no es el punto de partida de la primera encarnación humana; el período para humanizar el alma comienza, por lo general, en mundos más inferiores aún, lo cual, sin embargo, no es una regla absoluta y podría ser que un Espíritu, desde comienzo humano, esté apto para vivir en la Tierra. Este caso no es frecuente y constituye más bien una excepción.

– ¿El Espíritu del hombre tiene, después de la muerte, conciencia de las existencias que han precedido a su período de humanidad?
– No; porque no es en ese período que empieza para él la vida de Espíritu y es muy difícil que se recuerde de sus primeras existencias como hombre, como no se recuerda el hombre en lo absoluto de los primeros tiempos de su infancia y menos aún del tiempo que pasó en el seno de su madre. Por eso los Espíritus nos dicen que no saben cómo ha sido su comienzo. (4)

(4) – ¿Tuvieron principio los Espíritus, o son eternos como Dios?
– Si los Espíritus no hubiesen tenido principio, serían iguales a Dios, mientras que son creación suya y están sometidos a su voluntad. Dios existe eternamente y esto es incontestable; pero saber cómo y cuándo nos creó, no lo sabemos. Puedes decir que no tuvimos principio, si entendiereis con esto que, siendo Dios eterno, ha creado sin descanso; pero saber cómo y cuándo creó a cada uno de nosotros, lo repito, nadie lo sabe, pues éste es un misterio.

– Una vez entrado en el período de humanidad el Espíritu, ¿conserva vestigios de lo que era anteriormente, es decir, del estado en que se encontraba en el período que podría llamarse pre humanitario?
– Depende de la distancia que separa los dos períodos y el progreso alcanzado. Durante algunas generaciones, puede haber un reflejo más o menos pronunciado del estado primitivo; porque nada se hace en la Naturaleza por transición brusca. Siempre existen eslabones que ligan las extremidades de las cadenas de los seres y de los acontecimientos; pero esos vestigios se borran con el desarrollo del libre albedrío. Los primeros progresos se realizan lentamente; porque no están aún secundados por la voluntad y siguen una progresión más rápida, a medida que el Espíritu adquiere una conciencia más perfecta de sí mismo.


METEMPSICOSIS
– La comunidad de origen de los seres vivos en el principio inteligente, ¿no es una consagración de la doctrina de la metempsicosis?
– Dos cosas pueden tener un mismo origen y no asemejarse absolutamente en nada, más tarde. ¿Quién reconocería al árbol con sus hojas, flores y frutos en el germen informe contenido en la simiente de donde ha salido? Desde el momento en que el principio inteligente alcanza el grado necesario para ser Espíritu y entrar en el período de humanidad, cesa de tener relación con su estado primitivo y deja de ser el alma de los animales, como el árbol ya no es la simiente. No le resta al hombre del animal más que el cuerpo, y las pasiones que nacen de la influencia del cuerpo y del instinto de conservación inherente a la materia. No puede, pues, decirse que tal hombre es la encarnación del Espíritu de tal animal, y, por consiguiente, tal como se la entiende, no es exacta.

La metempsicosis sería verdadera, si se entendiese por ella el progreso del alma de un estado inferior a otro superior, en el que hallaría desarrollos que transformarían su naturaleza, pero es falsa en el sentido de transmigración directa del animal en el hombre y viceversa, lo que implicaría idea de retroceso o fusión, y no pudiendo verificarse semejante fusión entre los seres corporales de las dos especies, es indicio de que están en grados inasimilables, y que lo mismo debe suceder con los espíritus que los animan. Si el mismo Espíritu pudiese animarlos alternativamente, se seguiría de ello una identidad de naturaleza que se traduciría en la posibilidad de la reproducción material. La reencarnación enseñada por los espíritus está fundada, por el contrario, en la marcha ascendente de la naturaleza y en el progreso del hombre en su propia especie, lo que en nada mengua su dignidad. Lo que le rebaja, es el mal uso que hace de las facultades que Dios le ha dado para su adelanto. Como quiera que sea, la antigüedad de la doctrina de la metempsicosis, y los hombres eminentes que la han profesado, prueban que el principio de la reencarnación tiene sus raíces en la misma naturaleza, y son por lo tanto argumentos en su favor y no en contra.

El punto de partida del Espíritu es una de esas cuestiones que se refieren al principio de las cosas y que pertenece a los secretos de Dios. No es dado al hombre conocerlos de una manera absoluta y en este punto, ha de limitarse a suposiciones y sistemas más o menos probables. Los mismos Espíritus están muy lejos de conocerlo todo, y sobre lo que no saben pueden tener también opiniones más o menos sensatas. 

Así, por ejemplo, no todos piensan lo mismo respecto de las relaciones que existen entre el hombre y los animales. Según algunos, el espíritu no llega al período humano sino después de haberse elaborado e individualizado en los diferentes grados de los seres inferiores de la creación. Según otros, el espíritu del hombre ha pertenecido siempre a la raza humana, sin haber pasado por la serie animal. El primero de estos sistemas tiene la ventaja de dar un objeto al porvenir de los animales, que formarían de este modo los primeros eslabones de la cadena de los seres pensantes; el segundo está más conforme con la dignidad humana, y puede resumirse de la manera siguiente:

Las diferentes especies de animales no proceden intelectualmente las unas de las otras por vía de progresión, y así el espíritu de la ostra no pasa a ser sucesivamente el del pez, del cuadrúpedo y del cuadrumano. Cada especie es un tipo absoluto física y moralmente, cada uno de cuyos individuos toma en la fuente universal la suma de principio inteligente que le es necesario, según la perfección de sus órganos, y el trabajo que ha de realizar en los fenómenos de la naturaleza, suma de principio vital que, a la muerte, vuelve a la masa. Los de los mundos más adelantados que el nuestro son igualmente razas distintas, apropiadas a las necesidades de aquellos mundos y al grado de adelanto de los hombres cuyos auxiliares son; pero que, espiritualmente hablando, no proceden en modo alguno de los de la tierra. No sucede lo mismo en el hombre. Bajo el punto de vista físico, forma evidentemente un eslabón de la cadena de los seres vivientes; pero bajo el punto de vista moral, entre el animal y el hombre, no existe continuidad. El hombre posee en propiedad el alma o espíritu, destello divino que le da el sentido moral y un alcance intelectual que falta a los animales; es para él un ser principal, preexistente, que sobrevive al cuerpo y que conserva su individualidad. ¿Cuál es el origen del espíritu? ¿Dónde está su punto de partida? ¿Se forma del principio inteligente individualizado? Este es un misterio que en vano trataríamos de penetrar, y acerca del cual, según tenemos dicho, solo podemos emitir sistemas. Lo que es constante y resulta del raciocinio y de la experiencia, es la supervivencia del espíritu, la conservación de su individualidad después de la muerte, su facultad progresiva, su estado feliz o desgraciado proporcional a su adelanto en el camino del bien y todas las verdades morales, que son consecuencias de este principio. En cuanto a las relaciones misteriosas que existen entre el hombre y los animales, volvemos a repetir que son un secreto de Dios, como muchas otras cosas cuyo conocimiento actual no importa a nuestro progreso, y sobre las cuales sería inútil insistir.


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AMOR, CARIDAD y TRABAJO