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FAMILIA y ESPIRITISMO






FAMILIA y ESPIRITISMO




El hogar humano, desde la visión espirita, representa la oportunidad de aprendizaje y practica de las leyes divinas, proporcionando el encuentro con Espíritus amigos de otras existencias, así como también el debido reajuste con los adversarios de existencias pasadas.

La familia humana es un conjunto de almas oriundas de la misma fuente divina, difiere apenas, en su periferia, por ser en la tierra cónyuges, hijos, padres o parientes, cuya meta definitiva es la futura familia Universal.

“No hay unión particular y fatal entre dos almas. Lo que hay es la unión de todos los espíritus, pero en grados diversos, según el orden que ocupan, es decir, según la perfección que hayan adquirido. Cuanto más perfectos, tanto más unidos.”


MISIONES:
Junto a las grandes misiones confiadas a los Espíritus superiores, hay otras misiones de importancia relativa en todos los grados, que se conceden a los Espíritus de todas las categorías. De ahí que podamos afirmar que cada encarnado tiene la suya, es decir, que tiene deberes que cumplir en bien de sus semejantes, desde el padre de familia, responsable de hacer que sus hijos progresen, hasta el hombre de genio que siembra en la sociedad nuevos elementos de progreso. En esas misiones secundarias a menudo se verifican debilidades y fracasos, incumplimientos del deber y renuncias, que si bien perjudican al individuo, no afectan al conjunto.


LAZOS:
Los lazos de familia no son destruidos por la reencarnación como creen ciertas personas; al contrario, se fortifican y estrechan: el principio opuesto es el que los destruye.

Los espíritus en el espacio forman grupos o familias unidas por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones; son espíritus felices que se buscan para estar juntos; la encarnación sólo les separa momentáneamente, porque después que vuelven a la erraticidad se encuentran como los amigos al regresar de un viaje. También se siguen muchas veces en la encarnación, en la que se reúnen en una misma familia, o en un mismo centro, trabajando juntos para su mutuo adelanto. Si los unos están encarnados y los otros no, no están menos unidos por el pensamiento; los que están libres velan por los que están cautivos; los más adelantados procuran hacer progresar a los rezagados. Después de cada existencia, han dado un paso en el camino de la perfección; cada vez menos unidos a la materia, su afecto es más vivo, por lo mismo que es más puro, y que ya no es turbado por el egoísmo ni por la obscuridad de las pasiones. De este modo pueden recorrer un número ilimitado de existencias corporales, sin que nada perturbe su mutuo afecto.

Se comprende que hablamos ahora del afecto real de alma a alma, único que sobrevive a la destrucción del cuerpo, porque los seres que no se unen en la tierra sino por los sentidos, no tienen ningún motivo de buscarse en el mundo de los espíritus. Sólo son duraderos los afectos espirituales; los carnales se extinguen con la causa que los ha motivado, pero esta causa no existe en el mundo de los espíritus, mientras que el alma existe siempre. En cuanto a las personas unidas por el sólo móvil del interés, no son realmente nada la una para la otra; la muerte las separa en la tierra y en el cielo.

La unión y el afecto que existen entre parientes, son indicio de la simpatía anterior que les ha aproximado; por esto se dice, hablando de una persona cuyo carácter, gustos e inclinaciones no tienen ninguna semejanza con sus allegados, que no es de la familia. Cuando se dice esto se dice más verdad de lo que se cree. Dios permite en las familias estas encarnaciones de espíritus antipáticos o extraños con el doble objeto de servir de prueba para los unos y de medio de adelanto para los otros. Además, los malos se mejoran poco a poco con el contacto de los buenos y por los cuidados que de éstos reciben; su carácter se suaviza, sus costumbres se purifican, las antipatías se deshacen, y así es como se establece la fusión entre las diferentes categorías de espíritus, como en la tierra se establece entre las razas y los pueblos.


PARENTESCO:
Los lazos de la sangre no establecen necesariamente los lazos entre los espíritus. El cuerpo procede del cuerpo, pero el espíritu no procede del espíritu, porque éste existía antes de la formación del cuerpo; el padre no es el que crea el espíritu de su hijo, pues no hace más que darle una envoltura corporal; pero debe procurar su desarrollo intelectual y moral para hacerlo progresar.

Los espíritus que se encarnan en una misma familia, sobre todo entre próximos parientes, muchas veces son espíritus simpáticos unidos por relaciones anteriores, que se manifiestan por su afecto durante la vida terrestre; pero puede suceder también que estos espíritus sean completamente extraños unos de otros, divididos por antipatías igualmente anteriores, y que igualmente se traducen por su antagonismo en la tierra para servirles de prueba. Los verdaderos lazos de la familia no son, pues, los de la consanguinidad, sino los de la simpatía y de la comunión de pensamientos que unen a los espíritus "antes, durante y después" de su encarnación. De donde se sigue que dos seres de padres diferentes, pueden ser más hermanos por el espíritu que si lo fueran por la sangre; pueden atraerse, buscarse, gozar juntos, mientras que dos hermanos consanguíneos pueden rechazarse, como se ve todos los días; problema moral que sólo el Espiritismo podía resolver por la pluralidad de las existencias.

Hay, pues, dos clases de familia: "las familias por lazos espirituales y las familias por lazos corporales"; las primeras son duraderas, se fortifican por la purificación y se perpetúan en el mundo de los espíritus a través de las diversas emigraciones del alma; las segundas son frágiles como la materia, se extinguen con el tiempo y muchas veces se disuelven moralmente desde la vida actual. Esto es lo que ha querido hacer comprender Jesús, diciendo a sus discípulos: Esta es mi madre y éstos son mis hermanos, mi familia por los lazos del espíritu, porque cualquiera que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, este es mi hermano, mi hermana y mi madre.


SEMEJANZAS:
Los padres suelen transmitir a sus hijos un parecido físico. ¿Les transmiten también una semejanza moral?
No, puesto que tienen almas o Espíritus diferentes. El cuerpo procede del cuerpo, pero el Espíritu no procede del Espíritu. Entre los descendientes de las razas sólo hay consanguinidad.”

¿De dónde proceden las semejanzas morales que existen a veces entre padres e hijos?
Son Espíritus que simpatizan entre sí, atraídos por la similitud de sus inclinaciones.

¿Por qué hay padres buenos y virtuosos que procrean hijos de una naturaleza perversa? Dicho de otro modo, ¿por qué las buenas cualidades de los padres no siempre atraen, por simpatía, a un Espíritu bueno para que anime a su hijo?
Un Espíritu malo puede pedir padres buenos, con la esperanza de que sus consejos lo guíen por un camino mejor, y con frecuencia Dios se los concede.

¿De dónde procede la semejanza de carácter que suele existir entre dos hermanos, sobre todo en los gemelos?
Se trata de Espíritus que simpatizan, que se acercan por la semejanza de sus sentimientos y son felices porque están juntos.

Dado que los Espíritus encarnan en los gemelos por simpatía, ¿de dónde procede la aversión que a veces vemos entre ellos?
No es una regla que los gemelos sean Espíritus que simpatizan. Es posible que algunos Espíritus malos quieran luchar juntos en el teatro de la vida.


INGRATITUD:
La ingratitud es uno de los frutos más inmediatos del egoísmo.

Cuando el espíritu deja la tierra, lleva consigo las pasiones o las virtudes inherentes a su naturaleza, y en el espacio, va perfeccionándose o quedándose estacionado hasta que quiere ver la luz. Algunos, pues, han partido llevándose consigo odios poderosos y deseos de venganza no satisfecha; pero a algunos de aquellos más avanzados que los otros, les es permitido entrever un lado de la verdad; reconocen el funesto efecto de sus pasiones, y entonces es cuando toman buenas resoluciones; comprenden que para ir a Dios sólo hay una palabra de pase: "caridad"; pues no hay caridad sin olvido de los ultrajes y las injurias; no hay caridad con odios en el corazón y sin perdón.

Entonces, por un esfuerzo inaudito, miran a los que detestaron en la tierra; pero a su vista se despierta su animosidad; se rebelan a la idea de perdonar aún más que a la de renunciarse a sí mismos, y sobre todo, a la de amar a aquellos que tal vez destruyeron su fortuna, su honor y su familia. Sin embargo, el corazón de esos desgraciados está conmovido; titubean y vacilan agitados por estos sentimientos contrarios; si la buena resolución vence, ruegan a Dios e imploran a los buenos espíritus para que les den fuerza en el momento más decisivo de la prueba.

En fin, después de algunos años de meditación y de oraciones, el espíritu aprovecha una carne que se prepara en la familia de aquél que ha detestado, y pide a los espíritus encargados de transmitir las órdenes supremas el ir a cumplir en la tierra los destinos de esa carne que acaba de formarse. ¿Cuál será, pues, su conducta en esta familia? Dependerá de mayor o menor persistencia en sus buenas resoluciones. El contacto incesante de los seres que aborreció, es una prueba terrible bajo la cual sucumbe algunas veces, si su voluntad no es muy fuerte. De este modo, según la buena o la mala resolución que les dominará, será amigo o enemigo de aquellos entre los cuales está llamado a vivir. Así se explican los odios, las repulsiones instintivas que se notan en ciertos niños y que ningún acto anterior parece justificar; nada, en efecto, en esta existencia ha podido provocar esta antipatía; para que uno pueda encontrar la causa, es preciso mirar lo pasado.

¡Oh, espiritistas! comprended hoy el gran papel de la Humanidad; comprended que cuando producís un cuerpo, el alma que se encarna en él viene del espacio para progresar; sabed vuestros deberes; y poned todo vuestro amor en aproximar esta alma a Dios; esta es la misión que os está confiada, y por la que recibiréis la recompensa si la cumplís fielmente. Vuestros cuidados, la educación que la daréis, ayudarán a su perfeccionamiento y a su bienestar futuro. Pensad que a cada padre y a cada madre, Dios preguntará: ¿Qué habéis hecho del niño confiado a vuestro cuidado? Si se ha quedado atrasado por vuestra falta, vuestro castigo será el verle entre los espíritus que sufren, dependiendo de vosotros el que hubiese sido feliz. Entonces vosotros mismos, abatidos por los remordimientos, procuraréis reparar vuestra falta, solicitaréis una nueva encarnación para vosotros y para él, en la cual le rodearéis de mejores cuidados, y él, lleno de reconocimiento, os rodeará con su amor.

Cuando los padres han hecho todo cuanto han podido para el adelantamiento moral de sus hijos, si no pueden conseguir su objeto, no pueden hacerse cargos, y su conciencia puede estar tranquila; pero al pesar muy natural que experimentan por el mal éxito de sus esfuerzos, Dios reserva un grande, un inmenso consuelo, por la "certeza" de que sólo es un atraso, y que les será permitido acabar en otra existencia la obra empezada en ésta, y que un día el hijo ingrato les recompensara con su amor.

Dios no ha hecho las pruebas superiores a las fuerzas del que las pide; no permite sino las que se puedan cumplir.


Y CUALQUIERA QUE DEJARE…
Cuando Jesús dijo: “Y cualquiera que dejare, casa o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierra por mi nombre, recibirá ciento por uno y poseerá la vida eterna.”, para seguirlo incondicionalmente, se refería a la necesidad que el hombre  tenía de librarse de los lazos consanguíneos, que en realidad es el sustentáculo de la familia humana, aislada en el seno de la humanidad. El Maestro invita a los hombres a entregarse  definitivamente a la familia universal que es eterna.

Estas palabras tenían por objeto enseñar, por medio de una hipérbole, cuán imperioso era el deber de ocuparse de la vida futura.

Aquí las cosas se miran desde el punto de vista terrestre; el Espiritismo nos las hace ver de más alto enseñándonos que los verdaderos lazos de afecto son los del Espíritu y no los del cuerpo; que estos lazos no se rompen ni por la separación, ni aun por la muerte del cuerpo, y que se fortifican en la vida espiritual por la purificación del espíritu; verdad consoladora que da gran fuerza para sobrellevar las vicisitudes de la vida.

Bibliografía:
El libro de los Espíritus de Allan Kardec
El Cielo y el Infierno de Allan Kardec
El Evangelio según el Espiritismo de Allan Kardec

AMOR, CARIDAD y TRABAJO